Este verano, en la boda de un amigo común, tuve la oportunidad de conocer a Ignacio Medina, director del show de Cuatro “Frank de la Jungla”. No parecía muy contento con el post que le dediqué a la primera temporada de su programa, y con cara de pocos amigos vino a decirme que no tenía ni idea de televisión. “La televisión es espectáculo”, sentenció. Después de ver anoche el primer programa de la segunda temporada de “Frank de la jungla” debo reconocer que Medina tenía razón: la televisión es espectáculo. En este caso un espectáculo amarillo, sórdido, repetitivo, macarra y nada edificante. Una mierda de espectáculo, para que usted y Medina me entiendan. La segunda temporada de “Frank…” comienza como terminó la primera: con un ignorante energúmeno maltratando a una serpiente protegida en una pantomima, entonces de estrangulamiento y ahora de picadura mortal. Teatro del malo, televisión chusca, espectáculo, sí, pero deprimente y embrutecedor.
“La gente nos critica por haber grabado eso”, dice Medina en una entrevista en Cuatro. Normal. Están dando un ejemplo nefasto con sus numeritos sensacionalistas, interviniendo en la vida de animales salvajes, acorralando y manipulando a seres que en condiciones normales se limitan a huir. En España un programa como éste no podría grabarse, afortunadamente: la fauna salvaje está protegida. Recupero el espíritu del antiguo post para recordar que con los animales no se juega. Que a los animales no se les veja, no se les estresa, no se les ridiculiza, no se les utiliza comercialmente. Ni siquiera para tratar de ofrecer “espectáculo” en televisión.
En demasiadas ocasiones el término “espectáculo” se utiliza para justificar otro, “telebasura”, que no es otra cosa que conseguir grandes audiencias a cualquier precio. Sucede en “Frank de la jungla” y sucede, de manera diferente pero no tanto, en esa picadora de carne humana llamada “La noria”. El pasado sábado comenzó su quinta temporada, cumplió cuatro años en antena, celebró los 200 programas, sobrepasó las 1000 horas de emisión en directo… Y lo hizo a lo grande, con un José Luis Moreno que, en plan perroflauta, habló de las lágrimas de los pobres y de los impuestos de los ricos. Después continuaron con la cochambre (puede llamarle “espectáculo”) habitual: sesgadas visiones de temas de actualidad, debates basura entre periodistas acabados y famosetes de medio pelo (Melchor Miralles y María José Cantudo analizando el poder de los mercados), entrevista a la protagonista de la última portada de Interviu…
¿Espectáculo en estado puro? No, la peor televisión posible. Sobre todo cuando pensamos que a la misma hora que Telecinco defecaba “La noria”, en La 2 (TVE), la televisión de todos, se podía disfrutar de un enorme, vibrante y emocionante documental sobre la fotógrafa Annie Leibovitz dirigido por su hermana menor. El espectáculo no está en tarzanes de pacotilla o talk shows humillantes. El espectáculo está, mire por donde, en la televisión pública.