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El director

Un motivo para NO ver la televisión

El director.

Autor: David Jiménez.

Editorial: Libros del K.O.

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Este libro cuenta una historia triste: la de alguien que fue director del diario El Mundo pese a saber, por lo que se deduce tras leer las primeras páginas, que no estaba capacitado para ello. David Jiménez llevaba casi dos décadas fuera de España, como corresponsal del diario en Asia, e ignoraba tanto la actualidad política española como los recursos necesarios para dirigir un periódico. “No conocía a muchos de mis compañeros, no tenía contactos en España y sin duda había candidatos con más experiencia”, reconoce en estas páginas.

Años después del fracaso, el autor mira hacia atrás con ira y trata de ajustar cuentas con quienes le ofrecieron la oportunidad-trampa. Y con algunos de los que le acompañaron en tan bronco viaje: “El Mundo tenía una mayoría de periodistas honestos, pero como en toda familia teníamos hijos descarriados que funcionaban bajo el lema que tradicionalmente había definido el periodismo tradicional más frágil: “Que la realidad no te estropee una buena historia””. Afortunadamente Jiménez había llegado para acabar con todo aquel mal periodismo y devolver a las ovejas negras a la senda correcta: “No volveríamos a hacer trampas, aunque supusiera ceder una primicia o tener que abrir el periódico con la curación del reuma en las ardillas… teníamos talento suficiente para sacarlo adelante sin hacerlas”.

Jiménez utiliza en ocasiones nombres reales y en otras ingeniosos seudónimos (La Digna, el Sindicalista, el Dos…) para despellejar a algunos ex compañeros y para sembrar dudas sobre otros. Lástima que pase de puntillas, apenas un párrafo de carácter personal, por las verdaderas vergüenzas de quienes trabajamos entonces en El Mundo (¿Cómo consentimos tantas mentiras sobre el 11-M?).  Resumiendo: el periodismo se había convertido en un estercolero en manos del poder político y económico, y el narrador le iba a devolver su pureza y esplendor. Pese a su enorme talento, su inquebrantable honradez y sus encomiables esfuerzos, maldita sea, el establishment no se lo permitió.

“El director” es una prueba evidente del peligro de dos de los mayores enemigos del periodista: la vanidad y la soberbia. Circunstancias que pueden parecer negativas, pero que unidas a una dosis generosa de amarillismo pueden convertir un producto para consumo interno de la plantilla un diario concreto en un éxito de ventas. Lástima que El Mundo no parezca tener previsto aumentar el morbo, y las cifras, con alguna querella de su equipo de abogados. Quizá piensan que fue suficiente con la jugosa liquidación.

Los trabajadores de El Mundo serán quienes más disfruten con la lectura de “El director”, utilizándola a modo de sencilla sección de pasatiempos (¿Quién será El Artista?) (El Cardenal no puede ser otro que mengano, ¿verdad?) para identificar a sus compañeros en las simpáticas anécdotas laborales que se cuentan.  Un frenesí de chascarrillos en el que se cuela incluso alguno propio: “Veté que se informara sobre la vida sentimental del exdiputado del Partido Popular y empresario Manuel Pizarro –Vivíamos en el mismo edificio de apartamentos-“.

Libro fundamental, por tanto, para confirmar la decadencia del periodismo, una profesión lastrada mortalmente tanto por su complicidad con el poder como por el desmesurado ego de sus profesionales.

Trivializar una violación

“Hoy comienza el juicio de La Manada en Pamplona. ¿Creéis que fue una violación o sexo consentido?, rezaba el tuit escrito por Nacho Abad,  copresentador de Espejo Público (Antena 3). No es la primera vez que se le va la mano al que fuera sepulturero de Ana Rosa en Telecinco, ahora forense a las órdenes de Susana Griso. Su trabajo consiste en escarbar en las miserias ajenas, y es normal que le sucedan estas cosas. No pasa nada: el sueldo compensa el disgusto.

