Los profesionales de Real Madrid TV tienen orden de no grabar, y mucho menos emitir, imágenes de la despoblada coronilla de Florentino Pérez. La noticia supone un duro golpe en la línea de flotación del periodismo. ¿Se sumarán el resto de cadenas a la prohibición o mantendrán su lucha por la información descarnada, cueste lo que cueste y pese a quien pese? La calvorota del ambicioso constructor se ha convertido, junto a los escándalos de corrupción en el PP y las elecciones del próximo domingo, en el tema de conversación favorito de los españoles. No se habla de otra cosa en tertulias literarias, barras de burdel y magazines matinales. Que si Floren tiene cuatro pelos, que si se le ve el cartón más que a Zidane, que si necesita visitar al mismo especialista que José Bono… La alopecia desbocada del depredador del ladrillo y el balón, el secreto mejor guardado del mundo estético-empresarial ibérico, se ha convertido en debate nacional. La prohibición de no grabar imágenes de ese erial, un descampado del tamaño de un helipuerto, pone contra las cuerdas a un periodismo que, como muy bien dice García Ferreras cuando da paso a Eduardo Inda, “tiene una religión: arriesgar e incomodar”.
¿Respetarán Ferreras e Inda la orden de Florentino? ¿Se quedarán los espectadores de La Sexta sin los cegadores reflejos entrecanos de la peladera de Florentino? Me extraña. No ha nacido el empresario que doblegue a estos dos titanes del periodismo. En la próxima rueda de prensa del presidente del Real Madrid, retransmitida como las anteriores por la segunda cadena de Atresmedia, seguro que La Sexta coloca una cámara cenital para capturar en toda su inconmensurable grandeza el páramo craneal del presidente del grupo ACS.
El ministerio de Industria confirmó hace unas semanas que el equipo de Florentino Pérez tendrá una nueva licencia en alta definición de Televisión Digital Terrestre. Normal, ¿verdad? Para eso están los canales de televisión, para proporcionar servicio público a los ciudadanos. Y qué mayor servicio público que un entrenamiento matinal de los chicos de Benítez, un partido del Castilla, una rueda de prensa con Arbeloa… o un fundido a negro cuando se enfoque la estepa que luce el presidente en la cumbre de la sesera. El Gobierno del madridista declarado Mariano Rajoy ha premiado, con buen criterio, al Real Madrid con una televisión. Podrían habérsela concedido a una empresa informativa independiente, o incluso a una universidad, pero han considerado que Cheryshev y compañía pueden aportar más a los españoles. Lógico: con el tiempo que dedican los informativos al fútbol no es suficiente.
Lástima que Real Madrid TV no esté emitiendo ya en TDT. Podrían haber dado su opinión sobre la decisión de José Manuel Calvo, concejal de Ahora Madrid de Desarrollo Urbano Sostenible de la capital, de cerrar el paso de forma definitiva a la reforma del estadio Santiago Bernabéu tal y como la había planeado Florentino Pérez. Para este tipo de servicio público es para el que les han concedido la licencia, imagino.
Un motivo para NO ver la televisión
Un detective en Babilonia.
Autor: Richard Brautigan.
Editorial: Blackie Books.
Los aficionados a la novela negra no deberían perderse este libro: en su vida han leído nada igual. Y los no aficionado al género policial tampoco deberían ignorarlo: es difícil que se crucen con un detective menos serio y ortodoxo, más colgado y divertido.
Los seguidores de Richard Brautigan, una leyenda de la literatura underground USA, se cuentan por miles. Algunos son muy conocidos, como Kurt Vonnegut, Dennis Hopper, Jonathan Lethem o Tim Burton. La mayoría son anónimos, el ejército de admiradores de un escritor único que vivía en un mundo diferente, puede llamarle Babilonia, a medio camino entre el arco iris y el bar de la esquina. Brautigan fue un espíritu libre, que escribió clásicos contraculturales como “La pesca de la trucha en América” o “En azúcar de sandía”, y que fue capaz de dar un giro insospechado al género negro.
“Un detective en Babilonia” cuenta las hazañas de C. Gard, un detective que no tiene casi nada. Ni oficina, ni secretaria, ni casos en los que trabajar. Ni siquiera tiene balas para su pistola. Solo tiene un pasado como veterano en la guerra civil española y Babilonia, un mundo alternativo al que tiene acceso tras haber sido golpeado en la cabeza por una bola de beisbol el 20 de junio de 1933. Se trata del lugar perfecto, un espacio de ensueño donde se transforma en un investigador respetado por todos, con oficina, secretaria explosiva y éxito profesional. “No había sido nunca un entusiasta de la política. No fue la razón por la que me uní a la Brigada Lincoln. Fui a España porque pensé que se podía parecer a Babilonia. No se de donde saqué la idea. Siempre tengo un montón de ideas sobre Babilonia…”.
Nuestro protagonista navega entre el mundo real y el lisérgico a su antojo, entrando y saliendo a voluntad en su paraíso paralelo, hasta que un buen día su suerte parece cambiar: una rubia con pasta y sed cervecera de camello contrata sus servicios. Debe robar el cadáver de una prostituta asesinada y llevarlo a un cementerio a la una de la madrugada. Pan comido.
Como usted habrá adivinado, la cosa se complica. Y Brautigan se viene arriba con una hilarante crónica de las peripecias de C. Gard, un perdedor de manual que sortea los problemas en una aventura tronchante. Humor y psicodelia alrededor de una trama criminal francamente descacharrante. La puerta perfecta para entrar en el alucinante mundo del escritor más original, loco y divertido de Tacoma.