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Sin tetas no hay periodismo

El periodista Manuel Cerdán, director de Interviú, es uno de los tertulianos de “La mirada crítica” (Telecinco). Desde la llamada “mesa de análisis” del programa comenta, muy serio, el proceso de negociación con ETA. Inmediatamente después aborda el derecho a la autodeterminación catalana planteado por Artur Mas: “A mí lo que más me preocupa de estas declaraciones es el ataque al Tribunal Constitucional. Podía haber realizado declaraciones más sesudas”, dice. Termina analizando las últimas declaraciones de Chávez: “lo importante es que la gente no caiga en la trampa de su discurso de chiste, en su demagogia populista, en su discurso jocoso”.

Manuel Cerdán, junto a la ganadora del concurso. (Interviú)

Cerdán (segundo por la derecha), junto a la ganadora del concurso. (Interviú)

Mientras escucho su ceremonioso discurso, ojeo el Interviú de esta semana. El solemne Cerdán televisivo aparece, más relajado, en la página 67. Se trata de un reportaje fotográfico realizado en la discoteca Alegoría durante la entrega de premios del concurso Chica Interviú 2007, presentado por Pipi Estrada y Arancha Bonete. Cerdán entregando un enorme talón de 6.000 euros a Valeria Petkova, la ganadora. Cerdán sonríe tras el cheque. Valeria lo hace desde el interior de un traje de baño rojo. No les faltan motivos: dentro de poco, anuncia Interviú, podremos ver a Valeria en pelotas.

La televisión y el periodismo son así. Cerdán es uno de esos periodistas con doble vida, elegidos por la televisión no para informar, sino para opinar. Profesionales ubicuos capaces de criticar las trampas de una “demagogia populista” y un “discurso jocoso” mientras posan con Pipi Estrada y una señorita en bikini. Y es que sin tetas, como dice la novela de Gustavo Bolívar Moreno, no hay paraíso. Ni periodismo.

Un periodismo que, arrastrado por la televisión, el sensacionalismo y los intereses económicos empresariales, vive momentos deplorables. Sumido en una crisis de imaginación, desnaturalizado por intereses políticos, sacudido por una alarmante falta de moral y escrúpulos. Y por el intrusismo del corazón. En el día de hoy, cualquier cotilla se autodenomina periodista. Ayer, Ana Rosa Quintana hablaba de Fernando Fernán Gómez. “Recordemos que nació en Argentina”, dijo toda chula. “No, no, era chileno, él siempre decía que la gente se confundía y decía que era argentino”, le corrigió la mujer del hermano de Rocío Jurado. Después del informativo, Ana Rosa tuvo que rectificar: “Vamos a hacer una aclaración. Fernando Fernán Gómez no nació en Argentina, ni tampoco en Chile… nació en Perú”.

Rosa María Calaf es de otra pasta. Una pasta que no le interesa a la televisión pública española: coincidiendo con una lluvia de premios a su carrera como periodista, tiene que abandonar TVE debido al expediente de regulación de empleo (ERE). “El periodismo es una profesión que se está deteriorando cada vez más”, aseguró el miércoles recogiendo un galardón. “Pido a los nuevos periodistas que no primen lo que impacta sobre lo que importa. Y que trabajen por una sociedad de ciudadanos responsables, no de consumidores”. ¿Premiar lo que importa sobre lo que impacta? ¿Una sociedad de responsables y no de consumidores? Esta mujer no es una periodista: es una terrorista. ¡A su casa! ¡Fuera de la televisión pública!

Y para terminar, una buena noticia. Se han editado en bolsillo (Editorial Verticales de bolsillo) “Campo de cebollas” y “Los nuevos centuriones”, de Joseph Wambaugh. Sí, el autor de esa maravilla llamada “Hollywood Station”. Ambos libros son excelentes, pero uno imprescindible: si te gustó “A sangre fría” (Capote) o “La canción del verdugo” (Mailer), devora “Campo de cebollas”. Una novela-reportaje sobre el odio, la violencia, la justicia, la muerte y la vida…