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Ana Rosa for president

El presidente del Gobierno ha hablado: las elecciones generales serán el 20 de diciembre. No, no es una broma. Prepárense para votar cinco días antes de Nochebuena, en plenas Navidades, con los ciudadanos ebrios de sidra El Gaitero y polvorones del DIA, con las pagas extra a punto de caramelo, con las visas on fire. Hablo en serio, es verdad: Las elecciones generales serán el 20 de diciembre. Si ya nos han tomado el pelo con tantas y tantas cosas, recuerde la indemnización en diferido o el “Se fuerte, Luis”… ¿Por qué no pueden hacerlo con la fecha de unos comicios?

Así las cosas, que no decaiga el humor, no es extraño que surjan toda clase de nombres como posibles aspirantes al cargo de presidente. Si ya lo han sido Zapatero o Rajoy, ¿Por qué no puede ser Belén Esteban la próxima inquilina de Moncloa? Un estudio elaborado en 2010 por Sigma Dos a petición de Telecinco reveló que si la princesa del pueblo se presentase a las elecciones de 2012 podría convertirse en la tercera fuerza política, por delante de grupos como Izquierda Unida o el PNV. Y hablan de la irrupción sorpresa de Pablo Iglesias o Albert Rivera

El último despropósito político-televisivo lo ha planteado el periodista José Álvarez en la web de televisión Bluper: “¿Y si Ana Rosa se presentase realmente a las elecciones?”. La posibilidad, que resulta en principio espeluznante, se convierte en una pesadilla cuando Álvarez comienza a diseñar el perfil electoral de la reina de las mañanas: La presentadora es, a día de hoy, una de las periodistas con mayor credibilidad… debate a diario sobre los principales temas de la actualidad política y social ante cerca de medio millón de personas. Su opinión es influyente y si decidiera dar el salto a la política tendría ya un nombre hecho que la ayudaría a tener más posibilidades que una auténtica novata”. Solo nos quedaría saber si el programa electoral lo escribiría ella o su negro.

En cualquier caso, no estamos inventando nada. Y es que tras el éxito de Beppe Grillo y Arnold Schwarzenegger fue México quien asumió la moda de los políticos estrafalarios: “Es hora de que un payaso de verdad gobierne“, rezaba el lema de campaña de Guillermo Cienfuegos Pérez, más conocido como Lagrimita, aspirante a la alcaldía de Guadalajara, Jalisco, la segunda ciudad más grande de México. A las elecciones del pasado siete de junio además de este payaso se presentaron futbolistas como Cuauhtémoc Blanco, candidato del Partido Social Demócrata (PSD) a la alcaldía de Cuernavaca, o actores como Alejandro Camacho, aspirante al Congreso federal por el Partido Encuentro Social.

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La decadencia de la política española es evidente, pero quiero pensar que no como para llegar a estos extremos. Donde esté Esperanza Aguirre que se quite Belén Esteban. Donde esté Vicente Martínez Pujalte que se quite Jorge Javier Vázquez. Donde esté Antonio Miguel Carmona que se quite Bertín Osborne. Donde esté Ana Botella que se quite Sánchez Dragó. Donde esté Pedro Sánchez que se quite Toni Cantó. ¿Verdad?

P.D.

Telecinco…

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Un motivo para NO ver la televisión

Brent Best

Cd: Your dog, champ.

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Quizá no le diga nada Slobberbone. Normal. Se trata de una de las miles de pequeñas grandes bandas de rock con raíces que pululan por Estados Unidos. Le diré que eran de Texas, que se separaron después de pasarse veinte años tocando rock and roll de calidad, y que dejaron grabados cuatro discos, dos de ellos memorables: Barrel Chested, en 1997, y Everything You Thought Was Right Was Wrong Today, en 2000. Pues Brent Best era el cantante de esa banda. Y el disco que hoy recomendamos es su primer trabajo en solitario.

Quiza sí conozca usted el gótico sureño, ese sonido que tiene que ver con la literatura de Flannery O´Connor y William Faulkner. Pues dicen que este disco es gótico meridional, un subgénero francamente excitante. Yo simplificaría y diría que se trata de un puñado de grandes canciones sobre perdedores, farsantes y vividores con un punto de unión: Champ, el perro de Brent. Buenas historias contadas con la ayuda de una guitarra y una armónica. Nada nuevo, nada menos.

