Desgraciadamente, en el periodismo español no hay más que genios. Es una reflexión que Julio Camba aplicaba a los escritores, pero que yo me tomo la libertad de utilizar con los periodistas. Ponderados, sanos, inteligentes y bien nutridos, decía el gallego. Yo añadiría a todas esas virtudes un resplandeciente pico de oro, resultado de un cerebro ágil, un verbo fácil y unos conocimientos inconmensurables. Entre estas auténticas monstruosidades periodísticas destaca un nombre. Juan Luis Cebrián. El periodista que auguró la muerte del papel, que dijo que los periódicos son un producto del pasado, que los diarios ya no son el eje de la formación de la opinión pública o del debate político.
En el Foro de la Nueva Comunicación celebrado ayer, Cebrián elogió a Mariano Rajoy “por no intervenir en los medios de comunicación, como en su día hicieron Aznar y Zapatero”. Y puso como ejemplo de presidente del Gobierno no intervencionista a Felipe González, el hombre que dirigía España cuando Sogecable obtuvo la licencia de Canal + (8 de junio de 1990).
¡No sabe nada este Cebrián! Y no lo digo por los famosos 13 millones de euros de sueldo, que él niega haber recibido, y que multiplicaría por diez la media del sector. Lo digo porque parece evidente que el Consejero Delegado no ve los informativos de TVE, los famosos Telediarios. O que no presta atención a las opiniones de Francisco Marhuenda o Pérez Henares en “Al rojo vivo”, el debate de La Sexta. O que no escucha la Cope, ve Intereconomía o lee ABC.
El Gobierno interviene todo lo que puede en la información que recibe el ciudadano. Y si no interviene más, es porque no puede. Y por esto el Consejo de Informativos de TVE ha hecho público un informe en el que pide la dimisión de José Gilgado, director de Contenidos de esta área, debido a su “maniobra de intoxicación y manipulación” en la información sobre la declaración de la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, en el caso “Bárcenas”. Y por eso mismo el Psoe denunciará en la Unión Europea la “gubernamentalización” de los órganos de control de la televisión pública, es decir, “la falta de pluralismo”.
¿Por qué dice Cebrián que Mariano Rajoy no interviene en los medios de comunicación? Porque con un solo empujoncito del Gobierno, el soplido del lobo a la casa de paja del cerdito ceporro, Prisa acabaría en el barranco.
P.D.
En “El Intermedio” (La Sexta), el periodista José María Calleja presentó su libro “La violencia como noticia” (La Catarata). Una obra que me viene al pelo para comentar la edición del Telediario (TVE) de mediodía de ayer mismo, 23 de septiembre de 2013. Tras la última hora sobre el atentado en el centro comercial de Nairobi, en el que ya se han contabilizado 62 muertos, dieron paso al siguiente bloque informativo…
25:12. Doble atentado suicida en Afganistán con 81 muertos.
24: 44. 25 muertos y 25.000 desalojados por un tifón en China.
26: 09. Aparece el cadáver de una niña de 12 años en una pista forestal cerca de Santiago de Compostela.
27:03. Se continúan buscando los restos de Marta del Castillo en la finca sevillana de La Majaloba.
27:28. Han comenzado a declarar en el juzgado los imputados por el asesinato de una pareja holandesa encontrados descuartizados y enterrados en una finca murciana.
29:20. En Madrid la policía ha detenido a un joven de 19 años acusado de encerrar y violar durante cuatro días a una mujer en un trastero.
Continuaron recordando la celebración del Día Internacional contra la trata de personas y la explotación sexual. Pero yo ya tenía mi dosis de “violencia como noticia”.
Un motivo para NO ver la televisión
Empresas y tribulaciones de Maqroll el gaviero.
Autor: Álvaro Mutis.
Editorial: Siruela.
La muerte de Álvaro Mutis me obliga a recordar cómo, cuándo, dónde y gracias a quien descubrí al escritor colombiano, y a esa obra maestra de la literatura de aventuras que es “Empresas y tribulaciones de Maqroll el gaviero”. Fue hace muchos años, más de los que me gustaría. Estaba trabajando para El País en Chamonix, escribiendo un reportaje sobre la muerte de unos montañeros españoles en el Mont Blanc. Y me acompañaba José Manuel Navia, uno de los mejores fotógrafos con los que he tenido el placer de viajar.
No recuerdo las circunstancias, quizá me quedé sin lectura. Navia me hablo de Mutis, y me prestó una de las historias de Maqroll. Una historia fabulosa sobre un burdel en Panamá, que en realidad era una historia de amor, de lealtad, de libertad y de barcos. “Ilona llega con la lluvia”.
Navia me abrió las puertas del mundo de Mutis. Solo por eso tengo una deuda con él, como la tengo con el librero de Fuentetaja que me descubrió a Coetzee o al amigo que me presentó a Phillip Roth. Con Mutis he pasado ratos magníficos, navegando por los mares infinitos de medio mundo, disfrutando de viejos barcos y de tripulaciones errantes, saboreando rones añejos y paseando por puertos crepusculares. El regalo de la gran literatura.
“Empresas y tribulaciones de Maqroll el gaviero”, en su edición única, limitada, completa y mastodóntica de Siruela, es uno de mis libros de cabecera. Cuando me siento perezoso o triste, cuando alguna novela me aburre, cuando necesito volver a creer en las buenas historias, abro ese ladrillo de casi 800 páginas y me reencuentro con la vida. Porque las aventuras de Maqroll son una exaltación de la vida como travesía: “No hay lección, no hay mensaje”, reconocía Mutis en una entrevista. “Los personajes traen la vida que han vivido consigo. Traen lo que son”. Un testimonio del mundo, del destino, de la vida y de la muerte.