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Ya, pero en Venezuela…

El presidente en funciones Mariano Rajoy escribe en El País el mismo día en que la portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, declara en el juzgado de lo penal número 6 de la capital por un delito contra los derechos religiosos. Rajoy dedica su tribuna, titulada “Siempre con la libertad”, a Venezuela: “Porque queremos para los venezolanos lo mismo que los españoles disfrutamos cada día: democracia, libertad y seguridad”, sentencia en la frase final.

Elecciones Venezuela 2015 - El-Roto

El líder de un país que ha encerrado en la cárcel a dos titiriteros durante cinco días por representar una obra de ficción habla de democracia, libertad y seguridad. No se descojone, querido lector, que la cosa es muy seria. Y no solo por el concepto que Mariano Rajoy pueda tener de términos como democracia, libertad y seguridad, sino por el resto del artículo, publicado a toda pagina.

El político que dijo a Bárcenas “Se fuerte, Luis”, el líder de un Partido Popular imputado (investigado) y acorralado por la corrupción, el tipo que quiere un gobierno para España como el de Jaume Matas, escribe en El País sobre la crisis de valores, la cultura del esfuerzo, el electorado anestesiado y el robo… en Venezuela. “Lo peor es la crisis de valores. Se empieza cambiando la cultura del esfuerzo. Las autoridades afirman que también robarían por necesidad y manifiestan su comprensión por los delitos comunes. Se subsidia a la población para crear un electorado anestesiado, agradecido y estable, a disposición del poder político. Se inaugura una cultura que promueve el conformismo, el resentimiento y la sumisión a lo fácil”, asegura el hombre que dijo que Rita Barberá es la mejor.

Rajoy escribe sobre la crisis de valores y el robo. Y lo hace el día que sabemos que en la pasada legislatura, la suya, fueron detenidas un total de 7.140 personas por delitos de corrupción. Cinco al día, pese a aforamientos como el de Barberá.

Es difícil comprender a un político tan complejo, tan lleno de matices y contradicciones, como Mariano Rajoy. Mientras nos regalaba esta apología de la libertad y la democracia en la página 11 del periódico de Cebrián, solo un poco más adelante, en la página 38, se convertía en protagonista de la auténtica noticia del día: “Rajoy cierra la legislatura con la deuda pública al borde del 100% del PIB”. El Gobierno que dijo que de lo que realmente sabía era de economía, que su especialidad era crear trabajo, resulta que ha acabado la legislatura con menos empleo que cuando llegó, ha conseguido que el nivel de deuda sea el más alto en un siglo, y ha logrado que el pasivo de las administraciones alcanzase en diciembre los 1.069 millones de euros.

¿Es esto cierto, señor Rajoy? Ya, pero en Venezuela…

Un motivo para NO ver la televisión

Perdidos en Camboya.

Autor: Amit Gilboa.

Editorial: Varasek Ediciones.

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Si usted conoce Camboya coincidirá conmigo en que se trata de un país fascinante. Un lugar hermoso, con una naturaleza exuberante, una población amable… y un pasado atroz. Por la mañana puedes disfrutar de uno de los lugares más bellos del mundo, los templos de Angkor, y por la tarde sentir un nudo en la garganta al contemplar alguna de las 20.000 fosas comunes que dejó a su paso el genocidio de los Jemeres Rojos de Pol Pot.

El libro que hoy nos ocupa se centra en esa última parte, la Camboya más oscura, compleja, violenta y alejada del orden occidental. Amit Gilboa, escritor israelí criado en Estados Unidos, ha husmeado en las alcantarillas del país del sur de Indochina y cuenta, desde el corazón podrido de Phnon Penh, la capital, todas las miserias que tienen lugar ante su atónita mirada. Desde las entrañas de la política de un país tan complejo, con tantas luces y sombras, Gilboa subtitula su libro “Armas, sexo y marihuana en el lado oscuro”.

Difícil definir con mayor precisión una obra que habla de personajes sórdidos, turistas y potenciales inversores, putas mal encaradas, militares asilvestrados y violencia desenfrenada: “No tardé en darme cuenta de que para mucha gente esta atmósfera de Salvaje Oeste resultaba excitante. La sensación de violencia arbitraria y proximidad a la muerte hacía que los días sin sentido conjugando verbos en clase se convirtieran en aventuras de supervivencia urbana… Sienten una excitación visceral por encontrarse tan cerca de la violencia”.

