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Fútbol

Cuando un hombre ve más de cinco partidos de fútbol en una semana se le puede considerar intelectualmente muerto, sin vida cerebral. No es un chiste feminista, es la cruda realidad. Ahí tienen a Rajoy. Le cuento esto porque esta semana nuestra televisión está que lo tira: ni un solo día sin partido de liga. De lunes a lunes, fútbol cada tarde-noche en la pantalla. Futboleros, disfruten de esta sobredosis porque los tiempos están cambiando y lo bueno no dura siempre.

En el PP dicen que el partido en abierto es intocable, pero también dijeron durante la campaña electoral que “lo que necesita España no es facilitar el despido sino fomentar la contratación”. Y el gran Pedro J deja caer en la redes sociales una de esas noticias que hacen que El Mundo sea competencia directa de El Mundo Today: “Una televisión siria acusa al Barça de colaborar en el contrabando de armas”. Con dos cojones.

¿Dispara Messi con fuego real? No, son fuegos artificiales. En el fútbol español la verdadera noticia, la chicha, no está ni en los goles de Messi, ni en el ego de Mouriño, ni en el amarillismo de Pedro J. Está en la deuda. Los clubes deben a Hacienda 752 millones de euros, 150 millones más que hace cuatro años. Si usted es charcutero, y no paga a la Agencia Tributaria, en cuatro días tiene las cuentas embargadas y a la policía llamando a la puerta de su casa para decomisarle las barras de choped. Sin embargo, si usted es presidente del Atlético de Madrid, el equipo más endeudado de España (120 millones de euros), le mandan a la policía, sí, pero para poner orden en las entradas y salidas del estadio, y le darán una palmada en la espalda cuando, siendo tan sumamente moroso, se gasta 40 millones en Falcao.

¡Plof! Esto huele a burbuja. Y eso que el 85% de la deuda de los equipos está aplazada, en virtud de diferentes acuerdos alcanzados por los dirigentes de los equipos con la Agencia Tributaria. Que sea el charcutero quien pide el aplazamiento…

P.D.

Hablando de plofs y charcuteros: Jaume Matas condenado a seis años en el primer juicio del “caso Palma Arena”. ¿Amnistía o quince días en chirona? Se admiten apuestas.

La cosa no termina ahí. Antonio Alemany, periodista, ha sido condenado a tres años y nueves meses por prevaricación, falsedad, malversación de caudales públicos y tráfico de influencias. Entre 2003 y 2007 Alemany recibió casi medio millón de euros de Matas, como pago por escribirle los discursos y alabarle en el diario El Mundo. Por una u otra razón, este Pedro J es la salsa de la profesión…

 

Un motivo para NO ver la televisión

Alí y Nino

Autor: Kurban Said.

Editorial: Libros del Asteroide.

La faja publicitaria de este libro podría tener un efecto contrario al buscado: que algún lector potencial se asustase al leer frases como “El libro más importante de la literatura de Azerbaiyan” o “Ambientada en Asia a principios del siglo XX”. Tranquilos. “Alí y Nino” es nada más y nada menos que una historia de amor, de corte clásico pero con una sorprendente modernidad en sus planteamientos, reflexiones y conclusiones. Y una excelente traducción: “Todas las tardes, las muchachas van a la fuente. Todas las tardes, al fondo de la plaza, están sentados los hombres jóvenes, y así es como nace el amor en Oriente”.

“Alí y Nino” es la historia de amor entre el aristócrata musulmán Alí y la princesa ortodoxa Nino. Pero también un libro de aventuras y de viajes, de conflicto y de convivencia, de supervivencia y de tolerancia. “Aquí estamos, los representantes de los tres mayores pueblos del Cáucaso: una georgiana, un musulmán, un armenio. Nacidos bajo el mismo cielo, soportados por la misma tierra, distintos y a la vez uno: como las tres personas divinas. A la vez europeos y asiáticos, recibimos de Occidente y de Oriente, y a los dos damos”.

Un gran cuento, con una pareja protagonista y varias culturas actuando como extras, que fascinará a quienes disfrutan con Las mil y una noches, pese a no derrochar sexo y fantasía. Y tener lugar durante la primera guerra mundial en Bakú, ciudad a orillas del Caspio próspera gracias al petróleo. Buena culpa la tiene el ambiente exótico, tan rico como la encrucijada de nacionalidades que circulan por estas páginas inagotables: musulmanes, armenios, cristianos, judíos… Conviven a duras penas, luchan por lo que consideran suyo, y hasta tienen tiempo para el humor: “Entonces mi padre se levantó, me cogió la mano y dijo, con una voz súbitamente temblorosa y ahogada: ´Pero una cosa te suplico: ¡No te metas en política! Haz lo que quieras, pero nada de política`”.