Esa cosa libre y gratuita

“Hay una cosa muy libre en este país que se llama mando a distancia, que es absolutamente libre y gratuito”, dice Ana Rosa Quintana. ¿Qué quiere decir con esta frase tan compleja la popular presentadora y escritora? ¿Acaso que el mando está incluido en el precio de la televisión? No, que el ciudadano tiene derecho a ver cualquier cosa que decidan emitir las cadenas de televisión. “Lo más importante en la vida es la libertad de expresión y no se pueden acallar voces”, asegura la reina de la telebasura en una emocionante defensa de “Sálvame”, uno de los programas más infectos en la historia de la televisión.

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“Sálvame” se emite en Telecinco por las tardes, de 16.00 a 20.00 horas, horario de protección reforzada infantil según la Ley de Comunicación Audiovisual. Cansados de ver freaks y escuchar sandeces, en la Comisión Nacional del Mercado de Competencia han dado a Mediaset un plazo de diez días para que adapte los contenidos de su programa al horario en el que se emite. En caso contrario se enfrenta a un procedimiento sancionador por una infracción de carácter grave que le podría acarrear una multa de entre 100.000 y los 500.000 euros.

Parece razonable, ¿verdad? “Sálvame” es el programa que se utilizaría como ejemplo para hablar de telebasura. Hace dos años, trescientos responsables de marketing y publicidad de las empresas y agencias de medios españolas lo eligieron como el peor programa de la televisión, según un estudio sobre la calidad de la televisión realizado por el Grupo Consultores.

Pues para Ana Rosa Quintana la orden de Competencia, modificar sus zafios contenidos de cara al horario infantil, es un ataque a la libertad de expresión. Yo creo que en realidad es un ataque a su libertad para forrarse, aún más, desde una cadena que, no lo olvide usted nunca, es una concesión del Estado. Por eso cuando Jorge Javier Vázquez, presentador del engendro, dice que “Asociaciones ultraconservadoras con intereses ocultos nos acusan de cosas sórdidas”, solo es posible troncharse de risa. Tanto de esa frase como del melodramático monólogo que soltó en pantalla: “Después de cinco años y medio pasando la tarde juntos, cinco años y medio, vosotros desde casa y nosotros aquí, después de cinco años y medio de puro entretenimiento, de risas y grandes emociones con la única vocación de haceros compañía, os vengo a contar que hoy han amenazado seriamente la continuidad de ‘Sálvame’ y que quieren destruir nuestra gran familia”.

¿Gran familia? ¿Risas y grandes emociones? Me descojono. “Sálvame” es lo peor de la televisión, entretenimiento de ínfima calidad, un esperpento diseñado para hacer rentable el cotilleo, el escándalo, la maledicencia y la zafiedad. “Sálvame” es el programa de Telecinco que intenta que los telespectadores sean peores personas. Y pretenden emitirlo en horario de protección infantil aludiendo a la sagrada libertad de expresión. Al mando a distancia, “esa cosa libre y gratuita” que, afortunadamente, tiene un botón rojo.

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La fábrica de imbéciles

Dicen que el engranaje industrial español no funciona. Que será difícil salir de la crisis porque nuestras fábricas no están a la altura de los tiempos, no son competitivas. Anticuadas, poco eficaces, improductivas, desfasadas… No todas. La fábrica de imbéciles sigue funcionando a toda mecha: los españoles consumen 244 minutos de televisión al día. Eso dicen los datos recogidos por Kantar Media, la empresa que mide las audiencias.

Cuatro horas de televisión diaria hubiesen acabado con la actividad neuronal de Albert Einstein. Es muy posible, por tanto, que este abuso de escoria audiovisual sea el responsable del adormecimiento de la sociedad española, absolutamente anestesiada ante el saqueo económico, moral e intelectual a que está siendo sometida. Nos están robando lo público, nos mienten y engañan, nos sodomizan (políticamente hablando)… ¿Y nosotros qué hacemos? Ver la televisión como yonquis terminales.

