Dicen que una de las grandezas de España es su diversidad. De regiones, de paisajes, de lenguas, de gastronomías, de climas… La diversidad es una maravilla, es cierto. Nos enriquece, nos abre los ojos, nos ayuda a comprender que no somos mejores por haber nacido en determinado lugar. Que afortunadamente no somos iguales, solo somos diferentes.
La desigualdad es otra cosa. Una de las miserias de España. Nos divide, nos hace huraños, nos aisla, nos invita a creernos mejores por haber nacido en otro sitio, por comer unas judías distintas, por correr diferente suerte. La desigualdad nos empobrece, nos cierra los ojos, nos hace más desgraciados y peores personas.
La lucha en 2017 debería ser por acabar con la desigualdad que nos separa, por defender la diversidad que nos une, por un futuro en común.
Un motivo para NO ver la televisión
El corazón de los hombres
Autor: Nickolas Butler.
Editorial: Libros del Asteroide.
Nelson es la nueva gran creación de Nickolas Butler, escritor de Pensilvania al que ya conocíamos por el excelente “Canciones de amor a quemarropa” (Libros del Asteroide). Nelson es un chaval inocente que vive en un mundo raro. Soporta a un padre repugnante, se convierte en el hazmerreír boy scout, toca la trompeta falsa de su abuelo y hace el ridículo, es fiel y al tiempo un chivato, se mueve entre la marginación y la maldad. En sus trece años, las primeras 146 páginas de esta obra desgarradora, está la semilla que marcará el resto de su vida. Siga leyendo y se sumergirá en las entrañas de esas familia norteamericanas de clase media, con dos caras e innumerables cicatrices, que tan bien han descrito, salvando distancias generacionales y sociales, Ford, Roth, Tobias Wolff, Franzen e incluso Morhringer.
“En el campamento, Nelson duerme casi todas las noches con el instrumento dentro del catre por miedo a que los otros chicos traten de robárselo; no envidian su corneta, pero saben lo valiosa que es para él… Así lo llaman los otros chicos, él lo sabe: Corneta. El nombre no es un homenaje a la tarea por la que se le conoce, sino tan solo un apodo humillante. Otra forma de rechazo”.
En la segunda parte del libro nos plantamos en 1996. Han pasado 34 años, y los niños son hombres. Pero los pecados y las lágrimas siguen allí. Butler continúa haciendo su trabajo a la perfección: hurgar en los sentimientos de los protagonistas de esta historia y de aquellos que les rodean, con sus miseria y a veces con sus grandezas. Un recorrido que recuerda a la obra principal de Nicholas Nixon, el fotógrafo que durante décadas ha capturado una imagen de su mujer y sus hermanas. El paso del tiempo lo altera todo. El aspecto externo en el caso de Nixon, todo lo demás en el de Butler. Pero los personajes permanecen unidos para siempre, en la fortuna y en la desdicha, en el amor y en el odio.
“Una novela sobre las cosas que importan”, decía la promoción de “Canciones de amor a quemarropa”. Pues el nuevo libro de Butler sigue esa misma línea emocional, centrándose aún más si cabe en las personas. Las personas que importan. Un libro difícil de olvidar.