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La dignidad aneja

La Universidad Rey Juan Carlos ha retirado al exvicepresidente del Gobierno Rodrigo Rato el doctorado Honoris Causa que le concedió en 2009. Ningún voto en contra: la cúpula universitaria piensa que no merece tan ilustre galardón y no dudó en suprimirle “la dignidad aneja a la condición de doctor Honoris Causa”.

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Ah, la dignidad aneja. ¡Qué concepto tan hermoso! La ciencia primera y fundamental de un hombre, escribió Ángel Ganivet en el siglo XIX, es saber vivir con dignidad. Es decir, ser dueño de uno mismo. Y de paso, de algunas cuentas anejas en Suiza, piensan los antisistema ibéricos en una interpretación bastarda de las leyes no escritas de la ética.

Rato, “El milagro económico español” con patas, se ha convertido en “el fracaso de la dignidad española” con piernas. Y el mundo de la educación no quiere perdedores en sus filas: superando por una cabeza al presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, Rato se convierte en el español que más doctorados Honoris Causa ha perdido, dos, durante el camino a la gloria. Lástima, pensó mientras se lanzaba al mar desde la cubierta de su yate.

En cualquier caso, resulta enternecedor que una Universidad bautizada con el nombre de un conocido cazador de elefantes, y de empresarias alemanas, reparta y retire doctorados Honoris Causa y hable de dignidades ajenas. Son las cosas de un país profundamente hipócrita en el que cada uno va a su bola. Ahí tenemos a Pedro Gómez de la Sernadiputado electo del PP por Segovia apartado de la campaña electoral por su supuesta implicación en el cobro de comisiones a empresas españolas. En “breve conversación telefónica” con la Agencia EFE, Gómez de la Serna ha dicho que “no ha decido aún si recogerá su acta”. Con dos cojones. “Cuando tome la decisión de recoger o no el acta lo haré público”, sentenció. Declaraciones que si duda han despertado la ira del obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, quien considera que los resultados electorales de este domingo reflejan “una sociedad enferma”.

De fondo resuena con la fuerza del trueno una de las sentencias más contundente de Mariano Rajoy: “He sido muy duro con la corrupción”. 

Un motivo para NO ver la televisión

Billie Holiday.

Autores: Muñoz y Sampayo.

Editorial: Salamandra.

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Recuerdo mi vieja y renqueante copia del “Billie Holiday” de Muñoz y Sampayo, adquirida en el comienzo de los noventa, y la nueva edición de Salamandra crece en mis manos como un gigante: una apasionada introducción de Francis Marmande, buen papel y reproducción exquisita, hermosas láminas jazzísticas a modo de epílogo, una portada cálida… Incluso huele de maravilla. Es la edición definitiva, sin duda alguna, de uno de los cómic favoritos tanto de amantes del jazz, como de lectores de novela o, simplemente, de los seguidores de esa pareja de genios formada por los argentinos José Muñoz y Carlos Sampayo.

El primero, dibujante. El segundo, escritor y guionista. Juntos autores de clásicos como el que nos ocupa, o como la inolvidable serie dedicada al detective Alack Sinner. Una historieta policíaca memorable. Grandes guiones y unas ilustraciones originales y rotundas, impactante blanco y negro, que saben capturar a la perfección el ambiente de los bajos fondos, el humo de los garitos, el sonidos de los saxofones, la luz de los callejones.

“Billie Holiday” se reedita con motivo del centenario del nacimiento de Lady Day, la cantante de jazz más grande de todos los tiempos… con permiso de Sarah Vaughan, Ella Fitzgerald y Bessie Smith. “Para nosotros el reto y desafío principal era el de conseguir no faltarle al respeto al personaje y componer, desde nuestra admiración y agradecimiento, una buena narración figurativa, inmóvil, con música de silencios”, han dicho los autores. Lo consiguen plenamente: “Billie Holiday” es un blues dibujado, doce compases reducidos a dos colores. “La realidad de aquellos momentos, su vida, su historia, eran en blanco y negro”, asegura un Muñoz que apunta a la tristeza, el maltrato y las adicciones que acompañaron a Holiday durante toda su vida.

Supone un placer enorme reencontrarse con este viejo e inolvidable cómic en una edición tan hermosa. Busque cualquier disco de la cantante de Baltimore de mediados de los 50, por ejemplo “Lady sing the blues” o “Stay with me”, suba el volumen, y abra este libro de gran formato, esta original biografía musical. Estará sumergiéndose en el alma del blues, en la tristeza infinita.

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El mejor Rajoy

Mariano Rajoy supo estar, inmediatamente después de ser brutalmente agredido, a la altura de las circunstancias: No se deben extraer consecuencias políticas (del puñetazo), sería injusto”. Se acabó el debate. Un descerebrado de 17 años tiene un cruce de cables y golpea al presidente en la calle. Un acto aislado, sin ideología, sin causa política. Lamentable excepción en una campaña electoral modélica, en lo que a malos modos se refiere. La vida sigue, la campaña continúa.

