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Vacaciones

¿Recuerda usted dónde está el talento? Muy bien: en la televisión. Por si le queda alguna duda, ETB y Canal Sur están preparando un reality de lo más original y sorprendente, en el que un grupo de vascos y otro de andaluces, los concursantes, cambiarán de comunidad durante dos semanas. Los andaluces a Euskadi y los vascos a Andalucía. ¡Coño, las vacaciones de toda la vida! dirá el lector más espabilado. Algo habitual en España en los meses de julio y agosto, ¿verdad?

Pues no. Se trata de todo un programa de televisión, con los cerebros de dos grandes cadenas autonómicas hermanados para entretener a sus ciudadanos de manera inteligente, auténtico servicio público. Recomiendo a estos ejecutivos tan ingeniosos y creativos que pillen en el video club una película que se llama “Ocho apellidos vascos”. Les va a encantar. Y seguro que sacan alguna idea de esa cinta y pueden aplicarla a su original reality.

Ya estoy imaginando el programa… Los vascos tienen que comer pescadito frito, bailar sevillanas, cantar una chirigota, dormir la siesta y decir todo el rato “pisha”. Los andaluces deben comerse de una sentada una txuleta de kilo, e inmediatamente después partir un tronco a hachazos, decir “hostia” y bailar como locos el aurresku. El conflicto no llegará con la política, yo quiero la independencia y tu las ayudas del PER, sino con la religión: entre sacar a pasear a la virgen del Rocio y ponerte la caperuza en la procesión de Jueves Santo en Bilbao no hay grandes diferencias.

Las vacaciones deberían ser físicas, nunca intelectuales. No entiendo aquellos que en verano leen “cositas ligeras”. O esos periódicos que en julio y agosto aumentan sus páginas dedicadas al corazón y demás zarandajas. ¿Nos volvemos más tontos, menos exigentes, con el calor?

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¿Andalucía, Euskadi… o Alabama?

En busca del tiempo perdido

“La ambición embriaga más que la gloria”. Marcel Proust.

Tras el primer debate televisivo, en Canal Sur, entre los candidatos con representación en el Parlamento Andaluz, se pueden sacar dos conclusiones: que tanto PP como PSOE son incapaces de librarse del lastre del “y tú más”, y que las cadenas tienen que revisar el formato de estos programas. IU, de miranda.

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¿Ideas? Pocas. ¿Propuestas? Las mínimas. ¿Perdón por la corrupción? Nunca. El grueso del debate se centró precisamente en la corrupción, en dar por bueno que el tamaño importa (la tuya es más grande que la mía), en que tus imputados son más imputados que mis imputados, en esa sucesión de acusaciones y miserias que vemos cada día en los medios de comunicación. No es extraño, por tanto, que la noticia del día sobre el debate sea un detalle técnico: “árbitros de baloncesto controlaron los tiempos para igualar las oportunidades de los candidatos”, dice la radio en un intento por explicar el caos que se produjo en algunos momentos. Constantes interrupciones, una realización compleja y áspera, un formato muy encorsetado, unos contendientes que se pisan y unos árbitros, que no son árbitros, obsesionados por pitar y parar el ritmo del juego…

Los árbitros son en realidad oficiales de mesa, y tratan de controlar el tiempo, de equilibrar las intervenciones. Es bien sabido, como escribió el francés La Bruyère, que quienes utilizan mal su tiempo son los primeros en quejarse de su brevedad. Susana Díaz y Moreno Bonilla dilapidan cada día horas y horas en mítines populacheros, en alocuciones demagógicas, en homilías repetitivas, en disertaciones que son un insulto para la inteligencia, y para la política. El debate les viene grande: no convencen a nadie, es un pim pam pum sin chicha alguna, los candidatos solo son bien vistos y apoyados por los suyos. ¿Qué pueden hacer unos oficiales de mesa ante tanta mediocridad?

