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¿Quién coño va a querer casarse con el mierda de su hijo?

Cecilia, nuestra cantante más punk (con permiso de la gran Mercedes Ferrer), escribió sin saberlo la banda sonora perfecta para “¿Quién quiere casarse con mi hijo?”, el nuevo programa de Cuatro: “Me quedaré soltera”. Y es que tras ver el material masculino que, como en un mercado de ganado, ofrece la cadena de Prisa absorbida por Telecinco, cualquier ser humano con dos dedos de frente tiene que elegir la soledad eterna. “Estoy hasta la polla”, le suelta uno de los pipiolos a su madre, como resumen de la calidad del programa y del nivel intelectual de los concursantes.

http://www.youtube.com/watch?v=yM7CgWrC-mA&feature=related

“¿Quién quiere casarse con mi hijo?” no es ni siquiera original, puesto que se trata de una vuelta de tuerca a otras bazofias de Cuatro como “Granjero busca esposa”. Cinco madres se presentan en la tele acompañando a sus hijos, la mayoría desechos de tentadero, para ver si los colocan de una puñetera vez. Tienen cinco minutos para conocer a cada una de las diez chicas (chicos en el caso del homosexual Luis Ángel) que les tienen preparadas. A partir de entonces contarán con varios días para conocer un poco más a las candidatas, y finalmente tendrán que descartar y elegir parienta.
La escena inicial, con madres e hijos viendo desfilar a las víctimas, es esperpéntica, digna de una subasta de vacuno. “Me gustaría una mujer como mi madre”, dice Daniel, un informático virgen de 27 años que podría haber sido engendrado por Mr Bean. La madre del palurdo, una deteriorada Chus Lampreave, abre la boca para decir que no le gustan las negras: “Me huelen mal, tienen muchos granos”. El panoli en cuestión, totalmente verraco ante el desfile de carne, se las promete muy felices: “La del perrito es la mejor, a los tíos les gusta mucho, la tienes que probar”, le sugiere una aspirante. “El día que descubra el sexo va a ser…”, dice el mirlo blanco tapándose la erección. Pero merece pasar otros 27 años sin mojar el churro: “¿Estudias o trabajas?”, pregunta a una de las actrices contratadas por Cuatro.
El siguiente mozo es un químico striper de 27 años con pinta de chuloputas: “En una chica busco una sonrisa…después de unas buenas tetas”. Obsesionado por las glándulas mamarias, el gañán en cuestión no duda en comparar a su madre con una de las concursantes: “Tienes casi el mismo pecho que mi madre, están las cuatro muy bien puestas”, dice, para inmediatamente después sentenciar: “Se me ha quedado el pájaro tieso”.
“Yo soy mi dios”, asegura un necio llamado David. José Luis, el hijo de Toya, solo es un fachilla engominado de aspecto viejuno, que canta ópera y lleva once años separado. Le gustan altas y delgadas. “Me puedo permitir ser exclusivo con las mujeres, y elegir”, dice sin inmutarse. La madre, una especie de Ana Botella con aún más cara de coneja, le aconseja: “A ésta no hay que pulirla, ésta sí entra en casa”. Luis Ángel, el que se considera “tiquismiquis y escandalosamente metódico”, es gay. Su madre, Mari Carmen, cree que ninguno de los actores es suficientemente bueno para su prenda: “No me fío de los Mohamed”, dice tras conocer a un árabe.
Y así hasta completar dos horas de televisión de una mediocridad insultante, por machista y humillante, por racista y zafia. Un insulto, otro más, a la inteligencia del telespectador.

Un motivo para NO ver la televisión
The Master Plan
Cd: Maximum Respect.


Una vendaval de power pop, de punk melódico, de soul desmadrado, de actitud positiva y coherencia sonora. Así es este “Maximum Respect”, último disco de la banda de un buen amigo: Keith Streng. ¿Cómo, que no conoce usted a Keith Streng? Solo le diré una cosa: es el guitarrista de los Fleshtones, el orgullo de Nueva York, el grupo que grabó Roman Gods y Hexbreaker al comienzo de los 80. En este proyecto le acompañan Bill Milhizer, batería de Fleshtones, y Andy Shernoff, bajista y líder de los Dictators.
“Mucha fiesta, pocas siesta”, acostumbra a cantar el bueno de Streng. Pues eso mismo: rock and roll puro y duro.