“Perdidos en Camboya” está más cerca del periodismo que de la literatura. Y Gilboa resulta más próximo a Hunter S. Thompson que a Kapuscinski. Estamos, por tanto, ante una guía de viaje por el lado salvaje de Camboya, un libro escrito con habilidad y socarronería que no solo entretiene y divierte, sino que ayuda a comprender la realidad de un país desordenado y confuso en plena transformación. El título perfecto para introducirse en la excelente colección “On the road” de Varasek Ediciones.

Venezuela, tierra hostil

Lo están consiguiendo. Poco a poco, al comienzo de manera sutil y más tarde a brochazos, lo están consiguiendo. Me refiero a que en España se hable más de Venezuela que de, por poner un ejemplo, que la sanidad pública española cuente con 10.000 millones de euros menos desde que comenzó la crisis, o que el presupuesto para sostener hospitales haya caído en ese tiempo un 14%. En Madrid un 19%.

En el debate de La Sexta del sábado noche tres hienas, una joven del PP y dos talluditas de la peor prensa que pueda usted imaginar, acorralaron y trataron de despedazar a un miembro de Podemos. Utilizaron Venezuela como machete. Y desde su podredumbre infinita acusaron al nuevo partido de bolivariano y de financiarse ilegalmente. Miembros de PSOE y UPyD asistieron indiferentes al linchamiento.

Pablo Casado, ex asistente de Aznar y aguirrista hasta la médula, es el cachorro del PP elegido para modernizar y dinamitar las tertulias. Es decir, para evitar que se hable de que en España gobierna un partido que remodeló su sede madrileña con dinero negro, el mismo con el que financió campañas electorales. Para evitar que se hable de la Gürtel, de las miserias de Aguirre, de los tesoreros del PP, de los payasos de Ana Mato, del ático de González, de la sonrisa de Granados, de… El trabajo de Casado consiste en salir en la tele y evitar que se hable de los 5.000 médicos y enfermeros que ha perdido el Sistema Nacional de Sanidad español entre 2010 y 2013. Para realizar ese cometido Casado levanta la voz, interrumpe, grita e insiste en que Venezuela financia a Podemos, pero sin llegar a decir que Venezuela financia a Podemos. Casado insulta al lector inteligente, y desenmascara a una cadena que presume de progresista. Nadie debería invitar a hablar en una televisión a un tipo que ha dicho frases como esta: “Los de izquierdas son unos carcas, todo el día con la fosa de no sé quién”.

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Mientras Casado conducía la lapidación venezolana del miembro de Podemos, en la parte inferior de la pantalla de La Sexta un rótulo adelantaba el siguiente contenido de la cadena: “En unos minutos hablaremos del programa “En tierra hostil” dedicado a Venezuela”. Habló la reportera del espacio: “Nuestro reportaje iba a estar enfocado en la industria del secuestro, pero la realidad de las peleas por conseguir alimentos había que contarla”.

Alguien puede pensar que los espectadores españoles prefieren informarse sobre la industria del secuestro en Caracas que, por ejemplo, sobre los 5.000 médicos y enfermeros que ha perdido el Sistema Nacional de Sanidad español entre 2010 y 2013. Lógico. Vivir en un estado podrido, descompuesto por la corrupción, gobernado por políticos mafiosos, es lo que tiene: que te invita a alejarte de la realidad, a poner distancia, a prestar más atención a lo que pasa a 7.000 kilómetros que a lo que sucede en el salón de tu casa. Mentira. Los ciudadanos, que ya han sentenciado a unos grandes diarios rendidos a intereses económicos, también desconfían del duopolio televisivo, de progresistas de salón y conservadores de manual, de esos leopardos a los que no se les puede quitar las manchas.

Repito lo de siempre, lo único: Apague la tele. Navegue. Lea. Piense.

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Hasta siempre, comandante

Ha muerto Hugo Chávez. Y como no me gustaría ser el único bloguero de España que deja pasar la oportunidad de escribir alguna simpleza sobre el líder bolivariano, le voy a dedicar el post de hoy. Por eso y porque admiraba profundamente a Chávez, un político mediático con programa de televisión propio. Sé que era populista, demagogo, bocazas, manipulador y hasta grotesco. No ignoro su pasado golpista y el carácter militar de su formación, y estoy al tanto de sus maneras avasalladoras, de sus reformas torticeras de la constitución y de las restricciones a los medios de comunicación. Pero no puedo por menos que sentir un respeto enorme por un hombre tan dotado para el socialismo como para reconocer la presencia del  imperialismo incluso a través de las pituitarias…

En una tarde inspirada, Chavéz era capaz de hablarle a su pueblo mucho más de lo que le hablaría Mariano Rajoy al suyo en toda una vida. Tanta era su verborrea que el Rey Juan Carlos, un tipo que prefiere hacer las cosas a la chita callando, le soltó el famoso “¿Por qué no te callas?”.

