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La Pantoja abre el Telediario

La gente se agolpaba en la salida de la prisión de mujeres de Alcalá de Guadaíra (Sevilla) para recibir a Isabel Pantoja con gritos de “¡Guapa, guapa!” y “¡Te quiero!”. La tonadillera, que comenzó ayer mismo a disfrutar de su primer permiso penitenciario, sonrió a sus seguidores y a la prensa, sin gafas, vestida en un deslumbrante rojo clavel, y lanzó besos a todos los presentes. ¿Abochornada? Yo diría que radiante. La Audiencia de Málaga había condenado a la cantante a dos años de prisión y al pago de una multa de 1.147.148,96 euros. Ha salido a la calle tras devolver 147.000 euros y pasar seis meses a la sombra. ¿Es normal que la gente la espere en la puerta para llamarla “¡Guapa, guapa!” y decirle “¡Te quiero!”?

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También se escuchó algún “¡choriza!”, pero fueron los menos. Normal. Isabel no solo es folklórica. Es la viuda de Paquirri, un matador de toros, y la ex de Cachuli, sinvergüenza de leyenda. Y la madre de Paquirrín, prestigioso DJ. Y de Chabelita, estrella mediática gracias al reality de Telecinco “Supervivientes”. La noticia de su liberación abría las webs de los grandes periódicos, incluidos El País y El Mundo. Acompañaban al texto formal simpáticos perfiles rosas, análisis de blogueros y extensas fotogalerías. Lo que exige la categoría del tema, ni más ni menos.

La salida de Pantoja de prisión abrió el Telediario (La 1) de las tres de la tarde, el informativo estrella de TVE, la televisión pública. La misma televisión que el pasado domingo emitió una corrida de toros en horario de protección infantil. Poco más se puede decir del servicio público de la televisión de todos los españoles. En Antena 3 y Telecinco también se volvieron locos con la liberación: los primeros incluso quitaron el programa de Arguiñano, que bromeó en Twitter con “una propuesta de recetas de chorizo”.

Nos está costando entender de qué va esto de la corrupción. Un día pitamos al himno nacional, otro aplaudimos a la Pantoja…

Un motivo para NO ver la televisión

Cornetas al atardecer.

Autor: Ernest Haycox.

Editorial: Valdemar / Frontera.

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Ernest Haycox, uno de los grandes del western, consigue integrar en esta magnífica novela dos historias bien diferentes. Una de amor, la de un hombre con el corazón destrozado, llamado Kern Shafter, y la joven Josephine Russell. Y otra de guerra, con el Teniente Coronel Custer y el Séptimo de Caballería lanzándose a la derrota final en Little Bighorn. De esta última lo sabíamos todo: la ambición desmedida y suicida de Custer, el valor de los sioux y la astucia de Caballo Loco, su líder, la enorme dimensión del desastre… Amor y guerra en dosis perfectas, que se entrecruzan en las praderas de una Dakota que ve cómo pasan las estaciones, aumentan las tensiones emocionales, y estallan los conflictos. Los hombres se odian, se pelean y se hermanan en el ejército. Las mujeres padecen la dureza de la naturaleza, y la incomprensión de unos militares carcomidos por la vida militar, la presencia de los indios, y conceptos como el valor, el honor o la justicia. “Hombres que han suprimido sus deseos naturales por miedo a lo que la gente pudiera opinar”.

“Cornetas al atardecer” es digno de compartir colección con maravillas como “El trampero” de Fisher o “Centauros del desierto” de Lee May. Publicada por entregas en el Saturday Evening Post en 1943, esta novela contiene todos los ingredientes de los buenos western. Indios y soldados, aventuras crepusculares, tabernas y peleas, hombría y grandeza, violencia y redención… Y algunas de las mejores descripciones que he leído nunca de, por ejemplo, una gran ventisca y la lucha por la supervivencia de un hombre. O perfiles tan magistrales como el de Custer, “un hombre sencillo tan ávido de grandeza que podía pisotear los sentimientos personales de otros hombres sin darse cuenta”. Épica.

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