You have searched the El Descodificador blog archives for huffington. If you are unable to find anything in these search results, you can try with different search query


Chanel, cocaína y Don Simón

Miguel Ángel Rodríguez ha llamado “cocainómano” al Gran Wyoming en “El cascabel”, el espacio estrella de 13tv, la televisión de la Conferencia Episcopal cuya programación se basa “en la difusión de los valores y el credo de la Iglesia Católica”. Miguel Ángel Rodríguez ha llamado “cocainómano” a El Gran Wyoming sin prueba alguna: “A saber a quién le pasa cocaína, lo estoy investigando”. Y aquí acaba la cosa. El Gran Wyoming seguirá conduciendo “El Intermedio” (La Sexta), cantando y tocando la guitarra. Miguel Ángel Rodríguez continuará cobrando por difamar, insultar y mentir desde las más prestigiosas, beatas y progresistas cadenas de televisión.

A Miguel Ángel Rodríguez no le ha sentado bien que se cachondearan de él en “El Intermedio”, programa de humor que presenta el Gran Wyoming: han creado una sección llamada “MAR adentro”, con una cabecera en la que el ex portavoz del Gobierno de Aznar aparece nadando en el interior de una botella de whisky. Yo diría que ironizan sobre la detención de Miguel Ángel Rodríguez el pasado mes de mayo por, según el diario ABC, “conducir borracho” y “provocar un accidente al cuadruplicar la tasa de alcohol”.

¿Sigue siendo Miguel Ángel Rodríguez portavoz del Partido Popular? Yo creía que no, que había devuelto el megáfono a la sede de Génova en el 98. Pero lo cierto es que continúa ejerciendo de vocero de la ultraderecha más chusca, financiado por unas  cadenas de televisión que no dudan en contratar a tertulianos de su calaña. Miguel Ángel Rodríguez llamó “nazi” al doctor Montes en TVE. Y no solo le siguieron llamando para otras tertulias, en diferentes cadenas, sino que subió su caché. Después llamó “chulos” a los policías municipales, a todos. Y le siguieron llamando para otras tertulias, en diferentes cadenas. Y dijo que “el 30% de los funcionarios no van a trabajar, hay que echarlos”. Y las cadenas de televisión se lo rifaron. También dijo que entre los músicos que apoyaron a Zapatero algunos cobraban más de un millón de euros de la SGAE. Nunca dio los nombres, tenía que investigarlo, pero le siguieron llamando para otras tertulias, en diferentes cadenas. Es más, en la cadena en que trabaja Wyoming, el bueno de Miguel Ángel Rodríguez dijo hace unos días que “los que friegan suelos en Londres estudiaron con el modelo socialista”, y le rieron la gracia.

Miguel Ángel Rodríguez ha llamado cocainómano a un presentador de televisión, y lo ha hecho sin pruebas, sin decoro, sin vergüenza… sin problemas. No importa. Seguirán solicitando sus servicios desde todas las cadenas de televisión, desde donde continuará difamando y faltando al respeto. Porque la televisión es así.

¿Que cómo es la televisión? Muy sencillo: capaz de lo mejor y de lo peor. De Miguel Ángel Rodríguez y del Gran Wyoming. De la caspa y la chispa. Del insulto y de la sátira. De todo aquello que genere audiencia, es decir, dinero. Chanel, cocaína y Don Simón. Porque en la televisión los extremos más brutales son capaces de convivir en armonía: en La Sexta te puedes tronchar una noche viendo a Wyoming, en “El Intermedio”, y a la siguiente encabronarte con las necedades de Miguel Ángel Rodríguez en “La Sexta Noche”. Ningún problema. ¿Acaso vamos a dejar de contratar a un tertuliano que genera audiencia por el simple hecho de que base su éxito, que es el nuestro, en la injuria? ¿O porque que haya insultado gravemente a uno de nuestros presentadores estrella? Invoquemos a la sagrada libertad de expresión y continuemos haciendo caja.

P.D.

Con esta imagen ilustró ayer el Washington Post su información sobre el 12-0. Poco más que añadir.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Will Hoge

Cd: Never Give In.