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En cualquier caso, la culpa no es solo de Abad, último eslabón de una cadena macabra: la de la información televisiva, basada en el amarillismo más guarro. Sangre y semen son los ingredientes favoritos de unas cadenas, las hermanas mayores del duopolio televisivo, que basan sus telediarios en asesinatos, accidentes, violaciones, etc, etc. Un auténtico asco de ¿periodismo? Yo le daría una vuelta de tuerca a la frasecilla de Abad: ¿Creéis que trivilializar una violación es informar, que invitar a realizar juicios paralelos es periodismo?

Un motivo para NO ver la televisión

Kes

Autor: Barry Hines.

Editorial: Impedimenta.

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“Kes” es mucho más que un libro de iniciación. En una obra dolorosa y profunda sobre el maltrato y la marginalidad, cargada de dolor y tristeza, que afortunadamente guarda un margen para la esperanza en forma de pequeña rapaz. Billy Casper es un chaval inadaptado que intenta sobrevivir en una familia desestructurada y en un colegio donde le consideran un perdedor.

“Usted por lo menos trata de enseñarnos algo, pero la mayoría no lo hace. No les importamos, simplemente porque estamos en el 4C.Eso se nota…Nos hablan como si fuéramos mugre. Siempre nos tratan de idiotas y de descerebrados y de cretinos, y no dejan de mirar sus relojes para saber cuándo terminará la clase. Están hartos de nosotros y nosotros de ellos. Y después, cuando se presenta cualquier problema, siempre se meten conmigo porque soy el más pequeño”.

En su casa le utilizan, en el colegio le odian. No recibe cariño ni de su madre, ni de su hermanastro, ni de la mayoría de profesores y compañeros. Solo golpes y más golpes. Hasta que un cernícalo, el más pequeño de los halcones, se cruza en su vida. “Billy es un superviviente, pequeño pero rudo, más Artful Donger que Oliver Twist”, escribe Barry Hines en el epílogo. Billy es un chico triste y solitario que pertenece a la clase obrera británica de los 60. Su futuro está en el fondo de una mina. Y su presente es una absoluta basura… Hasta que aparece la naturaleza salvaje, siempre presente de alguna manera en el libro, en forma de ave de presa. El cernícalo, un animal libre que exige cuidados minuciosos y una dedicación absoluta, parece salvar al protagonista de esta obra acongojante.

Sería demasiado sencillo. Haines publicó este libro imprescindible, en 1968. E inmediatamente se convirtió en un clásico de la literatura británica moderna. Inédito hasta el momento en castellano, por increíble que parezca, “Kes” va mucho más allá de la cetrería o la utilización de los animales como terapia. “Kes” es una novela social sobre la maldad del sistema educativo, sobre la ausencia de conexión con la familia, sobre los abusos en los colegios y sobre la capacidad de redención de la naturaleza. Duro pero hermoso.

 

El arte de informar

Francisco Peregil, corresponsal de El País en Marruecos, ha escrito un texto magistral sobre la muerte del gran escritor Juan Goytisolo. Se titula “Goytisolo en su amargo final”, y es una de esas lecturas que te reconcilian con el periodismo. Una pieza perfecta, que deberían repartir en la puerta de las facultades de Ciencias de la Información para regocijo de quienes pretendan dedicarse a este oficio. Es decir, al verdadero periodismo. Cuidado. No a la información sensacionalista, a la opinión onanista o a tantas y tantas cosas con las que hoy se confunde el periodismo.

La pieza de Peregil es modélica porque está basada en una noticia, que es la esencia del verdadero periodismo. El autor ofrece datos desconocidos, y muy interesantes, sobre los últimos días del escritor, sobre sus penurias y tristezas, sobre su soledad y sus obsesiones. Y lo hace escribiendo de maravilla. Sin una concesión a la galería, al sentimentalismo fácil: es imposible encontrar en todo el texto una línea morbosa, un párrafo que rechine. Se trata de informar al lector, no de hurgar en sus sentimientos.

