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Llamadme conspiranoico

Durante el debate a nueve que tuvo lugar la noche del pasado miércoles en La 1 (TVE) se produjeron algunos cortes de audio, siete largos segundos, que impidieron seguir con normalidad el discurso de Antonio Hernando, representante del PSOE. Fueron las únicas interrupciones que se produjeron durante el programa. ¿Adivina usted de qué estaba hablando Hernando cuando tuvo lugar el fallo técnico? Pues exactamente de eso, amigo malpensado: de los papeles de Bárcenas, de los sobres con dinero B de Rajoy, de la corrupción instalada en las entrañas del PP…  

Llamadme loco, antisistema o, mejor aún, conspiranoico, pero creo que TVE, la televisión pública, el medio de comunicación de todos los españoles, no está siendo todo lo neutral que debería ser en esta campaña electoral. Y no solo porque tuviese que intervenir la Junta Electoral Central (JEC), que les obligó a emitir el debate a nueve a las 22:15, en horario de máxima audiencia, y no a medianoche como había previsto la cadena. ¿Arrinconando la política, escondiendo las alternativas, silenciado a los nuevos partidos? No, por favor, era por no cambiar de hora el programa de Bertín Osborne.

Ayer me acosté con Hernando pidiendo, a trompicones, entre ruidos y silencios, con interrupciones, la inhabilitación de Mariano Rajoy por corrupto: “Durante mucho tiempo Bárcenas y el Partido Popular fueron lo mismo”. El debate a nueve, una jaula de grillos con sonido capado. Y esta mañana me he levantado con Mariano Rajoy diciendo, en la misma cadena pero con un excelente sonido, que “España es hoy un pedazo de país”. María Casado masajeando en “Los desayunos de La 1” a un Rajoy que a estas alturas de campaña tiene que tener la espalda como una pista de curling.

Puede que sea un simple fallo técnico, pero es difícil de creer. La credibilidad de TVE está por los suelos. La presencia de ese personaje llamado Julio Somoano, autor de un trabajo fin de máster titulado “Estrategia de comunicación para el triunfo del Partido Popular en las próximas elecciones generales”, al frente del debate a nueve era toda una declaración de principios por parte del Ente. Si yo fuese director de TVE me daría una vergüenza insoportable, un asco terrible, elegir al hombre que escribió “Estrategia de comunicación para el triunfo del Partido Popular en las próximas elecciones generales” como moderador de un debate político en una televisión pública. Llamadme conspiranoico.

P.D.

Nacho Villa, viejo amigo de este blog desde sus días de tertuliano, director de la Radio y la Televisión Pública de Castilla-La Mancha durante el gobierno de Cospedal, se gastó más de 136.000 euros en cuatro años con las dos visas del Ente público“Representación y gastos de empresa, totalmente justificados y normales en cualquier radio y cualquier televisión pública donde el director general está yendo y viniendo por toda la comunidad”, dice Villa de estos gastos, que incluyen compras en tiendas de Louis Vuitton, comidas en restaurantes con Estrellas Michelin y habitaciones en hoteles de cinco estrellas. Lo normal.

Villa-Cospedal

Un motivo para NO ver la televisión

La casa.

Autor: Paco Roca.

Editorial: Astiberri.

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Paco Roca es un genio de la narración, uno de esos elegidos capaces de convertir una historia minúscula en una gran historia. Lo ha hecho con anterioridad, en maravillas como “Arrugas”, “El invierno del dibujante” o “Los surcos del azar”. Y lo hace de nuevo con “La casa”, una humilde narración sobre el tiempo, la memoria, la familia, las higueras, los silencios, las comidas de los domingos, las pérgolas y la felicidad. Una pequeña gran historia sobre la vida y alrededores.

“¿Tú crees que mi padre tuvo una vida feliz?”, pregunta José, el hijo mediano de Antonio, a su chica. Están en la casa de campo familiar. El lugar favorito de su padre, muerto un año antes. Recogen basura, arreglan mangueras, riegan almendros, tiran ropa vieja, levantan muros caídos y pintan paredes desconchadas. Desde una ventana se ve el mar. Los tres hermanos re reúnen porque quieren vender el chaletito: desde que dejaron de ser niños no lo visitan. ¿Una vida feliz? preguntaba José. “¿Cómo se calcula eso? Imagino que depende de las ambiciones que cada uno tenga, ¿no”, responde ella. “Quizá se trate más de lo que hemos hecho que de lo que nos ha quedado por hacer”.