¿Seguro?

Las consecuencias de la agresión pueden ir más allá del golpe. Podrían incluso influir en al resultado electoral. Rajoy se ha mostrado serio y contenido, como un auténtico presidente, y lejos de tratar de rentabilizar la agresión se ha limitado a conceder entrevistas a diferentes medios para confirmar que se encuentra bien y que el único culpable es el agresor. Un perturbado en tratamiento psiquiátrico, por cierto. Pero no todo el mundo está siendo tan prudente como Rajoy…

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Además de los habituales francotiradores ultras, y de los diarios digitales habituados a la manipulación y el chantaje, algunos grandes medios de comunicación se han precipitado o han sentido el deber de hacer campaña instrumentalizando la agresión. Incluso el diario El País publicó una Fe de Errores sobre una afirmación previa en la que relacionaban al agresor con las Mareas y Podemos.

El lado oscuro regresa. En forma de joven inadaptado, para golpear al presidente. En forma de fotos, titulares y tuits, para recordarnos que el periodismo puede ser más ruin y miserable incluso que la política. “Sánchez despenalizó moralmente la agresión al utilizarla como argumento”, escribe Ignacio Camacho en ABC. En el editorial de La Razón se puede leer que Rajoy fue “víctima de un acto cobarde impulsado desde el sectarismo y el odio que viene sembrando desde hace cuatro años esa izquierda radical que se considera nueva y que no es otra cosa que el viejo marxismo que creíamos desenmascarado, al menos, desde la caída del Muro de Berlín”. “Una agresión que evidencia la cultura del cinismo”, sentencia El Mundo en su editorial.

“El miedo a la pérdida un camino hacia el lado oscuro es”, dijo el Yoda en la tercera parte de La Guerra de las Galaxias.

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Un motivo para NO ver la televisión

Star Wars. Filosofía rebelde para una saga de culto.

Autores: Carl Silvio y Tony M. Vinci.

Editorial: Errata Naturae.

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La venta anticipada de entradas para el estreno de Star Wars VII ha batido todos los récords, superando los 100 millones de dólares. El libro del que hoy hablamos debería estar en la mesilla de todos esos seguidores apasionados de las aventuras de Luke Skywalker y compañía: es la Biblia de esta saga de culto, un manual para comprender los recovecos de la galaxia y sus protagonistas, una guía de viaje interestelar por la filosofía de un universo con mitología propia. Ocho ensayos que analizan la relación de La Guerra de las Galaxias con el capitalismo global, la sexualidad, las religiones orientales, el feminismo, las nuevas tecnologías o la diversidad y las razas: “El Imperio Galáctico es un estado racial representado por su política exterior e interior de xenofobia, discriminación, creación de guetos y, en los casos más extremos, genocidio de los alienígenas de la Orden Jedi”.

Las películas de George Lucas van más allá de la simple aventura espacial. Los especialistas en la serie ven influencias atemporales, desde el western a los relatos artúricos, y por supuesto una profunda carga ideológica. Desde críticas al sistema democrático y la manipulación de los pueblos hasta los complejos enredos de la teología política. Pasando por el fetichismo en sentido freudiano o la igualdad entre sexos: “Leia se convierte en una rebelde total: franca, sin remordimientos, sarcástica, e incluso autoritaria, que no titubea en disparar y matar con la misma habilidad que los tipos duros que la rodean; en otras palabras, no se comporta en absoluto como una damisela y, sin duda alguna, no está indefensa”.

Espadas láser, ejércitos de cucarachas, héroes peludos y mecánicos, planetas ignotos, bares inolvidables, escenografías nazis, utopías morales, tiranos rencorosos, sabiduría de la bondad… Star Wars es mucho más que una saga de ciencia ficción, puesto que esconde mundos paralelos. O al menos eso dicen quienes analizan, desde el ensayo y la filosofía, los mitos y leyendas de un fenómeno de dimensiones… galácticas.

 

 

Ratas de dos patas

Visto en diferido el resultado del cara a cara entre Caraplasma y Pdro Snchz, puede parecer que acerté plenamente eligiendo cenar con mis ex compañeros de El Mundo. Las alcachofas con pulpo estaban exquisitas, el picadillo en su punto de picante, el pez mantequilla delicioso y el crianza en su temperatura ideal. ¿Y qué quiere que le diga de los gin tonics? Podría parecer que acerté, insisto… Pero lo cierto es que, tras ver grabado el debate entre Rajoy y Sánchez puede que me perdiera el momento cumbre de la campaña electoral más excitante y disputada de los últimos años. 

