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¡Qué pedazo de país tenemos!

Noche del sábado 25 de octubre de 2014. Telecinco estrena programa de actualidad política en prime time. Contraprograman “La Sexta noche”, el exitoso espacio de la competencia. Se llama “Un tiempo nuevo”, y arranca a lo grande: entrevista en directo con el ministro de Hacienda Cristóbal Montoro. Tienen que pasar 40 minutos para que el periodista Fernando Garea le formule la pregunta del millón, esa con la que sin duda alguna debería haber comenzado la entrevista: “¿Le parece a usted bien, como encargado de cobrar los impuestos a los ciudadanos, que su partido tenga una caja B con dinero negro?”. Montoro responde en círculos abstractos, sin decir nada, insultando al telespectador: “Yo he estado ahí, y yo le digo que eso no lo he conocido”.

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Era la pregunta, y había que haberla formulado una y mil veces. Solo un día antes el juez Pablo Ruz había emitido un auto, resolución judicial razonada, en el que se ponía de manifiesto que el Partido Popular había pagado en dinero negro 750.095 euros por unas reformas en su sede de la calle Génova. Una investigación de Hacienda que se añadía a otra anterior, más reformas en otras plantas del mismo local, con otras cifras de gasto, siempre en negro. En total, el dinero pagado en fondos opacos por el PP para las reformas de su sede nacional se eleva a 1,71 millones de euros. Dinero negro, como se lo cuento. Y manejado por el partido que gobierna este país.

“En su partido hay un problema estructural”, dijo Pepa Bueno después de desglosar la larga lista de corruptos del PP. Montoro se atasca, se trastabilla, vacila: “Es que somos muchos… si quiere dedicamos esto a mis sentimientos, pero yo he venido a contar a los españoles en qué gastamos el dinero, yo llego a donde llego. ¿A ustedes ese les parece el primer tema de España? A mi me parece que el primer tema es crear empleo”. Para salir del entuerto, Montoro se enfada. Hace como que se enfada, me temo, todo digno, todo espeso, todo sinvergonzonería. “Me siento mal con muchas cosa, pero muy bien con España. ¡Qué pedazo de país tenemos! Este país se lo merece todo… Y el que lo haga ilícito, que lo pague”.

“La gestión de Bankia forma parte de la bancarrota de España, ¿sí o no?”, preguntó Bueno en repetidas ocasiones al ministro de Hacienda. Y Montoro respondió como si los telespectadores fuésemos idiotas. “¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? Todos somos mayores para ser responsables de nuestros destinos… No vamos a hacernos responsables unos de otros”, dijo el ministro, faltando al respeto a quienes estábamos viendo el nuevo programa político de Telecinco para la noche de los sábados. Una presentadora mostrando cacha, Sandra Barneda, y cuatro periodistas de diferentes pelajes, dos de ellos excelentes (Pepa Bueno y Fernando Garea), entrevistaron a un político patético en su manera de comunicar, increíble en sus justificaciones, lamentable en su análisis. “Los políticos estamos en esto porque da un sentido a la vida”, dijo en medio  de una verborrea surrealista, de un discurso cebolleta.

Viendo expresarse a Montoro se entiende que el Gobierno evite a la prensa, se niegue a dar explicaciones, se oculte tras la montaña de corrupción interna que les consume. Vivimos en un tiempo podrido, y Montoro, por una vez, por una noche, se convirtió en portavoz de la banda que controla el vertedero. “Ha sido un honor estar con todos ustedes. Aquí dejo mi rúbrica…”.

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Justo mientras Montoro teatralizaba un arrebato de dignidad en Telecinco, en La Sexta entrevistaban al Gran Wyoming. En un alarde de inteligencia, La Sexta contraprogramó, un cómico brillante contra un ministro patético, a quienes le contraprogramaban. No hubo color.