Pedir un tiempo muerto. Candidatos, salgan del terreno de juego. Al rincón de pensar… Reúnan a su equipo técnico, analicen sus viejunas tácticas, revisen sus decrépitas estrategias, y regresen a la cancha pensando en el público. Intenten recuperar el tiempo perdido. Traten a los ciudadanos como si fuesen seres pensantes. Invítenles a criticar, a exigir, a reflexionar, a votar.

Un motivo para NO ver la televisión

Haarmann.

Autores: Peer Meter & Isabel Kreitz.

Editorial: La Cúpula.

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Esta es la historia de las últimas barrabasadas de un asesino en serie, el peor de la historia de Alemania, que, con sus crímenes despiadados, provocó el pánico en la ciudad de Hannover. Se llamaba Fritz Haarmann, colaboraba con la policía, tenía tendencias homosexuales, troceaba a sus víctimas y vendía su carne a los vecinos como si fuese de vaca. Una historia terrible, en una novela gráfica que, pese a lo morboso de la historia, no se regodea en el detalle sangriento. No siempre…

El guión de Peter Meter, como los dibujos y entintados de Isabel Kreitz, resultan perfectos para narrar las fechorías de este monstruo. El resultado es una novela gráfica absolutamente siniestra que engancha desde la primera página, se lee de un tirón, y deja con el cuerpo revuelto. Como tiene que ser cuando se habla de individuos sombríos, de épocas siniestras, de ciudades grises y de acontecimientos macabros.

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Campanadas

El tiempo lo ha deteriorado todo. En lo físico y en lo profesional. Todo salvo una cosa. Un pequeño detalle que puede parecer una nimiedad, una anécdota, pero que supone una mejora descomunal en mi calidad de vida. Y es que, querido lector, ya no hago reseñas de los programas de nochevieja. A usted quizá le parezca una tontería, la boutade de un crítico revenido, pero para mí ha sido una liberación. Tras casi dos décadas escribiendo sobre música ratonera en playback, la capa del tipo del balcón de TVE, las imitaciones de José Mota y el ambiente en la Puerta del Sol, al dejar de hacerlo he sentido que me realizaba no solo como crítico de televisión, sino como ser humano. Estoy en otro nivel, amigos. Soy libre, soy feliz, soy el puto amo.

Cuidado, que a mí la Nochevieja me importa un pimiento. Yo soy de los de chimenea, mantita, una cena frugal (entremeses, pochas, cabrito asado, manzana asada, polvorones, turrones, frutas de Aragón y cava) y a la piltra. Nada de grandes juergas, de cotillones y fiestorros, de volver a casa a rastras, de meterme en la cama de día. Soy un tipo hogareño al que escribir cada Nochevieja de la miserable televisión que despedía y recibía el año le hundía en esa miseria, le recordaba cuán ruin era su trabajo, le convertía en un Bill Murray víctima de “El día de la marmota” audiovisual.

Solo siento no haber escrito de los programas de esta Nochevieja por haberme perdido las campanadas de Canal Sur. En esta España surrealista soñada por Berlanga, en la que reina el Pequeño Nicolás y el desgobierno es ley, los errores humanos que han provocado que los andaluces se pierdan las uvas solo puede ser motivo de alegría y despimporre. ¡A la mierda las campanadas! ¡A tomar por saco los buenos deseos para el año que entra! ¡Infeliz 2015 para todos los televidentes, pringaos!

Lea con atención: en este país cada vez funcionan peor las cosas. No me hizo caso cuando le hablé del deterioro de la sanidad pública, ni del abandono de la educación y la cultura, ni de la manipulación de la justicia, ni siquiera de la destrucción de los derechos laborales. A ver si ahora, que falla hasta la televisión, entiende usted por fin que España se está convirtiendo en un truño. Es decir, que cuando Revilla dice que “este país merece la pena” lo que quiere es vender libros. Que cuando Rajoy asegura que estamos saliendo del agujero, miente como un bellaco. Que cuando los empresarios hablan de recuperación hablan de ellos, no de los trabajadores. No olvide, querido lector, que cuando escuche una campanada perdida no es la de Canal Sur, es el eco de la que dio Rato cuando hundió Bankia.