La televisión española, un duopolio

La democracia y las libertades están de luto: la absorción de La Sexta por Antena 3hace que la televisión en España sea menos independiente y diversa, más pobre y sumisa, menos soberana y más comercial. Nuestra televisión, cautiva en manos de dos grandes grupos empresariales, se italianiza, se mejicaniza. Justo lo contrario de la pluralidad que prometió la reforma audiovisual del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Todo es cuestión de dinero. El grupo resultante de la anexión entre Antena 3 y La Sexta (ocho canales y Gol Tv en alquiler) controlará aproximadamente el 42% del mercado publicitario, frente al 43,5% de sus rivales Mediaset (Telecinco, Cuatro y seis canales de TDT). Aproximadamente la mitad de la audiencia, y el 85,5% del mercado publicitario, estará en manos de solo dos empresas. Murió la competencia, se acabaron las alternativas, nació el duopolio.

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El último coprófago

Edward “Bear” Grylls es un tipo peculiar: come ojos de yak, escorpiones y testículos de macho cabrío. Bebe su propia orina y utiliza el interior de un camello muerto como saco de dormir. No es un homeless. No se ha perdido en el interior de Asia. No es coprófago, en principio. Es una estrella de la televisión: más de mil millones de espectadores contemplan cómo hace todas estas marranadas en el programa “El último superviviente”. Grylls fue militar, es jefe de los boy scouts en el Reino Unido, y siempre lleva un ejemplar del Nuevo Testamento en su mochila. En sus ratos libres vende Alpha, un curso de diez semanas sobre los fundamentos de la fe cristiana creado por una parroquia anglicana. “Trato de rezar todos los días, lo necesito especialmente para este trabajo”, asegura entre bocado y bocado a una criadilla podrida de rata. “Rezo la plegaria del soldado, una que le pide a Dios que no nos olvide cuando nosotros nos olvidamos de él”.

http://www.youtube.com/watch?v=X-YsSINT75c&feature=related

El suplemento El País Semanal del próximo domingo dedica cuatro páginas a las hazañas de este guarrindongo aventurero: “El último superviviente” se emite en Cuatro. Cuentan las excentricidades del protagonista, algunos detalles insípidos de su vida personal y las dudas sobre la credibilidad de su trabajo: ¿falsean las situaciones extremas? La productora de la serie y la cadena que la emite en Reino Unido han redactado una nota de “descargo de responsabilidad en el que especifican que Grylls puede recibir ocasionalmente ayuda del equipo de rodaje para minimizar riesgos y que es posible que el ex soldado se ponga deliberadamente en situaciones de peligro para así poder mostrar distintas técnicas de supervivencia al telespectador”.

El teatro de la televisión. El telespectador sabe (o debería saber) que Grylls es un actor, pero parece no importarle que lo que está viendo sea un montaje, y que más que cuestión de supervivencia es cuestión de audiencia. Pero la culpa no es de Grylls, sino de aquellos que apuestan por su forma de hacer televisión documental. El espectáculo antes que la verdad.

¿Qué pensarían Arguiñano o David de Jorge de una horchata de excrementos? En un capítulo, Grylls, aparentemente muerto de sed, coge una boñiga de elefante, la estruja y bebe el líquido marrón que chorrea. Revienta el prime time. Rico, rico. Ayer mismo, en un programa del nuevo canal National Geographic Wild, dedicado por entero a la vida salvaje, un naturalista localiza excrementos frescos de elefante en el desierto de Namibia. Sin tantos aspavientos, cuenta cómo los insectos que suben por la ñorda no buscan la comida, sino la humedad. Y luego explica que analizando esas heces podemos saber qué pertenece a un ejemplar joven, qué tal tiene la dentadura, e incluso conocer su dieta. Dos formas de entender una cagada.

Me temo que, televisivamente hablando, preferimos a un tipo bebiendo jugo de mierda de elefante que a otro que nos cuenta los secretos de la vida de los paquidermos. Nos hemos convertido en coprófagos audiovisuales. Lo que justificaría la existencia de la mayoría de programas que se emiten en estos momentos…

 

Un motivo para NO ver la televisión

Un paseo por el lado salvaje.

Autor: Nelson Algren.

Editorial: Galaxia Gutenberg.

Dove Linkhorn es un perdedor. Y también un pícaro buscavidas. Arrastra sus huesos por el Sur de Estados Unidos en el peor de los momentos posibles: la Gran Depresión. En su huida de la miseria va conociendo personajes de diferentes calañas, que van completando el vasto y fascinante panorama de su viaje iniciático: “Y caminó tranquilamente sin que lo vieran, por delante de hombres hundidos y otros que se hundían: drogotas, negratas, tipos extravagantes y de miradas retorcidas; jovencitas, reinonas y putas raídas. Pedigüeños ulcerosos tullidos y cancerosos, vendedores ambulantes de lápices tuberculosos, borrachos tambaleantes. Gatos viejos y enfermos de todas partes, que maullaban al pasar. Todo iba bien en el mundo”.