 

El esperado regreso del de Nashville no decepciona: sigue realizando la perfecta mezcla de rock americano y rythm and soul. Un sexto disco en el que el cantante y compositor blanco juega a sonar como un negro, pero sin perder de vista el lugar donde nació y la música que por allí se escucha. Un poco de Springsteen, otro poco de Otis Redding, algo de Eddie Hinton, su miaja de Dylan y su pizca de Chuck Berry

Es decir, que Will Hoge escribe canciones intensas que interpreta con fuerza, de manera convincente, alcanzando su máximo nivel sobre un escenario. Este “Never Give In” se une a lo mejor de su sólida discográfica, a discos tan maravillosos como “Draw The Curtains” (2007) o “The Wreckage” (2009). Uno de los cantautores más interesantes de los últimos tiempos en lo que puede considerarse su madurez artística. Grande.

 

El ruido y la furia

“La música es una cosa amplia, sin límites, sin fronteras, sin banderas”. León Gieco

La feria es suya. De Esperanza Oña. Y por eso solo se baila la música que ella quiere. Esperanza es la alcaldesa de Fuengirola, del Partido Popular, y ha prohibido en las fiestas de la localidad todos los estilos de música excepto aquellos “interpretados en español”. Un bando municipal recuerda a los vecinos que, durante los festejos de la Virgen del Rosario, “bajo ningún concepto se permitirá la ambientación musical con los siguientes géneros: funk, rap, reggaetón, electrónica, metal, punk, música gótica, country, sonidos alternativos o ritmos latinos en general”. ¿Que es usted de Mali, de Texas o de Bélgica y quiere poner en su bar un cd de Ali Farka Touré, Stevie Ray Vaughan o Jacques Brel? Mal asunto. ¿Que nació usted de Baracaldo, Teruel o en el mismo Fuengirola y le apetece bailar con Bob Marley, The Specials o Rubén Blades? Pues o se espera a que pasen las fiestas o se arriesga a tener que pagar una multa de 300 euros. Mientras tanto puede elegir entre Andy y Lucas, Melendi, los Del Río y tantos y tantos otros.

La decisión de la alcaldesa de Fuengirola ha hecho mucho ruido: parece una intolerable intromisión en la libertad sonora de los ciudadanos. Si bien es cierto que el bando deja numerosos géneros disponibles, desde el power pop al trash pasando por el blues, lo cierto es que se trata de una apuesta conservadora. Nada de ruidos bastardos, de sonidos inmigrantes, de músicas del mundo. Pachanga, flamenquinto y rumbitas, que es con lo que se divierte la gente de bien.

La gente de bien tiene un oído muy fino, muy cultivado. Seguramente por eso el Ayuntamiento de Madrid quiere que los músicos callejeros de la capital pasen un examen (prueba de idoneidad) y cumplan determinadas imposiciones, como actuar en aceras de siete metros de ancho o más. Adiós a Malasaña o Lavapiés. Como solo se podrá tocar en Serrano, Goya o la Castellana, los artistas tendrán que ser de gran nivel, con estudios superiores, y deberán cuidar su imagen y centrar su repertorio en piezas ilustres. Nada de rap, rock and roll o canción protesta. Música clásica o, como mucho, new age. Rosendo suspendería la prueba de idoneidad, que aprobarían con matrícula Pablo Alborán y Bisbal.

La calle es quien examina a los músicos callejeros. El que toca mal o canta como un gato, no se come un colín. Pero incluso este merece una oportunidad. Lamentablemente Ana Botella cree que la música callejera es como la política madrileña: aún siendo un inútil, si le echas un poco de cara te puedes ganar la vida.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Todas las mujeres

Anoche se estrenó “Todas las mujeres”, la última película de Mariano Barroso. No asistió el ministro Montoro. Quizá estaba analizando las “cinco grandes mentiras sobre el cine español” que contaba Nacho Escolar en su post de ayer.

Construida a partir de la serie emitida hace tres años por TNT, la película es igual de recomendable que la versión para televisión. Como ya le hablé de ella en su momento, me limito a enlazar con el post de entonces. Y a invitarle a pasar por el cine, para ver películas españolas (y de otros mundos) y darle en todo el morro al mentiroso de Montoro. No es un insulto, es una descripción. Su última necedad no tiene desperdicio: “los salarios no están bajando en España”, dijo ayer en el Congreso.