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El rey ecologista

Andalucía anda revuelta. ¿Por la renuncia de Susana Díaz a dirigir este PSOE light, ni republicano, ni socialista, ni obrero? No, a estas alturas de la vida eso no le importa a nadie. Andalucía anda revuelta porque más de 50.000 personas han firmado una petición (vía Change.org) para que Canal Sur retire un talent show taurino que emite desde el pasado 28 de mayo. El programa de la autonómica andaluza, que se llama “La suerte está echada” y busca jóvenes talentos en las escuelas de tauromaquia, cuenta con un jurado de lujo en el que figuran Jesulín de Ubrique y María del Monte.

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No es la primera vez que en España se emiten programas dedicados al arte de la tortura de herbívoros, puesto que Telemadrid produjo en su día esperpentos como “Quiero ser torero” y “Soy novillero”. Pero sí es la primera ocasión en que telespectadores antitaurinos se organizan para recopilar firmas y quejarse de que con dinero público se produzcan espacios en los que se maltratan animales. Algo es algo.

Imagino que el futuro rey Felipe VI tendrá algo que decir al respecto. Porque no sé si usted lo sabe, pero el heredero de Juan Carlos I el Mataelefantes será un rey ecologista. Lo dice El País, diario que es a la monarquía lo que La Razón al PP: “El príncipe se compromete con el desarrollo sostenible durante su reinado”, titulan de rodillas. Felipe VI será ecologista de verdad. No como su padre, que con una mano aceptaba la presidencia de honor de WWF-Adena y con otra disparaba su rifle contra el primer paquidermo que se le ponía a tiro. Felipe VI será un rey ecologista fetén, dicen los tertulianos a sueldo, de los que no pisan el palco de las ventas, se manifiestan contra el fracking, depositan el cristal y el plástico en los contenedores correctos y se hacen fotos montando en bicicleta. “Sin ecología, la economía limita su futuro, pues únicamente unos ecosistemas saludables pueden favorecer el pleno desarrollo de actividades económicas eficaces”, ha leído como un robot su futura majestad en el último Día Mundial del Medio Ambiente.

¿Nos lo creemos? Yo no. Le veo como un rey ecológicamente descafeinado, de boquilla, obligado a dar esa imagen para diferenciarse de su padre y parecer más moderno, menos casposo. Verde desteñido como su madre, que apadrina los osos panda que se pudren en el zoológico de la madrileña Casa de Campo, a miles de kilómetros de los bosques de bambú del centro de China, donde deberían estar. Mire las siguientes fotografías y busque las diferencias. ¡No existen!

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Un motivo para NO ver la televisión

Mary Gauthier.

Cd: Trouble & Love.

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Mary Gauthier podría ser la Lucinda Williams canadiense. Pero no es tan rocanrolera, ni tan aficionada al blues primitivo. Gauthier es más folk, más cantautora acústica, y sus letras son más comprometidas y densas que las de Lucinda. Gauthier ha grabado ya ocho discos, y lo mejor que puede decirse de ellos es que son tremendamente regulares: muy buenas canciones, producciones adecuadas (Gulf Morlix incluido) y la voz inconfundible, intensa y melancólica, de una mujer obsesionada por contar buenas historias.

“Trouble & Love” es un disco breve, apenas ocho canciones en 38 minutos, que muestra el lado más brillante de una artista en plenitud. Quizá sea el mejor álbum, el de madurez, de esta veterana y profundamente honesta cantautora. Grabado en directo en el estudio de Ricky Skaggs en Nashville, este “Trouble & Love” cuenta con la colaboración de músicos del prestigio de Beth Nielsen Chapman, las hermanas McCrary, Viktor Krauss, Darrell Scott o Ashley Cleveland. El resultado es soberbio. Un disco que suena real, verdadero, tanto como una Gauthier en eterno estado de gracia.