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Falangito

Albert Rivera, líder de Ciudadanos, visitó “El Intermedio” (La Sexta), donde fue entrevistado por Sandra Sabatés y El Gran Wyoming. Lo primero que quedó claro es que estos dos últimos no son entrevistadores belicosos, quién sabe si por la naturaleza del programa, por la selección de las preguntas o por el carácter amigable de esta sección: los políticos acuden a “El Intermedio” porque saben que no van a ser acosados, zarandeados o maltratados. Lo segundo, que Rivera es un tipo con el culo pelado, mediáticamente hablando. Curtido en mil debates y tertulias, el político que hoy reniega del PP pero que estuvo afiliado al partido de Fraga tres años y siete meses, entre 2002 y 2006, se escurre como una serpiente de las cuestiones peliagudas. No siempre.

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“No hace falta que los demócratas estemos todo el día condenando las dictaduras”, dijo Albert Rivera en “El Intermedio”. No se refería a los antecedentes del partido en que militó hasta sólo tres meses antes de ser nombrado presidente de Ciudadanos en el congreso fundacional de dicha formación. No. Se refería a las preguntas de Wyoming y Sabatés sobre la Memoria Histórica, tema en el que Rivera no acaba de sentirse cómodo. “Merecen dignidad y poder recuperar a sus muertos y a sus familiares”, dijo tras ver las imágenes de dos ancianas que pedían enterrar con dignidad los restos de sus seres queridos. Faltaría más. “Otra cosa es que hagamos un debate de todas las placas, calles, plazas de España entera. ¿Dónde ponemos el crono? ¿En la dictadura franquista o antes? ¿En los líderes absolutistas? No es un debate que preocupa a los ciudadanos”.

Albert Rivera es de esos políticos superdotados que saben perfectamente cuáles son los debates que preocupan a los ciudadanos. Y éste no lo es. Punto. Otro tema, si es posible alguno que me permita lucir mi verborrea de salón. Lástima que Rivera, un tipo listo que exige el cumplimiento riguroso de la ley (sobre todo en Cataluña) no sepa, o no quiera saber, que bastaría con aplicar el artículo 15 de la Ley de la Memoria Histórica respecto a la simbología y la nomenclatura, por el que las Administraciones Públicas están obligadas a retirar los símbolos y nombres franquistas.

“No mezclemos temas que esto es una cosa muy seria”, dijo Rivera torciendo el gesto a Wyoming cuando vio que la entrevista promocional se le escapaba de las manos. No parece este Rivera, tierna mutación del antediluviano PP, un tipo dispuesto a asumir errores, a que le lleven la contraria, a permitir que desvelen los detalles de su proyecto de derechas. ¿El paro? Cataluña es España. ¿El proyecto económico y social? Intervendremos en Siria si la OTAN lo pide. ¿La Memoria Histórica? En España podemos hacer un debate sobre quitar el busto del rey, como hizo Ada Colau.

P.D.

La Fundación Nacional Francisco Franco organiza el próximo 3 de diciembre un acto conmemorativo para celebrar el 123 aniversario del nacimiento de Francisco Franco en el hotel de cuatro estrellas Meliá Castilla de Madrid. Con dos cojones. Presentación, cena (40 euros cubierto) y ceremonia política en la que la fundación entregará diplomas.

“¿Cuántas plazas tiene Hitler en Alemania actualmente?”, le pregunto Wyoming a Rivera en “El Intermedio”. ¿Cuántas actos conmemorativos del nacimiento de Hitler se celebran en grande cadenas cadenas hoteleras alemanas en nuestros días? preguntaría yo.

 

El Intermedio o el caos

Lo de El Intermedio se debe considerar, desde hace tiempo, una bendición. Tras tres programas majestuosos, el lunes con una Manuela Carmena inmensa que confiaba en la reinserción de Aguirre, el martes con Cifuentes y Carmona, y anoche con el psicoanálisis de la desquiciada lideresa, podemos decir que se ha convertido en un espacio tan necesario para el ciudadano como los ambulatorios, las panaderías o los bares. El Intermedio o el caos, que diría Mariano. Un español puede pasar perfectamente sin ver los informativos de televisión, tanto de cadenas públicas como de privadas: son un amasijo de noticias de medio pelo manipuladas con mayor o menor descaro. Pero si quiere estar informado no puede dejar de ver El Intermedio, “ahora les contaremos la verdad”, televisión inteligente para un público crítico que lucha por mantener activas sus constantes intelectuales. Sin El Intermedio muchos no terminaríamos de entender qué está pasando ahí fuera. Sin El Intermedio seríamos más tristes, menos libres.

