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La gente honrada

Un motivo para NO ver la televisión

La gente honrada

Autores: Jean-Pierre Gibrat y Christian Durieux.

Editorial: Norma.

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Philippe es el perfecto anti héroe. Un hombre que en muy poco tiempo lo pierde todo, su trabajo, su mujer, su casa… Derrotado, se sumerge en el alcohol, se deja arrastrar por la derrota, cree no tener futuro. Un tipo que parece haber tocado fondo, que no tiene ni fuerza ni reaños para salir adelante. Una buena persona, en resumen, al borde del abismo.

“Dado que la sociedad no está al día en sus cotizaciones, su petición no puede llevarse a cabo” ¡Ya ves lo que me dice el puto ordenador! ¡Mis puntos de jubilación son cero! Así que adiós al pago de la indemnización…”.

Entonces Philippe se reinventa. Con la ayuda de la picaresca y de un personaje maravilloso, un librero borrachín que se llama Robert y es puro entusiasmo, nuestro protagonista siente de nuevo ganas de leer. Y de vivir. En su librería de viejo “siempre encontrará un libro descorchado para usted”, asegura Robert. Juntos beben y leen. Se sumergen en Proust, Tolstoi y Duras, en Bernard-Henry Levy y Victor Hugo. Y celebran su amistad por todo lo alto con Côtes de Castillon 1988,  Cháteau Pichon y otras delicias. El mismo vino que casi acaba con Philippe le devuelve ahora a la vida.

“¡Hay que ir con cuidado, Philippe! ¡Los asesinos rondan! ¡Han querido hacerme beber este… aguachirle! …¡Es usted un visionario! ¡Y un bienhechor de la humanidad! ¡Ah, imaginar a todos esos hombres que bajan del tren perfectamente peinados y oliendo a gel de aloe! ¡Qué maravilla!”.

El protagonista ve la salida del túnel trabajando de peluquero en el tren. Una idea innovadora que le permite recuperar la ilusión, la dignidad y el amor. Pero nada dura para siempre. Al ritmo de las estaciones climáticas, que es el ritmo de esta increíble edición integral de “La gente honrada”, Philippe se reencuentra con sus hijos, con su madre, y descubre nuevos amigos, nuevas razones para vivir. Por ejemplo: alguien lee a Stendhal en voz alta mientras tus pies y los de tus colegas se refrescan en la orilla de un río.

Una existencia sencilla y plena, esa que persigue la gente honrada. Un cómic maravilloso que nos habla con melancolía, ternura y optimismo de la amistad, de la familia y de la memoria. Que nos invita a ser generosos. Que nos recuerda la necesidad de aprovechar esas segundas oportunidades que acaban llegando. Y que nos advierte de la importancia de aprender a distinguir cuáles son las cosas realmente importantes. Una lección de vida.

“Veo los problemas y las cosas hermosas de mi vida. Transité por todo con paso torcido. Hice lo que pude con lo que yo era”.

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Ojos en el infierno

Un motivo para NO ver la televisión

El fotógrafo de Mauthausen.

Autores: Salva Rubio, Pedro J. Colombo y Aintzane Landa.

Editorial: Norma.

Cartier-Bresson, Alemania 1945.

Autores: Morvar y Savoia.

Editorial: Diábolo ediciones.

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Dos grandes novelas gráficas que no pueden faltar en la biblioteca de todos aquellos interesados en la fotografía. Dos libros cuidadosamente editados, excelente diseño, buen papel y maravillosos dibujos, que recogen dos visiones diferentes, ambas heroicas, del final del nazismo y la II Guerra Mundial. Las visiones de dos grandes fotógrafos. Uno ha pasado a la historia como un artista: Henri Cartier-Bresson. Otro, como un valiente: Francisco Boix. Ambos se enfrentaron al terror nazi de la mejor forma posible: con sus leicas. Fueron los ojos del mundo en el infierno.

