Televisiones a negro

TVE, la televisión pública española, está al borde de la quiebra: presenta un déficit crónico anual de cien millones de euros, con unas pérdidas acumuladas de 800 millones. Han fracasado tanto el modelo de financiación como el de programación. Una situación patrimonial desesperada que puede forzar al Gobierno a cesar a la cúpula directiva, sus chicos, y a realizar aportaciones extraordinarias de dinero público.

Coincidiendo con este drama nacional, la hecatombe de la televisión pública, cinco canales de TDT de las dos empresas privadas que forman el duopolio televisivo español, Atresmedia y Mediaset, se fueron a negro la noche del lunes. El Tribunal Supremo los declaró ilegales al no haberse otorgado por concurso, tal como exige el Art 27.5 de la Ley General Audiovisual que traspone las Directivas Europeas de Obligado Cumplimiento.

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Atresmedia y Mediaset han puesto el grito en el cielo. Y han utilizado los canales con que manejan el cotarro audiovisual español (Telecinco, Antena 3, La Sexta y Cuatro) para emitir spots y lanzar consignas en defensa de asuntos tan sagrados como la libertad de expresión o la pluralidad. Sí, consignas en defensa de la libertad de expresión y de la pluralidad desde un duopolio, con dos cojones.

Los ciudadanos también han estallado. ¿Para evitar la destrucción de la televisión pública española? No, por favor, por el cierre de los cinco canales privados. La web de televisión Vertele.com ha reunido más de 140.000 firmas, que ha entregado al Gobierno de Mariano Rajoy, contra el cierre de estas TDT.

Nadie recoge firmas contra la manipulación y la mala gestión de TVE, nuestra televisión, la única que no es un negocio privado. A nadie parece importarle que empresas de Lara y Belusconi controlen el mapa audiovisual español. Así las cosas, el gran problema de la televisión en España es que se han cerrado cinco canales de segunda división que no habían sido otorgados como tenía que ser, es decir, por concurso. El mundo al revés.

Pongo la televisión y tiro de mando a distancia. Recorro la parrilla entera. Sin ningún problema cerraría la mitad de las cadenas que puedo ver, sin ningún temor a que se resienta ni la libertad de expresión, ni la pluralidad. Es más, creo que con menos televisiones seríamos más libres.

Cierren más canales de televisión. Por un pueblo más culto, más crítico y con un ocio de mayor calidad.

Un motivo para NO ver la televisión
 
Un día de fuego.
Autor: Beppe Fenoglio.
Editorial: Sajalín.
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Tras disfrutar de “El partisano Johnny”, la crónica de Beppe Fenoglio sobre la lucha de jóvenes antifascistas en las colinas del norte de Italia, el lector sin duda sentirá la necesidad de profundizar en la obra de este escritor nacido en el Piamonte en 1922. “El partisano…” es la gran historia sobre la resistencia italiana, una narración épica y de iniciación, que describe con un estilo difícil de definir, entre experimental y poético, las vidas de los jóvenes que crecieron enfrentándose a nazis y fascistas. Un libro inolvidable, un autor a descubrir.

Por eso la publicación, también en la maravillosa editorial Sajalín (ni un solo título mediocre), de los cuentos completos de Fenoglio, supone una gran noticia.

“Cuentos completos de Beppe Fenoglio”. Así se subtitula este “Un día de fuego”, fantástico tomo de casi 700 páginas con narraciones breves divididas en cuatro grandes temas: la guerra civil, la posguerra, la parentela y el pueblo, y la fantasía. El partisano que había en Fenoglio vuelve a estar presente en la primera parte del libro, en la que se recupera toda la intensidad y la pasión de “El partisano Johnny”. Son los mismo héroes inadaptados, que luchan primero por sobrevivir a la contienda, y luego por reincorporarse a una sociedad desorientada. Esa sociedad golpeada que intenta levantarse, y que fascina a un escritor que se sumerge con naturalidad en las peripecias de una vida intensa que le marcó profundamente. No hay una sola página sin un gran personaje, sin una historia repleta de humanidad, sin una descripción brillante del ánimo colectivo de una sociedad primitiva.

