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¡Qué tiempo tan triste!

Tenía serías dudas sobre por dónde comenzar a leer El País de hoy. La página dedicada al nuevo libro de Elvira Lindo tenía muy buena pinta, la verdad, pero la doble con la entrega de los Premios Ondas se me antojó irresistible. Me incliné por esta última opción tras ver a Raphael, Delkader y Cebrián en la primera fila de la foto de familia (Monster), con premiados y organizadores. Galardones a la innovación y el talento en el sector audiovisual, los Premios Ondas son el reflejo exacto del momento creativo y moral que viven los grandes medios de comunicación en España. Si usted no me cree, si piensa que estoy bromeando o tratando de resultar irónico, o que soy un vulgar paranoico, fíjese en quiénes han sido condecorados en dos de sus secciones más importantes y significativas: mejor presentadora y mejor presentador. Los afortunados han sido Ana Blanco, la periodista al frente de los informativos más tendenciosos, sectarios y criticados del momento, los de TVE, la televisión pública, e Iker Jiménez, el tipo que se gana la vida con las caras de Bélmez, el hombre del saco y la chica de la curva.

La superchería conspiranoica y la manipulación informativa, en la cumbre de la gran fiesta por la innovación y el talento del sector audiovisual. Y luego nos quejamos de que Mariano Rajoy sufra alergia a los medios de comunicación, y se niegue a dar la cara en debates y entrevistas. En semejantes circunstancias no es de extrañar que el momentazo” de la gala, según cuenta El País, lo protagonizara el cantante Raphael, “que con los ojos brillantes cantó Gracias a la vida acompañado de una guitarra. El público, puesto en pie, le dedicó la ovación más larga y calurosa de la noche”.

El público, puesto en pie, sin duda le dedicará también una ovación larga y calurosa a Mariano Rajoy cuando dentro de unos días, en plena campaña electoral, visite de cuerpo presente, no dentro del caparazón de su vicepresidenta, “¡Qué tiempo tan feliz!” (Telecinco). El programa de María Teresa Campos también ha contado, o contará, con la presencia de Albert Rivera y Pablo Iglesias. El mercado del jubilata, el black friday del pensionista. Aplausos que quedarán reducidos a la categoría de susurro si los comparamos con los que acabo de dar, hasta que me han sangrado las manos y se me han desmontado las falanges, en honor de un Pedro Sánchez que, mientras Rajoy comentaba el fútbol en la Cope, visitaba a Bertín Osborne en su casa.

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Si usted tenía dudas sobre la decadencia del PSOE, anoche tuvo ocasión de disiparlas por completo. El candidato de los socialdemócratas españoles se sentó en el mismo lugar que la nieta de Franco, siguió el juego al mismo casposo presentador, se divirtió con sus bromas campechanas, se bebió su cerveza con tabasco y quedó en absoluta evidencia: Sánchez se vendió por unos minutos de presencia mediática, un desliz intolerable que le convierte en cómplice del deterioro de la televisión pública. “En España todavía hay un sustrato franquista, un franquismo sociológico, autoritario, considerable”, dice en Jot Down el periodista José García Abad. Pues sí, todavía hay un sustrato franquista, y en televisión se puede encontrar en programas rancios como “En tu casa o en la mía” (TVE). Hasta allí se acercó Pedro Sánchez suplicando un puñado de votos.

Bertín: ¿Tu eres muy ligón?

Pedrín: Sí, he sido aficionao

Bertín: A las mujeres nos las tenemos que trabajar mucho.

Pedrín: Sí, mucho.

¡Vaya par de machotes! Dos tipos guapos, cachondos y con la mili hecha. Lástima, porque los políticos, como las televisiones públicas o los medios de comunicación de calidad, no han venido a este mundo para divertir a los ciudadanos. Políticos, televisiones públicas y medios de calidad tienen la obligación de ayudar a la gente a estar bien informada, para que puedan formarse una opinión propia. El debate de calidad ayuda a crear hombres y mujeres con criterio, y es por tanto garantía de futuro. La complicidad con la telebasura, el fraude y la manipulación solo sirven para retroceder.

Un motivo para NO ver la televisión

El Celta no tiene la culpa.

Autor: Alfonso Armada.

Editorial: Libros del K.O.

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Alfonso Armada trabaja en ABC: nadie es perfecto. Un pequeño detalle que apenas ensombrece el brillante currículo de este gallego de Vigo, periodista curtido en mil batallas que tiene en el teatro y en la literatura los sitios de su recreo. Conocía su pasión por Dylan y Kafka, por África, por escribir libros de viajes, por enseñar los secretos de su oficio… Pero jamás le imaginé en la grada de Balaídos, bocata en mano, gritando como un loco los goles del equipo celtiña.