¿El resto de la noche? Una batalla por la audiencia no ya entre dos cadenas, sino entre dos grupos, Mediaset y Atresmedia, que se disputan el control político de la noche de los sábados. Griterío. Mediocridad. Inda y Marhuenda. Show. Partidismo. Nada de periodismo. Ketty Garat, de Libertad Digital. Líderes de PP y Podemos acusándose de hacer circo. El socialista Antonio Carmona. Televisión comercial repetitiva, de dudosa calidad, de nulo interés político.

Así las cosas, “Un tiempo nuevo”, el programa que se estrenaba, terminó como empezó, con una entrevista de altura. Bertín Osborne opinando sobre política. Bertín Osborne diciendo sandeces sobre economía, sobre trabajo, sobre Podemos, llamando bolivarianos a los de Pablo Iglesias. Este es el nivel. ¿Un tiempo nuevo? No, el mismo tiempo mediocre de siempre. ¡Qué pedazo de país tenemos!

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LA GUARDIA CIVIL DETIENE A FRANCISCO GRANADOS, EX NÚMERO DOS DE ESPERANZA AGUIRRE EN MADRID, EN UNA REDADA CONTRA LA CORRUPCIÓN

Tiene razón Montoro… ¡Qué pedazo de país tenemos!

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Un motivo para NO ver la televisión

Canciones de amor a quemarropa

Autor: Nickolas Butler.

Editorial: Libros del Asteroide.

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La amistad es para siempre. O debería serlo. Sobre algo tan aparentemente sencillo habla este libro, una apología de la vida simple, de los ambientes rurales, de los círculos cerrados y los amigos de la infancia. Lee, Henry, Kip y Ronny son colegas de toda la vida. Han crecido, jugado, peleado, bebido y vivido, con diferentes suertes, en un pequeño pueblo llamado Little Wing, en la Norteamérica profunda: “Mudaos a Wisconsin. Compraos una estufa de leña y pasad una semana entera partiendo troncos. A mí me funcionó”. Uno podría considerarse un ambicioso hombre de negocios. Otro monta toros en rodeos y calza botas vaqueras. Lee es una estrella del rock, su primer disco da título a la novela, que viaja por todo el mundo con los bolsillos repletos de pasta. El cuarto tiene una granja de vacas lecheras y una familia maravillosa, todo lo que necesita para ser feliz. Cuatro hombres diferentes unidos por los lazos que atan: la tierra, la memoria, la música, ver crecer a los hijos, ver morir a los padres, sentir que estás envejeciendo acompañado de la gente adecuada.

Nickolas Butler, el autor, nació en Pensilvania, pero se crió en Wisconsin, lugar donde sitúa esta novela coral, emocionante, quizá generacional, sin duda inolvidable. Como un Richard Ford más joven, fresco y liviano, que no intrascendente, Butler escribe una pequeña gran novela americana. Una historia que surge de la tierra, echa raíces en el trabajo y crece en las entrañas de unos personajes increíblemente frágiles y tiernos. “América, diría yo, consiste en gente pobre tocando música y en gente pobre compartiendo comida y en gente pobre bailando aun cuando llevan una vida tan desesperante y tan deprimente que ya ni debería haber sitio para la música o para algo de comida extra, cuando no deberían quedarles energías ni para bailar”.

Una canción de amor a la vida, a los espacios abiertos y los pueblos pequeños, a la cerveza compartida y los camaradas inseparables, a las hogueras campestres y los largos y fríos inviernos. Uno de los libros del año, sin ninguna duda.

El árbol caído

“-Tener un hijo, escribir un libro, recoger un árbol.

 -Será plantar.

-Es que vivo en Madrid”. Leído en Twitter.

Es bien sabido que en ocasiones los árboles no dejan ver el bosque. Pero no siempre es así… En Madrid, sin ir más lejos, las ramas podridas que caen sobre los ciudadanos ayudan a contemplar el verdadero problema: el Ayuntamiento cada vez invierte menos en conservación. De la ciudad en general y de la naturaleza urbana en particular.

