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Trepas

Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior del Gobierno de Mariano Rajoy, ha visitado un mes después la frontera de la ciudad autónoma de Ceuta. ¿Para hacerse un Fraga? Es decir, ¿para trepar por la valla y demostrar que las cuchillas no cortan? No. El político popular ha realizado un recorrido de siete horas por tan problemática zona para que nadie tenga dudas de cuan preocupado está por los sucesos de las últimas semanas. Pura propaganda. Se ha encontrado con las instituciones locales, ha conocido el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), ha elogiado los niveles de cooperación con Marruecos, “vecino, amigo, socio y aliado”, y, por supuesto, se ha deshecho en alabanzas al “benemérito comportamiento” de la Guardia Civil. Un programa apretado, que no le ha impedido recorrer durante unos minutos, gafas de sol y semblante serio, el espigón del Tarajal, donde el pasado seis de febrero murieron ahogados al menos quince inmigrantes. Incluso estuvo haciendo fotos con el móvil, como si estuviera de vacaciones en el Loro Parque.

El ministro quedó tan satisfecho de su tardía visita al corazón del conflicto que al terminar la misma anunció importantes medidas para reforzar la frontera. Jornada completa, jornada Comansi. Ceuta contará en las próximas semanas con un nuevo módulo de intervención rápida formado por 20 guardias civiles, un helicóptero para detectar futuras incursiones y, atención, una nueva malla calificada por los especialistas en cercado de humanos como “antitrepa”. Un sistema que, según el ministro, “es muy eficaz”.

Ministro

La malla antitrepa suena a gran invento, qué duda cabe. Y si se trata de un modelo “muy eficaz”, como asegura el ministro Fernández, ni le cuento. Personalmente, confieso que hubiese dado la mitad de mi sueldo por disponer de una de esas malla antitrepa cuando he trabajado en las redacciones de algunos medios de postín.

En España abunda el trepa. Es decir, el individuo sin demasiados escrúpulos capaz de hacer cualquier cosa para prosperar, para medrar, para enriquecerse. Ya sabe, tipos arribistas, ambiciosos, advenedizos, oportunistas, materialistas, aprovechados… Muchos se dedican a la política, refugio histórico de trepas de manual. Son tantos como para causar problemas de sobrepoblación, porque de la misma forma en que, según una cantinela popular, no hay pan para tanto chorizo, no hay cargo para tanto trepa. Entonces pasa lo que pasa: que la gente se aferra con uñas y dientes a sus despachos, a sus sillas. Nadie dimite, y los mentirosos menos.

Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior del Gobierno de Mariano Rajoy, ni se plantea abandonar su cargo tras la muerte de 15 inmigrantes en la frontera ceutí. Y eso que ha mentido en repetidas ocasiones. Ni siquiera exige la dimisión del director de una Guardia Civil a la que “si se la conoce por benemérita será por algo”. Todo lo que puede ofrecer es una malla “antitrepa”.  Poca cosa parece.

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Talavera de la Reina (Toledo), 6 de marzo de 2014, nueve y media de la mañana.

Bar

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Arenas de San Pedro (Ávila), 6 de marzo de 2014, seis de la tarde.

Burro

 

Un motivo para NO ver la televisión

Leopoldo María Panero (1948-2014)

leopoldo-maría-panero

Fotografía:  J. R. Vega.