Un país con cinco millones de parados necesitaba una cara a cara como éste, con un gran nivel intelectual y político, para recuperar la esperanza, para creer en el cambio, para confiar en una nueva política. “Indecente”, dijo uno de los candidatos. Ruiz (sic), mezquino y miserable”, respondió el otro. Manuel Campo Vidal, un tipo educado en las mejores academias de televisión, se bloqueó ante semejante diálogo tabernario y estuvo a punto de perder el conocimiento. El clásico chungo, la habitual pálida.  “El cara a cara exige más a los candidatos que los debates”, había dicho el infeliz horas antes de un enfrentamiento que, hasta la fecha, solo se podía presenciar a altas horas de la madrugada en clubs de alterne de carreteras secundarias.

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¿El momento cumbre de la campaña electoral más excitante y disputada de los últimos años? Sí, ha leído usted bien. El cara a cara fue el no va más, uno de los instante claves en la historia moderna de España, puesto que supone la puntilla definitiva a dos formaciones políticas agotadas. Los líderes huecos del PP y PSOE, partidos viejunos responsables directos tanto del estado económico del país como de la corrupción rampante, se enfrentaron el lunes en un debate barriobajero que desnudó una vez más sus miserias, reveló su ausencia de programa, y mostró su decrepitud y su ansiedad por alargar la duración de la franquicia que disfrutan. Un cara a cara ordinario y nada creativo, entre dos auténticos patanes, que debería servir para poner de una vez por todas los clavos al ataúd del bipartidismo.

España necesitaba un debate así, no lo dude. Ya que no hay ideas, que por lo menos corra la sangre. ¡Espectáculo! Nueve millones de espectadores ante el combate del siglo, dos boxeadores sonados en el final de sus carreras (me temo), soltando mamporros al aire, sin orden ni concierto, muy lejos de aquella cima del mundo de la que hablaba Norman Mailer en su memorable crónica del combate entre Muhammad Ali y Joe Frazier. En el fondo del pozo. Ahí es donde se encuentran Rajoy y Sánchez. Moviendo los brazos como zombis, esperando dar ese puñetazo definitivo, un golpe de suerte que derribe a su rival y les permita reengancharse al tren de la casta. Los dos están en la lona, y el árbitro ha iniciado la cuenta atrás. Diez, nueve, ocho…

 

Caraplasma frente a Pdro Snchz

El cara a cara entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez de esta noche coincide, maldita sea, con la habitual cena navideña con mis ex compañeros de El Mundo. Como periodista televisivo de enorme prestigio, consciente de mantener una descomunal responsabilidad con los lectores, no tengo ninguna duda: me debería sentar delante de la pantalla, tragarme la pantomima entre los dos líderes acabados de la vieja política, y contárselo todo a ustedes en un post memorable. Pero como colega de una peña con la que pasé algunos de los mejores años de mi vida, surgen incertidumbres: ¿Dónde voy a estar mejor que tomándome una lasaña de morcilla y un vino de Toro con mis amiguetes? No hay duda. La madurez, la sensatez y el compromiso profesional se imponen: cuando usted esté viendo a Caraplasma y a Pdro Snchz, pedazo de pardillo, yo le estaré dando a los callos y el tintorro.

Lo que no impide en absoluto que haya realizado un trabajo de investigación previo brutal, formidable, titánico, que justifica plenamente que usted se encuentre ahora mismo leyendo este post aparentemente hueco. ¿Acaso me voy a marcar un Hermann Tertsch, escribiendo la crónica del debate horas antes de que se produzca? De ninguna manera. Ese desafío se me queda corto. Voy a dar un paso más y le voy a ofrecer una imagen exclusiva de los ensayos del cara a cara, que como usted sabe será moderado por Manuel Campo Vidal

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¿Se ha fijado usted en el pecho lobo del moderador? No se me ocurre peor manera de pasar el tiempo que viendo a Rajoy y Sánchez tratando de imponer sus desgastadas ideas. Y entonces aparece Campo Vidal, sangre fresca, y dice que “El cara a cara exige más a los candidatos que los debates”. Mundo viejuno. No saben, o si lo saben, pero se hacen los tontos, que este país vive un momento político diferente, que corre aire fresco, que se barajan nuevas ideas, que existen alternativas menos rancias. Que son historia. Ellos dos, tres si contamos a Campo Vidal, representan lo agotado, la decepción, lo obsoleto, el fracaso. Un cara a cara entre dos cadáveres políticos que se resisten a entrar en la caja, que luchan por no ser enterrados, que desprecian a quienes están pidiendo espacio. Ya me contarán que tal, y eso…

P.D.

