“Los programas que grabo con tres copitas son los mejores”, asegura el cantante y presentador de moda, Bertín Osborne, en una entrevista publicada en El Mundo. La nueva estrella de la televisión pública española, las copitas se las pagamos todos, confiesa que trabaja no borracho, cuidado, sino con un “pedo cachondo”: “Los programas que hago por la tarde después de comer, cuando me he bebido esas tres copitas, son los mejores. No bebo nada de alcohol fuerte, pero me encanta tomarme tres o cuatro copas de vino español bueno, bueno. Y sales de un relajado, con un bienestar social…”.
Bienestar social. Ahí está el asunto, en el concepto que la derecha de este país tiene de bienestar social. Tres o cuatro copas de vino español bueno, bueno. Pedo cachondo, para que usted y Bertín me entiendan. Así las cosas, cuando Mariano Rajoy grita “¡Viva el vino!” no realiza una apología de la priva, ni siquiera defiende la popular bebida obtenida mediante la fermentación del mosto de la uva. No. Cuando Mariano Rajoy grita “¡Viva el vino!” en realidad brama por la calidad de vida de los ciudadanos, por acabar con las desigualdades, por conseguir un futuro mejor. Es decir, que cuando José María Aznar pedía que le dejasen “beber tranquilamente” cuestionando una campaña de la DGT, lo que quería decir es que nuestros enemigos son la pobreza, la ignorancia y el desempleo: “Las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber déjame que las beba tranquilamente; no pongo en riesgo a nadie ni hago daño a los demás”.
En España das una patada a un bote, o mejor a una yonki-lata de medio litro de Mahou cinco estrellas, y te salen media docena de luchadores por el bienestar social. Tambaleándose, pero salen. ¿Recuerda usted a Miguel Ángel Rodríguez, portavoz del Gobierno con José María Aznar entre 1996 y 1998? Un combatiente por la paz y la solidaridad comunitaria detenido por la policía durante una de sus batallas contra quienes pretenden acabar con la convivencia. ¿Y qué me dice de Enrique López, magistrado del Tribunal Constitucional sorprendido por la policía a lomos de su motocicleta sin casco y con una tasa de alcoholemia cuatro veces superior al máximo legal? Un héroe en la lucha por los derechos de los más necesitados, por la grandeza y la imparcialidad de la justicia a traves del pedo cachondo, por el bienestar social a través de la alfabetizacion: se negó a abstenerse en el caso Gürtel con un texto con más de 50 erratas y faltas de ortografía.
“¡Viva el vino!” insistió Rajoy. Y los suyos se tomaron al pie de la letra sus palabras, y se pusieron en contacto con Bertín para que invitase al presidente a “En tu casa o en la mía”. Cuatro millones de telespectadores no pueden estar equivocados. “¡Vente para el programa pero ya, machote!”, debió decir la media pareja teatral de Arévalo descorchando una botella de reserva. Del bueno, bueno. Pedo cachondo frente a plasma man. El éxito está asegurado. La tele pública goza de excelente salud.
Un motivo para NO ver la televisión
Cansasuelos.
Autor: Ander Izaguirre.
Editorial: Libros del K.O.
Ander Izaguirre es un periodista inquieto que ha entendido perfectamente el momento que vive su profesión. Y se ha echado al monte, como es natural. Libre del cobijo ficticio de una redacción, sin ataduras o compromisos, el guipuzcoano escribe sobre aquello que le interesa. Los porteadores de alta montaña del Karakorum, el Tour de Francia, la Real Sociedad, los inuits de Groenlandia o los niños mineros de Bolivia. Siempre al aire libre, siempre en movimiento, siempre en forma de reportaje. “Cansasuelos” es eso mismo, un reportaje largo y brillante sobre un viaje a pie de seis día por los Apeninos.
La idea fue de S, una misteriosa fisoterapeuta parmesana a la que había conocido en otro momento, en otras circunstancias, en otro camino. “En algunas horas del día a S. le gusta separarse cincuenta metros, caminar un poco más adelante o un poco más atrás que yo, le gusta ir sola. Procuro fijarme en quienes saben callar, en quienes entienden el silencio, la pausa, el intervalo. Caminar es callar, escribir también es callar, no se puede escribir sin callar primero y sin callarse bien”.
Desde Bolonia hasta Florencia, Izaguirre camina. Por el campo, asfalto y senderos. Con la naturaleza a un lado y la huella del hombre en el otro. Paisajes y anécdotas, mañanas en las que casi siempre duele algo, paisajes y nuevos mandamientos, historia y turismo. “Unos 137.000 metros, así que yo habré dado unos 183.000 pasos, y este libro tiene unas 23.000 palabras: por cada ocho pasos, he escrito una palabra. Ufa, qué devaluación”. Nuestro viajero cuenta los pasos y las costumbres con una capacidad descriptiva enorme, Izaguirre escribe de maravilla, hasta el punto de que en ocasiones me recuerda a mi Bill Bryson favorito: el de “Un paseo por el bosque”.
Lea a Izaguirre siempre, y disfrute ahora que vienen los frios con “Cansasuelos”. Le entrarán unas ganas terribles de levantarse de la chimenea, calzarse unas botas y salir a andar. Porque la verdad, no lo olvide, está ahí fuera.