Fenoglio es grande porque no pretende explicar el mundo, resolver el conflicto. Se limita a conceder voz a los débiles, defender la libertad y entender la moral rural. No juzga a los personajes, les protege. Es un escritor del pueblo que huye de de la sofisticación y el artificio. Un placer solo comparable al que proporcionan Carver, Chéjov o Hemingway. Imprescindible.

Tirano banderas

El Gobierno ha demandado a 80 alcaldes catalanes por no izar la bandera española en sus ayuntamientos. Poco importa a Mariano Rajoy y a sus chicos si estos consistorios han sido reformados con dinero negro, si sus ex tesoreros tienen cuentas en Suiza, si sus concejales han recibido sobresueldos o si en sus terrenos se han construido aeropuertos sin aviones. Lo preocupante es que estos peligrosos rebeldes soberanistas se nieguen a colgar la bandera española, una grave amenaza para la unidad de España.
Tirano banderas, la cumbre del esperpento. Esa “estética sistemáticamente deformada” de que hablaba Valle-Inclán.
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Porque resulta que la unidad de España y de los españoles depende de un trapo. No de la corrupción rampante, de un paro estremecedor o de la inutilidad de unos políticos para transmitir confianza. No. España depende de sus símbolos. De una bandera colgada de un mástil. O de un muñeco de madera. O de una medalla de oro y grandes cruces. Lo dicen aquellos que saben de política. Aquellos que ondean banderas en los balcones de sedes pagadas con dinero mafioso, que se abrazan por detrás a la estatua del apóstol Santiago, que cuelgan la medalla de Oro de la Comunidad de Madrid a Antonio María Rouco Varela, cardenal arzobispo y hasta hace cuatro días presidente de la Conferencia Episcopal.
Los que amenazan la unidad de España son los peligrosos secesionistas que se niegan a izar una bandera en la que no creen. Los patriotas son aquellos que pagan y cobran en diferido, que tienen una contabilidad en B, que destruyen pruebas y dificultan la labor de la justicia, que proponen una Ley de Seguridad Ciudadana inconstitucional, que suben los impuestos que prometieron bajar, que amnistían a los defraudadores, que salvan a los bancos con el dinero de los ciudadanos, que suben las pensiones un paupérrimo 0,25%, que recortan el dinero para becas, que consienten un paro del 26%, que permiten que la Iglesia siga sin pagar IBI, que llevan al CSIC a la ruina, que suben el IVA de la agonizante cultura hasta el 21%, que recortan en educación y sanidad públicas, que gobiernan sin haber sido votados, que nos hacen retroceder con una ley del aborto intolerable, que conceden cientos de indultos al año sin argumentos, que huyen de la policía arrollando motocicletas, que malgastan millones que no son suyos en televisiones que utilizan para su propaganda… Estos son los patriotas. Y los que no quieren poner la banderita en el ayuntamiento, nuestro verdadero problema. ¿Lo tiene usted claro?
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P.D.
“Así es la cara del hijo de Casillas”. Leo este titular en varios medios de comunicación. Fantástico, por directo, por informativo. El portero del Real Madrid ha colgado una foto de su hijo. Increíble. El bebé tiene dos bracitos, dos orejitas, una boquita, una naricita… Viste un pijama gris clarito y esta tumbado sobre una sábana de rayas. “En estos momentos, esta foto está dando la vuelta al mundo”, dicen. En algunos medios le tapan los ojos, en Antena 3 le pixelan todo el rostro. El niño es una mancha, un huevo frito aplastado. Gran información. Gran periodismo.
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Un motivo para NO ver la televisión
 
Terry “Harmonica” Bean
Cd: Catfish Blues.
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Terry “Harmonica” Bean es un bluesman relativamente joven que toca country blues tradicional. Nació en Pontotoc, Mississippi, y es habitual de los festivales del género en Estados Unidos. Tampoco es difícil verle con su guitarra y su armónica en la calle, mezclando temas propios con clásicos del cruce de caminos.
Este “Catfish Blues” es el séptimo disco del hijo de Eddie Bean, también bluesman. Terry aprendió los doce compases mientras jugaba al béisbol, convirtiéndose en un one-man-band que hacía percusión con los pies sobre una tabla. Actualmente sus blues suenan respetuosos, con un toque personal, algo que las enciclopedias denominan “modern old-fashioned”.
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La vida es desigual

