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Baja Podemos, preocupa Cataluña, desaparece Rajoy

Algunos perro flautas creen que El País está obsesionado con Podemos. Yo creo que todos los grandes medios lo están. El diario de Prisa abría ayer a media tarde con esta noticia: “Ciudadanos pisa los talones a Podemos tras el referéndum ilegal del 1 de octubre”. La segunda noticia era: “Joan Tardá y Pablo Iglesias, los líderes peor valorados”. Y la siguiente también hablaba de Podemos, aunque de manera un tanto sutil: “Puigdemont desde Bruselas: Sabemos que podemos acabar en la cárcel”.

Bromas aparte, ayer había noticias que parecían tener más peso, más enjundia, que una encuesta advirtiendo del retroceso de Podemos. Por ejemplo esa en la que el instructor de la Gürtel confirmaba en el Congreso que Mariano Rajoy, el presidente del Gobierno que reclama a Puidemont cumplir la ley sobre todas las cosas, cobró dinero en B, según la investigación. Huele a noticia importante, ¿verdad? Presidente del Gobierno, dinero negro, cobrar…

Pues fíjese que cosas, en El País daban más importancia a otra noticia, eso sí relacionada directamente con el tema: La independencia de Cataluña se ha convertido en el segundo problema que más preocupa a los españoles: se ha disparado del 7,8% de septiembre al 29% de octubre, según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). ¿Y la corrupción? Pues lógicamente nos preocupa menos: ha pasado del 54,3% al 27,3%. Es lo que pasa cuando se  informa a todo trapo del referéndum ilegal, de la crisis de Podemos y de que Montoro interviene las cuentas del Ayuntamiento de Madrid al tiempo que se oculta que Rajoy cobraba dinero negro.

Titular El País:

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Titular Cadena SER:

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Un motivo para NO ver la televisión

Hijos del fútbol.

Autor: Galder Reguera.

Editorial: Lince ediciones.

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Galder Reguera es el responsable de actividades culturales de la Fundación Athletic Club. También es padre de dos niños. Hace años jugó al fútbol y estudió Filosofía. El resultado de la mezcla de todos estos conceptos es este libro, una declaración de amor al balón y a la familia. O si lo prefiere, al balón como nexo de unión entre el individuo y la vida.

“La convicción: los sentimientos más profundos a veces nacen de pequeñeces. No subestimemos el poder de lo inane. Y el fútbol, al fin y al cabo, es una de esas banalidades que tienen la capacidad de mover al mundo, tanto adelante como hacia atrás. No son veintidós tipos en calzoncillos persiguiendo una pelota, como dicen los que lo desprecian. No. Pensado en esa clave es mucho peor. Eso lo sabemos bien los hinchas. Solo nosotros comprendemos hasta dónde llega realmente el absurdo en que vivimos, cómo invade cada rincón de nuestras vidas como un líquido espeso que se cuela en las grietas de nuestra existencia”.

Un cordón umbilical redondo, de cuero y aire, que está ahí para recordarnos que nunca debemos dejar de ser niños. Es decir, que nunca debemos abandonar las pasiones primitivas, los juegos insustanciales, la diversión en estado puro, las amistades desinteresadas. La vida. “Hijos del fútbol” habla del deporte que nos gusta, pero sobre todo de nuestro paso por este mundo, de cómo y con quién crecemos, de las enseñanzas que recibimos e impartimos, de la pasión que sentimos por los nuestros.

“…insulté a un rival del Athletic que fingía, revolviéndose en el suelo como si hubiera perdido una pierna. Mi abuelo me miró con un rostro enfurecido que nunca había visto en él.

- Eso aquí no – me reprendió, enfadado, señalando al suelo con el dedo índice – Aquí no.

Cómo me dolió haberle decepcionado, estropear aquel momento compartido en San Mamés, lugar sagrado para él.