Alfonso no tiene la culpa. De no ser un futbolero acérrimo. Solo es culpable de escribir de maravilla, y de desnudar parte de su infancia y juventud en este librito delicioso que habla de muchas cosas, desde Nueva Zelanda a los curas pasando por el Linimento Sloan, el placer de leer cada mañana el New York Times de espaldas a Manhattan o el Libro del Desasosiego. ¿Fútbol? Algo hay, qué remedio… 

 

¡Viva el vino!

“Los programas que grabo con tres copitas son los mejores”, asegura el cantante y presentador de moda, Bertín Osborne, en una entrevista publicada en El Mundo. La nueva estrella de la televisión pública española, las copitas se las pagamos todos, confiesa que trabaja no borracho, cuidado, sino con un “pedo cachondo”: “Los programas que hago por la tarde después de comer, cuando me he bebido esas tres copitas, son los mejores. No bebo nada de alcohol fuerte, pero me encanta tomarme tres o cuatro copas de vino español bueno, bueno. Y sales de un relajado, con un bienestar social…”.

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Bienestar social. Ahí está el asunto, en el concepto que la derecha de este país tiene de bienestar social. Tres o cuatro copas de vino español bueno, bueno. Pedo cachondo, para que usted y Bertín me entiendan. Así las cosas, cuando Mariano Rajoy grita “¡Viva el vino!” no realiza una apología de la priva, ni siquiera defiende la popular bebida obtenida mediante la fermentación del mosto de la uva. No. Cuando Mariano Rajoy grita “¡Viva el vino!” en realidad brama por la calidad de vida de los ciudadanos, por acabar con las desigualdades, por conseguir un futuro mejor. Es decir, que cuando José María Aznar pedía que le dejasen “beber tranquilamente” cuestionando una campaña de la DGT, lo que quería decir es que nuestros enemigos son la pobreza, la ignorancia y el desempleo: “Las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber déjame que las beba tranquilamente; no pongo en riesgo a nadie ni hago daño a los demás”.

En España das una patada a un bote, o mejor a una yonki-lata de medio litro de Mahou cinco estrellas, y te salen media docena de luchadores por el bienestar social. Tambaleándose, pero salen. ¿Recuerda usted a Miguel Ángel Rodríguez, portavoz del Gobierno con José María Aznar entre 1996 y 1998? Un combatiente por la paz y la solidaridad comunitaria detenido por la policía durante una de sus batallas contra quienes pretenden acabar con la convivencia. ¿Y qué me dice de Enrique López, magistrado del Tribunal Constitucional sorprendido por la policía a lomos de su motocicleta sin casco y con una tasa de alcoholemia cuatro veces superior al máximo legal? Un héroe en la lucha por los derechos de los más necesitados, por la grandeza y la imparcialidad de la justicia a traves del pedo cachondo, por el bienestar social a través de la alfabetizacion: se negó a abstenerse en el caso Gürtel con un texto con más de 50 erratas y faltas de ortografía.

“¡Viva el vino!” insistió Rajoy. Y los suyos se tomaron al pie de la letra sus palabras, y se pusieron en contacto con Bertín para que invitase al presidente a “En tu casa o en la mía”. Cuatro millones de telespectadores no pueden estar equivocados. “¡Vente para el programa pero ya, machote!”, debió decir la media pareja teatral de Arévalo descorchando una botella de reserva. Del bueno, bueno. Pedo cachondo frente a plasma man. El éxito está asegurado. La tele pública goza de excelente salud.

Un motivo para NO ver la televisión

Cansasuelos.

Autor: Ander Izaguirre.

Editorial: Libros del K.O.

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Ander Izaguirre es un periodista inquieto que ha entendido perfectamente el momento que vive su profesión. Y se ha echado al monte, como es natural. Libre del cobijo ficticio de una redacción, sin ataduras o compromisos, el guipuzcoano escribe sobre aquello que le interesa. Los porteadores de alta montaña del Karakorum, el Tour de Francia, la Real Sociedad, los inuits de Groenlandia o los niños mineros de Bolivia. Siempre al aire libre, siempre en movimiento, siempre en forma de reportaje. “Cansasuelos” es eso mismo, un reportaje largo y brillante sobre un viaje a pie de seis día por los Apeninos.

La idea fue de S, una misteriosa fisoterapeuta parmesana a la que había conocido en otro momento, en otras circunstancias, en otro camino. “En algunas horas del día a S. le gusta separarse cincuenta metros, caminar un poco más adelante o un poco más atrás que yo, le gusta ir sola. Procuro fijarme en quienes saben callar, en quienes entienden el silencio, la pausa, el intervalo. Caminar es callar, escribir también es callar, no se puede escribir sin callar primero y sin callarse bien”.