Un spot de la marca de ropa Desigual, famosa por sus agresivas campañas, está causando polémica. Ya se que de eso se trata, que precisamente eso es lo que pretenden, que ese es el objetivo de la publicidad. En 30 segundos se puede ver a una joven sonriente hasta la necedad probándose ropa con un cojín en la tripa, simulando estar embarazada. De pronto coge un alfiler y, sin dejar de reír, pincha unos preservativos: decide unilateralmente que su sueño se cumpla. “Feliz día de la madre”, se puede leer entonces en la pantalla, justo antes de una última frase: “La vida es chula”.
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Reconozco que me costó cierto trabajo entender el mensaje del anuncio en cuestión. ¿Si compras ropa de esta marca podrás ser tan idiota como para pinchar unos condones mientras te descojonas de risa? ¿Es Rouco Varela el cerebro de esta transgresora campaña publicitaria? ¿No hubiese sido mejor cambiar la frase final, “La vida es chula”, por otra que diga “La vida es lo que Dios tenga a bien enviarnos”? El colectivo Mujeres de CCOO ha tenido menos paciencia y ha estallado: “Basta de publicidad del siglo XIX. Retirada del anuncio de Desigual por denigrante y sexista, y de toda la publicidad que perpetúa roles y denigran a las mujeres”.
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Alan Weisman, periodistas medioambiental de referencia, contaba en una entrevista en El País que “Cada cuatro días y medio, hay un millón de personas más en el mundo. No es sostenible”. Y ofrecía la solución: control de natalidad. Anticonceptivos. “250 millones de mujeres no tienen acceso a ellos, aunque querrían”, asegura el autor del libro “La cuenta atrás” (Debate).
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Pues mientras 250 millones de mujeres sueñan con poder utilizar preservativos, con poder controlar la natalidad, en el primer mundo bromeamos con pinchar condones, con el día de la madre y con lo chula que es la vida. Definitivamente, la especie humana es quien impide que este planeta tenga futuro.
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Un motivo para NO ver la televisión
 
Boxcar Bertha
Autor: Ben Reitman.
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Boxcar Bertha fue una hermana de la carretera. Es decir, una vagabunda, una buscavidas, una trotamundos, una incansable viajera. ¿De dónde viene su nombre? “Mi madre me dijo que, cuando era una niña y no sabían dónde me había metido, siempre podían encontrarme dentro de un vagón de mercancías. Los niños empezaron a llamarme Boxcar Bertha”. Y con ese mote recorrió Estados Unidos una y cien veces, de norte a sur y de este a oeste, con el bolsillo vacío o con dos dólares cosidos en el dobladillo de los pantalones, escondida con otros hobos en un vagón de tren o haciendo auto stop. Lo importante era estar en la carretera.
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En la primera mitad del siglo XX había entre un millón y medio y dos millones de hobos en Estados Unidos. Una sola mujer por cada doscientos hombres. “Los hobos son hombres y mujeres sin vínculos familiares que viajan en busca de trabajo. Los vagabundos son gentes también sin vínculos familiares y sin un centavo que, como yo misma, yerran por el mundo en busca de emociones y aventuras. Los tirados constituyen, en fin, el último y más reducido grupo, pero también el más problemático: son los adictos al alcohol y a las drogas que han perdido todo sentido de las respetabilidad”.
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Las ciegas con cegatas, las sordas sorderas, las mudas simplonas, las mancas zurdas, las cojas patapalos, las que tiemblan por el alcohol o son epilépticas, meneitos. Las fantasmas, aquellas muy pálidas que imitan a las tuberculosas. Las descoyuntadas, aquellas capaces de desencajarse algún miembro para mendigar. Supervivientes. Personajes capaces de hacer grandes cosas, y otras “que ni el hijo de Dios ni el de los hombres deberían contemplar jamás” (Oscar Wilde).
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Este libro cuenta los vagabundeos de una mujer explosiva, en una autobiografía que “no es la de un personaje realmente existente… sino construida como un collage de treinta años de historia hobo”. Fascinante desde la primera página, esta obra está repleta de retratos de personajes marginales, de líderes revolucionarios, de supervivientes, de norteamericanos alternativos que apostaron por otra forma de vida. Es un grandioso homenaje a las mujeres que buscaron desesperadamente la libertad, que se lanzaron a los caminos buscando aventuras y emociones.
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Un libro para leer con Woody Guthrie sonando de fondo, cuyo concepto vital se resume en una frase de Franklin Jordan: “Allí donde hay una lucha por la libertad de expresión, por los derechos de los trabajadores, o una manifestación contra el desempleo, allí estoy yo”.
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Guardiola, ese pringado

