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Televisión en abierto de pago

Por circunstancias de la vida estoy pasando unos días en el madrileño Hospital Clínico. De acompañante. Disfrutando de la amabilidad y profesionalidad del personal sanitario. Inyectándome unas dosis de realidad. Y confirmando la situación de la Sanidad madrileña, que no parece la misma que la que vende una Esperanza Aguirre empeñada en negar los recortes. Un ejemplo: de las 290 encargadas de la limpieza que había hace solo un par de años se ha pasado a las 230 actuales. Cuando alguien se jubila, no se contrata a nadie para cubrir la plaza.
Pero en el post de hoy, un esbozo urgente, quería hablarle de otra cosa. De la televisión en abierto de pago. De pago en la sanidad pública. Televisión a 1 euro los 56 minutos y 40 segundos. O en oferta, a 4,30 euros las 24 horas. Acepta tarjetas de Telefónica. Unos precios que no todo el mundo puede pagar, una programación que no siempre deberíamos ver. Pero que hay que negociar con los compañeros de habitación.
Los cuatro euros que cuesta ver “Sálvame” (Telecinco), de cuatro a ocho de la tarde, son la peor inversión que puede hacer el enfermo aburrido. Cuatro horas de auténtica telebasura. De entretenimiento de ínfima calidad. De embrutecimiento en estado puro. De la misma manera que en los hospitales no se puede fumar, o que las máquinas de los pasillos no venden cerveza, las televisiones deberían estar capadas: ni telebasura ni telediarios, valga la redundancia. Porque la salud mental de los ciudadanos también es importante.

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25 años de Antena 3

En la noche del pasado domingo Antena 3 cumplió 25 años. Podría parecer un asunto baladí, a quién coño le importa Antena 3, si no fuera porque con la llegada de esa empresa audiovisual arrancó la televisión privada en España. Es decir, que la televisión privada en España ha cumplido 25 años. ¿Un momento para recordar?

En este cuarto de siglo Antena 3 ha ofrecido a los telespectadores decenas de programas, cientos. No recuerdo ninguno con especial interés o cariño. Me sumerjo en la red y aparece una larga ristra de éxitos: “Farmacia de Guardia”, “Lo que necesitas es amor”, “El Juego de la Oca”, “Lluvia de Estrellas”, “Sorpresa sorpresa”, “Menudo es mi padre”, “Compañeros”, “Los Hombres de Paco”, “Aquí no hay quien viva”, “Espejo Público”, “Tu cara me suena”… Entretenimiento de medio pelo. El tipo de programas que solo veo por obligación.

Pero no todo es mediocridad en Antena 3. La cadena principal de Atresmedia tiene una cosa buena, tengo que reconocerlo: es menos cutre que Telecinco, su gran rival. Felicidades pues.

Habíamos dicho que se han cumplido 25 años de televisión privada en España. Esto es lo importante. Un cuarto de siglo en el que la pluralidad televisiva que han prometido, a lo largo de los años, políticos de todos los pelajes ha quedado reducida a cuatro cadenas, dos empresas: Mediaset (Telecinco y Cuatro) y Atresmedia (Antena 3 y La Sexta) se reparten el grueso de la tarta audiovisual. Un duopolio lamentable, que garantiza tanto enormes beneficios para las dos empresas como mediocridad informativa y de ocio para los ciudadanos.

En España el poder audivisual está, qué peligro, en solo dos manos. Una de ellas es la de José Manuel Lara, el empresario que juega con dos barajas: la ultraconservadora que financia “La Razón” y la progresista que alimenta “La Sexta”. Postureo. En esta última tienen en plantilla a Iglesias y Monedero, mientras que en los informativos de su hermana mayor llaman a Syriza “la izquierda radical”. La pasta es el fin, y todo vale, y todo el mundo debería saberlo. Esperanza Aguirre lo tiene tan claro que es capaz de criticar los juegos de Antena 3, en su propia casa y en tan señalada fecha: “Da la impresión de que Antena 3 quiere que los españoles apuesten por esta opción (Podemos)… No he visto propaganda como la que acabáis de hacer a este partido…. A ver si nos damos cuenta de lo que hacemos”, dijo ayer mismo, llegando a amenazar a los profesionales de la casa: “Soy amiga de Lara”.