El abogado naif

¿Se pondría usted en manos de Mario Pascual Vives? ¿Confiaría a este hombre su suerte, y la de su fortuna, amasada en un largo y laborioso proceso de desvío de dinero público? Y es que Mario, con su mirada ovina, su media sonrisa y su textura de pez hervido, no es un abogado al uso: Bárcenas, Cachuli, Correa, Roca o Ana Mato jamás apostarían por este letrado. Ni siquiera el Dioni dejaría entrar en su vida a semejante mirlo blanco. “Pinta feo”, dijo Mario con cara de cómic cuando hace unas horas le preguntaron por la posibilidad de que su defendido no reuniese los más de 8 millones de euros de fianza.

¿Pinta feo? A Mario le falta el instinto depredador de un verdadero abogado de famosos. Puede que incluso le falte un hervor. Esa cara de no haber roto un plato le da porte de seminarista, más que de defensor de corruptos. En su mirada podemos ver ese “comportamiento ejemplar” que a Juan Carlos le hubiese gustado encontrar en su yerno. Quizá todavía pueda casarle en segundas nupcias con Elena

El abogado de Iñaki Urdangarín es uno de esos personajes que despiertan nuestros mejores sentimientos. Como un pollito en manos de un bebé, o como un gatito de El Huffington Post, Mario inspira ternura. Ni un mal gesto, ni una palabra más alta que otra, ni un desplante…

No creo que Mario sea el verdadero abogado de Urdangarín.

Este no es país para pardillos. Mientras escribo estas líneas el juez sospecha que 23 imputados de Gürtel se acogieron a la amnistía fiscal. Y se comenta que el Partido Popular se agarra a una falsa excusa para justificar por qué no despide al ex marido de Ana Mato. Y se encuentra una nueva cuenta de Bárcenas en un banco suizo. Y se habla de drogas en la Real Sociedad, y de que la corrupción puede alcanzar al fútbol español, y de que…

Este tipo no puede ser, de ninguna manera, el abogado de Urdangarín. Mientras Mario Pascual Vives se baja de la moto, responde con alguna simpleza a la prensa y pisa un tordo al alejarse, en un despacho no muy lejano un grupo de abogados de verdad, auténticas pirañas, debe estar trabajando desde hace tiempo en la defensa del marido de la infanta Cristina. De no ser así, me temo que dentro de poco el duque en-palma-do tendrá que dar rienda suelta a su vitalidad sexual en las duchas de Alcalá Meco.

 

Un motivo para NO ver la televisión

The Reverend John DeLore.

Cd: Sweet Talk for Pretty Daughters.

En 2011 este falso reverendo de Brooklyn, Nueva York,  publicó un disco sorprendente titulado “Little John The Conqueror”. Sorprendente por la madurez de las canciones, su voz creíble y la buena banda que le acompañaba. Por eso es una gran noticia la edición de su tercer trabajo, once canciones grabadas y producidas de modo independiente.

En el reverendo DeLore está Dylan, como está en prácticamente todos los sitios, pero también Tom Petty y Ellioth Murphy. Y Leonard Cohen y Neil Young, y Parsons, y … Y todos los grandes cantautores norteamericanos. Guitarras acústicas, steels, melodías campestres, algún medio tiempo… Un disco sin una sola distorsión y con mucha clase.

Ridículo

Estaba sentado tranquilamente en la terraza del bar de mi pueblo, una diminuta población castellano manchega de apenas cien habitantes, leyendo y tomando una cervecita, cuando una noticia del informativo de La Sexta me obligó a levantar la mirada del libro de Joyce Carol Oates. “Las bermudas no son para cincuentones”, sentenciaba una presentadora, joven e imagino que impecablemente vestida. Y empezaron a emitir imágenes de abuelos más o menos deteriorados y barrigudos con pantalones piratas, camisetas de Puerto Banús y mocasines con calcetines blancos. Imágenes de una repugnancia estremecedora que, afortunadamente, no desentonaban con el resto del informativo: un asesino en serie, un atropello en Michigan, un alunizaje en un banco, un niño muerto encontrado en un basurero, una promo de “Al rojo vivo”

Apuré el botellín de Mahou cinco estrellas y bajé la cabeza hasta tocar con la barbilla el pecho. Me lo temía. Un tipo con más de cincuenta años, lejos de la perfección abdominal, vestido con una camiseta de Johnny Cash, un pantalón corto y una chanclas. Mientras, en La Sexta seguían poniendo las cosas en su sitio: “Los estilistas aseguran que son el sector que más difícil lo tiene para vestirse sin hacer el ridículo en verano y aquí van consejos para ellos: olvídense de las camisas de manga corta, los piratas, las bermudas y las sandalias”.

