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La tormenta perfecta

Me estoy tomando una caña a mediodía, con un montadito de lomo con pimientos, cuando se me acerca el camarero y me susurra una frase al oído: “Mañana negra en la bolsa, amigo. Ha sufrido la mayor caída desde 2011. Una auténtica ciclogénesis económica, la tormenta perfecta”. ¿Perdone? “El Ibex 35 se ha desplomado un 4,4%. La prima de riesgo se ha disparado hasta los 161 puntos básicos. Los mercados están al rojo vivo, y los inversores huyen de España…”. Ya le entiendo, ya. ¿Me puede traer otra caña y media de callos con garbanzos? Por favor se lo pido.

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La macroeconomía da sed, ¿verdad Rodrigo? Y hambre. Escucho los análisis bursátiles y siento reseco el gañote y el buche tiritando. Ante la amenaza de una nueva recesión me zampo unas anchoas con patatas fritas. Para controlar el pánico de la economía mundial devoro unos boquerones en vinagre con aceitunas. La cerveza me ayuda a digerir la información y me proporciona un delicioso equilibrio final. Alcanzo el nirvana echándome una reparadora siestecilla del perro.

La tormenta perfecta, dijo el camarero. En otro bar escuché una vez que los ciclos económicos necesitan seis años de fase expansiva. Es decir, que no sirve de nada darse prisa: tardaremos seis años como mínimo en comenzar a salir del agujero. Legislatura y media. Es nuestro deber conseguir que ese tiempo pase de la mejor manera posible, ¿no?

La economía es algo que no está a mi alcance. Como las tarjetas black, los sobres de los líderes del PP o el Jaguar de Ana Mato. Se lo digo porque justo en el momento en que el camarero me ponía al día sobre la posibilidad de una nueva recesión, estaba leyendo en el periódico una noticia con este titular: “El número de millonarios crece en España un 24% gracias a la Bolsa”.

Jefe, póngame otra cervecita… ¡y que sea doble!

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Antena 3 y La Sexta comparten una de las exclusivas más cutres de los últimos años: el enfrentamiento entre Gerard Piqué y la Guardia Urbana de Barcelona. Un problema menor de tráfico elevado a la categoría de noticia por uno de los programas más miserables de la televisión actual: El Chiringuito de Josep Pedrerol. Presentan el tema como si el futbolista del Barcelona y la selección hubiese huido de la policía tras derribar una de sus motocicletas. Y no es así: simplemente discute con ellos. Emiten un vídeo cutre, charlan con la periodista de La Vanguardia que publicó la noticia (¿no era suya la exclusiva?) y entrevistan a una testigo que dice que, por la cara que tenía Piqué, iba borracho. Todo muy amarillo, muy poco periodístico, nada serio.

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La finalista del Premio Planeta 2014 (izquierda)…

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Para compensar semejante miseria literaria, nada mejor que escuchar la imprescindible entrevista a Gregorio Morán en el programa de radio Carne Cruda. Un escritor censurado por… ¡Planeta!

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El colmo: Inmigrantes que orinan y escupen “con ébola”. Periodismo del más chusco.

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Un motivo para NO ver la televisión

Bob Seger.

Cd: Ride Out.

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Han pasado ocho años desde el último gruñido del león de Michigan. Bob Seger regresa, a los 69 años, con un disco grabado en Nashville y producido por él mismo: “Este álbum aborda cómo creo que nos sentimos muchos de nosotros en la búsqueda de nuestro lugar en un mundo más complicado, la forma en que apreciamos las cosas tan simples y puras como el amor, navegar a través de la corrupción y la violencia que se respira en las noticias. Se resume en un montón de sentimientos que tengo sobre una variedad de temas”.

Sin la legendaria Silver Bullet Band, su banda en los momentos de gloria, este Ride Out suena recio y creible. Buena culpa es de la canción que abre el disco, “Detroit Made”, un rock clásico que firmó en su día John Hiatt y que a Seger le viene como anillo al dedo. Los que esperen novedades en este álbum saldrán decepcionados. Aquellos que añoren los viejos tiempos, cuando “Against the Wind” sonaba a carretera y libertad, al verdadero espíritu del rock and roll, subirán el volumen de sus reproductores.

¿El último disco del gran Seger? Así parece apuntarlo el músico norteamericano en una entrevista concedida a Rolling Stone: “Mi carrera está tocando a su fin. ¿Qué puedo decir? No puedo hacer esto durante mucho más tiempo. Mi manager tiene 70. Hemos estado juntos durante 45 años y tendremos que parar muy pronto y darle el relevo a los Kid Rocks Eminems. Creo que estamos en la fase final. La otra noche, cuando volvía del escenario le dije a mi guardia de seguridad, ‘Ha sido surrealista. No puedo creer que acabe de hacer un show completo de rock’. Es surrealista”.