En “La casa” Roca permite ver el paso del tiempo en horizontal, ordenado en viñetas, desmenuzado en pequeñas cosas, y por supuesto a todo color. Un tiempo que primero nos arrulla, después nos zarandea como ramas viejas y finalmente nos engulle. El tiempo de recordar al padre, los lazos que nos unen, y también la niñez construída alrededor de cosas sencillas, los pequeños placeres de la juventud, y finalmente la pérdida, la nostalgia de la madurez. El valor de los recuerdos.

“A medida que envejezco siento que el único tema de la literatura -y probablemente de todo lo demás- es el paso del Tiempo”, escribe Fernando Marías en un epilogo que ayuda a recobrar el aliento. Un libro mágico sobre la sencillez y el adiós, con evidente carácter autobiográfico, en el que Paco Roca se confirma como un narrador sublime. Afortunadamente las cosas le suceden a quien sabe contarlas.

 

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Periodismo paralelo

Julio Somoano, director de informativos de Televisión Española, ha contratado a cinco periodistas ajenos a la cadena pública. Y lo ha hecho pese a que en TVE se están produciendo recortes de personal, tienen lugar grandes restricciones económicas y se firman convenios a la baja. ¿Para qué quiere Somoano cinco periodistas externos cuando tiene una redacción magnífica? Pues todo parece indicar que para sentirse arropado por gente con la que ya ha trabajado, profesionales cercanos en los que poder confiar. Quién sabe si ex compañeros de Telemadrid, esa cadena modélica en la que Somoano dirigió y presentó el informativo de las nueve de la noche.

Autor de la tesis de máster “Estrategia de comunicación para el triunfo del Partido Popular en las próximas elecciones generales”, Somoano no termina de confiar en el rigor de los profesiones de TVE a la hora cubrir esas informaciones delicadas que tanto preocupan a los ciudadanos. Ya sabe, desde el caso Gürtel a los papeles de Bárcenas, pasando por los pelotazos en Ceuta y Melilla, los recortes en Sanidad y Educación, el problema catalán o Urdangarín y la trama Nóos. Es posible que busque el rigor fuera, quizá en alguno de los medios donde trabajó con anterioridad.

Somoano ha hundido los informativos de TVE, como están hundidos los informativos de sus colegas de Telemadrid. Hundidos en cuanto a credibilidad, y también en audiencia. No importa. La misión para que fue contratado Somoano no es para hacer unos grandes informativos, periodismo de verdad financiado por unos españoles que necesitan el rigor de una televisión pública de calidad. Somoano fue fichado para telemadrileñizar TVE. Es decir, para poner los informativos de TVE en manos del Gobierno de Mariano Rajoy, como están los de Telemadrid en las de Ignacio González.

Es decir, que Somoano no quiere que en los telediarios se cuenten las cosas como son, sino como le viene bien a Rajoy que sean. Y para eso, en estos momentos tan delicados, tanto para un Gobierno corrupto como para una población atropellada, necesita ayuda externa.

Y es que Somoano en realidad no es un periodista, es un político propagandista disfrazado de informador. Fue nombrado jefe de informativos de TVE para que repitiese en la televisión pública española el trabajo de distorsión de la realidad realizado en la televisión pública madrileña. Su descaro es tal que los trabajadores de TVE han denunciado en asamblea la creación de una “redacción paralela”, circunstancia por la que han mostrado “una enorme preocupación”.

Duplicidad de redacciones. Periodismos paralelos en TVE y Telemadrid. Dos cadenas públicas al servicio del PP.

El Roto

Un motivo para NO ver la televisión

De París a Monastir.
Autor: Gaziel.
Editorial: Libros del Asteroide.

De paris...

Gaziel es el seudónimo de Agustí Calvet, periodista catalán que escribió a comienzos del siglo XX algunos reportajes memorables. Director de La Vanguardia entre 1920 y 1936, Gaziel firmó análisis políticos, crónicas de guerra, memorias personales y, por supuesto, libros de viajes. Este “De París a Monastir” reúne pinceladas de lo mejor de su obra en un texto imprescindible tanto para periodistas consagrados como para aspirantes a narradores de la realidad.

El estilo de Gaziel en este libro es claramente periodístico: Gaziel cuenta lo que ve. Y lo hace endiabladamente bien. El viaje comienza en 1915, cuando el protagonista, un tipo tremendamente curioso, ansioso por aprender, sale de París dispuesto a ver, comprender y narrar cómo arranca la Primera Guerra Mundial. Para ello elige la región de los Balcanes. Grecia y Serbia son los lugares donde se centra una historia que tiene algo de viaje iniciático, periodísticamente hablando, los laterales de un conflicto que Gaziel analiza desde la proximidad.

