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Salvar los medios de comunicación

El diario progresista El País abrió su portada del domingo con los resultados de una encuesta encargada a Metroscopia en la que los resultados curiosamente coincidían con las dos ideas que llevan semanas vendiendo a sus lectores: lo mejor para España es un Gobierno del PSOE con Ciudadanos y el PP. Lo peor para España es cualquier cosa que tenga que ver con Podemos.

“Los lectores premian el intento de Sánchez, que abre una distancia de tres puntos sobre Podemos”, subtitularon los chicos de Cebrián solo unos días después de que la encuesta del CIS anunciase que Podemos ya superaba en intención de voto al PSOE. “Pero la encuesta ha quedado vieja”, corrió a advertir Rafa de Miguel, corresponsal político de El País.

Por si quedaba alguna duda, pusieron en portada una foto que hablaba por sí misma: explicaba de manera meridiana cómo están las cosas en este momento en nuestro país: Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y Albert Rivera en la 30ª edición de los Premios Goya

El Pais

En la imagen se puede ver cómo Rivera, el conciliador político de centro, sonríe radiante mientras tiende su mano abierta a Sánchez e Iglesias. El socialista también muestra las mejores piezas de su dentadura, buen rollo, mientras que un Iglesias encogido y con cara de culo parece no tener brazos: se niega a dar la mano. ¿No le queda suficientemente claro, querido lector? Una señora que se ha colado en la foto señala a Iglesias con el dedo, descaradamente, como diciendo: “Mirad, mirad a ese del chaqué, mueve menos la manos que el cuervo de José Luis Moreno… No quiere pactar, no quiere que España tenga Gobierno, solo quiere el caos. ¡Será chavista independentista leninista 3.0!”.

La imagen que publica El País en portada ha sido editada. Manipulada, si usted prefiere. Para darle fuerza a la idea de que Rivera es generoso, y ofrece su mano, mientras Iglesias es terco y no mueve un músculo. Vea la fotografía original…

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En El País han recortado al señor de patillas de la izquierda, que es a quien Rivera tiende la mano. Iglesias no hace un solo movimiento hacia la mano de Rivera sencillamente porque el saludo no es para él. Pero un detalle así no podía estropear una gran portada, una portada con mensaje subliminal.

“Salvar los medios de comunicación”, titula la economista francesa Julia Cagé su nuevo ensayo, publicado por Anagrama. Un libro cuya propuesta “no sólo consiste en refundar los medios de comunicación, sino también en implementar un nuevo modelo para una democracia y economía en crisis”. Una refundación que se me antoja absolutamente imprescindible si queremos tener una democracia verdadera.

Un motivo para NO ver la televisión

Los impunes.

Autor: Richard Price.

Editorial: Random House.

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Dicen que actualmente el talento está en la televisión. Se refieren, lógicamente, a la ficción. Concretamente a las series norteamericanas, un prodigio de guión, dirección, producción, actores… Una maravilla, auténtico cine, sobre todo si las comparamos con nuestras series. Le cuento todo esto porque Richard Price es novelista, y guionista de cine, pero se ha hecho famoso por ser el responsable de los textos de The Wire, el clásico moderno de la cadena HBO.

Price escribe endiabladamente bien. Para televisión, para cine y, por supuesto, para el género literario negro, su especialidad. “Los impunes” es una novela negra de policías. Es decir, protagonizada por policías. Hay delincuentes, armas y drogas, muertos, violencia, y todos y cada uno de los ingredientes de un thriller. Pero la historia va de policías, de Billy Graves, sargento del turno de noche, y de sus colegas del cuerpo. Los amantes de este tipo de novelas recordarán seguramente a Joseph Wambaugh, autor de libros como “Los nuevos centuriones” o “Hollywood Moon”, en los que cuenta las aventuras de “los cuervos”, los policías que patrullan las calles de Los Ángeles.

Billy, el protagonista de “Los impunes”, bien podría ser un cuervo en Los Ángeles. Pero es un poli en Manhattan. Turno de noche. Horario jodido. Familia complicada. Amigos ex policías. Casos que se confunden y se mezclan. Un acosador. Y un muerto con el que arranca la historia. Los ingredientes para varias novelas en una sola, que arranca despacio y crece lentamente. La segunda mitad del libro es una locura, con los personajes desatados en busca de venganza, de perdón, de bebida o simplemente de unas horas de sueño. Gente que no acaba de creer en la justicia. “La justicia, la verdadera justicia, Billy, es como obtener la gracia. Lo más parecido que hay a la paz en esta tierra”.