Desde Bolonia hasta Florencia, Izaguirre camina. Por el campo, asfalto y senderos. Con la naturaleza a un lado y la huella del hombre en el otro. Paisajes y anécdotas, mañanas en las que casi siempre duele algo, paisajes y nuevos mandamientos, historia y turismo. “Unos 137.000 metros, así que yo habré dado unos 183.000 pasos, y este libro tiene unas 23.000 palabras: por cada ocho pasos, he escrito una palabra. Ufa, qué devaluación”. Nuestro viajero cuenta los pasos y las costumbres con una capacidad descriptiva enorme, Izaguirre escribe de maravilla, hasta el punto de que en ocasiones me recuerda a mi Bill Bryson favorito: el de “Un paseo por el bosque”.

Lea a Izaguirre siempre, y disfrute ahora que vienen los frios con “Cansasuelos”. Le entrarán unas ganas terribles de levantarse de la chimenea, calzarse unas botas y salir a andar. Porque la verdad, no lo olvide, está ahí fuera.

La nieta del dictador, en TVE

Que Bertín Osborne entreviste el 7 de octubre de 2015, y en el prime time de la primera cadena de la televisión pública española, a Carmen Martínez-Bordiú, la nieta de Francisco Franco, sólo puede entenderse como una tomadura de pelo. Una burla al ciudadano que financia este medio de comunicación con sus impuestos. Un desprecio absoluto por el concepto mismo de televisión pública, entretenimiento de calidad y servicio público. Y un desprecio total por una historia, la nuestra, víctima de una transición basada en el olvido: aún no hemos superado la dictadura franquista. A las diez de la noche y cuarenta minutos del pasado miércoles los telespectadores que sintonizaron la primera cadena de TVE pudieron ver imágenes de un sanguinario dictador ilustrando, con total naturalidad, la charla entre dos seres de otro tiempo: la pareja profesional de Arévalo y una vendedora de exclusivas rosas conocida por su intervención en programas como “¡Sálvame!” o “Mira quién baila”. ¿Esta es la España que pretende ser, como dice el presidente del Gobierno Mariano Rajoy, “el gran cosmos del emprendedor”?

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“Éstas son las fotos que tenemos todos en casa”, dice la nieta de Franco. “Ahí está tu abuelo”, insiste Osborne señalando al tirano enmarcado sobre una mesa. “Ésta es la foto de un cachalote que pescó mi abuelo en el Azor… Y ésta es una foto muy curiosa que hizo mi abuelo”, dice Martínez-Bordiú señalando una imagen del rey Juan Carlos. “Hay gente a la que les cae bien mi familia, y gente que les cae mal… pero cada uno es como es”, sentencia la entrevistada.

Abundan las anécdotas tronchantes, como no podía ser de otra manera. La nietísima habla de su costumbre de “enseñar el culo a la luna”“Y la cara al sol”, redondea un chispeante Osborne con total naturalidad. Este es el nivel del programa, de la entrevista, de sus protagonistas. “¿Con quién aprendiste más en materia sexual?”, pregunta Osborne con su picardía paleta. “Hay mujeres que son muy promiscuas”, responde Martínez-Bordiú, absolutamente empeñada en decir estupideces sobre la homosexualidad: “dos tíos pueden dormir en la misma cama sin que ocurra nada”.

Osborne: ¿Tu eres bisexual?

Martínez-Bordiú: No, a mí me gustan los hombres.

Osborne: ¿Y crees que tu abuelo lo era?

Martínez-Bordiú: No tenía tiempo de pensar en sexo: El poder es ya una droga.

Osborne: ¿Con cuántos hombres has estado tú?

Martínez-Bordiú: No te lo voy a decir, pero una vez hice una lista por años…

Osborne: ¿Qué tiene que tener un tío para que no te canses de él?

Martínez-Bordiú: No sé.

Ignoro los méritos de Martínez-Bordiú para ser entrevistada en el prime time de la primera cadena de la televisión pública española. “¿De qué vivo? De una cosita que hago en Hola!, un poquito aquí, otro allí..”, dice mientras Osborne mastica un aperitivo. ¿Imagina usted a un nieta de Hitler o de Mussolini sin oficio ni beneficio siendo entrevistada en el prime time de la televisión pública alemana o italiana? ¿No le resulta repugnante ver imágenes de Franco en TVE cuando todavía miles de personas luchan por la verdad, la justicia, la reparación y la memoria frente a las desapariciones forzadas cometidas durante la Guerra Civil y la dictadura? Un despropósito pagado, insisto, con dinero público, con sus impuestos y los míos. Un escándalo.

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P.D.

El PP pide al PSOE que dejen de “ser cansinos y dar la murga” con la Memoria Histórica: “Ya no hay más fosas que descubrir, salvo que se empeñen en buscar a Federico García Lorca en los cuatro puntos cardinales de España”.