“Clasificar a los seres humanos es una costumbre tan antigua como deleznable. Eso fue lo que pensé cuando llegué a Dessau. Alemania. Sajonia-Anhalt. Mayo de 1945. Creo que jamás habría sido capaz de hacerlo si no persiguiera un reportaje. O más bien una causa, la de fotografiar a las personas liberadas de los campos regresando a sus hogares” (Cartier-Bresson, Alemania 1945).

En “Cartier-Bresson, Alemania 1945” todo parte de una de las muchas imágenes icónicas del padre del fotoreportaje. La liberación vista a través de la mirada de un artista que busca el encuadre perfecto, el movimiento, la narración. En “El fotógrafo de Mauthausen” se cuenta le heroica lucha del español Francisco Boix por sobrevivir a la tortura, y por conservar las imágenes que pudiesen mostrar al mundo todo el horror que se vivió en los campos de concentración.

“Cuando los fascistas se sublevaron en España fotografié a gente que luchaba por sus ideales y moría por la libertad de otros. Esa fue la verdad que yo vi y fotografié. Esas fotografías contaban la verdad, sí. Y además, esos muertos vivirían para siempre en mis instantáneas. Pero en Mauthausen la fotografía era una mentira. Tampoco moríamos por ideales. Moríamos porque no éramos nada. Ni siquiera nombres de los que quedasen recuerdos. Estábamos condenados al más terrible olvido. Pero una sola foto podría hacernos vivir para siempre. Una foto te puede dar la inmortalidad. Incluso muriendo en Mauthausen” (El fotógrafo de Mauthausen).

Dos historias estremecedoras, épicas, inolvidables, en dos libros que van mucho más allá de la historia gráfica. Buena parte de cada volumen está dedicada a las fotografías, portafolios acompañados de excelentes textos tanto explicativos como biográficos. Total y absolutamente imprescindibles.

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¡Basta ya!

El pasado sábado 40.000 personas salieron a la calle en Talavera de la Reina (84.000 habitantes) para, al grito de “¡Basta ya!”, solicitar la atención del Gobierno de Castilla La Mancha. Talavera es la ciudad con más paro de esta comunidad, y la cuarta de toda España. Las reivindicaciones de los talaveranos estaban muy claras, y no eran descabelladas: inversiones en empleo, infraestructuras, servicios, Universidad y el fin del trasvase Tajo-Segura.

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La manifestación acabó sin incidentes, en un ambiente festivo pero triste. La gente quiere ser optimista, pero no puede: la ciudad pierde vida, hay calles enteras con los comercios cerrados, muchas familias sobreviven gracias a las pensiones de los abuelos, a sus huertos y gallinas. La manifestación fue un éxito, pero la sensación que tengo es que sirvió para poco, excepto para unir a los talaveranos.

¿Quién puede dar importancia a una manifestación en Talavera, el culo del mundo, con la que está cayendo fuera? Comentaba con unos amigos que, sin llegar al modo en que otras comunidades han solucionado años atrás sus problemas, quizá sí deberíamos haber llamado más la atención. Por ejemplo cortando la autovía de Extremadura durante 24 horas con montañas de neumáticos en llamas. Toda la prensa, todos los informativos de televisión, recogerían entonces las penalidades de una población tan olvidada hoy como el pasado viernes.

Cuando pase todo el follón de Cataluña, que aunque parezca mentira pasará, volveremos a la realidad general. Con Mariano Rajoy o alguno de sus clónicos en el poder. Pedro Sánchez, quizá. Y todo seguirá como estaba. Igual. Nada habrá cambiado, excepto el nombre de aquellos que nos ignoran.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Corto Maltés: Equatoria.

Autores: Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero.

Editorial: Norma.

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Segundo libro con las aventuras de Corto Maltés tras la muerte de Hugo Pratt, creador y alma del aventurero más carismático de la historia del cómic. Lo mejor que puede decirse de este excelente trabajo, muy superior al primer intento (“Bajo el sol de medianoche”, Norma Editorial) es que el lector olvida en las primeras páginas que el dibujante italiano nos dejó en 1995. El espíritu de Pratt está en cada viñeta, en el rostro de cada personaje, en la sonrisa cínica de Corto y en los magistrales diálogos.