La canción del croupier del Mississippi

Fumo mucho. Demasiado.
Fumo para frotar el tiempo y a veces oigo la radio,
y oigo pasar la vida como quien pone la radio.
Fumo mucho. En el cenicero hay
ideas y poemas y voces
de amigos que no tengo. Y tengo
la boca llena de sangre,
y sangre que sale de las grietas de mi cráneo
y toda mi alma sabe a sangre,
sangre fresca no sé si de cerdo o de hombre que soy,
en toda mi alma acuchillada por mujeres y niños
que se mueven ingenuos, torpes, en
esta vida que ya sé.
Me palpo el pecho de pronto, nervioso,
y no siento un corazón. No hay,
no existe en nadie esa cosa que llaman corazón
sino quizá en el alcohol, en esa
sangre que yo bebo y que es la sangre de Cristo,
la única sangre en este mundo que no existe
que es como el mal programado, o
como fábrica de vida o un sastre
que ha olvidado quién es y sigue viviendo, o
quizá el reloj y las horas pasan.
Me palpo, nervioso, los ojos y los pies y el dedo gordo
de la mano lo meto en el ojo, y estoy sucio
y mi vida oliendo.
Y sueño que he vivido y que me llamo de algún modo
y que este cuento es cierto, este
absurdo que delatan mis ojos,
este delirio en Veracruz, y que este
país es cierto este lugar parecido al Infierno,
que llaman España, he oído
a los muertos que el Infierno
es mejor que esto y se parece más.
Me digo que soy Pessoa, como Pessoa era Álvaro de Campos,
me digo que estar borracho es no estarlo
toda la vida, es
estar borracho de vida y no de muerte,
es una sangre distinta de esa otra
espesa que se cuela por los tejados y por las paredes
y los agujeros de la vida.
Y es que no hay otra comunión
ni otro espasmo que este del vino
y ningún otro sexo ni mujer
que el vaso de alcohol besándome los labios
que este vaso de alcohol que llevo en el
cerebro, en los pies, en la sangre.
Que este vaso de vino oscuro o blanco,
de ginebra o de ron o lo que sea
—ginebra y cerveza, por ejemplo—
que es como la infancia, y no es
huida, ni evasión, ni sueño
sino la única vida real y todo lo posible
y agarro de nuevo la copa como el cuello de la vida y cuento
a algún ser que es probable que esté
ahí la vida de los dioses
y unos días soy Caín, y otros
un jugador de poker que bebe whisky perfectamente y otros
un cazador de dotes que por otra parte he sido
pero lo mío es como en «Dulce pájaro de juventud»
un cazador de dotes hermoso y alcohólico, y otros días,
un asesino tímido y psicótico, y otros
alguien que ha muerto quién sabe hace cuánto,
en qué ciudad, entre marineros ebrios. Algunos me
recuerdan, dicen
con la copa en la mano, hablando mucho,
hablando para poder existir de que
no hay nada mejor que decirse
a sí mismo una proposición de Wittgenstein mientras sube
la marea del vino en la sangre y el alma.
O bien alguien perdido en las galerías del espejo
buscando a su Novia. Y otras veces
soy Abel que tiene un plan perfecto
para rescatar la vida y restaurar a los hombres
y también a veces lloro por no ser un esclavo
negro en el sur, llorando
entre las plantaciones!
Es tan bella la ruina, tan profunda
sé todos sus colores y es
como una sinfonía la música del acabamiento,
como música que tocan en el más allá,
y ya no tengo sangre en las venas, sino alcohol
tengo sangre en los ojos de borracho
y el alma invadida de sangre como de una vomitona,
y vomito el alma por las mañanas,
después de pasar toda la noche jurando
frente a una muñeca de goma que existe Dios.
Escribir en España no es llorar, es beber,
es beber la rabia del que no se resigna
a morir en las esquinas, es beber y mal
decir, blasfemar contra España
contra este país sin dioses pero con
estatuas de dioses, es
beber en la iglesia con música de órgano
es caerse borracho en los recitales y manchas de vino
tinto y sangre «Le livre des masques» de Rémy de Gourmont
caerse húmedo babeante y tonto y
derrumbarse como un árbol ante los farolillos
de esta verbena cultural. Escribir en España es tener
hasta el borde en la sangre este alcohol de locura que ya
no justifica nada ni nadie, ninguna sombra
de las que allí había al principio.
Y decir al morir, cuando tenga
ya en la boca y cabeza la baba del suicidio
gritarle a las sombras, a las tantas que hay y fantasmas
en este paraíso para espectros
y también a los ciervos que he visto en el bosque,
y a los pájaros y a los lobos en la calle y
acechando en las esquinas
«Fifteen men on the Dead Man’s Chest
Fifteen men on the Dead Man’s Chest

! And a bottle of rum!»

