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La última corrida

La Monumental vivió su última tarde de toros. Desde la retirada de Nacho Vidal los medios no utilizaban con tanta alegría el término “última corrida”. Hay motivo para el jorgorio: Cataluña queda libre de tortura. Bueno, de casi toda, porque ahí siguen los correbous… La caverna, habitualmente en tendido de sombra, sale a la luz con la artillería preparada para defender algo mucho más importante que un festejo taurino: la unidad nacional. “Han cerrado los tendidos que se iban a convertir, en cuanto a canto de libertad, en lo que dicen que fue el Nou Camp durante el franquismo”, escribió David Gistau en El Mundo. “Les molesta España”, aseguró, con lágrimas en los ojos, el torero catalán Serafín Marín. “Es todo política: no quieren toros porque es un producto español”, dijo anoche el ganadero Cristian Mansilla en “Salvados” (La Sexta).

¿Libertad? ¿España? ¿Política? Es curioso comprobar cómo, cuando hablan de la desaparición de las corridas en Cataluña, a muchos toreros, columnistas y hasta periodistas se les llena la boca con palabras grandiosas. La razón es muy sencilla: resulta mucho más fácil manipular cuando invocas  sentimientos ancestrales y fronteras sagradas. Pero no se confundan, solo se trata de acabar con la tortura. Olviden España, la libertad, la política y el castellano. Tortura. Nada más y nada menos. Otro día si quieren hablamos del catalán y el castellano, o de la política y la unidad de España. Hoy estamos hablando de acabar con la tortura de animales.

Anoche “Salvados” habló de todo esto. “Salvados” no es únicamente un programa de televisión. Es un milagro. Si usted analiza la parrilla, sembrada de apestosa basura, se dará cuenta del mérito que tiene mantener vivo un programa de estas características. Periodismo, ironía y humor en un ejercicio de televisión creativa e inteligente absolutamente único. Y con el Follonero al frente, un tipo con talento capaz de manejar con mano de seda a gentuza de la peor calaña. Hace una semana enseñó a Duran i Lleida la foto de la suite que tenía el diputado de CiU en el Hotel Palace: “no me la volvería a hacer”, dijo a modo de justificación el político catalán.

En “Toros, un lío monumental”, el programa de ayer domingo, el Follonero trata de explicar el conflicto charlando con todas las partes. Utiliza un recurso tan infalible como escaso, el sentido común, para interrogar a los políticos que han acabado con la tortura. Y a los anti taurinos, a los aficionados, a los ganaderos, al director de La Razón (enorme entrevista breve)… E incluso a Obdulio, el embolador. Y deja que el telespectador saque sus propias conclusiones.

Televisión de lujo. El resto, salvo excepciones, es tortura.

 

Un motivo para NO ver la televisión

El frente ruso.

Autor: Jean-Claude Lalumière.

Editorial: Libros del Asteroide.

Esta es una novela divertida sobre una existencia triste. El mundo de la burocracia, de la empresa, de la mediocridad laboral y la melancolía funcionarial. El protagonista de esta historia ingresa en el cuerpo diplomático y sueña con aventuras y viajes por lugares exóticos, con conocer a gente interesantísima, con el poder y la gloria. Armado con el desproporcionado maletín que le regala su madre, el mirlo blanco se incorpora al departamento de “Países en vías de creación, sección Europa del Este y Siberia”. En la jerga diplomática, el frente ruso. En la realidad, el culo del mundo. El acabose.

Oficinas sin luz natural, jefes ineptos, compañeros adictos a los viajes falsos, secretarias a punto de jubilarse, informáticos freaks… Las ilusiones de nuestro funcionario se desvanecen en unas oficinas grises del centro de París. Se impone la ausencia de ambición, la ineptitud y el fracaso amoroso. Nada que no hayamos visto, en forma de jugarreta fatal del destino, pero contado de manera original, ingeniosa y descarada. Un monumento a la torpeza del hombre escrito desde la ironía más fina y cruel.  Una primera novela tronchante, de principio a fin.

Entrevista con Jean-Claude Lalumière en Pagina 2 (TVE)

la justicia no es un cachondeo

Tranquilos. No voy a hablar de Garzón, ni siquiera del Constitucional y sus jueces divididos en dos bandos. ¿De los Beatles o de los Stones? ¿Del Madrid o del Barsa? No, no, nada importante, algo anecdótico: conservadores o progresistas. Minucias. El post de hoy es algo serio, puesto que está dedicado nada más y nada menos que a los Kikos, una de las sectas más extremistas y peligrosas de nuestro país. ¿Los “Kikos”, el movimiento Camino Neocatecumenal dirigido por ese personaje esperpéntico llamado Kiko Argüello? No, no, algo mucho más dañino. Los Kikos que yo digo se apellidan Matamoros y Hernández, y son dos iconos de la televisión moderna gracias a su impunidad a la hora de mentir, confundir, manipular e injuriar.

