Ayer asistí a un acontecimiento francamente sorprendente. La gata de tres colores que pare a sus cachorros en la ventana de mi cocina estuvo fuera toda la noche, dejando solas a sus dos crías de apenas unos días. Por la mañana, una de ellas estaba muerta. No respiraba, no se movía. Cuando volvió la gata, la cría superviviente trepó rapidamente por el cuerpo de la madre buscando comida. La otra permaneció inmóvil en un rincón.
La gata se puso a lamer frenéticamente a la cría muerta. La cabeza, la tripa, el culo… La escena era terrible: parecía no comprender que había perdido al pequeño, que sus esfuerzos eran inútiles. Una hora más tarde, la gata seguía con sus desesperados ejercicios de reanimación. Y el gatito seguía muerto.
De pronto, el pequeño pareció abrir la boca. Y su tripa aparentemente se movía. Diez minutos después estaba mamando junto a su hermano. Vivo. El renacido.
Le cuento esta historia gatuna porque es una historia de supervivencia. Vivimos es un país de supervivientes. Estamos asistiendo, en vivo y en directo, a la segunda caída de Mario Conde. Pero seguro que solo es un tropezón. Otro. Estoy convencido de que el pionero del pelotazo ibérico resurgirá con fuerza, una vez más. Y tras servir de nuevo como ejemplo del buen funcionamiento de la justicia en este país, el que la hace la paga, aunque sea banquero, volverá a sus fincas, a sus gominas, a esas tertulias televisivas en las que defiende su inocencia y da doctrina sobre economía, honradez y otras zarandajas. En 13TV, y en las dos cadenas que lideran el duopolio televisivo, le esperan con los brazos abiertos.
Conde es el renacido caído. ¿Querrán que esta vez pague el pato de la toda corrupción que sacude este país? Los principales diarios y los grandes informativos de televisión no han abierto con el ministro Soria y sus mentiras. Ni con una imagen a toda página de Rita Barberá en el banquillo de la Audiencia de Palma. No. Abren con Conde, fotografiado en el interior de un coche, detenido por la Guardia Civil. “Como si fuera la primera veeeez”, que canta Quique González.
Conde se creyó Dios. Por encima de la ley, invisible a los ojos de la justicia. Como la mayoría de corruptos. Como el albondiguilla o el bigotes. Pero solo son manguis. Choricetes económicos con ínfulas políticas. O políticos descuideros con intereses económicos. Con más vidas, eso sí, que un gato. El dinero les está esperando…