“-Señora, lamento decirle que las damas no tienen permitido el acceso a esta sala. Aunque venga con su marido.

- No estamos casados. Solo somos dos buenos amigos charlando y compartiendo unos cigarros. ¿Cuál es el problema?

- Una dama que esté fumando no es algo que esté bien visto.

- Pues no mire.

- Cuando uno viaja en este tipo de barcos ha de aceptar las normas, caballero.

- Será por eso que nunca viajamos en estos barcos”.

Pero la cosa no queda en una simple revisión de un clásico. “Inspirado en la obra de Hugo Pratt”, advierte la portada, cuando la realidad es que “Equatoria” va más lejos. Canales y Pellejero se sienten más confiados, más cómodos, y comienzan a imprimir su toque personal en esta nueva etapa de las andanzas del vagabundo nacido en Malta. Es justo lo que necesita el nuevo Corto: unos padres adoptivos que le lleven por nuevos senderos, por diferentes mares, que le enfrenten a distintos enemigos. La búsqueda de un espejo mágico, en la tradición del mejor Indiana Jones, ofrece al protagonista de este cómic todo lo que necesita para enamorar al lector: viajes exóticos, mujeres hermosas, culturas diferentes, peligros inimaginables y, sobre todo, situaciones excitantes que sacan lo mejor de Corto, de su desbordante ingenio y su lengua afilada.

“- ¿Cuanto tiempo llevas traficando en la región?

- ¿Conoces dónde está la tumba de Emin Pasha?

- Sus más fieles acompañantes le sacaron el corazón y lo enterraron bajo un árbol.

- Igual que a Livingston.

- Siguieron el mismo método que con Livingston. Secaron su cuerpo con sal y se lo llevaron de vuelta al fuerte de Wadelai”.

“Equatoria” sacia la sed de Corto que teníamos los viejos seguidores del hijo de la gitana y el marinero. Y nos hace esperar ansiosos una nueva entrega que, de seguir progresando a este ritmo, podría incluso superar a los originales (algunos un tanto espesos). Por cierto, hablo de la versión en color, absolutamente espléndida. Hay una versión en blanco y negro a la que no he tenido acceso.

Presas fáciles

Un motivo para NO ver la televisión

Presas fáciles.

Autor: Miguelanxo Prado.

Editorial: Norma.

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¿Presas fáciles? Relativamente. En este cómic sorprendente, un tenso thriller social, el gran Miguelanxo Prado demuestra una vez más por qué es uno de los talentos más deslumbrantes de este país: consigue que las cebras muerdan a las hienas. De presas fáciles, nada de nada.

El mundo del cómic no puede permanecer al margen de la actualidad, del compromiso social, de la batalla por la supervivencia. “Presas fáciles” habla de lo que está sucediendo en nuestro país. Es decir, habla de corrupción, de bancos, de preferentes, de desahucios, de gente arrastrada al límite de su dignidad, de jubilaciones millonarias y jubilados estafados… de la más terrible actualidad. Y lo hace en blanco y negro, con una infinita gama de grises, los únicos tonos adecuados para contar una historia desoladora: la de una serie de asesinatos de altos cargos bancarios en la Galicia de 2014. La inspectora Tabares y su compañero Sotillo investigan estos crímenes, un trabajo complejo que poco a poco les lleva a sospechar de un asesino en serie que busca venganza por los abusos de la banca.

“Inspectora, ya habrá deducido que todo este penoso asunto está motivado por el execrable fraude de las preferentes y la repulsiva actitud depredadora de los desahucios… Alimañas, inspectora”.

Quizá nos conformemos con poco, pero este libro es una pequeña venganza, un acto de justicia, quién sabe si un sueño perverso que afortunadamente, o no, es difícil que se convierta en realidad. El miedo cambia de bando. La banca pierde. El cordero deguella al lobo en una ficción, advierte Miguelantxo, basada en hechos reales: “Cualquier semejanza con personas existentes será fruto del azar… Eso sí, allá cada cual si en el inviolable (por lo de ahora…) interior de su cabeza decide sustituirlos por otros más reales”.

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