La televisión es una fábrica de imbéciles, insisto. Y de miserables. El diario El País del pasado martes dedicaba su página Pantallas a Ana Rosa Quintana. Una entrevista a la reina de la cochambre en la que la escritora de pega quedaba como una reina (sin imputar): “Nunca emitiría una entrevista con Ricart”, titulaban a cuatro columnas. Tremendo arrebato de dignidad de Ana Rosa, la misma mujer que solo unos días antes tuvo que declarar en el Juzgado de Instrucción número 43 de Plaza de Castilla por haber emitido en su programa una entrevista a Isabel García, una mujer que sufre esquizofrenia y retraso mental, y que en esas condiciones señaló a su marido Santiago del Valle como culpable del asesinato de Mari Luz Cortés.

¿Por qué se presta un diario supuestamente serio como El País a realizar una promo entrevista a Ana Rosa Quintana, la reina de la telecochambre? Pues muy fácil: la batalla entre Ana Rosa (Telecinco) y Susanna Griso (Antena 3) por liderar las mañanas es muy dura en esta televisión nuestra, un duopolio fraticida. Y El País apuesta por Ana Rosa, que a fin de cuentas es de la familia. Wikipedia: “El 18 de diciembre de 2009, las cadenas de televisión españolas Telecinco y Cuatro llegaron a un acuerdo de fusión por el que la Sogecuatro (subsidiaria de Sogecable) se integró en Gestevisióm Telecinco a cambio de un 18,3% del capital de Mediaset España Comunicación, nombre de la empresa resultante”.

La fábrica de imbéciles está perfectamente engrasada. Es una máquina magnífica, implacable, letal, de destrucción masiva. Es tan demoledora como para que sus tentáculos se extiendan a otros medios de comunicación. La tele mancha, envenena y contamina todo aquello cuanto toca. Tenga mucho cuidado, no acabe convirtiéndose en uno de esos que consume cuatro horas de basura tóxica al día. Si lo hace, acabará creyendo a Ana Rosa y confiando en El País. Apague la tele, tenga criterio.

Un motivo para NO ver la televisión

Jota Erre

Autor: William Gaddis.

Editorial: Sexto Piso.

¿Se considera usted un buen lector? Quiero decir un lector serio, maduro, constante, concienzudo, meticuloso, curioso, paciente. Un lector no de premios Planeta, por favor, sino de auténtica literatura. Un lector de clásicos, de largo recorrido, de tochos. Uno de esos lectores que, en lugar de arrugarse ante un volumen de 1133 páginas, se crece y se sumerge en ese océano de lectura con los pulmones repletos de aire fresco. ¿Es usted, insisto, un lector de los buenos? ¿Sí? ¿Seguro? Pues ahora tiene ocasión de demostrarlo.

Esta es la historia de un niño, Jota Erre Vansant, con un don especial para hacer dinero. Con poca salud y sin escrúpulos, y con un teléfono como principal instrumento, el protagonista de nuestro libro ve la vida como una inmensa mina de oro. Detrás de cada persona, de cada objeto y de cada gesto se esconde un posible negocio, un paquete de acciones, un camino hacia la riqueza. Nace la Jota Erre Corporation. Alrededor de esta idea Gaddis teje una telaraña de situaciones y de personajes realmente fascinante, que refleja de manera fiel a un sector de la sociedad norteamericana de la época. El poder, el dinero, la ambición… y lo absurdo de todo ello.

“Jota Erre” es un libro que echa un pulso al lector desde las primeras páginas. Construida con diálogos, esta novela de ida y vuelta contiene momentos memorables junto a otros francamente desazonadores: es fácil perderse, a veces es necesario retroceder, no es posible despistarse ni un segundo, ni media página, ni un solo párrafo. “Jota Erre” es un tsunami de excelente literatura crítica, irónica y satírica, capaz de arrollar al lector desprevenido y dejarle hecho unos zorros. Los supervivientes saldrán reforzados para el resto de sus vidas: este libro ofrece una demoledora descripción de la avaricia, el poder del dinero y los depredadores que se mueven por el mundo dispuestos a hacer cualquier cosa para ganar. Publicado en 1975, “Jota Erre” es una obra de absoluta actualidad que nos recuerda el atroz neoliberalismo actual.

El esfuerzo merece la pena.

Delincuentes desorientados

Ana Rosa Quintana reconoce que dos redactoras de su productora, Cuarzo, recogieron al asesino de Alcásser cuando salió de la cárcel, porque “se encontraba desorientado”, y le llevaron en uno de sus coches hasta Madrid. Pero desmiente haberle pagado el hotel de cuatro estrellas y las copas nocturnas. “No pagamos a asesinos de niñas”, dijo muy digna y un tanto altanera la escritora. Solo custodian y transportan a asesinos de niñas. No les pagan ni hotel ni copas. Que quede claro.