 

Guardiola, ese pringado

El fútbol es uno de los pilares de la televisión. El pasado martes el minuto más visto del día, con 11.575.000 espectadores y un 51,8% de cuota de pantalla, correspondió al partido entre el Bayern de Munich y el Real Madrid. ¡Más de once millones de personas pendientes de la pantalla!
Si el fútbol interesa tanto como parece al telespectador, ¿Por qué no hay buenos programas de fútbol en televisión? Gratis, digo. La mayoría de los espacios futboleros de Canal +, con Robinson o Maldini, son muy dignos. En abierto, sin embargo, todo es basura. Sensacionalismo, griterío, tertulianos partidistas sin un mínimo criterio. La barra de un bar, llena de borrachuzos, trasladada a la pantalla. Un ejemplo de este despropósito es “Jugones”, el programa de fútbol de mediodía en La Sexta que presenta un hooligan llamado Josep Pedrerol.
“Jugones” arranca con un editorial. El tal Pedrerol se marca un monólogo que debe resultar, de manera inevitable, polémico, agresivo, irrespetuoso, malencarado, gañán. Un ejemplo: el día después del Bayern-Madrid, con el equipo de Ancelotti clasificado para la final de la Champion, el presentador hizo este discurso: “Pep Guardiola es el gran fracasado, su soberbia le ha pasado factura. El fútbol no lo inventó Guardiola, el de la falsa modestia”. Y así durante unos minutos, cebándose de forma excesiva con Guardiola, lanzando opiniones claramente sesgadas, buscando la provocación, rozando el insulto. ¿El motivo de semejante despropósito? La audiencia, imagino.
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Guardiola se ha convertido, tras perder con el Madrid, en el objetivo de la prensa rosa del balón. Le estaban esperando. El gran estratega, el maestro del fútbol de toque, el tipo educado en todo momento, el que habla inglés, italiano y aprende alemán, resulta incompatible con buena parte del ganado futbolero. Se la tenían guardada. Y a la primera de cambio han sacado los cuchillos: “el gran fracasado, el de la falsa modestia”, dice un Pedrerol que, pobre, jamás le llegará a la altura de los zapatos al entrenador catalán.
En “Jugones”, como en los programas del corazón, buscan la polémica, el escándalo, la víscera. Son el “Sálvame” del fútbol, con grandes dosis de cotilleo y maledicencia y sin apenas periodismo. Una lástima que en un país que reverencia el balompié no se pueda ver un programa decente sobre este deporte. Ni siquiera el legendario “Estudio Estadio”, con sus imprescindibles resúmenes de la jornada, es lo que era.
Y es una pena, porque el fútbol tiene todo tipo de público, de seguidores. El que lanza plátanos a los jugadores, como veíamos en el post de ayer. Y el que lee a Eduardo Galeano en los descansos. Por eso existen diarios deportivos de medio pelo, como As, Marca, Mundo Deportivo o Sport, y revistas con un gran nivel, como Líbero o Panenka. Por eso es lamentable no poder ver ningún programa digno en abierto, y tener que buscar refugio en las previas y los post partido de Canal +, y en sus excelentes “El día del fútbol”, “El día después” o “Fiebre Maldini”.
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La tangana

Me gusta el fútbol a rabiar, pero jamás perdería el tiempo viendo uno de esos programas dedicados al análisis de la actualidad futbolística. La actualidad futbolística no existe más allá del pitido que pone fin al partido. La lesión muscular en el biceps femoral de la pierna izquierda de Messi me importa un pimiento: el domingo saltará al campo otro jugador. Así las cosas, no tendrían sentido programas como “Punto Pelota” o “Jugones”, basados teóricamente en la actualidad deportiva. Programas que en realidad se nutren de especulaciones, rumores o simples maledicencias sensacionalistas. El periodismo deportivo no podría sobrevivir limitándose a contar lo que pasa. Pasa poco. Demasiado anodino todo. Tiene que tirar de imaginación y de enfrentamiento. Vivir en una constante tangana. Como “Sálvame”, pero con futbolistas en lugar de folclóricas.

Programas broncos en los que el conflicto se desborda y va más allá del plató. Cuentan todos los diarios en sus secciones dedicadas a comunicación que Interconomía ha puesto en la calle a Josep Pedrerol, presentador de “Punto Pelota”, y veta el acceso de su equipo de trabajo a la cadena. Me quedo de piedra, puesto que yo creía que Pedrerol era el presentador de “Jugones”, en La Sexta. Y es que Pedrerol hace, hacía, doblete. Dos programas: en la cadena progresista y en la cadena ultra conservadora. Business es business, ya sabe usted…

No he tenido el placer de seguir a Pedrerol en “Punto Pelota”, pero sí he tenido la desgracia de verle en “Jugones”. El monólogo inicial es de esos que invita a apagar la tele: tono serio, preocupado, melodramático, para hablar de los problemas que atraviesa un equipo, de las malas relaciones entre jugadores, de los rumores sobre algo terrible que afecta a alguien del fútbol. ¿Noticias? Pocas confirmadas. ¿Periodismo? Está por ver. ¿Tangana? La sal del programa.

P.D.

En el lado opuesto, “Informe Robinson” (Canal +). Un programa serio, elaborado, con periodismo. Una mirada original y exclusiva al mundo del deporte.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Hoy se cumplen 25 años de la muerte del gran Roy Orbison, The Big O, el rocker tejano de la voz melancólica. “Roy Orbison canta para el solitario”, resumía Springsteen en “Thunder Road”. El primer vídeo, maravilloso, con Roy sin gafas y con una flamante White Falcon