En lo futbolero, ésa fue su mayor enseñanza. Para mí, San Mamés y el Athletic Club siempre han significado un modo de comportarse, unos valores, una ética. Esas tres simples palabras, “eso aquí no”, me descubrieron que, a pesar de que los rojiblancos no sepamos definir qué es el Athletic, porque para cada uno de nosotros significa algo diferente, debemos tener claro lo que no queremos que sea: un club para el que todo vale, un club tan cualquiera que solo quiere ganar”.

Galder Reguera no pretende en ningún momento resultar pretencioso o moralista. Por las páginas de “Hijos del fútbol” pasan con absoluta naturalidad Freud y Cantona, Dostoievski y Beñat, Camus y Ardiles, Kundera e Iribar. El autor intenta y consigue escribir con sencillez sobre cosas complejas, como los sentimientos o los fuera de juego, como la formación emocional o las pasiones del hooligan. Pero no es un fanático, es solo un tipo con el corazón rojiblanco que intenta educar a sus hijos de la mejor manera posible. Es decir, en el Athletic de Bilbao. Y en muchas cosas más, algunas de ellas analizadas en este libro ameno, divertido y en ocasiones emocionante, escrito en el descanso de los partidos. Una gozada.

 

 

Silenciar Venezuela

“Aunque quieren silenciar Venezuela, como si no fuera nuestra, nadie nos podrá quitar el dolor de Venezuela… “, escribe Juan Cruz en portada de El País.

Ésta es la presencia de Venezuela en las portadas y editoriales de El País durante los últimos once días. Once días, once dianas (para ser exactos). La de hoy lunes con regalo: ¡Pablo Iglesias también es un dictadorzuelo! Imaginen en medios menos progresistas, aún más conservadores…

¿Silenciar Venezuela? Quizá lo que sobre sea ruido y propaganda.

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Leer al poder

Juan Cruz ha tenido que salir, por una vez y sin que sirva de precedente, en defensa de El País. “Yo sí leo El País”, titula una columna/post en la que no duda en hacer dolorosa autocrítica: “Este periódico que rodea este blog, y que tiene una versión en papel, que es mi preferida, con perdón de los que prefieren el digital, me da el confort del orden que otros han elegido para mí. Hay historias humanas, del extranjero y de España, hay entrevistas de piedra, de mármol y de humo, hay un esfuerzo enorme de reporteros que se juegan cada día el oficio de contar sin saber que al cabo de sus días o de sus noches alguien va a decir, como si fuera un hallazgo: que conste que ya no leo tu periódico”.

Debo reconocer que yo también leo El País. Pero cada vez menos. Lo que no hago de ninguna manera es comprarlo. No hace falta para dar un repaso a la crónica deportiva, a Forges y El Roto, a unos cuantos amiguetes y a otros tantos buenos periodistas que sobreviven. En el bar, en el teléfono… Cada vez leo menos El País, el mejor de los grandes periódicos nacionales, porque cada vez me interesa menos lo que dice, y porque en algunos momentos incluso se atreve a faltarme al respeto. Es decir, pone en duda mi inteligencia, mi criterio. Por ejemplo cuando habla de Podemos. O cuando intenta destruir a Pedro Sánchez (sí, destruir) en un desesperado apoyo a Susana Diaz. Podría ponerle más ejemplos. Como lector, es muy difícil creer en periódicos que insultan tu inteligencia.

Mucha gente ha dejado de leer El País, las ventas del diario han caído un 26,4% en el pasado mes de enero en relación a las del mismo mes del año 2016, y otros muchos están en ello. En un mundo como el actual, donde la sobredosis de información (la mayoría de baja calidad) es brutal, los grandes diarios deberían ser diferentes, marcar la diferencia, ofrecer más y mejor. Más compromiso, más espíritu crítico, más independencia, más denuncia, más libertad, más periodismo. Pero no pueden, porque han recortado sus plantillas, son más dóciles, están del lado del poder. Y el periodismo y el poder son agua y aceite.

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Un motivo para NO ver la televisión

Un millón de años.

Autor: David Sánchez.

