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¡Vaya timo!

“La superstición, la pseudociencia y la anticiencia no son basura que pueda ser reciclada: se trata de virus intelectuales que pueden atacar a cualquiera hasta el extremo de hacer enfermar toda una cultura”. Mario Bunge.

En 1996 se aprobó en España un real decreto que prohibía los llamados “productos milagro”. No se refería al gobierno de un Rajoy que ha prometido sacarnos de la crisis y acabar con el paro, sino a otro tipo de timos: la parafernalia diseñada para estafar al consumidor con objetos de propiedades beneficiosas indemostrables: pulseras del equilibrio, collares antiestres, cremas adelgazantes…Por entre 30 y 42 euros puede comprar una pulsera Power Balance que, según los fabricantes, aumenta la fuerza, la flexibilidad y el equilibrio del portador. El príncipe Felipe, Pablo Motos, Belén Esteban, Leire Pajín, Sara Carbonero o, cómo no, Iker Jiménez, son algunos de los ilustres panolis que se han calzado el cacho de plástico con propiedades mágicas.

Pardillos. En Estados Unidos Power Balance ha sido denunciada por publicidad engañosa, y deberá pagar 42 millones de euros a los consumidores que les denunciaron. En España, como de costumbre, no hemos estado a la altura, y después de habernos vendido más de 300.000 pulseras les hemos sancionado con unos ridículos 15.000 euros.

La televisión no podía quedar al margen de estos  esperpentos a medio camino entre la magia, la seudociencia y la simple estafa. Ahí tienen al gran Iker Jiménez, con su pulserita en la muñeca y su programa en Cuatro. “Cuarto milenio” es un clásico de la telebasura, con sus hombres del saco, sus sábanas santas, sus psicofonías, sus apocalipsis, sus alienígenas y demás tontás.

La última de estas memeces audiovisuales es “Más allá de la vida” (Telecinco), un programa de espiritismo presentado por, vaya por dios, Jordi González, el mismo de “La Noria”. Invitados famosetes acuden al esperpento, imagino que cobrando jugosas cantidades, para recibir mensajes de familiares y amigos fallecidos. Como el e mail, pero de ultratumba. Y con una médium británica que está haciendo el agosto con el tercer mundo televisivo: su programa “Depois da vida” (TVI) arrasa en Portugal.

Para librarnos de toda esta mierda de la superstición y la pseudociencia recomiendo, como para casi todos los males, leer. Editorial Laetoli tiene una colección que se llama, sin demasiada sutileza, “¡Vaya timo!”. Está dedicada a temas como la inmortalidad, el creacionismo, la sábana santa, el tarot, la religión o la homeopatía. Les propongo el próximo título: la telebasura.

Un motivo para NO ver la televisión

Martin Dressler

Autor: Steven Millhauser.

Editorial: Libros del Asteroide.

Florentino Pérez y el Pocero son dos aficionados, dos juntaladrillos, si los comparamos con el gran Martin Dressler, hijo de un humilde neoyorkino vendedor de tabaco llamado Otto Dressler. Martin es un hombre hecho a sí mismo que, partiendo de unas modestas modificaciones en el negocio familiar, comienza a crecer. Botones de hotel, recepcionista, secretario del director… Antes de cumplir los treinta ya es dueño de una cadena de restaurantes. Después será propietario de una cadena de hoteles. Ha nacido un visionario de los negocios, una leyenda de la construcción, un soñador urbano. Poseído por la pasión por los negocios, tiene una ambición sin límites: es el representante perfecto del sueño Americano. Un visionario.

Este libro habla de la creación de ese imperio, y de la relación del protagonista con el trío Vernon, una madre y dos hijas que se convierten en compañeras inseparables de Martin. Un viaje a través del éxito, y la soledad, que culmina con la creación del Grand Cosmo, un proyecto faraónico con doce niveles subterráneos, un sótano y treinta pisos, que abre sus puertas el 5 de septiembre de 1905. Es la obra cumbre de un Dressler que acaba de cumplir los 33 y parece un viejo. “Un nuevo concepto de vida: cultura, comercio y confort”, rezaba la publicidad de esta ciudad dentro de la ciudad. La fascinante mezcla entre lo material y lo espiritual, entre el poder y el amor, entre el deseo eterno y la insatisfacción permanente. Impresionante retrato de la soledad del triunfador.

Telecinco apesta

¿Se le pueden quitar las manchas a un leopardo? En Telecinco quieren convencernos de que es posible, de que podemos renegar de la genética. Acojonados por el rechazo de los anunciantes, que han dejado de financiar la sordidez moral e intelectual que supone “La Noria”, Paolo Vasile y sus secuaces intentan maquillar la imagen de una cadena pestilente. Han suprimido “Enemigos” y “Resistiré”, dos de sus más conflictivos excrementos audiovisuales. ¿Telecinco sin telebasura? Misión imposible: a estas alturas, no hay ambientador en el planeta como para aliviar el hedor a mierda que expele esa cadena. La publicidad se ha dado cuenta, y comienza a alejarse. Y ya sabemos que, sin pasta, los italianos se quedan en nada.

Aquellos que cobran del estercolero están, lógicamente, a favor de su continuidad. Mercedes Milá, que estrenó el lunes un programa que apesta a fracaso (“El comecocos” arrancó con un ridículo 3,2% de audiencia), fue a presentarlo a “La Noria”, y aprovechó para mezclar churras con merinas en un burdo intento por confundir a la audiencia: “Por supuesto que vengo a apoyar a La Noria en Telecinco, y a todo lo que huela a libertad. Lecciones, las mínimas…”.  ¿Libertad? ¿Lecciones? Aquí el único problema es que un programa, en una cadena que es una concesión del Estado Español, ha pagado 10.000 euros a la madre de un presunto asesino por entrevistarla.

“La cantidad que ha recibido (la madre del Cuco) no hace rico a nadie”, dice sin ponerse colorada María Antonia Iglesias, en otros tiempos periodista y ahora tertuliana-basura, en una entrevista a “El periódico”. Y luego Iglesias habla de cinismo y doble moral, pero no de la suya, ojo, sino de la de aquellos que piensan que el mundo sería mucho mejor si no existiesen programas como “La Noria”. “¿Desmontar “La Noria”? Sería una barbaridad y un golpe contra la libertad de expresión, porque el programa no es solo espectáculo y sexo, sino que hay debate político. Y ese debate es muy incómodo para la derecha por su audiencia y repercusión. Y me parece desconcertante que se consiga esta reacción a través de un bloguero”.

Acabáramos… Para denunciar la bajeza moral de un programa de televisión no basta con ser bloguero. Hay que ser Stephen Hawking, Michel Houellebecq, Sergiu Celibidache o, cuando menos, Sergio Ramos. ¡Pobres María Antonia Iglesias y Mercedes Milá, que en lugar de ganarse la vida con el periodismo tienen que hacerlo en Telecinco!

 

Un motivo para NO ver la televisión