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Pares e impares

Hoy solo se habla de una cosa: de la restricción de circular en coche por el centro de Madrid. Yo no lo haré. Acabo de escuchar a Esperanza Aguirre asegurar que se trata de “una medida ideológica”, mientras se queja de que está encerrada en casa porque tiene matrícula par. Y he sentido unas náuseas brutales. No quiero hablar de una noticia que no lo es.

Hoy quiero hablarle de pares e impares, de la diferencia mínima entre la cara y la cruz, entre la vida y la muerte. Entre la sanidad pública y la privada. hablar de un infarto. Delante de un hospital privado. A solo 50 metros del Hospital Universitario Quirón de Pozuelo. Un taxista avisa del suceso, pero nadie sale en ayuda del enfermo. Cuando llega la ambulancia, una UVI móvil del Servicio de Urgencia Médica de Madrid (Summa 112), el hombre ha muerto.

El taxista exige explicaciones. Miembros del personal del hospital le explican que no pueden abandonar su puesto de trabajo porque el protocolo del centro sanitario no se lo permite. Habían dejado morir a un hombre a 50 metros. Por culpa del protocolo, ya sabe usted.

Aguirre, y todos aquellos que se preocupan hoy por las medidas del Ayuntamiento para combatir una contaminación que mata cada año a miles de personas, deberían olvidarse de pares e impares y prestar más atención a otros protocolos. Aquellos que, desde lo privado, atentan contra la sanidad universal, la omisión del deber de socorro. Aquellos que, desde espacios protegidos por políticas liberales, no demuestran un sentido mínimo de profesionalidad, solidaridad y humanidad.

Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal. Artículo 196

“El profesional que, estando obligado a ello, denegare asistencia sanitaria o abandonare los servicios sanitarios, cuando de la denegación o abandono se derive riesgo grave para la salud de las personas, será castigado con las penas del artículo precedente en su mitad superior y con la de inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión u oficio, por tiempo de seis meses a tres años”.

P.D.

El Jueves y Felipe VI mantienen su idilio, para descojone del populacho…

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Carmena es el demonio

La duda me consume: ¿Qué gana Manuela Carmena cerrando al tráfico la Gran Vía madrileña algunos días de diciembre? La respuesta resulta diabólica: puesto que no puede tratarse de un beneficio personal, la prensa y la oposición no lo permitirían, estamos ante una perturbada que odia a los madrileños, en particular, y a la especie humana en general. Tenía razón, una vez más, la política popular que descubrió la trama Gürtel: Carmena quiere acabar con la navidad. Sí, quiere cepillarse la fiesta más importante del cristianismo, esas fechas tan especiales que conmemoran el nacimiento de Jesús vuestro señor. Carmena, como esos malos de película que secuestran a Papá Noel para que los niños no reciban regalos, es el demonio vestido de alcaldesa.

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Ideología. Esa es la causa del cierre de la Gran Vía en Navidad. Miro la cara de Manuela Carmena en el informativo, hablando de luchar contra la contaminación, de utilizar el transporte público, de una ciudad en la que las personas tengan prioridad sobre los coches, y veo en ella la versión femenina de Judas. ¡Sin duda odia la navidad! ¡Es evidente que le repugnan los reyes magos, que abomina del Belén, que duda de la relación entre la inmaculada virgen María y la inofensiva palomilla!

Lo de Carmena es ideología anticlerical, como muy bien ha sabido ver la ex presidenta aficionada a aparcar en los carriles bus para sacar dinero de los cajeros. No hay otra explicación: bien sabido es que Madrid es de los coches, que los ciudadanos odian pasear, y que la contaminación no existe (que ponga los sensores donde los ponía Ana Botella) y por tanto no es una amenaza para la salud.

Es lógico que Esperanza Aguirre quiera llevar a los tribunales el corte de tráfico de la Gran Vía ideado por ese peligro público llamado Manuela Carmena. Lo raro es que no hiciese cuando, allá por diciembre de 2003, fue el entonces alcalde del PP Alberto Ruiz-Gallardón quien cerró a los coches la principal arteria madrileña. Como es raro que entonces no lo criticase ABC, el diario que hoy habla del “vergonzante Ayuntamiento de Madrid”. Mienten, y engrandecen al diablo.

Un motivo para NO ver la televisión

¿Quién domina el mundo?

Autor: Noam Chomsky.

Editorial: Ediciones B.

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Hace solo una semanas recomendaba en esta misma sección la película “Captain Fantastic”. Una de las razones era porque la familia protagonista, unos freaks al margen del sistema liderados por el genial Viggo Mortensen, había sustituido la navidad por el “día Noam Chomsky”. Y habían convertido una de sus reflexiones más conocidas en una especie de mantra: “Si asumes que no hay esperanza, entonces garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que hay un instinto hacia la libertad, entonces aún hay posibilidades de cambiar las cosas”.