Chávez tenía su propio programa de televisión, algo al alcance de muy pocos. “Aló Presidente” se emitió durante trece años por el Sistema Nacional de Medios Públicos de Venezuela, con horario de comienzo pero sin horario de cierre: horas y horas de doctrina, de presidente bolivariano en estado puro. El sueño de Pedro Ruiz.

Los medios de comunicación españoles se burlan del Chávez mediático, y repiten una y otra vez las imágenes más patéticas: Chávez cantando rancheras, Chávez luciendo chándal y arengando a las masas, Chávez haciendo que boxea contra el imperialismo… Olvidan mencionar que trabajó duro por los menos favorecidos, que devolvió la dignidad a los venezolanos más humildes, que rebajó enormemente la deuda externa, que consiguió alfabetizar al 92% de la población o que redujo la pobreza en su país en un 40%. “Hasta siempre, comandante”, titulaba Gramma.

En una tertulia teóricamente de izquierdas como “Al rojo vivo” (La Sexta) prepararon una encerrona a Juan Carlos Monedero, politólogo y profesor de universidad chavista: “Chávez tiene un estilo de voz de patio de cuartel que me echa para atrás”, dice John Muller, periodista de El Mundo. Ramón Pérez-Maura, adjunto al director de ABC, va más lejos: se descojona de la muerte del “dictador”, y con su voz de pito disparada hasta límites solo posibles desde la castración, le llama “payaso”. Dicen que el nivel de la democracia venezolana no es homologable al de las democracias occidentales.

Medios de comunicación españoles tan sospechosos como El Mundo o ABC sacuden a Chávez desde la anécdota. Que si bailaba, que si cantaba, que si era  populista, que si era un dictador… La prensa española se atreve a calificar al gobierno de Chávez como de “régimen corrupto”. Mientras realiza esa definición de un gobierno democrático, por mucho que les pese, se conocían los resultados del último barómetro del CIS: la corrupción se dispara en España. Ya se ha convertido en el principal problema para el 40% de los ciudadanos, solo superado por el paro (79,9%). Los periodistas, por cierto, se han convertido en los profesionales peor valorados por los españoles…

Me temo que no estamos para dar lecciones de democracia ni de integridad a nadie. Y no se lo digo solo por la corrupción, el descrédito político o nuestra amistad con países tan dudosos como Marruecos, Arabia Saudí, Guinea Ecuatorial o Libia. Se lo digo por más cosas…

 

Un motivo para NO ver la televisión

Huellas

Autor: Ida Fink.

Editorial: Errata Naturae.

El día en que termino de leer “Huellas”, uno de los libros más bellos y sutiles que he leído sobre la vida antes, durante y después del Holocausto, me entero por el periódico de que el genocidio judío adquiere una dimensión aún mayor: los campos de la muerte creados por el III Reich no eran 7.000, como se creía, sino más de 42.000 (30.000 campos de trabajos forzosos, 1.150 guetos judíos, 980 campos de concentración, 500 burdeles de prostitución obligada…). El número de víctimas de esos centros de reclusión y tortura asciende a entre 15 y 20 millones de personas, en su mayoría judíos.

La polaca Ida Fink estudió música hasta la ocupación nazi. Se nota en el ritmo de sus relatos, breves pero deliciosos ejercicios de narración ascendente. Todos mantienen un tiempo cadencioso, sin estridencias, quizá por estar ambientados en lo cotidiano. A diferencia de otros grandes libros sobre el dolor causado por el nazismo, en éste nada chirria, nada se muestra en su desnuda brutalidad. Las historias de Fink se caracterizan por la sutileza del dolor, la precisión de los detalles, la sencillez de los personajes.

Quizá por eso impresiona leer en uno de los mejores relatos, titulado “Julia. Apuntes para una biografía”, cómo en muchos locales de la ciudad (llamada P) colgaron este cartel: “Prohibida la entrada a perros y judíos”. Impresiona porque en “Huellas” nada es rudo, todo es poesía. Incluso el miedo a salir de casa para enfrentarse a los invasores: “En aquellos días, cada umbral se convertía en un camino hacia lo desconocido”.

Pese a la escritura majestuosa, que huye del sensacionalismo y se recrea en situaciones y trazos, el dolor, la tristeza y el terror impregnan cada página: “Pocos días después llegó la guerra. En los primeros días conocí el miedo de las bombas, un miedo infantil y ridículo en comparación con aquel de los días venideros: el miedo de la gente”.

Pinchar para leer las primeras páginas.