Dos textos bien diferentes sobre el autor de “Señas de identidad” coinciden en el espacio y el tiempo con esta noticia perfecta, dos piezas que la engrandecen y nos ayudan a valorarla en toda su importancia. La primera la encontramos en el mismo diario. A la vera de la escrita por Peregil, y tratando de aprovechar su rebufo, el inevitable Juan Cruz nos confirma que sin auténtica información la opinión suele ser perfectamente prescindible. Una sucesión de anécdotas y reflexiones que saben a poco, paja cuando acabamos de comer grano.

Y aún más lamentable, el tratamiento que El Mundo ofrece de la misma información. “Goytisolo: malas calles, hombres, grifa y soledades”, titulan en portada una pieza que lleva un antetítulo estremecedor: “Repaso de la sexualidad”. El texto no decepcionará a los adictos al retorcimiento, con momentos especialmente inspirados como “Coqueteó con un colombiano”, “Un muchacho básicamente homosexual en la España de los cincuenta” o “El escritor, que siempre tendía a comportarse con desinterés con las mujeres, encuentra combustible para el coraje sexual”.

¿No encuentra suficiente miseria en estas frases? Pues aquí tiene una pieza añadida, titulada “Una familia con problemas entre hermanos”. Es El Mundo en estado puro, apostando por la línea artística diseñada por Pedro J y sus secuaces: el diario que busca “el lado oscuro que toda la gente tiene”.

Frente a este periodismo miserable, frente a la meditación autosuficiente, la luminosidad de Peregil. Una historia amarga que te deja un regusto dulce: el del trabajo bien hecho, el del respeto y la dignidad, el del periodismo concebido como el arte de informar.

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Periodismo ¿libre, íntegro y comprometido?

“Se han fallado los Premios Internacionales de Periodismo de EL MUNDO, que reconocen el trabajo de los compañeros que pisan el terreno para contar la vida tal y como la perciben, pese a quien pese”. La frase forma parte de la información ofrecida ayer por el diario El Mundo, en la que se podía ver cómo los grandes fotoperiodistas Manu Bravo y Santi Palacios recogían el premio al periodismo “libre, íntegro y comprometido”. Entregó el galardón, no se lo pierdan, Soraya Sáenz de Santamaría, la vicepresidente del gobierno que el 25 de marzo del 2015 sacó adelante, gracias a su mayoría absoluta y con el apoyo del UPN, la Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana, la ley Mordaza.

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No me digan que no tiene gracia la situación. Y no solo por el papelón de la vice: en ese preciso momento, en el Congreso, el mismísimo presidente Mariano Rajoy estaba defendiendo la Ley Mordaza y pidiendo a la oposición que no se derogase: “A mí me habla mucha gente del paro y de otros problemas, pero ni una sola persona me ha dicho ni una sola palabra de la ley de seguridad ciudadana. Solo he escuchado hablar de ella en esta Cámara”, dijo el presidente sobre la ley que impide, por ejemplo, utilizar imágenes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Fotoperiodismo sí, por supuesto, y si puede ser “íntegro, libre y comprometido”. Pero mucho mejor con fotos de Irak o Siria.

El periodismo no está para grandes exigencias, la verdad. Por eso si te da un premio El Mundo al periodismo “libre, íntegro y comprometido” lo suyo es que lo pilles, aunque te lo entregue Sáenz de Santamaría. Otra cosa es que la Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP), en un delirio digno de análisis (antidoping), premie a Mariano Rajoy como mejor orador. Y a Pedro Sánchez (¿Le suena este nombre?) como, no se lo pierda, “azote de la oposición”.

¿Éste es el mejor orador? Pues joder cómo será el peor. Es difícil explicar este galardón, pero sin duda ayuda mucho una lectura del Informe Anual de la Profesión Periodística 2016 de la Asociación de la Prensa de Madrid: El 75% de los periodistas cede a las presiones por “miedo” a las “represalias”, o a ser despedido o relegado en su trabajo. Y un 57 % reconoce que se autocensura.