Felicidades a Antena 3. No es una gran televisión, pero sí un excelente negocio.

P.D.

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Un motivo para NO ver la televisión

Sueños de trenes.

Autor: Denis Johnson.

Editorial: Literatura Random House.

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Cuando uno creía haberlo leído todo sobre Denis Johnson, el escritor nacido en Munich que vive en Idaho, se publica esta obra maestra de la literatura norteamericana profunda, descarnada, marginal y violenta, trascendental y desesperada. “Ángeles derrotados” (Anagrama) sorprendió allá por 1986 por su originalidad y su descaro: poesía sucia sobre perdedores que seguían los pasos de la generación beat. Un debut prometedor. “Árbol de humo” (Mondadori) es una de las mejores historias sobre Vietnam jamás escritas. Así de sencillo. “Que nadie se mueva” (Roja y Negra) es una novela negra inmaculada, un homenaje a los clásicos, a los personajes bien construidos y a los escenarios abiertos. “Hijo de Jesús” (Mondadori) reune once historias breves, con un narrador común, sobre la vida marginal norteamericana, bares y drogas, desengaños y traiciones. Finalmente, “El nombre del mundo” recorre los días complejos de un tipo que ha perdido a su familia y se tambalea en la cuerda floja de los recuerdos, las amistades peligrosas y el humor macabro.

Con este currículo, un puñado de libros geniales, está claro que Denis Johnson es uno de los grandes. Un talento mayúsculo capaz de superar lo ya escrito, gran literatura, con un nuevo libro que se lee en una sentada y deja cicatrices para siempre. “Sueños de trenes” narra la epopeya de un hombre, de un superviviente, que arrastra su dolor y su pena por el salvaje Oeste americano de comienzos del siglo XX. La biografía de un pionero que, quizá por el tono épico y la crudeza de la historia, en algunos momentos recuerda a esa obra maestra de Peter Matthiessen titulada “País de sombras”.

“Los árboles eran asesinos, y aunque noventa y nueve de cada cien veces un buen aserrador fuera capaz de calcular correctamente cómo iba a caer el árbol, y hasta conseguir por medio de una serie de cortes magistrales y de cuñas que una pieza de cincuenta toneladas girara en redondo colina arriba y aterrizara detrás de él con tanta precisión como una aguja, la número cien podía acabar con su cara aplastada y él más tieso que la mojama, así de fácil”.

Robert Grainier es un jornalero marcado por la pérdida, la miseria y el arraigo con la tierra. Johnson escribe la desgarradora crónica de un tipo humilde, de una familia rota, y habla de las personas, en muchos casos apenas fantasmas, pero también de la degradación social, de la naturaleza y de la furia con que la vida es capaz de maltratar a los perdedores. Total y absolutamente imprescindible.

Las noticias y las verdades

Son las nueve de la mañana. Mientras ojeo el periódico me parece escuchar de fondo un mantra televisivo: “Ya conocen las noticias… Ahora les contaremos la verdad”, dice el Gran Wyoming para arrancar “El Intermedio” (La Sexta), el único programa imprescindible de la televisión actual.

La frase suena lejana, pero con enorme claridad. Las noticias no tienen por qué coincidir con la verdad. La verdad no siempre es noticia. Las noticias y las verdades pueden ser agua y aceite. Moléculas irreconciliables. Elementos inmiscibles. La noticia está en la página 12 de El País: “Hemos hecho todo lo que podíamos contra la corrupción”, asegura Cospedal”. La verdad está en la página siguiente, la 13: “Interior excarceló a Matas en contra del informe de la prisión”.

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“Nosotros no podemos meter a la gente en la cárcel”, aseguró María Dolores de Cospedal mientra veía por el rabillo del ojo cómo Jaume Matas abandonaba la cárcel tras cumplir sólo tres de los nueve meses de cárcel a los que estaba condenado. ¿Un indulto encubierto? No, un encarcelamiento en diferido. La política y la justicia, elementos miscibles. El Ministerio del Interior ha reconocido que concedió a Matas el tercer grado penitenciario en contra del informe de la prisión de Segovia. Interior y Prisiones, dos mundos bien diferenciados. Justicia igual para todos.