El fútbol es uno de los pilares de la televisión. El pasado martes el minuto más visto del día, con 11.575.000 espectadores y un 51,8% de cuota de pantalla, correspondió al partido entre el Bayern de Munich y el Real Madrid. ¡Más de once millones de personas pendientes de la pantalla!
Si el fútbol interesa tanto como parece al telespectador, ¿Por qué no hay buenos programas de fútbol en televisión? Gratis, digo. La mayoría de los espacios futboleros de Canal +, con Robinson o Maldini, son muy dignos. En abierto, sin embargo, todo es basura. Sensacionalismo, griterío, tertulianos partidistas sin un mínimo criterio. La barra de un bar, llena de borrachuzos, trasladada a la pantalla. Un ejemplo de este despropósito es “Jugones”, el programa de fútbol de mediodía en La Sexta que presenta un hooligan llamado Josep Pedrerol.
“Jugones” arranca con un editorial. El tal Pedrerol se marca un monólogo que debe resultar, de manera inevitable, polémico, agresivo, irrespetuoso, malencarado, gañán. Un ejemplo: el día después del Bayern-Madrid, con el equipo de Ancelotti clasificado para la final de la Champion, el presentador hizo este discurso: “Pep Guardiola es el gran fracasado, su soberbia le ha pasado factura. El fútbol no lo inventó Guardiola, el de la falsa modestia”. Y así durante unos minutos, cebándose de forma excesiva con Guardiola, lanzando opiniones claramente sesgadas, buscando la provocación, rozando el insulto. ¿El motivo de semejante despropósito? La audiencia, imagino.
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Guardiola se ha convertido, tras perder con el Madrid, en el objetivo de la prensa rosa del balón. Le estaban esperando. El gran estratega, el maestro del fútbol de toque, el tipo educado en todo momento, el que habla inglés, italiano y aprende alemán, resulta incompatible con buena parte del ganado futbolero. Se la tenían guardada. Y a la primera de cambio han sacado los cuchillos: “el gran fracasado, el de la falsa modestia”, dice un Pedrerol que, pobre, jamás le llegará a la altura de los zapatos al entrenador catalán.
En “Jugones”, como en los programas del corazón, buscan la polémica, el escándalo, la víscera. Son el “Sálvame” del fútbol, con grandes dosis de cotilleo y maledicencia y sin apenas periodismo. Una lástima que en un país que reverencia el balompié no se pueda ver un programa decente sobre este deporte. Ni siquiera el legendario “Estudio Estadio”, con sus imprescindibles resúmenes de la jornada, es lo que era.
Y es una pena, porque el fútbol tiene todo tipo de público, de seguidores. El que lanza plátanos a los jugadores, como veíamos en el post de ayer. Y el que lee a Eduardo Galeano en los descansos. Por eso existen diarios deportivos de medio pelo, como As, Marca, Mundo Deportivo o Sport, y revistas con un gran nivel, como Líbero o Panenka. Por eso es lamentable no poder ver ningún programa digno en abierto, y tener que buscar refugio en las previas y los post partido de Canal +, y en sus excelentes “El día del fútbol”, “El día después” o “Fiebre Maldini”.
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