Me cuenta un colega que Unidad Editorial ha despedido al director de El Mundo David Jiménez, y que ha puesto como director en funciones a Pedro García Cuartango. Dos tipos interesantes, buenas personas, muy diferentes a nivel profesional, que coinciden en una cosa: como la chica de los Burning, están fuera de lugar. ¿Qué hacen unos chicos como vosotros en un sitio como éste? Un reportero y un filósofo no es lo que necesita El Mundo. El periódico construido por Pedro J a su imagen y semejanza, piensen bien en este detalle estremecedor, lo que necesita es un milagro.
Me comentan detalles del despido de David Jiménez. Pincho en la web de El Mundo, ocho de la noche del miércoles, y me encuentro con una foto de Albert Rivera rodeado de micrófonos y focos. Abriendo el diario, esa imagen grotesca y un titular en campaña: “Rivera ataca a Podemos desde Venezuela: Unos vienen por dinero, otros para ayudar´”. Y pienso: ¿Esto es todo lo que puede ofrecerme uno de los grandes diarios de este país? Lo raro no es que hayan despedido al director, lo verdaderamente extraño es que no hayan cerrado ya el periódico.
El Mundo está muerto. Lo mató Pedro J con su periodismo agresivo y trafullero, con su excesivo protagonismo, con el momento más triste y vergonzoso en la historia del periodismo en nuestro país (11-M), con su fábrica de periodistas clónicos adoctrinados para buscar “el lado oscuro” de la información.
Un muerto no necesita periodistas. Ni reporteros, ni filósofos. Solo un entierro digno. O el famoso milagro: el retorno del monstruo, de un Pedro J-taeistein capaz de dar cuatro tajos al cadáver, zurcir aquí un brazo, remendar allí un páncreas, recuperar una entrevista con Trashorras (el del Rayo no, el otro), y pegarle un calambrazo de cojones para poner en marcha el nuevo engendro, un walking dead de chichinabo capaz de competir con okdiario, su gran rival en estos momentos.
P.D.
Un abrazo fuerte para mis ex compañeros de El Mundo, acosados por los ERE y la inestabilidad profesional. En esa redacción hay algunos capullos, para qué vamos a negarlo, pero también muchos y muy buenos periodistas. Suerte.
Un motivo para NO ver la televisión
El campeón ha vuelto
Autor: J.R. Moehringer.
Editorial: Duomo.
El post de hoy va de periodismo. De la crisis del periodismo. De eso precisamente habla el escritor norteamericano J.R. Moehringer en la introducción a este libro, un reportaje largo fechado en 1997 y editado en España sin duda a rebufo del éxito de “El bar de las grandes esperanzas”. Otra cosa que agradecer a esta gran obra sobre garitos, bebidas, padres e hijos, derrotas y sueños.
“A mí el periodismo me encantaba, pero en aquel periódico, en aquella época, el periodismo no se ejercía noblemente. Sobre todo, aunque no enteramente, por culpa de la difícil situación económica, se tomaban decisiones motivadas por el pánico. Se daba prioridad a las noticias de última hora. Se consideraba que la manera más rápida de recuperar peso y rentabilidad era competir con los incontables canales de televisión que proliferan a nuestro alrededor”.
Moehringer vivió momentos duros en el periódico en que trabajaba. Presiones, despidos, dudas profesionales… ¿Tengo futuro en este trabajo o debo buscarme la vida? Afortunadamente eligió seguir contando historias. No escribir noticias, eso es otra cosa: “En realidad solo hay dos tipos de historias en el mundo: las que los demás quieren que cuentes y las que quieres contar tú. Y nadie va a dejarte así, sin más, contar las segundas. Tú tienes que pelear para ganarte ese privilegio, ese derecho”.
Nuestro hombre tenía la historia, un reportaje sobre un boxeador de los años 40 y 50 que, tras algunos buenos combates, había desaparecido. Se llamaba Bob Satterfield, pero todos le llamaban “Campeón”. Vagabundeaba por las calles, bebía whisky barato y guardaba sus pertenencias en un carrito de supermercado que arrastraba del comedor social al albergue. Moehringer le localiza, le da la mano y cinco dólares, y se sumerge en una vida de luces y sombras en la que nada es lo que parece.
Como no podía ser de otra manera, si ha leído usted “El bar de las grandes esperanzas” seguro que me entiende, Moehringer encuentra posos de su padre en las cicatrices del viejo púgil: “Cuando el hombre hundido en su valor es tu padre, la angustia se cuadriplica y tu virilidad no sangra, se desangra. A veces la angustia alcanza un crescendo de tal magnitud que, simplemente, desobedeces a tus ojos. Cualquier cosa con tal de frenar la hemorragia”.
“El campeón ha vuelto” es un reportaje corto e intenso que podría haber supurado testosterona, pero que prefiere husmear en los rincones de la derrota, de la soledad, de la mentira piadosa y la verdad insoportable. “A veces golpear a un hombre es la respuesta más satisfactoria al hecho de ser hombre. Perturbador, tal vez, pero ahí está”, escribe el periodista recuperado para la causa en un reportaje de boxeo que habla de la vida.
Una obra para guardar junto a “En la cima del mundo”, de Norman Mailer, y “Del boxeo”, de Joyce Carol Oates. Un libro que va más allá de las doce cuerdas, de la semblanza biográfica o de la narración deportiva: es periodismo en estado puro.