Chomsky piensa que se pueden cambiar las cosas, y cada uno de sus discursos, de sus declaraciones, de sus libros, es un intento por ofrecer alternativas al capitalismo salvaje de nos devora. Recibamos con los brazos y la mente abiertos a uno de los grandes lingüistas, filósofos y pensadores de izquierdas del siglo XX y XXI.

“No es que no haya alternativa. Es que no se adopta ninguna alternativa. Es peligroso. Así que la imagen que se me dibuja del mundo no es bonita; a menos que la gente haga algo. Siempre podemos hacer algo”.

“¿Quién domina el mundo?” es un análisis, desde la izquierda real y crítica, de la actual situación política a nivel mundial. Ni más ni menos. Desde el terrorismo a la crisis política estadounidense, pasando por el conflicto palestino, las guerras de clases o la amenaza iraní. Todo, bien es cierto, con Estados Unidos como centro del huracán.

“En la cultura política occidental se da por completamente natural y apropiado que el líder del mundo libre tiene que ser un Estado terrorista canalla y que ha de proclamar abiertamente su prestigio en tales crímenes. Y no es sino natural y apropiado que el abogado constitucionalista liberal que lleva las riendas del poder, laureado con el premio Nobel de la Paz, solo se preocupe por cómo llevar a cabo tales acciones con mayor eficacia”.

Chomsky no está bien visto en amplios sectores norteamericanos. Se trata del teórico de la izquierda más relevante del país, con permiso de Bernie Sanders, y sus reflexiones escuecen: “Los intelectuales están en posición de exponer las mentiras de los gobiernos, de analizar las acciones en función de sus causas, motivos y a menudo intenciones ocultas”. Este libro, que en nuestro país es el complemento perfecto para entender la actualidad de Estados Unidos (y de el mundo), en el país de Trump es un auténtico manual revolucionario. Una visión alternativa de un país en retroceso, de un mundo marcado por las crecientes desigualdades. Muy interesante, muy necesario.

Por cierto: ¡Felicidades, señor Chomsky! (cumplió 88 años el pasado martes).

¿Qué es la corrupción?

En la medianoche del lunes al martes Bertín Osborne y Esperanza Aguirre analizaron los males de la corrupción, en un sonrojante alarde de hipocresía, mientras se zampaban un arrocito en el prime time de Telecinco. “Acabar totalmente (con la corrupción) no se puede, como tampoco con los violadores o los asesinos, pero poner medidas sí”, dijo la mujer que destapó la Gürtel con la boca llena. Llena de mierda: “Volví por miedo a Podemos. He vuelto a la política para evitar que lleguen al gobierno, eso sería un drama”. El cantante con cuentas en Panamá movía la copa de vino, servida con decantador, mientras la llamaba “mi vida” y le recordaba cuánto habían robado los Pujol. Es evidente que la pareja no tenía muy claro qué es la corrupción.

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Sólo unas horas después, a las nueve de la mañana, Pepa Bueno entrevistaba en la Cadena SER al vicesecretario de Organización del Partido Popular Fernando Martínez-Maillo. Un tipo mediocre que sin embargo dejó una frase para la historia: “Tenemos que ponernos de acuerdo en qué es corrupción. Para mí, corrupción es robar”.

Acabáramos. Si el vicesecretario de Organización del Partido Popular, grupo político considerado por la Guardia Civil una “organización criminal”, todavía no sabe bien qué es corrupción, apaga y vámonos. Lástima que nada más terminar la entrevista se marchase, porque en la misma cadena en que Martínez-Maillo quedó como un cínico miserable los ciudadanos pudieron escuchar, solo unos minutos después, la respuesta a la pregunta del millón. El sumario de la Operación Púnica: “Mordidas en mano y pelotazos del 20%”.

¿Qué es corrupción? Y tú me lo preguntas, Maillo. Corrupción es el Partido Popular.

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P.D.

Los partidos políticos quieren gastar menos en esta nueva campaña electoral. O eso dicen. El que más fácil lo tiene es Podemos, qué duda cabe. La campaña se la está haciendo el enemigo. Recuerde las palabras de Aguirre: “Volví por miedo a Podemos. He vuelto a la política para evitar que lleguen al gobierno, eso sería un drama”. Una frase pronunciada en hora de máxima audiencia televisiva poco antes de que El Mundo abriese su web con este titular: “Marjaliza pagaba a Granados y a cada alcalde `entre 3.000 y 6.000 euros´ por vivienda”.

¡Da las gracias, Coletas! No hay dinero en Venezuela y en Irán para pagar la campaña que os está haciendo Aguirre.

0.  Granados, bailando con Aguirre al ser elegidos presidenta y diputado de la Comunidad de Madrid.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Ha muerto Guy Clark, uno de los más grandes cantautores norteamericanos, con permiso de John Prine y Townes Van Zandt. Poeta y guitarrista, el tejano no grabó discos malos, pero sí algunos memorables: el primero, “Old Nº 1″, del 75, es imprescindible. El último, “My Favorite Pictures of You”, resulta estremecedor.