“Un prosista eficaz, elegante, con un sobrio equilibrio entre lo dramático y lo irónico”, escribió de él Félix de Azúa. Y así queda claro en este “De París a Monastir”, la crónica elegante y perfectamente equilibrada entre información y opinión que, pese a estar publicada en 1917, se lee como si hubiese sido escrita hace solo unas semanas. Un clásico del periodismo atemporal y de la literatura viajera.

Aquellos maravillosos años

¿Recuerda usted a Alfredo Urdaci? Ah, qué tiempos aquellos… Alfredo Urdaci fue un tipo que se hizo llamar periodista, que cuando dirigió los informativos de TVE los puso al servicio del Gobierno de Aznar, y que se burló de todos los españoles convirtiendo la televisión pública en un órgano perfecto de manipulación y propaganda. Urdaci fue el necio que pasó a la historia por leer en un informativo aquello de “Ce Ce O O” durante la rectificación de unas informaciones en favor del gobierno emitidas antes y durante la huelga general del 20 de junio de 2002. Cuando terminó su trabajo para el Partido Popular, y tras un periodo de reflexión como monologuista en La Sexta, siguió ejerciendo de mamporrero, sosteniendo entonces los atributos de otro español de bien: El Pocero.

“Estoy en excedencia en TVE y hay días en que el cuerpo me pide volver”, amenazó hace un par de meses Urdaci en El Mundo. Normal. El bueno de Urdaci está viendo cómo Julio Somoano, actual director de informativos de la televisión pública, acaba de nuevo con la credibilidad de TVE para volver a convertirla en un órgano de propaganda del gobierno, y se lo llevan los demonios: “Yo lo podría hacer mejor y más rápido”, pensará el que fuera compañero de Letizia Ortiz.

Quizá Urdaci lo podría hacer mejor, y más rápido, pero desde luego no tan sibilinamente como Somoano. Urdaci era un manipulador de brocha gorda, de “Ce Ce O O”, un monologuista bocazas, un pocero exhibicionista, un gañán. Está acabado. Sin embargo, Somoano está en la cresta de su carrera, en la cumbre de la manipulación: acaba de realizar cambios en los informativos de TVE, hundidos a nivel de audiencia y credibilidad, situando delante de las cámaras de los telediarios a presentadores supuestamente progresistas, y detrás a editores conservadores que apestan a Urdaci. El muñeco progresista lee la noticia que ha elegido y escrito el periodista  conservador. Y usted y yo nos tragamos el informativo pensando: “¡Cómo han ganado en neutralidad y rigor estos jodidos telediarios!”.

Un ejemplo del movimiento, digno de un trilero profesional: Ángeles Bandrés, la periodista que se encargó de la información de la famosa huelga general que provocó la condena de la Audiencia Nacional, manejará a partir de ahora los hilos del informativo del fin de semana. El Consejo de Informativos de TVE ya ha protestado por estos “inadecuados” nombramientos: “Este Consejo considera que, dado que ya ejercieron esta labor y se conoce su trabajo, (los nuevos editores) no son los adecuados para cumplir con el imperativo de unos informativos plurales, independientes y elaborados con criterios profesionales y no políticos”.

¿Una jugada maestra? No tanto. Canta demasiado. El manipulador profesional no dispone de tiempo, no puede detenerse en sutilezas. El político reclama su intervención urgente, sobre todo cuando tiene problemas. Y es bien sabido que Mariano Rajoy en particular, y el PP en general, tienen en este momento problemas. Muchos problemas. Graves problemas. Somoano no puede hacerse el exquisito: agarra la brocha que dejó Urdaci y pega cuatro zurriagazos a la pared del periodismo para disimular los desconchones, ganar algo de tiempo y mantener su sueldo y su estatus unos meses más. “Si Rajoy aguanta como un jabato con la que le está cayendo, no voy a ser yo menos”, pensará.

Solo nos queda por saber una cosa: ¿Con qué Pocero acabará trabajando Somoano cuando salga de TVE?

 

Un motivo para NO ver la televisión

Centauros del desierto

Autor: Alan Le May.

Editorial: Valdemar /Frontera.

Dirigido por John Ford y protagonizado por John Wayne, “Centauros del desierto” es un western enorme, clásico, estremecedor, inolvidable. Una obra maestra basada en la novela que nos ocupa, y que increíblemente está a la altura de la grandiosa película, la mejor de la historia para Steven Spielberg. Leer “Centauros del desierto” es tan emocionante, tan impactante, como ver la épica cinta del maestro Ford.

La historia es bien conocida: los comanches matan a una familia de colonos blancos y secuestran a una de sus hijas. Amos y Martin, dos hombres relacionados por diferentes motivos con las víctimas, emprenden la persecución de esos indios, convirtiendo la búsqueda en su forma de vida, en su razón de ser, en su única meta. Durante los años que pasan siguiendo las huellas de los secuestradores sufren toda clase de calamidades, aprenden a seguir rastros, sobreviven al clima extremo de la pradera de Texas, pasan hambre y frío, conocen las costumbres de las diferentes tribus, e incluso llegan a comerciar con ellas.