Escribo a las seis de la tarde del miércoles 17 de septiembre, justo cuando un árbol se viene abajo en la calle San Millán, junto a la Plaza de Cascorro, en el barrio de la Latina. El corazón castizo de Madrid. No ha habido heridos: el sonido de las ramas quebrándose, un quejido, ha advertido a los vecinos que pasaban por el lugar. Operarios del Servicio de Limpieza Urgente (SELUR) limpian las ramas del enésimo accidente que, con las mismas características, tiene lugar en la ciudad en las últimas semanas.

Los árboles, como las aves o los insectos, son un indicador de la calidad de vida y del estado del entorno natural. Un termómetro que nos indica la salud ambiental. Los árboles urbanos nos ayudan a respirar, nos recuerdan de dónde venimos y que un mundo justo, sostenible y solidario está ahí fuera. Los árboles de las ciudades son islas vivas, oasis verdes, testigos de la soledad urbanita, cordones umbilicales que nos mantienen unidos a la Tierra. Los árboles son muy importantes.

Algunos incluso tienen su corazoncito. El quercus palustris que costó al ayuntamiento del pueblo de Pozuelo 104.000 euros se muere. Está mustio. Tiene las hojas amarillentas, medio secas, y buena parte del tronco luce marchito. Es como si estuviese deprimido o melancólico. Yo creo que se muere de vergüenza, quién sabe si de asco. Por lo sucio de su historia. Siete cargos municipales viajaron en 2007 a Bélgica para comprar este roble de los pantanos que ahora agoniza. Era un proyecto del entonces alcalde Jesús Sepúlveda, marido de Ana Mato e imputado por la Gürtel. Un proyecto de parque urbano que adjudicó en 4.570.814 euros y que acabó costando a los ciudadanos 9.610.052. Un 80% más. Normal cuando envías a siete personas a Bélgica a comprar un árbol que cuesta 27.600 euros, cuyo transporte asciende a 7.000 euros, y por el que el ayuntamiento paga un total de 104.000 euros.

Un árbol que nos ayuda a recordar cómo está de podrido el bosque.

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P.D.

Pedro Sánchez, el futuro del nuevo socialismo, llama en directo a Jorge Javier Vázquez para hablar del Toro de Tordesillas (pueblo con alcalde socialista, por cierto). Y por la noche, está en El Hormiguero (Antena 3). No como otros populistas que acuden a tertulias…

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Para compensar la imagen anterior, la fotografía de una mujer leyendo un libro.

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Un motivo para NO ver la televisión

Monasterio

Autor: Eduardo Halfon.

Editorial: Libros del Asteroide.

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Una boda judía. Los dos hermanos mayores de la novia, guatemaltecos, viajan hasta Jerusalén para asistir al evento. El narrador, que es uno de ellos y se reconoce “judío a veces”, lucha contra las contradicciones constantes que le produce el país, la religión, la ceremonia, las costumbres…

La intolerancia le duele. El fanatismo que siente a su alrededor, y que le aplasta como una losa, le hace dudar de su propia identidad. ¿Está en el lugar correcto, en el culto adecuado, entre gente capaz de contemporizar, de vivir los tiempos modernos? La solemnidad le abruma, y la intransigencia le oprime el pecho. En medio de esta explosión de sensaciones y sentimientos se reencuentra con una vieja amiga, una guapa israelí que le obliga a replantearse su historia y desconfiar de sus prejuicios.

Un libro breve pero intenso que habla de las raíces de un hombre, y de cómo tiene que pisarlas, y amarlas, para descubrir su propia identidad, para crecer, para sobrevivir. Una lección de universalidad.

 

Periodismo paralelo

Julio Somoano, director de informativos de Televisión Española, ha contratado a cinco periodistas ajenos a la cadena pública. Y lo ha hecho pese a que en TVE se están produciendo recortes de personal, tienen lugar grandes restricciones económicas y se firman convenios a la baja. ¿Para qué quiere Somoano cinco periodistas externos cuando tiene una redacción magnífica? Pues todo parece indicar que para sentirse arropado por gente con la que ya ha trabajado, profesionales cercanos en los que poder confiar. Quién sabe si ex compañeros de Telemadrid, esa cadena modélica en la que Somoano dirigió y presentó el informativo de las nueve de la noche.