El estado de forma de El Intermedio es tal que se le pueden perdonar incluso las entrevistas promocionales, tan largas y poco interesantes como la que realizaron el martes, un día caliente con Aguirre on fire, a un José Antonio Zarzalejos que presentaba su nuevo libro. Adivine usted la editorial. ¡Bingo! Planeta. Una entrevista que no desprestigia el programa, pero que lo intenta: Zarzalejos no solo se niega a responder a las preguntas interesantes, el patrimonio del rey Juan Carlos, sino que arremete contra el estado del periodismo y de unos medios de comunicación a los que no considera libres. Sí, unos medios con hipotecas, como por ejemplo esas televisiones obligadas a entrevistar a periodistas que editan libros en la editorial propietaria de la cadena.

Zarzalejos es la única mancha de El Intermedio en una semana en la que roza la perfección. El telespectador lo sabe: record absoluto el pasado lunes, con 3.291.000 espectadores y un 17,4%. Lo sabe incluso el presidente de RTVE, un José Antonio Sánchez rabioso que llamó “televisión de segunda” a la que solo es la segunda cadena de Atresmedia. Tras el fracaso obtenido con el estreno de “Así de claro”, el mugriento debate presentado por Buruaga (6.5% y 976.000), Sánchez enloquece y critica el excelente programa de La Sexta en la pasada noche electoral: “TVE no lo hubiera hecho así, estamos más en el mundo de las cadenas normales como Antena 3”. Pobre Sánchez, cerebro de mosquito y alma del PP, obligado a hundir la televisión pública a cambio de unas monedas.

El Intermedio se ha convertido en el único programa imprescindible de la televisión actual. Diga lo que diga José Antonio Sánchez, un presidente de segunda al que, espero, le quedan cuatro días.

Un motivo para NO ver la televisión

El buitre.

Autor: Gil Scott-Heron.

Editorial: Hoja de Lata.

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Gil Scott-Heron fue un poeta, un músico y un activista afroamericano que pasará a la historia por la canción recitada “La revolución no será televisada”: “La revolución no ocurrirá inmediatamente después de una noticia / Sobre un tornado blanco, un relámpago blanco o un hombre blanco… No podrás perderte en la heroína ni evadirte / Ni ir por una cerveza durante los comerciales… La revolución no se postulará otra vez / La revolución será en vivo”.

Escrito a finales de los años 60, “El buitre” es la primera novela de Gil Scott-Heron. Cuando el libro cayó en mis manos no podía creerlo: ¡Por fin traducida al castellano esta leyenda de la literatura underground USA! Desde las primeras páginas el texto está a la altura de las expectativas: “En los ojos de los yonquis se pueden leer muchas cosas. Y todas ellas hablan de la extinción en vida de hombres y mujeres. Era como si la muerte pasara a hacer la visita de rigor y se fuera sin estampar en la frente de la víctima el típico aviso. Como si se llevara el alma y el corazón, pero desechara el cuerpo lacio del superviviente por no tener valor”.

Pero cuidado, porque “El buitre” no es una novela entregada al poder destructor de las drogas. No estamos ante una melodía de Lou Reed, ni ante una dosis de Jim Carroll. Ni siquiera ante un thriller ambientado en el lado oscuro del gueto negro de Chelsea, en Nueva York. Gil Scott-Heron escribió una novela sobre la semilla de la revolución, y sobre la dureza de sus comienzos, las frustraciones del camino y el desengaño de la derrota. La semilla del black power, mezclada con el humo de la María, el sudor de los camellos, la sangre de los drogatas y un espíritu combativo que impregna cada página.

“Fue entonces cuando me convencí de que los negros de los Estados Unidos no se iban a unir nunca con la determinación suficiente para provocar una revolución a gran escala. La forma en que concebían la naturaleza de la revuelta era vaga y nebulosa. No sabían si la libertad significaba trabajar junto al hombre blanco con el mismo sueldo y, por tanto, necesitar una formación “blanca” o si iban a querer un estado independiente para el pueblo negro, como Texas o Misisipi. No sabía si querían integración o separación política, guerra o paz, vida o muerte. No sabían si querían cargarse a todos los blanquitos o salvar a unos pocos. Ni siquiera tenían una idea clara de lo que era ser progresistas. Malcolm decía que los progresistas no existían…”.

“El buitre” es una novela prodigiosa, con varios narradores y una estructura original, escrita por un visionario. Un Gil Scott-Heron que con apenas veinte años parece haber disfrutado de veinte vidas. “Aquello que llamábamos blackness, la negritud, un túnel de fantasía para la imaginación”, escribe en esta búsqueda de materiales con que construir la revolución.