Editorial: Astiberri.

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Aunque no lo sepa, es casi seguro que usted no solo conoce a David Sánchez, sino que incluso le admira. ¿Recuerda esas portadas de la editorial Errata Naturae con maravillosos retratos de Walt Whitman, Marx, Thoreau o Nietzsche? ¿Esos retratos de familia de Mad Men, Juego de Tronos o criminales y prostitutas tatuados? Pues son suyos. Sánchez no se prodiga mucho con los cómics en este formato, un álbum completo, editado por cierto de manera lujosa por Astiberri, así que la satisfacción es enorme.

“Un millón de años” cuenta historias de otros mundos habitados por otros seres. Parecen humanos, pero… Muchas veces ni los humanos lo parecemos, ¿verdad? No importa si tienen un solo ojo o cuatro, si se tranforman en culebra o tienen cara de sapo, si tratan de sobrevivir o matan por placer. El asunto es que usted leerá “Un millón de años” diferente al que he leído yo. Excepto por una cosa: la belleza de unas ilustraciones inquietantes, de unos personajes diabólicos o entrañables, de unos paisajes de otra galaxia.

Este cómic quién sabe si futurista o prehistórico me recuerda a los mejores momentos fantásticos de otro gran artista: Moebius. Ese escenario que se desdobla, esos personajes en constante evolución, esos mundos raros que nos invitan a explorar los rincones del inconsciente. Torcer la cinta, cambiar la dimensión, ser dualidad, decía Jean Giraud cuando pasaba a ser Moebius, cuando aparcaba a Blueberry y se subía al terodáctilo de Arzach. David Sánchez, como Moebius, ama el desierto. El lugar ideal para situar sus aventuras, para que la imaginación vuele, para invocar al chamán, para abrir los ojos, la mente, a un espacio metafísicamente limpio, amplio, perfecto y en constante evolución. El territorio por el que se mueven los protagonistas de “Un millón de años”, el cómic fuera de plano. Dantesco, hermoso y sorprendente.

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La libertad de prensa (según Prisa)

Escribía el domingo Antonio Caño, director de El País, una interesante columna titulada “Amenazas a la libertad de prensa”. Su tribuna se centraba en advertir de la llegada de Donal Trump y del peligro de los populismos (usted ya sabe a quiénes me refiero): “Destruir el prestigio y la credibilidad de los medios principales, nada de lo que ellos critiquen tendrá impacto entre mis seguidores… Le ha funcionado a Trump…Y le ha funcionado a otros, que han podido despreciar sin aclarar las sospechas sobre sus fuentes de financiación”.

Caño también dice cosas hermosísimas, de esas que ponen la piel de gallina a cualquier demócrata: “una prensa independiente y fuerte es más necesaria que nunca… Sin ella, simplemente estaríamos a merced de los embusteros y los manipuladores”. E incluso hace autocrítica: “Su excesiva cercanía al poder (de los periódicos), su distancia con los lectores, su endogamia y arrogancia impidieron a veces que los diarios hiciéramos una adecuada interpretación de los hechos”.

Olvida Caño, y eso que habla de la “excesiva cercanía al poder” como motivo de descrédito de los periódicos, un par de noticias que le vendrían al pelo para defender su teoría. La primera, el último gran fichaje de El País: Alfredo Pérez Rubalcaba se incorporó en septiembre del pasado año al consejo editorial del diario de Prisa, para debatir la línea editorial del mismo. La segunda es más reciente y afecta a su grupo: Augusto Delkader, presidente de la Cadena SER, se ha convertido en consejero ejecutivo de la constructora Sacyr.

Hay que tenerlos muy bien puestos para hablar de “la cercanía al poder” como amenaza a la libertad de prensa con Rubalcaba en tu consejo editorial y Delkader como consejero de Sacyr. Caño los tiene. Muy bien puestos, digo. Recuerden que llamó “insensato sin escrúpulos” a Pedro Sánchez. Lo que viene siendo la sagrada libertad de prensa.