Autor de la tesis de máster “Estrategia de comunicación para el triunfo del Partido Popular en las próximas elecciones generales”, Somoano no termina de confiar en el rigor de los profesiones de TVE a la hora cubrir esas informaciones delicadas que tanto preocupan a los ciudadanos. Ya sabe, desde el caso Gürtel a los papeles de Bárcenas, pasando por los pelotazos en Ceuta y Melilla, los recortes en Sanidad y Educación, el problema catalán o Urdangarín y la trama Nóos. Es posible que busque el rigor fuera, quizá en alguno de los medios donde trabajó con anterioridad.

Somoano ha hundido los informativos de TVE, como están hundidos los informativos de sus colegas de Telemadrid. Hundidos en cuanto a credibilidad, y también en audiencia. No importa. La misión para que fue contratado Somoano no es para hacer unos grandes informativos, periodismo de verdad financiado por unos españoles que necesitan el rigor de una televisión pública de calidad. Somoano fue fichado para telemadrileñizar TVE. Es decir, para poner los informativos de TVE en manos del Gobierno de Mariano Rajoy, como están los de Telemadrid en las de Ignacio González.

Es decir, que Somoano no quiere que en los telediarios se cuenten las cosas como son, sino como le viene bien a Rajoy que sean. Y para eso, en estos momentos tan delicados, tanto para un Gobierno corrupto como para una población atropellada, necesita ayuda externa.

Y es que Somoano en realidad no es un periodista, es un político propagandista disfrazado de informador. Fue nombrado jefe de informativos de TVE para que repitiese en la televisión pública española el trabajo de distorsión de la realidad realizado en la televisión pública madrileña. Su descaro es tal que los trabajadores de TVE han denunciado en asamblea la creación de una “redacción paralela”, circunstancia por la que han mostrado “una enorme preocupación”.

Duplicidad de redacciones. Periodismos paralelos en TVE y Telemadrid. Dos cadenas públicas al servicio del PP.

El Roto

Un motivo para NO ver la televisión

De París a Monastir.
Autor: Gaziel.
Editorial: Libros del Asteroide.

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Gaziel es el seudónimo de Agustí Calvet, periodista catalán que escribió a comienzos del siglo XX algunos reportajes memorables. Director de La Vanguardia entre 1920 y 1936, Gaziel firmó análisis políticos, crónicas de guerra, memorias personales y, por supuesto, libros de viajes. Este “De París a Monastir” reúne pinceladas de lo mejor de su obra en un texto imprescindible tanto para periodistas consagrados como para aspirantes a narradores de la realidad.

El estilo de Gaziel en este libro es claramente periodístico: Gaziel cuenta lo que ve. Y lo hace endiabladamente bien. El viaje comienza en 1915, cuando el protagonista, un tipo tremendamente curioso, ansioso por aprender, sale de París dispuesto a ver, comprender y narrar cómo arranca la Primera Guerra Mundial. Para ello elige la región de los Balcanes. Grecia y Serbia son los lugares donde se centra una historia que tiene algo de viaje iniciático, periodísticamente hablando, los laterales de un conflicto que Gaziel analiza desde la proximidad.

“Un prosista eficaz, elegante, con un sobrio equilibrio entre lo dramático y lo irónico”, escribió de él Félix de Azúa. Y así queda claro en este “De París a Monastir”, la crónica elegante y perfectamente equilibrada entre información y opinión que, pese a estar publicada en 1917, se lee como si hubiese sido escrita hace solo unas semanas. Un clásico del periodismo atemporal y de la literatura viajera.