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Dice la gente

Por un lado, el blog me exige comentar la entrevista morreo que Bertín Osborne hizo anoche a Esperanza Aguirre. La caspa de la caspa, con un Bertín inspirado capaz de superarse en cada programa. Pero por otro lado, el cuerpo me pide caricias. A las diez de la noche el de Panamá y la que descubrió la Gürtel estaban en Telecinco, y yo recordaba que a esa misma hora, sin ir más lejos, Siniestro Total descargaba en Vila-Real. El mundo es así de ancho y ajeno.

Con esto quiero decirle que la vida es muy corta para despediciarla con estupideces, con miserias, con impresentables. Osborne y Aguirre juntos es demasiado. La conductora a la fuga llega a casa del cantante de rancheras en bicicleta. “Yo no me callo”, dijo vendiendo libros la cazatalentos que describió a Granados. “Soy natural y espontánea, y políticamente incorrectísima, y…”.

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Y yo me digo: por muy hijo de la gran puta que haya sido a lo largo de mi vida no merezco tener que ver algo así. Ya lo dijo Julio Anguita cuando le preguntaron en La Sexta por unas declaraciones de la deteriorada aristócrata del Partido Popular: “¿Cómo quiere que conteste con mi edad a un aullido del aquelarre franquista? A otra cosa…”.

A otra cosa, entonces…

“Dice la gente que de algo hay que vivir / Que sólo se muere una vez / Yo creo que eso no es así / Se muere muchas veces “Yo siempre muero por ti”.

Un motivo para NO ver la televisión

El hielo del fin del mundo.

Autor: Mark Richard.

Editorial: Dirty Works.

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Yo tenía una tía que lavaba a sus canarios con agua y jabón, cuando consideraba que estaban sucios y necesitaban un repaso, y para secarlos los metía en el horno. Lo calentaba solo un poquito, eso sí. Y luego les secaba las plumas en la dirección correcta, con una toalla rosa suave como un lamento. ¿Cómo no me voy a sentir fascinado, entusiamado, por un escritor que durante una marea baja ve a un perro cabezón apaleado y abandonado, y lo recoge en una red de almadraba?

“En casa, abrí el horno, bajé la portezuela y puse allí la cabeza del perro, bajo el grill, para que se calentara y se secara, y mira tú por dónde que lo primero que hizo al despertarse fue tirarse a arrancarme el brazo del hombro y a perseguirme en mi propia casa, y me tuve que subir a la mesa del merendero que tenía en el salón y él venga a ladrarme hecho una fiera desde abajo, que del calor del horno le salía humo del lomo como si fuera un demonio del infierno”.

Precisamente de eso habla este libro. De perros mojados. Y de los demonios que tenemos dentro, agazapados, esperando una oportunidad para agarrar un bate de béisbol, una navaja o una pistola y liarla gorda. De gente que vive en lugares espantosos con nombres muy hermosos: Donde el Rayo Da Paseos Largos. De cabañas ruinosas, serpientes negras, botellas de cerveza con el cuello largo, mapaches rabiosos, hermanos que tiemblan con su padre y padres que sobreviven a sus hijos. En resumen, historias de barcas ruinosas, ratones de marisma y hombres a la deriva.

Mark Richard nació en el mismo pueblo que Lucinda Williams. Lake Charles, Louisiana. Los dos son maestros en el arte de contar historias breves de profundo calado emocional. Ella en tres minutos, con una Telecaster y una banda de rock and roll. Él en media docena de páginas, con un estilo peculiar, lárgos párrafos con comas incrustadas que se arrastran por el papel como lo haría un caimán entre las raíces de los cipreses calvos de los pantanos. Frases que dejan exhausto al lector, y no solo por la longitud, también por la intensidad, por los cambios de ritmo, por la ida y venida de supervivientes, por el cruce de caminos que propone en cada cuento corto.

“Las gruesas lentes de gafas negras creaban la impresión de unos ojos acuosos, listos para llorar a la primera de cambio, y andaba algo encorvado, quizá por el dolor punzante de un pulmón extirpado, un pulmón perforado en el Pacífico por el que recibió una medalla, erguido en la popa de un barco que se hundía junto a una piña de chavales Doodlum como él, disparando con pistolas y carabinas a los japoneses que se arrojaban al agua, hasta que no quedó nada que disparar ni nadie a quien salvar salvo un primo y él, con su pulmón atravesado por una bala mientras el océano se tragaba su barco en un remolino, este hombre encorvado de ojos llorosos y manos temblorosas”.

“El hielo del fin del mundo”, quinto volumen que Dirty Woks dedica a la literatura de la Norteamerica profunda, mantiene el nivel de calidad, de potencia emocional y de músculo narrativo propuesto desde el primer día por esta editorial especial, única. Coherencia, grandes escritores, buenas historias y portadas negras con culebras. Un placer que no cesa.