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Un motivo para NO ver la televisión

La era de la Yihad.

Autor: Patrick Cockburn.

Editorial: Capitán Swing.

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Vivimos tiempos convulsos. Y todo parece indicar que los que vienen pueden ser aún más complicados. Escribo esta reseña cuando el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha decretado la prohibición de la entrada en EEUU de ciudadanos de Libia, Irán, Irak, Siria, Somalia, Sudán y Yemen durante 90 días, hasta la cancelación de todos los visado de refugiado político. Una orden que incluye un refuerzo de las medidas de control para la entrega de visados.

“Estados Unidos recurrió a los señores de la guerra como aliados locales, a pesar del odio generalizado que les profesaban los afganos de a pie. El atractivo político de los talibanes, dejando a un lado su intolerancia y su oscurantismo religioso, había radicado siempre en su supuesta oposición al caciquismo de los señores de la guerra. Lo que vino después fue una profunda desilusión con el Gobierno de Karzai y, cuando empecé a visitar y a escribir de nuevo sobre Afganistán, a partir de 2008, me di cuenta de que el rasgo político dominante era la antipatía o el odio hacia el Gobierno en todos los niveles de la sociedad”.

Es el momento perfecto para leer “La era de la Yihad”, del periodista irlandés Patrick Cockburn. Se trata de una recopilación de textos importantes, escritos en primera línea de conflicto, desde el corazón de Iraq, Siria, Afganistán y Libia. Puro periodismo, necesario a todas luces para entender un problema que sacude la estabilidad mundial. Desde Oriente Próximo el periodista, que es también un meticuloso analista, ofrece al lector clarificadoras crónicas no solo sobre el presente, sino sobre las raíces del problema. Imprescindible, insisto, para entender qué está pasando, qué puede pasar.

“La expresión “Primavera Árabe” está en el origen de muchas ideas equivocadas sobre lo que ha ocurrido en Oriente Próximo y el norte de África en 2011 y los años posteriores. Es un término que alimenta la idea de que las flores frescas de la democracia, la tolerancia y la paz sustituirán a los viejos y despóticos regímenes dictatoriales. Evoca recuerdos de la Primavera de Praga y crea la esperanza de que en el mundo árabe el declive de los viejos estados policiales será tan pacífico como en la época de la caída del comunismo hace un cuarto de siglo.

Cinco años después, la gente es muy consciente de que eso es exactamente lo que no ha ocurrido y muchos sienten que en 2011 les engañaron”.

“La era de la Yihad” es periodismo en estado puro. Periodismo de la mejor calidad, obra de un especialista que no solo domina los temas que trata, el estado Islámico y la guerra en Oriente Próximo, sino que sabe escribir. Y observar. Y situar en el tiempo y la historia. Y contarlo todo con pasmosa eficacia, alternando la historia con la actualidad, desde el corazón del conflicto. Una lección de reporterismo de altísimo nivel, un periodismo que ya solo hacen unos pocos maestros. Cockburn es uno de los mejores.

I Master de Rock and Roll Matutino sobre Ruedas.

Lunes 30 de enero

Louie Louie.

The Kingsmen.

“O eres de los del Louie Louie o eres de los otros”, decía un colega. Los del Louie Louie son los del rock and roll. Los otros son… los otros. El resto. Richard Berry, cantante y compositor nacido en Nueva Orleans, escribió este himno en 1955. En él está la esencia del rock and roll, desde entonces hasta nuestros días: menos de tres minutos de riff muy claro, guitarras incendiarias, y una melodía que invita al baile. Existen decenas, cientos de versiones, del Louie Louie. Desde David Bowie hasta Motorhead, pasando por los Flamin Groovies o los Kinks, todos han querido hacer suya esta obra maestra. Pero la más conocida, la que la ha convertido en inmortal, es la grabada en 1963 por una banda de garaje de Oregón: The Kingsmen. Escucha y luego dime: ¿Eres de los del Louie Louie?