España es, después de Siria, el país donde más ha aumentado la percepción de corrupción en el último año. La corrupción es hermana de sangre de la mentira, de la deshonestidad, de la sinvergonzonería, de la depredación, del envilecimiento.

Tras esta reflexión, continuamos…

¿Pueden entrevistar las televisiones a delincuentes? Por supuesto: las televisiones son empresas privadas que quieren ganar dinero, cuanto más mejor, y eso lo consiguen aumentando la audiencia. Es decir, la publicidad. Y da la casualidad de que las entrevistas a los delincuentes, sobre todo si se trata de sanguinarios asesinos de niñas, embarazadas o monjas, atraen enormes cantidades de telespectadores. Así las cosas, ¿Por qué no entrevistar a esa mina de oro que son los delincuentes?

Solo una cosa puede impedir este vomitivo pseudoperiodismo: que los anunciantes no se sientan cómodos al ver cómo sus productos se relacionan con asesinos en serie, violadores o torturadores. Imagine la promoción de la cadena: “esta noche, en prime time, la entrevista al hombre que asesinó, descuartizó y devoró a sus propios hijos tras violarlos, patrocinada por pan de molde X, colonias X y grandes almacenes X”.

La línea roja no la trazarán jamás las cadenas de televisión privadas. Carecen de moral, su único dios es el dinero, la audiencia. La línea roja tampoco la trazan unos telespectadores que, embrutecidos por años de consumo de telebasura, son incapaces de distinguir entre la buena televisión y la televisión necrófaga. La línea roja tienen que trazarla los anunciantes, que son quienes tienen la sartén por el mango. Así de tristes son las cosas en esta desorientada sociedad neoliberal en que nos ha tocado vivir.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Afilado como un blues de medianoche.

Autor: Javier Márquez Sánchez.

Editorial: Salto de página.

Vivimos tiempos turbios. Tanto como para que traten de convencernos de que la nueva literatura policiaca de calidad llega de Islandia o Sudáfrica. Tanto como para asegurar que la verdadera novela negra, la auténtica, es la francesa. Afortunadamente existen tipos como Javier Márquez Sánchez, un periodista sevillano que en los ratos libres escribe como si hubiera nacido en Atlantic City.

“Afilado como un blues de medianoche” es una novela negra muy norteamericana. Tanto es así que tiene como protagonista a Eddie “Siete Vidas” Bennett, un tipo duro que se encarga de hacer la vida más agradable, y más larga, a Frank Sinatra, Sammy Davis Jr y compañía. Eddie es un espagueti. De padres italianos de Véneto, nació en el Brooklyn de 1922. A partir de entonces se dedicó a recorrer las calles, pelear, beber y vivir. Con sede en Las Vegas, “Siete Vidas” no tiene problemas en tirar de gatillo: “Darle plomo a un malnacido es como darle un beso a una mujer bonita; el crimen sería dejar pasar la oportunidad”.

El libro comienza con Eddie contemplando el cadáver de Norma Jean. “La muerte de Marilyn fue como la muerte de la inocencia. Todos creíamos que JFK era nuestro rey Arturo, que haría de éste un país bueno, próspero, ideal para todos, mujeres y hombres, sin discriminación alguna. Pero no ha podido ser. No le han dejado que sea”. A partir de ese primer cadáver VIP todo se complica, tanto en la trama como en el número de protagonistas. Porque por estas páginas pasa no solo el legendario Rat Pack, sino la flor y nata del mundo de la canción, del cine, del espectáculo… y de la mafia de una Norteamérica que se desangra mientras bebe Southern Comfort. Aunque eso sí, “nadie la tiene más grande que Frank”.

Ni siquiera JFK. Márquez Sánchez, periodista, ya me dejó ko con “Letal como un solo de Charlie Parker”, su primer libro con “el Figura” Bennett como protagonista. Pues este “Afilado como un blues a medianoche” es aún mejor, por ritmo narrativo, por la historia que cuenta, por las magníficas descripciones del Estados Unidos de los 50 y por la espléndida nómina de personajes que hace circular por sus páginas. Una novela negra de las de toda la vida.