“Los impunes” habla de gente que necesita ser perdonada. Y de un policía en el centro del huracán, con sueño y miedos, con amistades peligrosas y un sentido inquebrantable del amor y el deber. Un policía que tiene en casa a su padre, un ex policía con demencia que se pasea con un viejo revolver 45 inutilizado y escucha con atención a su hijo cuando le habla de un amigo que quiere ser poeta: “Cualquiera capaz de escribir un poema es capaz de comerse un rabo”.

Price ha escrito una novela seca y vigorosa, con vertiginosos diálogos cinematográficos (¿televisivos?), una trama que crece a medida que se desenreda, unos personajes atormentados y un desenlace que trata de iluminar la esencia de la gente, que es la esencia de una calles complicadas y violentas donde las reglas no siempre funcionan. La novela que usted debería buscar si ha comenzado a cansarse de autores nórdicos, asesinos en serie y thrillers psicológicos. Magnífica.

 

Castillo de naipes

Dice el prestigioso diario El País en su página dedicada a la televisión que España necesita un “House of Cards”. La periodista que firma la pieza asegura que “A pesar del boom de las series políticas, la ficción nacional todavía no se ha adentrado en los entresijos del poder contemporáneo”.house-of-cards-season-3-poster_5jvy.1920

Una pena, la verdad. Porque los entresijos de nuestro poder contemporáneo son acojonantes. Ya me estoy imaginando a Antonio Resines interpretando a Mariano Rajoy en una ficción sobre el caso Gürtel. Canela fina. Mario CasasJesús Castro competirían por hacer de Pedro Sánchez. Arévalo sería Martínez-Pujalte, y Elsa Pataky bordaría a Esperanza Aguirre. Tendríamos que buscar a dos grandes de la interpretación para recrear a Marhuenda e Inda, los Carl Bernstein y Bob Woodward ibéricos. ¿Y los guiones? Pues un mano a mano entre Alfonso Ussía y Arturo Pérez Reverte. Eso sí, nada de emitirse en cadenas generalistas: la torpeza de TVE y los intereses económicos y políticos del duopolio Mediaset/Atresmedia aconsejaría no invertir en un proyecto que podría molestar al poder, y repercutir en los beneficios, o a la hora de obtener nuevas licencias o vaya usted a saber qué otros provechos, rentabilidades o rendimientos. “Castillo de naipes” tendría que emitirse en la tele de “La Tuerca”.

En España no se hacen series políticas porque no interesa. Material no falta, es evidente… Faltan ganas. Son los políticos los que han diseñado la televisión como la conocemos, un sistema mafioso basado en dos empresas todopoderosas que controlan la audiencia y la publicidad, y que tienen mucho cuidado en no tocarle las pelotas al Gobierno. Quieren que parezca que se las tocan, pero lo cierto es que no aprietan. Acarician. Ahí tienen a La Sexta, el colmo de la progresía antigubernamental, con Planeta detrás y Marhuenda e Inda como tertulianos estrellas de sus debates. Maquillaje. La tele es el poder, y la pasta. Cosas con las que no se juega. El que quiera series políticas, con talento y crítica social, que se abone al Canal +. Aquí somos más de Bertín Osborne, “El secreto de puente viejo”, “Constructores a la fuga” o “Mujeres hombres y viceversa”.

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P.D.

El debate…

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Tú, tertuliano

El diario El País ha dedicado la portada de su último suplemento dominical a los tertulianos. “Ya no podemos vivir sin ellos”, asegura el prestigioso medio de comunicación en tan privilegiado espacio. Ya en el interior, es el periodista y tertuliano Rubén Amón quien firma el reportaje. “Los platós han sustituido al eje de la actividad parlamentaria”, dice justo antes de ofrecer el dato fundamental para entender el fenómeno: “Compagina el entusiasmo de la audiencia con la ventaja de un presupuesto muy reducido”. Es decir, como “Gran Hermano” pero sin los elevados costes de producción del reality. Televisión de poca calidad y mucha audiencia, barata y rentable. Antes a esto se le llamaba telebasura. Hoy el reportaje de El País habla de “la dramaturgia de la confrontación”, “una forma de idiosincrasia propia”, “el estímulo de la pluralidad informativa” o “extrapolación mediática de los hábitos de opinión”.