Amos y Martin odian profundamente a los indios. “Centauros del desierto” cuenta sin paños calientes la violencia de unos y otros, describe con maestría las batallas, las cabelleras cortadas, la degradación absoluta del buscador (The Searchers, el título original). El resultado es un mosaico brutal, y me temo que real, de la vida en el viejo oeste. Imprescindible.

Mundo viejuno

¿Recuerda usted “Mundo viejuno”? Era una de las secciones de aquel memorable programa de humor surrealista llamado “Muchachada Nui”. “Mundo viejuno” consistía en emitir imágenes de viejas y casposas películas de serie B, en rancio blanco y negro, con un doblaje absurdo para la ocasión. El resultado podía ser tronchante…

“Muchachada Nui” se emitió en La 2 de TVE. Los actuales informativos de la televisión pública han recuperado la esencia de ese mundo, su espíritu añejo, y han montado, imagino que a modo de homenaje, una pieza descacharrante para el Telediario de ayer al mediodía. La segunda parte del esperpento aquel en el que sugerían rezar para aliviar la crisis, ¿recuerda? Una información (¿) en la que invitan a los telespectadores a que eviten que su hija “vista provocadora”. Como se lo cuento… (Ver minuto 35).

La pieza arranca así: “Maite tiene dos hijas, una de 21 años, la otra de doce. ¿Sus problemas? Los de todos”, sentencia la periodista, que cede la palabra a la triste Maite: “parece que estamos en la época de enseñar todo. Camisetas como muy amplias y que se caen los hombros, muy extravagantes…”. Semejantes necedades forman parte de un taller de pedagogos en el que “enseñan a los padres a poner a sus hijos delante del espejo y convencerles de que la imagen habla de nosotros”.

TVE, la televisión pública, hace publicidad de un taller de pedagogos opusinos, deja hablar a unas señoras rancias vestidas como monjas y da doctrina sobre la ropa de nuestros hijos. Sugiere que vistan con decoro. “Ellas no se darán cuenta de que van provocando. Pero los que las ven, sí que ven que van provocando”, asegura la tal Maite en un discurso que recuerda el peor landismo: esas suecas escotadas y en minifalda, las muy guarras. “Vamos, que aunque nos cueste, no hay que mezclar ropa con sexualidad”, sentencia la periodista de la cadena pública.

¿Periodismo? Yo no diría tanto. Quizá podíamos hablar de pedagogía clerical, de puritanismo revenido, de una versión coloreada de “Mundo viejuno”. De un minuto y 24 segundos de televisión insoportable, por antediluviana, por franquista, por fétida. ¿En qué mundo vive Julio Somoano, director de informativos de TVE? ¿Acaso viste a sus hijos con casullas, roquetes y demás moda para monaguillos? Un día debería tirarse al monte y entrar en un Berska, que seguro que cerca de la calle Génova hay alguno abierto. Fliparía.

P.D.

Ya están tardando las quejas de una Ana Blanco que, tras su arrebato rebelde con la información sobre la Ley de Costas,  presentó la noticia de la siguiente manera: “Minifaldas muy cortas. Pantalones demasiados caídos. Hoy hemos estado en un taller en el que enseñan a los padres cómo afrontar esta nueva batalla”.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Willie Nile

Cd: American Ride.

Willie Nile es una de mis debilidades. A punto de cumplir los 65 años el de Buffalo (Nueva York) sigue grabando discos magníficos y ofreciendo conciertos vibrantes. Ayer cerró la gira española de presentación de “American Ride”, su nuevo trabajo, en la madrileña sala El Sol. Un local perfecto para un músico que, doctorado en filosofía y literatura inglesa, es capaz de crear letras y músicas en las que se funden a Dylan con Springsteen, a Jeff Buckley con los Ramones y a Ellioth Murphy con Patti Smith. Poesía y rock and roll.

“American Ride” es su octavo disco de estudio, editado en su propio sello: River House Records. Un trabajo artesanal en el que Nile ha utilizado, para poder pagar los costes de post-producción, publicidad y promoción, la fórmula de mecenazgo y plataforma Pledge Music. Le acompaña su banda habitual, el guitarrista Matt Hogan, Johnny Pisano al bajo y Alex Alexander a la batería. Doce canciones nuevas que alimentan la leyenda de un artista incapaz de escribir malas canciones, de ofrecer conciertos insípidos. Un pequeño gran hombre. Un rocker…