La asociación Jueces para la Democracia recuerda que España, con más de 114.000 desaparecidos, es “el segundo país del mundo, tras Camboya, con mayor número de personas víctimas de desapariciones forzadas cuyos restos no han sido recuperados ni identificados”.

Bertín y Toñete

Entrevistar puede parecer algo sencillo, pero no lo es. Entrevistar, bien, es muy difícil. Se trata de un género periodístico clásico que consiste no sólo en saber preguntar, sino en saber escuchar, en analizar y comprender, en leer gestos y miradas. Entrevistar no es, como piensan algunos, acorralar, intimidar o arrancar un titular. Entrevistar no es demostrar nada, es descubrir. “Actualmente los periodistas no buscan información, sino pruebas de villanía”, dijo en una ocasión Michael Crichton. Entrevistar es buscar información, ver las cosas desde el punto de vista del entrevistado, entender cómo piensa. Viene siendo así desde hace muchos años. La primera entrevista de que tenemos constancia es aquella en la que, allá por 1859, el líder mormón Brigham Young se confesó en el New York Tribune. ¿Grandes entrevistadores a lo largo de la historia? Rudyard Kipling recogió una charla con Mark Twain para su libro “From sea to sea”. Robert van Gelder entrevistaría a Stefan Zweig para The New York Times Book Review en 1940. Terry Coleman hizo lo propio con Margaret Thatcher en 1971 en The Guardian. Y no olvidemos la interesantísima conversación entre Rosa Montero e Indira Gandhi publicada en su día por El País.

La prueba de que entrevistar no es sencillo la tenemos en la televisión pública. Concretamente en el programa “En tu casa o en la mía” (TVE), presentado por Bertín Osborne. La pareja artística de Arévalo interroga el día del estreno a Pablo Alborán, un cantante insípido que no tiene nada que decir, y aprovecha para convertirse en protagonista. El defecto de tantos periodistas actuales, el protagonismo, es el mal habitual en entrevistadores mediocres.

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Salvo excepciones como Iñaki Gabilondo o Pepa Bueno, pocos entrevistadores de calidad en televisión, un medio en el que predominan los fuegos artificiales. Manda el show, el periodismo espectáculo, la búsqueda del titular explosivo. En los quioscos tampoco queda papel para conversaciones largas: piensan que con un test es suficiente para conocer a alguien en profundidad. Error. Solo en Jot Down pueden encontrarse entrevistas en profundidad, jugosas, para leer sin prisa.

Por todo esto resulta sorprendente encontrarse en las librerías con “Palabras sabias a oídos sordos” (Roca Editorial). Cinco entrevistas a otros tantos famosos televisivos: Iñaki Gabilondo, El Gran Wyoming, Antonio García Ferreras, Jordi Évole y Ana Pastor. La novedad no está en los personajes, conocidos por todos, promocionados hasta el exceso por el monstruo televisivo, sino en el tratamiento fresco y descarado con que el autor enfoca las entrevistas. Antonio Contreras, Toñete, tiene 20 años, estudia Comunicación Audiovisual, y le gustan los videojuegos, la televisión y las redes sociales. Es alto, desgarbado, interesante y sordo. Tiene mucho sentido del humor. Con la ayuda de Teresa Peyrí, fotógrafa en funciones de editora, Toñete ha escrito un libro que es toda una demostración de fuerza, de superación y de carácter. Toñete apaga la tele, se para a pensar y hace preguntas. Periodismo.

Los seguidores de los cinco famosos disfrutarán con la información recogida, con las respuestas ingeniosas, con el desparpajo de Toñete, con la amabilidad de unas entrevistas interesantes sin malicia alguna. Pero no se confundan, el auténtico protagonista del libro es Toñete. Un tipo que se tira al barro, se enfrenta a sus problemas y comienza a contar cosas. Está on fire. El próximo libro, con menos famosos y más toñete, será tremendo.

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P.D.1

Hoy…

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Un motivo para NO ver la televisión

Horace Sprott

CD: Ain’t This a Mean World.

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Este disco es un lamento. Bluesman de Alabama nacido en 1890, hijo de esclavos, cantante, guitarrista y armónica, Horace Sprott interpretó canciones de trabajo, espirituales y canciones de esclavos. Blues primitivos. Lamentos arrastrados, en ocasiones a pelo, sin instrumentación. Pasó hambre y frío. Estuvo en la cárcel. Trabajó en el campo y actuó en tugurios. En 1954 un estudioso de la música folk llamado Frederic Ramsey le grabó algunas sesiones, editadas con cierto éxito por la prestigiosa  Smithsonian Folkways Recordings. Y ahí terminó todo. Sprott murió en los años 90. En el pasado mes de febrero se editó este disco, 100 copias en casete, con doce canciones desgarradoras.