Kiko Matamoros y Kiko Hernández, tertulianos del programa de Telecinco “Sálvame”, dijeron ante millones de telespectadores que Cristiano Ronaldo había montado una fiesta en su casa justo la noche antes del partido decisivo que el Real Madrid, su equipo, jugó y perdió contra el Barcelona. Implicaron en la fiesta a otros jugadores de la plantilla madridista, y dijeron que después del partido el portugués, lejos de estar compungido, se fue otra vez de juerga. “¡Es una indecencia, una vergüenza que no se puede permitir! Se están riendo de nosotros. ¡Vamos hombre, por favor! No sé cómo seguimos siendo del Real Madrid…”, ladraron.

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El juerguista Ronaldo demostraba así una insultante falta de profesionalidad y de compromiso con el equipo, provocando el cabreo de miles de aficionados blancos. Quedaba marcado para siempre… si no fuera por un pequeño detalle: todo era mentira. Ronaldo dio un paso al frente y, tras desmentir a los Kikos, anunció que tomaría medidas legales contra Telecinco “por comentarios intolerables que desprestigian mi dignidad y mi profesionalidad”.

¿Medidas legales? Canguelo. Eso fue lo que tuvo de inmediato la cadena de Paolo Vasile, que obligó a los Kikos a retractarse de la noticia que juntos habían ofrecido en exclusiva y por todo lo alto. “Manifestar que mis fuentes no fueron del todo exactas y la fecha no coincide con la expresada en el día de ayer”, dijo Kiko Hernández, “Lamento el malentendido y nunca tuve la intención de dañar la imagen del Real Madrid, de ninguno de sus jugadores ni de Cristiano Ronaldo, del que pienso que es un futbolista extraordinario”. ¿Se puede ser más miserable? Sí, se puede ser Kiko Matamoros: “Cuando terminó el programa llamé a Íker Casillas y, por su tono de indignación, me di cuenta perfectamente de que la información que habíamos dado era absolutamente falsa”.

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¿Quién dijo que la justicia es un cachondeo? Sólo hizo falta que Ronaldo utilizase la palabra “querella” para que dos delincuentes de poca monta y una cadena de televisión sin escrúpulos manchasen los calzoncillos. Lamentablemente los telespectadores que, por diferentes cuestiones, presenciaron las  infamias pero no la rectificación, aún pueden pensar que Ronaldo es un irresponsable crápula. Calumnia, miente, emponzoña, insulta y manipula, que algo queda.

Afortunadamente en el periodismo serio no suceden estas cosas ¿verdad?

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P.D.

¿La SGAE tiene que ir a un instituto porque se representa una obra de Lorca? ¿La SGAE tienen que ir a una peluquería donde suena la radio? Las preguntas se las hizo el Follonero a Ramoncín en “Salvados”, el excelente programa que La Sexta emite los domingos. Yo hubiese añadido una: ¿Tiene que cobrar la SGAE un canon por los discos vírgenes a los vecinos de mi pueblo que los cuelgan en los huertos para espantar pájaros?

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Un motivo para NO ver la televisión

Kanikosen. El pesquero.

Autor: Takiji Kobayashi.

Editorial: Ático de los libros.

“Kanikosen. El pesquero” cuenta la historia de la explotación de unos hombres que, a bordo de un buque factoría, pescan cangrejos en las lejanas aguas de Kamchatka. Y de cómo estos trabajadores, apaleados por el estado y el patrón, se rebelan contra sus opresores. “Hasta el capitalista más astuto no había podido imaginar que las cosas sucederían de ese extraño modo”, asegura un Kobayashi que, en el último párrafo del libro, sentencia: “Esta obra es una página de la historia de la penetración del capitalismo en las colonias”.

En “Kanikosen. El pesquero” encontramos toda la injusticia, la desigualdad, la decadencia moral, la brutalidad y la miseria que nos estremeció en “Las uvas de la ira” de John Steinbeck, “La jungla” de Upton Sinclair, o “El camino del tabaco” de Erskine Calwell. Un clásico de la literatura japonesa que, en estos tiempos de precariedad laboral y empresarios depredadores, estremece desde la primera a la última página.

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