Amón analiza el fenómeno tertuliano con el mismo lenguaje ampuloso que utiliza en los debates televisivos: “He aquí el neologismo y la maldición que arrastran los opinadores polifacéticos”, escribe para introducir al “ubicuo” Francisco Marhuenda. El director de La Razón, milagroso diario del grupo Planeta que tras 16 años en los quioscos sólo ha obtenido beneficios en 2014 (5.000 euros antes de impuestos), explica de maravilla las cualidades de la raza superior de periodistas a la que pertenece: “No vale cualquiera para desempeñar este trabajo. Tienes que gustarle a la cámara, rellenar la pantalla, saber argumentar”, afirma Marhuenda con la más seductora de sus miradas.

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“Urge aclarar que la crisis ha diezmado los ingresos de la casta”, asegura Amón sin desvelar un dato que, debido a la credibilidad absoluta de la fuente, ayudaría a comprender la situación actual del mercado de los opinadores: cuánto cobra él mismo por sus colaboraciones en La Sexta y Antena 3, las dos cadenas de Atresmedia, empresa del grupo Planeta. “Lo que hicimos fue abrir nuestro plató a un fenómeno político que representaba a una sociedad”, dice García Ferreras, el presentador de la tertulia de La Sexta “Al Rojo Vivo” que apuesta por tertulianos como Amón, Marhuenda, Eduardo Inda, Pérez Henares o Antonio Miguel Carmona. “La ventaja es que los programas de debate y de análisis han abierto en canal las inquietudes de la sociedad”, sentencia el hombre que apuesta por, insisto, Eduardo Inda, Marhuenda…

Mucho se puede hablar de las tertulias televisivas, sobre todo si nos recreamos en la estilización de la opinión, el análisis de la distancia ideológica o el examen de la nueva coyuntura para el tráfico de mensajes. Carne de dominical pretencioso. ¿Recuerda alguno de ustedes “La Clave” (TVE)? Pues las tertulias del siglo XXI están en las antípodas del reposo, la reflexión y el equilibrio. Son vulgares adaptaciones a la política de los programas del corazón, corralas de opinión con cuñados ebrios de “todología”, la nueva telebasura. Un filón económico, un desastre intelectual e informativo.

P.D.

TVE en campaña con el PP. Con el dinero de todos y sin cortarse un pelo.

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Un motivo para NO ver la televisión

Mongolia Mix Volumen 3.

Mongolia.

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“Música y humor frente a la crisis”, dicen los chicos de Mongolia, revista satírica sin mensaje alguno, en su primer disco-libro. Y meten en el mismo saco, un cd con 21 temas, canciones de Sonic Youth y Antonio Carlos Jobim, de los Flying Burrito Brothers y Franco Battiato, de Siniestro Total y de… ¡Monty Python!”. Y se quedan tan anchos con tan descomunal batiburrillo de estilos, ritmos, voces e instrumentos. Muy locos están estos tipos, cosa que ya sabíamos, y por tanto muy ecléctica y majara tenía que ser esta colección sonora, acompañada de un libreto de 64 páginas.

Solo por los increíbles retratos del genial Darío Adanti, que acompañan a cada canción en el libro, merece la pena este Mongolia Mix. Esos ojos de huevo de un Gram Parsons que, como todos imaginábamos, no estaba muerto, estaba de parranda. Y ese Julián Siniestro de color azul avatar, amenazando desde un paisaje marítimo con faro incluido. Una delicia.

Si no quieres dejarte los ahorros en la reedición del The River de Springsteen, una caja forrada con pelo de camello bactriano que incluye 10 cd´s, 90 dvd´s y una enciclopedia, este modesto mongo mix te servirá de regalo sonoro perfecto para estas navidades.