Carlos E. Cué, periodista de El País, puso a la secretaria general del PP contra las cuerdas durante una rueda de prensa en Génova: “El PP no ha dado una versión oficial de qué sucede con estas paredes, estas mesas y estas sillas, 1,7 millones de las obras de esta sede pagadas en B según un auto judicial”. Cospedal respondió que no tiene por qué responder a cada auto judicial. Preguntas y respuestas, ingredientes inmiscibles. “No quiero llevar la contraria a Cospedal, pero se pueden tomar más medidas contra la corrupción”, dijo toda digna Esperanza Aguirre al oler la sangre en las dudas de su secretaria general.

Y así continuamos viviendo, entre noticias y verdades, entre realidades oficiales y oficiosas. Entre políticos que no pueden meter a la gente en la cárcel y políticos que pueden salir de la cárcel. Entre la vergüenza y la desvergüenza. Ya conocen las noticias…

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Cuando resistir es vencer

La sexagenaria que ven en la imagen, rodeada de micrófonos y cámaras en las puertas de los juzgados de la madrileña Plaza de Castilla, no es la estrella del programa de Antena 3 “Los mayores gamberros”. Aunque si quisiera, podría serlo. Es mayor y, si la han visto conducir con la poli pisándole los talones, sabrán que también es traviesa y desvergonzada. Se trata de Esperanza Aguirre, la fugitiva, la versión femenina de El Vaquilla, una Telma sin Louise. Es la política que dejó la política para seguir haciendo política. Es la lideresa, una señora que muy bien podría estar políticamente acabada por desobediente civil y que, sin embargo, parece encontrarse en la cima de su carrera.

AGUIRRE DECLARA ANTE EL JUEZ

Se le escapan unas lagrimillas a Esperanza Aguirre, y tiene que secarse los ojos mientras sonríe a la prensa. Llora de emoción. ¿Porque en ese preciso instante alguien le ha llamado “choriza” a gritos? No, por dios. Eso son minucias. ¿Llora entonces porque, al estar imputada por desobediencia, siente acabada su carrera política? No, por favor. “Tiene presunción de inocencia”, ha dicho su colega María Dolores de Cospedal. Quizá llora porque aún se siente viva. Porque al ver a toda esa gente rodeándola, todas esas cámaras y micros, piensa que ha resucitado. A nivel político, se entiende. Quizá todavía pueda pillar cacho. Puede que aún no sea carne de residencia (privada) de la tercera edad, y aún pueda putear a Gallardón y Botella, aún pueda hacer filtraciones que amarguen la vida a Rajoy, aún pueda desenmascarar otra trama Gürtel o, vete tú a saber, incluso ser alcaldesa de Madrid.

Aguirre atropelló a un agente de Movilidad que, según el parte médico enviado por Asepeyo a la Policía Municipal, sufrió “contusiones (hematomas) en múltiples sitios y se le fija un tratamiento de frío seco, gel antiinflamatorio, protector gástrico y antiinflamatorios”. Es más, el agente-paciente asegura “se encontraba pidiendo una documentación a un coche y éste le ha intentado atropellar”. Una fuga en toda regla.

Pero no le demos a un intento de atropello más importancia que la que tiene, por favor. Recuerde que los españoles siempre hemos sentido debilidad por los forajidos. Por los que se escabullen y eluden de manera violenta y teatral la acción de la justicia. El otro día pude escuchar a El Dioni, el del furgón blindado, entrevistado en la Cadena SER como si fuera una estrella del rock. ¿Y qué me dice usted de El Lute? Otro especialista en evasiones, convertido desde hace años en héroe por la sabiduría popular. Eleuterio Sánchez acaba de publicar “Cuando resistir es vencer”, libro con el que cierra un ciclo de memorias. Pues eso mismo. En el mundo del hampa, resistir en vencer.

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P.D.

Mariló Montero, la de las almas trasplantadas, sigue dando juego. ¿Dónde? En la televisión pública, por supuesto.

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