Una tele conmiserativa y mendicante

RTVE, la televisión pública española, no vive sus mejores momentos. Sin credibilidad, sin prestigio, sin audiencia y en la ruina, RTVE se ha convertido en un muerto viviente, un cadáver que se pasea por la parrilla televisiva con más pena que gloria. Y como ya se sabe que a perro flaco todo son pulgas, esta agonizante televisión de todos los españoles ha sido acusada de utilizar en un programa a un menor discapacitado “con fines conmiserativos y mendicantes”. Era cuestión de tiempo: los cerebros de la cadena pública han apostado por programas absolutamente impresentables, como “Entre todos”, basados en las miserias de la gente, en las necesidades de los más humildes, en una solidaridad anticuada y chusca. La caridad retransmitida en directo”, advertíamos en un post sobre ese programa colgado el 18 de septiembre de 2013.

Diez meses después, el Ministerio Fiscal ha presentado una demanda en un juzgado de primera instancia contra el programa de RTVE “Entre todos”, y la productora Proamagna, por vulnerar presuntamente los derechos a la imagen y a la intimidad personal y familiar de un niño con discapacidad. La Fiscalía pide una indemnización de 15.000 euros por daños y perjuicios. Considera que se utiliza la imagen del chaval, un menor al que era fácil identificar (se dieron nombre y apellidos del padre e iniciales del niño), y que se enfatizó su discapacidad con objetivos, insisto, conmiserativos y mendicantes. Telebasura en estado puro.

Se veía venir. Un programa tan repugnante, basado en la exhibición de las desgracias ajenas, es una bomba en cualquier programación seria. Cualquiera podía prever un caso tan vergonzante como el que nos ocupa, excepto los responsables de la televisión pública, que añadieron gasolina al fuego poniendo el espacio en manos de Toñi Moreno, una presentadora a medio camino entre la inconsciencia y la estupidez. Una presentadora que, no se lo pierda, cobra alrededor de 175.000 euros al año, es decir, unos 1.400 euros por programa. Y es que “Entre todos”, la tele conmiserativa y mendicante, le cuesta a la televisión pública 3,68 millones de euros por temporada.

La televisión pública debe cumplir un papel de servicio público. Mostrar los rostros de los ciudadanos desfavorecidos, e invitarles a que hablen de sus desgracias ante las cámaras, no es servicio público. Es hacer de la pobreza, el infortunio o la necesidad un espectáculo. Justo lo contrario de lo que debemos exigir a la televisión de todos los ciudadanos.

 

 

Regula o revienta

Pablo Iglesias, el filoetarra bolivariano que amenaza con acabar con la democracia y la paz en España, ha propuesto una regulación de los grandes medios de comunicación. ¡Será sinvergüenza! Los voceros de esos grandes medios de comunicación se le han tirado, no podía ser de otra manera, a la yugular. Y es que el demonio con coleta ha dicho ser partidario de establecer mecanismos de control público para regular una parte de los medios para garantizar “la libertad de prensa, sin condicionantes de las empresas privadas o la voluntad de los partidos políticos”.

Conservadores de corazón y socialistas de salón se han llevado las manos a la cabeza: ¡Control público en los medios de comunicación privados! ¿Hasta dónde quiere llegar este kamikaze anarquista? ¿Qué sería entonces de la sagrada libertad de prensa? ¿Acaso no entiende este pelagatos que no puede haber democracia sin las mentiras de ABC o a la sumisión sodomita de Marhuenda?

Los defensores de la democracia estreñida que disfrutamos olvidan que ya existen una serie de controles públicos sobre los medios de comunicación. Controles que pretenden evitar la podredumbre moral y los abusos empresariales. Controles que, lástima, no funcionan: al mismo tiempo en que el luciferino líder de Podemos presentaba el libro “Conversaciones con Pablo Iglesias”, del periodista Jacobo Rivero, donde se incluyen sus opiniones sobre el control a los medios, se hizo oficial que Mediaset vendía su 22% de Canal + a una Telefonica que, de esta manera, pasaba a controlar por completo el negocio de la televisión de pago en España.

Es decir, que al duopolio de la televisión en abierto formado por Mediaset (Telecinco y Cuatro) y Atresmedia (Antena 3 y La Sexta) se añade ahora el monopolio de Telefónica en la tele de pago. ¿Quién fue el inconsciente que propuso regular la “concentración de la propiedad de los medios para evitar que buena parte de la información que circula en España sea a través de grandes corporaciones? ¿Quién ha sido el miserable que ha asegurado que “los demócratas no pueden consentir que una gran empresa pueda decir lo que los periodistas tienen que escribir”? ¿Quién es el inconsciente que pretende dar “más peso a los periodistas para que no se vean obligados a escribir o titular lo que les dictan los propietarios multimillonarios” de sus medios? Sin duda un enemigo de las libertades, la informaciones veraz y los medios cabales. Pablo Iglesias.