El entrevistador blandengue

Es bien conocido que al presidente del Gobierno Mariano Rajoy los periodistas le dan repelús: ¡Le preguntan por su gestión, por la corrupción en su partido, por la pobreza y los desahucios, por los sobres de dinero negro que le daba Bárcenas! Para evitar tan malos tragos el líder del Partido Popular evita a la prensa, se esconde de los periodistas y cuando da la cara prefiere hacerlo a través de una pantalla de plasma. No pisaba un plató de televisión desde el 21 de enero de 2014, cuando fue entrevistado por Gloria Lomana, una amiga, en Antena 3. Un tipo pusilánime este Rajoy, seguramente el presidente del Gobierno más escurridizo, obtuso y gallina de la democracia española.

En la noche del lunes Rajoy concedió, un año después, una entrevista televisiva. ¡Milagro! El lector inquieto se preguntará qué pudo llevar a semejante cagueta a afrontar tamaño riesgo. Sentarse en un plató, en directo, frente a un periodista, supone todo un reto para alguien tan timorato como Mariano. Pues muy fácil: eligió a un entrevistador a su medida, el periodista blandengue que le garantizase una entrevista plácida, promocional, superficial. Rajoy eligió a un Pedro Piqueras que había dejado las cosas muy claras: “Cuídate sin dejar de disfrutar”.

Piqueras tiene un enorme carisma para vender caldo de pollo envasado en tetrabrick, las cosas como son. Pero en las entrevistas flojea. Soso como una taza de sopa para hipertensos, el director de informativos de Telecinco se muestra como un periodista maleable, como un entrevistador blandengue, el sueño de un presidente que está contra las cuerdas. “Me niego a estar todo el día debatiendo con el señor Bárcenas cuando tenga a bien hacer una declaración”, dijo Rajoy en el momento más comprometido de la charla. Y Piqueras dejó que el presidente se fuera a su casa sin un arañazo.

No tenemos punto medio. O entrevistadores/protagonistas, de esos que quieren ser más famosos que el entrevistado y conseguir titulares explosivos sobre todas las cosas, o entrevistadores/cómplices, que se limitan a hacer el juego a los políticos asegurándose así su futuro. Bueno, la verdad que hay alguna excepción…

Gonzo realizó en “El Intermedio” (La Sexta) una excelente entrevista a Tania Sánchez. Preguntó todo lo que tenía que preguntar. Y lo hizo sin recordar a los telespectadores lo incisivo y gran profesional que es, sin insinuar que cumple una misión sagrada, de forma educada y eficaz. La buena entrevista es posible incluso desde la discrección.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Truckers, Kickers, Cowboy Angels.

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El rock es un universo. Y sus galaxias están perfectamente etiquetadas: jazz-rock, blues-rock, glam-rock, folk-rock… y por supuesto country-rock. Un buen día, allá por la mitad de la década de los sesenta, alguien se dió cuenta de que los tupés y las melenas encajaban dentro de los Stetson. Las guitarras eléctricas eran compatibles con las de pedal, y las baterías no eran capaces de silenciar a las mandolinas. Dylan lanzó “John Wesley Harding” y los Byrds “Sweetheart of The Rodeo”. Un tipo llamado Gram Parsons, un genio nunca suficientemente adorado, escuchaba a los Stones y planeaba crear los Flying Burrito Brothers. La América rural, blanca y proletaria, se daba la mano con el asilvestrado sonido que venía del blues y la electricidad. “Estás preparado para el campo / porque ya es tiempo de ir”, cantaba Neil Young en “Are you ready for the country”.

Otras fusiones han resultado perecederas, menos perdurables. El country-rock sigue de actualidad con otros nombres porque tenía sentido: instrumentaciones similares, buenos juegos vocales, grandes compositores, cervezas frías y un cierto olor a vaca. Música fresca como el agua del arroyo, limpia como el rocío de la montaña. “La emisora de música country suena suave / pero no hay ninguna razón para apagarla”, recitaba Dylan en “Visions of Johanna”.