Un duro golpe: acababa de enterarme por la televisión de que pertenecía “al sector que más difícil lo tiene para vestirse sin hacer el ridículo en verano”. En ese instante, un cincuentón normal se hubiese hundido, quizá hubiese regresado a la mariconera y la gorra de Repsol. Pero los cincuentones que escribimos para Vanity Fair, meca del glamour y el buen gusto, somos de otra pasta: pedí otro botellín, con unas anchoas con patatas fritas. Inteligente decisión. Inmediatamente después, las imágenes del Rey Juan Carlos llegando a Brasil me devolvieron la esperanza: don Emilio Botín, presidente del Banco Santander, recibió al monarca en el aeropuerto… ¡luciendo triángulo de las bermudas! Pantalón por debajo de la rodilla, camiseta y calcetines blancos. ¡Don Emilione es de los nuestros!

En cualquier caso, me gustaría agradecer a la dirección de La Sexta, y más concretamente a su responsable de informativos, las lecciones de periodismo, gallardía y guapura impartidas desde su magnífico noticiero. Un gran trabajo. Si el Huffington Post ha ganado un premio Pulitzer, no deberíamos descartar otro para los periodistas de La sexta. Y es que si esta cadena se ha caracterizado por algo a lo largo de su historia ha sido por el buen gusto. Una apuesta por la sublimidad estética que comenzó  incluso antes de crear la cadena, cuando su actual presidente, Emilio Aragón, calzaba chaquetas de retales de colores, zapatos diez tallas mayores y nariz de goma. ¡Eso era clase, y no la de esos viejos chochos que se pasean en chanchas y bermudas!

Lecciones de distinción y lindura que han seguido impartiendo a lo largo de los años. Sus momentos de mayor intensidad y compromiso con la armonía y la estética quizá han tenido lugar cuando eligieron al Koala para cantar el himno del Mundial de Alemania, cuando presentaron al Chikilicuatre a Eurovisión o cuando apostaron por las videntes en su comprometida teletienda. Es más, cada aparición en pantalla de Jaume Roures, socio de la cadena, se podría considerar un homenaje a la elegancia, la armonía y la coquetería. Gracias por todos estos momentos de excelente periodismo.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Del boxeo.

Autor: Joyce Carol Oates.

Editorial: Punto de lectura.

“Del boxeo” es un ensayo breve, pero muy intenso, escrito por la neoyorkina Joyce Carol Oates allá por 1987 y publicado por Tusquets tres años después. La reedición de Punto de lectura, en formato bolsillo y a un precio ajustado (8,99 euros) pone de nuevo a nuestro alcance este librito repleto de instintos primitivos, violencia, estrategia, espectáculo y metáforas. “Es el ser ancestral y perdido lo que se busca”, reconoce una autora plenamente consciente de que el boxeo no es un deporte, puesto que no es un juego. La gente juega al fútbol, al baloncesto… pero no “juega” al boxeo.

Joyce Carol Oates es, quien lo diría, una gran aficionada al intercambio de golpes. Su padre la llevaba a los combates, pero ahora confiesa que prefiere ver clásicos grabados. “La paradoja del boxeo”, reconoce, “su obsesivo atractivo para muchos que encuentran en él no solo un espectáculo que comporta sensacionales proezas de destreza física, sino también una experiencia emocional imposible de comunicar con palabras; una forma de arte, como lo he sugerido, desprovista de análogo natural en las artes: por supuesto, también es primitiva, del mismo modo en que pueden considerarse primitivos el nacimiento, la muerte y el amor erótico, e impone nuestro reticente reconocimiento de que las experiencias más profundas de nuestra vida son acontecimientos físicos, aunque nos consideramos, y seguramente somos, seres esencialmente espirituales”.

Pinchar para leer las primeras páginas.

Hagler contra Hearns. ¿El mejor primer asalto de la historia?