Premios Talento

El acontecimiento televisivo del fin de semana ha sido, sin ninguna duda, el enésimo regreso de Belén Esteban a Telecinco. Tras seis meses “en el taller”, como diría el campechano Juan Carlos, y con un excelente aspecto físico (ver foto), la princesa del populacho aterrizó en “Sálvame Deluxe” para recordarnos en qué país vivimos, cuál es el nivel intelectual y moral que disfrutamos, y hasta que punto es recomendable es nuestra televisión. Contando alguna miseria de su Andreita, un par de detalles de sus adicciones y cuatro intimidades familiares más, Esteban consiguió una audiencia record del 25.7% y 3.113.000 de espectadores.

Sin duda avergonzado por su responsabilidad en todo este desastre humanitario, Paolo Vasile ha rechazado el Premio Talento que le acaba de conceder la Academia de la Televisión. “La coherencia me impide aceptarlo”, ha dicho el consejero delegado de Telecinco. Y por una vez estoy completamente de acuerdo con el señor Vasile. Podría aceptar con orgullo y satisfacción el Premio Basura, o el Premio Grandes Audiencias, o incluso el Premio Enormes Beneficios Económicos. ¡Pero el Premio Talento! Cualquiera que haya tenido la desgracia de ver media hora de la programación de Telecinco comprenderá que no viene a cuento, y que su renuncia a aceptarlo no solo le honra, sino que sugiere que pueda quedarle un ápice de decencia.

Pero cuidado, porque si usted termina de leer la noticia comprenderá que no es así. Paolo Vasile rechaza el Premio Talento no porque se avergüence de su descomunal aportación al embrutecimiento de los españoles, solo comparable a la del ministro Wert, sino porque no está de acuerdo con un sistema de votaciones que, dice, “desconoce sistemáticamente grandes éxitos de las televisiones privadas”.

Otro día, si quiere, hablamos de la utilidad de la Academia de las Ciencias y la Artes de la Televisión.

P.D.

Entrevista con Pablo Motos, presentador de “El Hormiguero” (Antena 3), en XL Semanal, el suplemento dominical de ABC. No sé muy bien si estamos ante un Premio Talento o ante un merluzo integral… “Yo era muy niño y todo el edificio tenía la tele en color, menos nosotros… Calculé que si tiraba la tele al suelo, como mucho me podían estar pegando 30 o 40 segundos y, a cambio, tendríamos en breve una tele en color. Y lo hice. Quiero decir en mi favor que ahora intento compensar lo rebelde que fui de niño y procuro que se sientan colmados de todas las formas posibles, tanto mi padre como mi madre”.

 

Un motivo para NO ver la televisión

El complot mongol

Autor: Rafael Bernal.

Editorial: Libros del Asteroide.

¡Pinche Bernal! El escritor mexicano publicó en 1969 una novela que se adelantó no ya a su tiempo, sino a nuestro tiempo. Porque “El complot mexicano” habla de la corrupción en todas sus formas. Corrupción económica, corrupción política, corrupción policial, corrupción individual y colectiva… Libros del Asteroide recupera esta pieza histórica, y le añade un prólogo de Yuri Herrera y un posfacio de Élmer Mendoza.

“Si de chico fui a la escuela / y de grande fui soldado / si de casado cabrón / y de muerto condenado / ¿Qué le debo al sol / por haberme calentado?”, recita el protagonista de la novela, el policía Filiberto García, recordando las palabras de un paisano de Michoacán. Resumen el México DF de los sesenta, despiadado y violento. Filiberto, que se considera un fabricante de muertos, se ve involucrado en una investigación surrealista. Sus superiores, que sospechan que un grupo de chinos planea asesinar al presidente de los Estados Unidos durante una visita al DF, le encargan impedir el atentando en colaboración con agentes del FBI y el KGB.

Filiberto, un policía tradicional acostumbrado a trabajar solo y de manera violenta, tarda en acostumbrarse a Laski y Graves, sus nuevos compañeros de aventuras. Una china joven y guapa, a la que no acaba de entrar como quisiera, pinche maricón, termina de enredar la vida de nuestro anti héroe. El resultado es un thriller tremendamente original, en ocasiones violento, a veces tragicómico, siempre sorprendente. Una delicia.

Pincha para comenzar a leer “El complot mongol”.