Regular los medios de comunicación no es controlar lo que dicen esos medios. Es evitar que acumulen poder. No es amordazar la libertad de información, sino garantizarla. Es impedir, desde el Gobierno, que la televisión de un país quede en tres manos. Es alimentar una democracia informativa real. Y unos medios independientes, libres. Pero hay un problema… Para que propuestas como ésta funcionen, es necesario un Estado realmente democrático, algo francamente difícil con un Gobierno corrupto. No me canso de repetirlo: ¡La sede del Partido Popular se reformó con dinero negro! ¡Los cabecillas del partido cobraban sobresueldos en B!

En estas condiciones es muy difícil hablar de democracia real, de medios de comunicación libres, de mecanismos de control eficaces. Si no somos capaces de controlar la corrupción, ¿cómo vamos a impedir la desinformación de los medios que la encubren?

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Tópicos y realidades

Ezequiel Triviño, un tipo al que califican de emprendedor, creativo, conferenciante y profesor, un experto en marketing 2.0 y comunicación integral que firma como CEO (chief executive officer) de Wikreate, dice que “mientras en EEUU la gente quiere ser Steve Jobs; en España, Ronaldo o Belén Esteban”. Es decir, que la educación cultural es clave en el éxito empresarial. O sea, que en nuestro país no hay emprendedores mediáticos de éxito. Dicho de otra manera: “Si lo que tú quieres en la vida es ser el siguiente Mark Zuckerberg y lo quieres desde los 6 años, hay más posibilidades de que se genere un Mark Zuckerberg que un Cristiano Ronaldo”.

¿Mark Zuckerberg? Me temo que en España jugamos en otra liga. Y que los jóvenes que sueñan con ser Mark Zuckerberg tienen que pensar en grande, es decir, en fuera. España se les queda pequeña, tanto como para tener que buscar en el exterior oportunidades, progreso, modernidad, justicia o renovación cultural. El ensayista hispano-británico Tom Burns Marañón ha escrito un libro, titulado “Hispanomanía. Con un prólogo para franceses” (Galaxia Gutemberg), en el que recopila esos tópicos que parecen superados, pero que siguen pesando como losas sobre los españoles: vagos, desorganizados, trafulleros, incompetentes, pícaros…

Reflexiono sobre todo esto, trato de encontrar las causas de este retorno que vivimos a nuestras peores costumbres, cuando me encuentro con una noticia a media página, par, en la recta final de El País: “La enseñanza pública pierde más de 24.000 profesores en dos años”. El dato, que resulta escalofriante, 24.000 profesores menos en dos años, se encuentra lejos de merecer un hueco en la portada del primer diario de este país: página 38. El texto, sin embargo, resulta estremecedor, terrible, descorazonador: “Los efectos de este recorte de personal recaen principalmente sobre los alumnos más desfavorecidos y ataca a la igualdad de oportunidades y a la calidad de la enseñanza”.

Regresan los tópicos sórdidos y cutres de la España negra a esta España chusca, en que los corruptos prometen regenerar la democracia y los ministros de cultura son, moralmente hablando, analfabetos.

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Sables y marcapáginas

Esperanza Aguirre, la presidenta del Partido Popular madrileño, ha agradecido la participación de interventores y apoderados en las elecciones europeas enviándoles una carta, una foto en la que se ha quitado veinte años y dos marcapáginas imantados con su firma. El Ministerio de Defensa repartirá entre los alumnos de la Academia General Militar de Zaragoza, durante la ceremonia de graduación que les distingue como oficiales, un lote de sables valorado en 200.000 euros.

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Sables y marcapáginas, la autoridad militar y la supremacía cultural. Todo lo que necesita una sociedad como la nuestra en estos momentos de bonanza. Porque no lo olvide: el empleo ha subido en 56.622 personas en el mejor junio de toda la crisis. ¡Apenas quedan 4.449.701 desempleados! Es decir, que estamos saliendo del agujero pese a los sinvergüenzas a los que ha desenmascarado Juan Rosell, el presidente de la CEOE, ese “millón de amas y amos de casa” que se han apuntado en los últimos tiempos a las listas del paro en España para ver si pueden cobrar algún tipo de subsidio.

Superada definitivamente la crisis, espantada la miseria y la penuria, el pueblo solo necesita sables y marcapáginas. Los primeros para que no olvidemos de dónde venimos, los segundos para que recordemos quién está al frente del negocio. Militares y políticos manejan hoy día España con la misma soltura y talento que antaño, y si no me cree recuerde a los Tejero celebrando el Golpe con una paella y a Esperanza Aguirre asumiendo que fue ella quien desenmascaró la trama Gürtel.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Robert Gordon

Cd: I´ Coming Home.

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Catorce años después Robert Gordon, el último rocker de tupé y brillantina, regresa con un nuevo disco. Doce canciones de corte clásico, nada nuevo en cuanto a estilo, que suenan a rock and roll, a country de honky tonk y a viejas historias de callejones, bares y gatos descarriados. Acompañan a Gordon en su retorno al negocio de la música algunos buenos amigos, como el legendario Marshall Crenshaw, leyenda del pop que co escribe el tema “Walk Hard”. O como Rob Stoner, mano derecha de Bob Dylan sobre un escenario. ¿Nada nuevo? Efectivamente, simple y llanamente una dosis enorme de rock and roll clásico. Y es que Gordon, pese a no disponer de Link Wray o de Chris Speeding, sigue manteniendo la actitud y el feeling. Es un rocker incombustible.