Una pequeña obra maestra.

Pincha para leer el primer capítulo

La última corrida

La Monumental vivió su última tarde de toros. Desde la retirada de Nacho Vidal los medios no utilizaban con tanta alegría el término “última corrida”. Hay motivo para el jorgorio: Cataluña queda libre de tortura. Bueno, de casi toda, porque ahí siguen los correbous… La caverna, habitualmente en tendido de sombra, sale a la luz con la artillería preparada para defender algo mucho más importante que un festejo taurino: la unidad nacional. “Han cerrado los tendidos que se iban a convertir, en cuanto a canto de libertad, en lo que dicen que fue el Nou Camp durante el franquismo”, escribió David Gistau en El Mundo. “Les molesta España”, aseguró, con lágrimas en los ojos, el torero catalán Serafín Marín. “Es todo política: no quieren toros porque es un producto español”, dijo anoche el ganadero Cristian Mansilla en “Salvados” (La Sexta).

¿Libertad? ¿España? ¿Política? Es curioso comprobar cómo, cuando hablan de la desaparición de las corridas en Cataluña, a muchos toreros, columnistas y hasta periodistas se les llena la boca con palabras grandiosas. La razón es muy sencilla: resulta mucho más fácil manipular cuando invocas  sentimientos ancestrales y fronteras sagradas. Pero no se confundan, solo se trata de acabar con la tortura. Olviden España, la libertad, la política y el castellano. Tortura. Nada más y nada menos. Otro día si quieren hablamos del catalán y el castellano, o de la política y la unidad de España. Hoy estamos hablando de acabar con la tortura de animales.

Anoche “Salvados” habló de todo esto. “Salvados” no es únicamente un programa de televisión. Es un milagro. Si usted analiza la parrilla, sembrada de apestosa basura, se dará cuenta del mérito que tiene mantener vivo un programa de estas características. Periodismo, ironía y humor en un ejercicio de televisión creativa e inteligente absolutamente único. Y con el Follonero al frente, un tipo con talento capaz de manejar con mano de seda a gentuza de la peor calaña. Hace una semana enseñó a Duran i Lleida la foto de la suite que tenía el diputado de CiU en el Hotel Palace: “no me la volvería a hacer”, dijo a modo de justificación el político catalán.

En “Toros, un lío monumental”, el programa de ayer domingo, el Follonero trata de explicar el conflicto charlando con todas las partes. Utiliza un recurso tan infalible como escaso, el sentido común, para interrogar a los políticos que han acabado con la tortura. Y a los anti taurinos, a los aficionados, a los ganaderos, al director de La Razón (enorme entrevista breve)… E incluso a Obdulio, el embolador. Y deja que el telespectador saque sus propias conclusiones.

Televisión de lujo. El resto, salvo excepciones, es tortura.

 

Un motivo para NO ver la televisión

El frente ruso.

Autor: Jean-Claude Lalumière.

Editorial: Libros del Asteroide.

Esta es una novela divertida sobre una existencia triste. El mundo de la burocracia, de la empresa, de la mediocridad laboral y la melancolía funcionarial. El protagonista de esta historia ingresa en el cuerpo diplomático y sueña con aventuras y viajes por lugares exóticos, con conocer a gente interesantísima, con el poder y la gloria. Armado con el desproporcionado maletín que le regala su madre, el mirlo blanco se incorpora al departamento de “Países en vías de creación, sección Europa del Este y Siberia”. En la jerga diplomática, el frente ruso. En la realidad, el culo del mundo. El acabose.

Oficinas sin luz natural, jefes ineptos, compañeros adictos a los viajes falsos, secretarias a punto de jubilarse, informáticos freaks… Las ilusiones de nuestro funcionario se desvanecen en unas oficinas grises del centro de París. Se impone la ausencia de ambición, la ineptitud y el fracaso amoroso. Nada que no hayamos visto, en forma de jugarreta fatal del destino, pero contado de manera original, ingeniosa y descarada. Un monumento a la torpeza del hombre escrito desde la ironía más fina y cruel.  Una primera novela tronchante, de principio a fin.

Entrevista con Jean-Claude Lalumière en Pagina 2 (TVE)