Por si al cara a cara le faltase algo de caspa, cuenta El Confidencial que Manuel Campo Vidal, presidente de la Academia de Televisión y presentador del debate en cuestión, fue socio de José Luis Ulibarri Cormenzana, uno de los principales empresarios imputados en el caso Gürtel. Según el diario digital, “Ulibarri y Campo Vidal fueron los últimos administradores de la empresa Otecable SA, constituida en noviembre de 1995 y cerrada a mediados del año 2011. Campo Vidal llegó a tener el 24% de las acciones de Otecable, que se dedicaba a la “realización de estudios, dictámenes, informes, así como la prestación de servicios a través de, o relacionados con sistemas de cable; ya sean portadores, de operador o finales, y de satélite, para televisión o telefonía”. La empresa se liquidó en 2011, pero la última vez que presentó sus cuentas fue en el ejercicio 2001.

Ya estoy viendo a Campo Vidal acorralando a Rajoy con el tema de la corrupción…

Un motivo para NO ver la televisión

El hijo.

Autor: Philipp Meyer.

Editorial: Random House.

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Con apenas cuarenta años, y un solo libro anterior (American Rust), el neoyorquino Philipp Meyer ha escrito una de esas obras trascendentes que permanecen en la memoria, y en las librerías, durante décadas. “El hijo” es el ejemplo perfecto de lo que se denomina, en ocasiones con ligereza, la gran novela americana. No es el caso. Estamos ante un tocho de casi 600 páginas con una historia épica sobre los miembros de una familia tejana, los McCullough, que es en realidad un análisis sobre la vida, la muerte y el paso del tiempo. Los elementos de todas las grandes obras literarias.

“Nuestro nombre tiene más influencia que nunca. Donde esperaba amargura, recibo respeto; donde esperaba envidia, recibo aliento. No robes a los McCullough: te matarán. No difames a los McCullough: te matarán. Mi padre considera que así debe ser. Le digo que estamos en el décimo siglo del segundo milenio. A fin de cuentas, es como él dice: creen que estamos hechos de una pasta diferente. Si alguna vez se les ocurriera que comemos y sangramos igual que ellos, nos perseguirían con antorchas y horcas. O, mejor dicho, con agua bendita y estacas de madera”.

“El hijo” comienza en el lejano Oeste, 1849, cuando un grupo de comanches asalta la casa de los McCullough. Una carnicería a la que sobrevive Eli, un chico de 13 años que termina viviendo con los indios. Años después, tras una epidemia, regresa a la civilización y se incorpora a una vida nueva pero no menos salvaje. “La historia entera de la humanidad se caracteriza por un único movimiento inexorable: del instinto animal al pensamiento racional, del comportamiento innato al conocimiento adquirido. Una cría de pantera a medio crecer abandonada a la intemperie se convertirá en una pantera perfectamente normal. Pero un niño a medio crecer abandonado de un modo similar se convertirá en un salvaje irreconocible, incapaz de vivir en una sociedad normal”.

Meyer narra sin concesiones, con una aspereza que recuerda al mejor Cormac McCarthy, el de la “Trilogía de la pradera” (“Crees en la pradera, el código, la nobleza del sufrido vaquero y el vacío del corazón de los banqueros: todo ese rollo que leíste en las novelas de Zane Grey…”, escribe Meyer), la aventura de un joven que se sobrepone a la muerte de su madre y sus hermanos, y su lucha por sobrevivir en una tribu de salvajes, por olvidar su pasado, por adaptarse a la vida entre bisontes y cabelleras cortadas.

La historia salta en el tiempo y cambian los narradores, dependiendo de los capítulos, pero sin perder nunca de vista el eje central de una obra que habla de un clan y todo aquello que le rodea: la tierra y los pastos, los hombres que trabajan de sol a sol, las diferencias entre razas y clases, la violencia y la rapiña, los límites muchas veces invisibles entre la belleza y la muerte, y por supuesto el paso económico y social del ganado al petróleo. “Papá quiere creer que estamos sentados encima de un mar de petróleo, pero no es así; estamos sentados encima de un montón de contratos de arrendamiento caros que no valen un carajo en tierras que ni siquiera son de nuestra propiedad”.

“El hijo” me recordó, desde sus primeras páginas, a “País de sombras”, esa otra obra maestra del gran Peter Matthiessen. En esta como en aquella encontramos la esencia de los pioneros, de un país salvaje por domesticar, de tipos despiadados capaces de hacer cualquier cosa por conservar sus propiedades, de los complejos paisajes físicos y morales que atormentan a quienes viven en la naturaleza, del aprendizaje y los sentimientos primigenios.

Con este libro, de gran intensidad emocional y enorme calidad narrativa, Philipp Meyer nos transporta al mundo violento y legendario de los primeros Estados Unidos. Una epopeya grandiosa que le convierte en uno de los escritores norteamericanos más sólidos, brillantes y ambiciosos del momento. Absolutamente imprescindible.