 

Televisión documental

Ayer hablábamos del poco talento que reúne la televisión comercial, un estercolero formado por un duopolio de grandes cadenas y las escuchimizadas TDT. El talento se refugia en La 2 de TVE y en las televisiones de pago, donde hace meses disfrutamos de “Crematorio”, ficción española de auténtica calidad. Otro ejemplo: la noche del miércoles Canal + estrenó “Narco Cultura”, un impresionante documental de Shaul Schwarz, filmado casi en su totalidad en Ciudad Juárez, sobre el impacto del narcotráfico en la sociedad mexicana. Y el jueves la cadena de pago de PRISA inaugura “Witness”, una sección para reportajes y pequeños documentales creados por aficionados.

“Witness” (Canal +, jueves, 21:30) es una idea tan apetecible que debería haber recalado en la televisión pública. Por aquello del servicio público, de llegar al mayor número posible de telespectadores, de ofrecer entretenimiento de calidad. Todo esto ya es posible en España, pero pagando. “Witness” es reportaje, documental, cortometraje, campañas de compromiso social, fenómenos virales…Según informa la propia empresa, “contenidos que circulan por la Red deslavazados y de manera anárquica”. Piezas de alrededor de cinco minutos de duración realizadas con absoluta libertad narrativa, ordenadas y ampliadas en un espacio abierto a cineastas, periodistas, fotógrafos y a todos aquellos con algo que contar. Su primer programa está formado por cuatro grandes historias: “A la hora, en el lugar”, del fotógrafo Eduardo Nave, recorre todos los lugares en los que ETA ha asesinado. El cineasta Jorge Dorado cuenta en “Khessal” cómo las mujeres de Senegal utilizan productos cancerígenos para blanquearse la piel. En “Under pressure” es otro fotógrafo, Carlos Spottorno, quien ofrece varios perfiles personales sobre la esclerosis múltiple. Finalmente el realizador Juan Rayos ofrece en “La sonrisa verdadera” el viaje en bicicleta por Marruecos de dos hermanos, uno de ellos ciego y autista. Televisión útil, entretenimiento de nivel.

P.D.

La mala televisión: Telemadrid sitúa Alemania en Polonia y Polonia en Bielorrusia.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Un hombre al margen

Autor: Alexandre Postel.

Editorial: Nórdica.

Un hombre

Pocas historias tan desasosegantes, sin asesinos en serie por medio, como ésta, protagonizada por un gris profesor de filosofía de una gran universidad. Solitario e introvertido, Damien North es nieto de un prestigioso político francés. Ofrece sus clases, tiene sus más y sus menos con los alumnos, y vive la vida ordenada y monótona que se podría presuponer a un  viudo maduro. Un buen día todo ese orden se va al garete: la policía se presenta en su casa y le acusa de haberse bajado al ordenador cientos de fotografías pedófilas.

Nada vuelve a ser igual para Damien North. Vecinos, familiares, colegas de universidad, policía, abogados, jueces, reclusos… Todos le dan la espalda. Nadie cree en el protagonista de esta novela inquietante, que te agarra del cuello en la primera página y no te suelta hasta el final, cuando ya es demasiado tarde.

No es un libro sobre pedofilia, ni mucho menos. Es un libro sobre la credibilidad perdida, sobre la imagen que tenemos de aquellos que nos rodean, sobre la confianza y las dificultades para redimirse. Sobre lo difícil que resulta rehacer una vida. Muy interesante.

¡Bailad, malditos!

Estaba anoche viendo bailar a El Cordobés, al Monaguillo, a Juan José Ballesta o a el ex portero Cañizares, con sus respectivas parejas, y no podía quitarme de la cabeza una de las frases que más he escuchado en los últimos años: “el talento está en la televisión”. Sin duda se referían a programas como “¡A bailar!”, el nuevo talent show de Antena 3. Talento a raudales, a espuertas, a cascoporro, ¿verdad? Media docenas de famosetes de medio pelo con sus respectivas parejas, que la hipoteca y el puchero son responsabilidad de toda la familia, ejerciendo de mustios bailarines en un esperpento visto una y mil veces.

¿Recuerda usted el “Mira quien baila” que TVE puso en marcha allá por 2009? Pues el recién estrenado “¡A bailar!” es, efectivamente, una versión de aquel, y de otros muchos concursos de baile que han aparecido en las pantallas españolas. ¿Talento? Ni un ápice. Se trata de un simple proceso mimético de supervivencia: si a otros les ha funcionado, debería funcionarnos a nosotros. Es más, la ausencia de talento en la televisión de este país es tan evidente, tan patética, que en Telecinco ya están preparando un formato similar.