Dove es un superviviente, más cercano a las voces muertas del Spoon River de Edgar Lee Masters que a los vagabundos del Dharma de Kerouak. El protagonista de esta historia no escapa de la seguridad burguesa: huye del hambre y la miseria. Condenado a la pobreza, Dove representa a toda una generación perdida, que busca desde las entrañas de la áspera tierra sureña un sentido a su existencia: “Me llamo Kitty Twist –le dijo la chica a Dove-, no es mi nombre verdero, claro. Es el que me pusieron en El Hogar. Tengo diecisiete, casi dieciocho, y me he fugado de cinco casas de acogida. Seguiré huyendo hasta que cumpla dieciocho. Entonces me casaré con un buen carterista y sentaré cabeza”. Y es que Nelson Algren hace alarde de una fina ironía y de un enorme sentido del humor: “A veces creo que si no hubiese nacido tendría más dinero que ahora”, dice Dove.

“Un paseo por el lado salvaje” es una obra maestra de la literatura norteamericana, solo comparable a los momentos cumbres de Flannery O´Connor, Erskine Caldwell o William Faulkner. No busque la belleza de Walt Whitman o la aventura luminosa de Mark Twain. Dove es un personaje en blanco y negro, la sombra de un país, una fotografía de Robert Frank.

http://www.youtube.com/watch?v=N5E8MOkx554

La noche selvática

Hace años, cuando la televisión era una y punto, los españoles devorábamos los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente. El divulgador burgalés arrasaba desde TVE, y en prensa con reportajes como la famosa “Serie africana” publicada en 1968 en Blanco y Negro, el dominical de ABC. Los tiempos han cambiado. Antes la fauna salvaje era líder de audiencia por derecho, mientras que ahora son los depredadores humanos quienes mandan: “es la noche selvática”, dice Manuel Villanueva, director de contenidos de Mediaset, refiriéndose al estreno anoche en Cuatro de “Pekín Express: aventura en África” justo después de “Frank de la jungla”.

Conceptos como “aventura”, “entretenimiento” o “espectáculo” han cambiado mucho con el tiempo. Hace 40 años todo eso lo ofrecía Rodríguez de la Fuente mostrando cómo cazaba un halcón, las migraciones de herbívoros en Serengueti o las relaciones sociales de una manada de lobos. Hoy nada de eso tiene sentido si no se descafeína, se manipula, se devalúa, se simplifica, se banaliza y se transforma hasta convertirlo en un reality. “Nuevas fórmulas televisivas”, asegura Villanueva. Hombres haciendo el papel de lobos.

¿La televisión actual es mejor? ¿Hemos perdido entretenimiento de calidad en favor de entretenimiento basura? ¿Tiene límites este deterioro intelectual? ¿Piensan los dueños de las cadenas que somos gilipollas? ¿Somos gilipollas?

Es difícil ser optimista. Un motivo para la esperanza es “Pienso, luego existo”, el espacio para la filosofía y las ideas que anoche estrenó La 2 (TVE). Sí, sé que es difícil creer que en España la televisión conceda 45 minutos a la reflexión y el pensamiento, pero les juró que es cierto. Lo acabo de ver con estos ojos que se han de comer los gusanos. El electrodoméstico habitualmente copado por individuos de la calaña de Jorge Javier Vázquez, Belén Esteban, Miguel Ángel Rodríguez, Jordi González, Frank de la Jungla, los hermanos Matamoros, Iker Jiménez, Mercedes Milá, Aída Nízar o Ana Rosa Quintana concede una oportunidad, durante tres cuartos de hora, a José Antonio Marina, Emilio Lledó, Rafael Argullol, Eugenio Trías, Victoria Camps, Fernando Savater, Javier Sádaba, Jesús Mosterín, Antonio Escohotado, Amelia Valcárcel o Manel Cruz.

Otro mundo es posible. Eso sí, en la televisión pública.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Ray Bonneville.

Cd: Bad Man´s Blood.

Ray Bonneville es un veterano cantante canadiense de blues y folk. Después de grabar seis discos muy interesantes, en los que su música viajaba desde el dobro primitivo de Bukka White a los cadenciosos punteos de J.J. Cale, se descuelga con este “Bad Man´s Blood”. Una colección de canciones propias (excepto “Mississippi”, firmada por Jordan) producidas de nuevo por el gran Gulf Morlix.

Bonneville canta, sopla la armónica y toca guitarras acústicas y eléctricas. En estas once canciones navega, guiado por un Morlix que le tiene cogida la medida, entre el blues tradicional, la música Cajún y la Americana. Un gran disco, otro más, en la impecable carrera de uno de esos músicos desconocidos que jamás decepcionan.