De todo esto hablan dos discos absolutamente memorables, tanto por su contenido sonoro como por su trascendencia informativa: “Truckers, Kickers, Cowboy Angels”. Editados por el sello Bear Family, famoso por la cuidada edición de todas sus referencias, estos discos incluyen, además de 64 canciones (2cd+1cd), sendos libretos (150 páginas) escritos por Colin Escott, prestigioso escritor y productor. Todo lo que debemos saber sobre el country rock está en estos discos, dedicados al periodo 1966/68 el primero, un doble, y a 1969 el segundo, sencillo. La lista de músicos y canciones es simplemente apabullante: The Byrds, Flying Burrito Brothers, Bob Dylan, Buffalo Springfield, The Band, Linda Ronstadt, Doug Sahm, Lovin’ Spoonful

Sin duda la colección sobre country rock más importante, seria, documentada y excitante de cuantas se han publicado jamás. ¡Y prometen nuevos volúmenes! Los dos primeros son absolutamente imprescindibles.

Para leer más: Aquellos vaqueros contraculturales.

La limusina de Lara

En La Sexta, la cadena progresista de Lara, partieron la pantalla para poder dar voz a dos cracks. En la izquierda colocaron a Javier Gómez de Liaño, que ejerce de abogado de Luis Bárcenas pese a haber renunciado al puesto. En la derecha situaron a Pedro J Ramírez, ex director de El Mundo enfrascado en la promoción del nuevo diario digital que está creando con la liquidación. La bisagra era el ex tesorero del Partido Popular. Pedro J está eufórico por la exclusiva que acaba de contar, la libertad bajo fianza de 200.000 euros de Bárcenas, noticia que sin duda le ha filtrado Liaño. Un Liaño que está orgulloso de haber conseguido la excarcelación de Bárcenas siendo su abogado en funciones.

Pedro J promociona su figura y su proyecto, Liaño promociona su trabajo y justifica a su cliente. Nadie les acorrala, les pone contra las cuerdas, les interroga de manera periodística. Porque no es periodismo, es promoción.

La televisión es promoción. Ayer fue el Pequeño Nicolás quien utilizaba la televisión como trampolín, hoy es El Bigotes quien se ofrece a Mediaset y Atresmedia, el duopolio audivisual de este país, para ser entrevistado. Definitivamente, la televisión se ha convertido en guarida de pícaros, mangantes, vividores, acaparadores, manipuladores, vagos, chulos, emprendedores y gentes de mal vivir.

Dicho lo cual, debemos ser conscientes de que “El Intermedio” es un milagro. Ver a Gonzo recorriendo en una limusina los lugares más emblemáticos de la vida de Bárcenas, desde la sede del PP a la embajada de Suiza pasando por la Audiencia Nacional, no tiene precio. Observar ese Hammer inmaculado, infinito, dieciséis ventanillas y luces interiores de discoteca, aparcado en Soto del Real es arte. “¡Bienvenido Mr. Bárcenas!”, rezaba el cartel colocado en los laterales del interminable vehículo. Un lujo. Un milagro, insisto.

Pero Lara no va a pagar siempre la limusina de Bárcenas. No sé cuánto durará “El Intermedio”, sí días o años, porque ignoro el momento en que el empresario catalán y el Gobierno tendrán que sentarse a negociar quién sabe si una nueva reforma audiovisual, una campaña de publicidad estatal o cualquier otro negocio que favorezca la pluralidad informativa y empresarial. Lo único de lo que estoy seguro es de que hasta que llegue ese triste momento no deberíamos perdernos un solo programa: Wyoming y sus chicos son el último refugio.

P.D. 

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Un motivo para NO ver la televisión

La tejonera

Autor: Cynan Jones.

Editorial: Turner.

9788416142033

Esta es una historia de violencia, en la que nacen y mueren animales mientras las personas sufren. Durante ese tiempo vienen al mundo corderos, los perros ladran atados a cadenas, y los tejones son perseguidos de forma inmisericorde por humanos marginales. Por encima de todo ello, el dolor de la pérdida y la ausencia. Esta es una narración perfecta que habla de cicatrices no cerradas, de hombres de campo, de ampollas en las manos y demonios en las entrañas.

Cyran Jones escribe sobre la vida rural en la costa oeste de Gales. “Se acercaba la Semana Santa y aquellos hombres querían que los llevara a una tejonera para ejercitar a sus perros. Eran de los Midlands. En su mayoría eran de los Midlands o de los Valles del Sur, los hombres que acudían a él para eso, y empezaban a aparecer sobre todo en esa época del año. Ésa era una de las razones por las que se veía aumentar el número de tejones muertos en la carretera”.

Cyran Jones escribe con un cuchillo en los dientes: puede ser retorcido e inmisericorde como Cormac McCarthy, pero también sencillo y estremecedor como Delibes. Por eso “La tejonera” es un libro tremendo, breve y contundente, que te golpea en el estómago como la coz de una mula. Conmovedor en su rudeza, arrebatado y feroz en su ternura. Sorprendente.