 

 

 

 

La edad de oro de las élites

Vivimos la edad de oro de la televisión. Lo dice Ricardo de Querol en la página que El País dedica a sus editoriales: “Hace pocas décadas se podía presumir de no tener televisión. La falta de ese aparato en el hogar era una prueba de intelectualidad y progresía, de espíritu rebelde e ilustrado. Hoy las personas cultivadas (y poderosas) no paran de citar Juego de Tronos, Mad Men, House of Cards, Orange is the New Black o Homeland”. “La televisión se ha vuelto nuestra cultura”, sentencia el antropólogo y estudioso del consumo cultural Grant McCracken.

En el pueblo donde vivo no hay ni personas cultivadas ni poderosas. Nadie comenta “Mad Men”. Las conversaciones giran alrededor de “Gran Hermano”, del fútbol y de lo gorda que está Belén Esteban. “También hay telebasura, no hace falta recordarlo”, escribe Ricardo de Querol para cerrar su columna de opinión. “Pero nunca hubo una oferta tal para un espectador crítico. Que no se traga lo que le echen… Gourmet. Digámoslo así: la tele es mejor porque el espectador también lo es”.

Está claro que no somos un pueblo gourmet. Somos un populacho glotón de cochifrito, revolconas y vino de pitarra. El texto de Ricardo de Querol es interesante, pero tramposo. Cierto que nunca hubo una oferta tal para un espectador crítico, y que las personas cultivadas y poderosas, y algo snobs, no paran de citar Juego de Tronos, Mad Men, House of Cards y demás series de calidad. Gran noticia, si no fuera por un pequeño detalle: todos los programas que cita se emiten en televisión de pago. Una televisión para minorías, para esas élites que pueden pagar por ver cadenas como, por poner un ejemplo, Canal +, la tele de Prisa y Telefónica.

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El telespectador “gourmet”, ese que disfruta de esta edad de oro de la televisión que tenemos la suerte de vivir, ese que “no se traga lo que le echen”, tiene que pasar obligatoriamente por taquilla. O piratear. La televisión de pago, para los gourmets. Y la generalista para los gañanes que no tienen paladar.

El pasado domingo el 24,8 % de telespectadores, casi 3,5 millones de personas, vieron “Gran Hermano” (Telecinco). A la misma hora el share del Canal + era de un 0.16%, lo que supone apenas 30.000 espectadores. ¿La edad de oro de la televisión, de los espectadores que “no se tragan lo que les echen”?

Las cifras, la realidad, no acompañan a esta “edad de oro de la televisión” para gourmets. Ni las audiencias ni los abonos. Según datos de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT) la televisión de pago en nuestro país pierde abonados: unos 455.000 menos (10,1%) en el tercer trimestre del año, en comparación con el mismo periodo del 2012. Canal Plus ha perdido 80.000 seguidores, ONO perdió 85.000, Movistar TV se ha dejado 144.000

 

Un motivo para NO ver la televisión

Pisando ceniza.

Autor: Manuel Arroyo-Stephens.

Editorial: Turner.

PISANDO-CENIZA

“Pisando ceniza” son las memorias de un hombre que tiene el libro como centro de su vida. Pero no solo eso. Manuel Arroyo-Stephens es mucho más que un gran editor y un bibliófilo apasionado. Fundador de Turner, nuestro hombre ha viajado, ha conocido a gente interesante, ha conversado, ha apostado por la cultura y ha leído mucho. Las historias que cuenta en este libro, dividido en seis capítulos independientes, ayudan al lector a entender su vida, a envidiar al intelectual, a admirar al narrador.

“Lo mejor que tienes es tu ignorancia, soltó por fin. Me señaló con el dedo índice, como amonestándome, mientras sonreía otra vez. Consérvala. Consérvala, repitió… La ignorancia es lo único que no se aprende, me advirtió con gesto serio. Tienes que tener mucho cuidado. No se trata de saber mucho o poco, se trata de saber bien o mal. Es más importante el sabor que el saber. En la literatura como en todo”.

Manuel Arroyo-Stephens habla de su niñez, de sus viajes tras los toreros, de sus conversaciones sobre toros y libros, de la tumba de su hermano, de los libreros de viejo, de los hombres que se hacen viejos, de la familia y los amigos que van y vienen. “Pisando ceniza” es un libro de memorias, pero se lee como una colección de maravillosos relatos.

Pinchar para comenzar a leer.