“¿El baile une o vamos a tener que recurrir a un asesor matrimonial?”, se pregunta la presentadora, Mónica Naranjo. Y da paso a un vídeo sobre la vida privada de El Cordobés y parienta. Luego las clases de baile. Los ensayos. Y finalmente el torero, de Travolta en Grease, haciendo una de las faenas más soporíferas de su vida. Por supuesto con música grabada, realización estresante, plató casposo y jurado de saldo: Charlie del Ballet Zoom, Sara Baras y el cantante venezolano que hace campaña contra Maduro en los medios españoles: “Venezuela está de luto”, dijo a modo de cuña publicitaria en el programa de baile.

Me estoy haciendo viejo, sin duda, porque me produce una enorme tristeza ver lo que tiene que hacer la gente para ganarse la vida. Toreros, actores, futbolistas… moviéndose como monos sobre una plancha de hierro caliente para poder echar algo de comer a sus familias. O para llenar el depósito del Ferrari, me da igual. Es decir, profesionales de cierto nivel en sus trabajos haciendo el panoli delante de las cámaras por dinero.

En la televisión no hay mucho talento. Hay mucha ambición, que es diferente. Y dedicar un solo minuto de este blog a “¡A bailar!”, el mismo programa de siempre, es perder el tiempo y hacérselo perder a los lectores. Hoy es de esos días en que resulta imprescindible refugiarse en…

Un motivo para NO ver la televisión

Dani Flaco

Cd: Versos y madera.

dani

En “Otra piel”, la enorme canción que abre este disco, Dani Flaco suena a Calamaro y a Quique González. A los mejores Calamaro y Quique González, para ser exactos. Cantautores inspirados, desesperados por hacer buenas canciones, por escribir letras de largo recorrido. “Otra piel” es una canción demoledora que te deja boquiabierto, perfectamente preparado para los siguientes once temas.

Este es el sexto disco de Dani Flaco, un perfecto desconocido para mí hasta este momento, y lo mejor que puedo decir es que voy a ponerme en marcha de inmediato para encontrar esos discos. Catalán de Bellvitge (Barcelona), Flaco sabe construir melodías, contar historias, acompañarse de buenos músicos y hasta escoger las versiones: su adaptación de “Nos ocupamos del mar”, de Javier Krahe es simplemente brillante. Grabado, por cierto, “gracias a una acción de micro mecenazgo”.

Folk de calidad en un disco sorprendente por la sobriedad y eficacia, por la poesía y la intención. Ahora solo queda ver a Flaco y a su banda en directo: la gira “Versos y madera” arranca el próximo día siete en la madrileña sala Galileo Galilei

 

El objetivo populista

Ana Pastor, la periodista “de apellido incómoda, entrevistó el pasado domingo a Marine Le Pen, la política francesa de apellido facha. La cosa resultó muy televisiva, puesto que la exaltada presidenta del grupo de extrema derecha Frente Nacional levantó la voz, dijo alguna barbaridad ultra y arremetió contra la presentadora española incluso aludiendo a cuestiones personales: “¿Da usted dinero para las ONGs? ¿Ha acogido usted a inmigrantes en su casa?”, preguntó Le Pen. “Sí”, respondió breve pero toda digna Pastor.

La periodista protagonista y la política fascista protagonizaron el espectáculo previsto: un enfrentamiento entre la progresía y lo carca, entre el periodismo postmoderno y el conservadurismo revenido. No hay sección o blog de televisión que no recoja el choque de trenes, una muesca más en el revólver de Pastor.

Pero shows mediáticos aparte… ¿Es buena idea poner en manos de Marine Le Pen un altavoz como La Sexta? Algún lector pensará que no, que en Francia tiene que haber decenas de políticos de élite más interesantes, con más cosas que decir, que la casposa presidenta del Frente Nacional. Otros tal vez sean de la opinión de que una cadena que tiene como tertuliano de referencia a Francisco Marhuenda debe tener como invitada estrella a esta señora tan radical.

En cualquier caso, objetivo (populista) conseguido. Enfrentamiento, gestos airados, malos modos… Y las anécdotas elevadas a la categoría de noticia. Es decir, televisión en estado puro.