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Un tranvía llamado PSOE

Antonio Miguel Carmona, flamante candidato socialista a la alcaldía de Madrid, dijo el pasado martes que ponía las manos en el fuego por Tomás Gómez, secretario general de los socialistas madrileños. Solo unas horas después Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, fulminaba a Tomás Gómez y planteaba la disolución del PSM de Carmona, el socialista-tertuliano con aspecto de apoderado taurino. En Moncloa, al conocer la noticia Rajoy cerró el Marca y se encendió un puro. Montoro esbozó una sonrisa maniaca, tipo Joker, y solicitó una inspección de Hacienda para todos los implicados. En Podemos, Pablo Iglesias miró la silla vacía de Monedero, y recordó que solo se había ido al baño. En Malasaña, Esperanza Aguirre ofreció una rueda de prensa en la que afirmó que ella había descubierto la trama Púnica “y lo del tranvía ese de Parla”. En Génova, el portavoz del PP en el Congreso Rafael Hernando adaptó su última frase repugnante (“Ni la longitud ni la espesura de la coleta de Pablo Iglesias le dan para tapar este tipo de cosas”) a la actualidad: “Ni la longitud ni la espesura del discurso de Tomás Gómez le dan para tapar este tipo de cosas”.

Carmona se untó una capa de gomina con la mano derecha, mientras con la izquierda cogía el móvil para llamar a… ¿Pedro Sánchez? No, a Ferreras: “Macho, no me esperes hoy en la tertulia, que no tengo cuerpo”.

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Los madrileños pueden estar tranquilos. Los políticos de la capital parece que tienen nivel, que pase lo que pase la gestión de la ciudad estará en buenas manos. A cien días de las elecciones municipales y autonómicas el PSOE ofrece una imagen envidiable de unidad. Más o menos como Izquierda Unida. Parecen la alternativa de izquierdas adecuada a Aguirre, ¿Verdad? O a quién sea.

Los candidatos socialistas, a Madrid y a España entera, ya no tienen tren al que subirse. A todo lo que pueden aspirar es a un tranvía, artefacto viejuno de vía estrecha. Pedro Sánchez, Susana Díaz y todos aquellos que se agolpan a sus espaldas, dispuestos a recoger la migas, son historia. Las cadenas de Rubalcaba resuenan en las mazmorras. Los barones callan, aferrados a su nobleza. El partido está deshecho, se desangra en una guerra civil cainita: todos están más preocupados por el poder, por conspirar, por enredar, que por las necesidades e intereses de los ciudadanos. Lo cual no es una novedad. La novedad es el descaro, la ansiedad, la mezquindad.image

 

 

de la noria a la nada

¿Quién dijo que Tomás Gómez no era un político mediático? ¿Quién se atrevió a menospreciar los planes socialistas para derrocar a Esperanza Aguirre en las próximas elecciones? ¿Quién osó dudar de la capacidad del PSOE para crear ilusión en los madrileños de izquierdas? Gómez, flamante secretario general del Partido Socialista de Madrid y candidato a la presidencia de esa comunidad, se mostró en toda su grandeza en “La Noria”, el apestoso programa de Telecinco para la noche de los sábados. Sí, ese escenario sensacionalista y chabacano, el mismo donde Belén Esteban vende sus cirugías y Coto Matamoros desmiente sus adicciones, fue el elegido por el desheredado de Zapatero para arrancar campaña y defender a lo grande sus ideas políticas.

Ni siquiera era una idea genial. Gómez no fue el primer político en revolcarse en el fango: les recuerdo que en ese mismo programa ya pudimos disfrutar de un millonario de izquierdas llamado José Bono. Convertir “La Noria”, territorio natural de buscavidas y exhibicionistas, en plataforma de lanzamiento para políticos nos da una idea de lo preocupante de la situación. Y de la calidad intelectual y moral de unos personajes dispuestos a todo para alcanzar sus fines. Por eso si tuviera que resumir la entrevista en una frase de Gómez sin duda escogería ésta: “En tres semanas estamos consiguiendo más repercusión mediática que en tres años [en los] que hemos trabajado muy duro”.

El precio que puede pagar por esa “repercusión mediática”, aparecer en uno de los programas más repugnantes de la televisión actual, no parecía preocupar a un aspirante socialista con aspecto de mirlo blanco. Era sólo cuestión de contrastes, al estar rodeado de aguiluchos de la categoría de Isabel Durán o Miguel Ángel Rodríguez: Gómez se movió con soltura en el nuevo y circense escenario de “La Noria”, un decorado más digno de concurso millonario que de un supuesto programa de debate.

La entrevista en si, el contenido, no tuvo ningún interés. Lo que no impidió que todo el mundo terminase muy satisfecho: los entrevistadores con su cheque, Telecinco con su audiencia y Gómez con su “repercusión mediática”. Quizá el futuro de la política esté en “La Noria”, y aquellos que busquen debates serios, análisis equilibrados y demás zarandajas deban conformarse con los documentales sobre babuinos de La 2. ¿Por qué no? Tal vez las diferencias entre Belén Esteban y José Bono, entre Tomás Gómez y Coto Matamoros, no sean tantas como nos gustaría.

“De la nada a La Noria”, titulaba La Razón en su información sobre la visita de Tomás Gómez a Telecinco. Me temo que tras ver la entrevista se podría dar otra vuelta de tuerca a la frase y decir “De la Noria a la nada”. Esperanza Aguirre está cada día más tranquila…

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Un motivo para NO ver la televisión

Los Pichiciegos.

Autor: Rodolfo Enrique Fogwill.

Editorial: Periférica.

Ha muerto Fogwill, el escritor argentino responsable de esta brillante historia sobre la vida y la supervivencia que, de paso, habla de la guerra, la lealtad y el valor. Una novela “de vivos y de boludos” que, siendo mucho más que una novela bélica, cuenta las aventuras de un grupo de soldados desertores en la guerra de las Malvinas. “Sólo se trata de un experimento de ficción compuesto antes de los primeros testimonios de los combatientes y que no era una novela contra la guerra, sino contra las modalidades dominantes de concebir la guerra y la literatura”, aseguró un Fogwill sobrado de ironía y sutileza.

Escrita con el impulso de la cocaína en apenas tres días, “Los pichiciegos” es un libro incalificable y sorprendente que acercó a Fogwill a la genialidad.