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Sanción microgorda

La Sala Primera del Tribunal Supremo ha dictaminado que el diario El Mundo debe pagar 20.000 euros como indemnización por una de sus exquisitas piezas periodísticas. ¿Se castigan, por fin, sus informaciones sobre el 11-M? No, por dios. Eso es historia del periodismo español: los lectores nunca agradeceremos lo suficiente a los jefes del diario de Unidad Editorial por enseñarnos cuán bajo puede llegar a caer un medio de comunicación. El Mundo debe pagar 20.000 euros porque la Justicia considera que determinadas expresiones utilizadas en uno de sus textos de opinión son constitutivas de infracción “al derecho al honor y a la intimidad”.

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Un blog de televisión del periódico que fuera dirigido por Pedro J llamó a Chelo García Cortés, colaboradora del programa de Telecinco “Sálvame”, lindezas como “microgorda ponzoñosa”, “carroñera del montón y miss plumilla menopáusica transmutada en pequeña escribiente florentina del buitrerío ibérico”. Y dijo que tenía una “imbecilidad de grado cum laude”. Estos insultos tienen un precio: 20.000 euros. Un precio que se paga tarde, los insultos se vertieron en mayo de 2008, pero se paga.

Esta sanción me obliga a reflexionar por varios motivos. El primero es que colgué mi último post en El Mundo el 2 de noviembre de 2007, después de escribir durante tres años precisamente un blog sobre televisión (y sus mundos paralelos). Un blog que escribí, que escribo diez años después, con absoluta y total libertad, pero procurando no cruzar las líneas rojas que dictan el sentido común y la buena educación. No estoy seguro que haberlo conseguido siempre. ¿Habré faltado al respeto a alguien en todos estos años? Puede que sí. Lo siento. Nunca, en ningún caso, jamás, ha sido de manera premeditada, por razones personales, para conseguir visitas.

Me horroriza haber podido escribir cosas tan despectivas como “microgorda ponzoñosa” o “miss plumilla menopáusica”. Es posible que algún lector busque y encuentre expresiones parecidas en El Descodificador. Si no lo he hecho, es posible que haya estado cerca. Lo siento, insisto. Lo de “carroñeros” creo que puede tener sentido, por ejemplo, para definir a seudo periodistas que despellejan a famosos en programas basura. O que venden sus relaciones sexuales en televisión. Pero “microgorda ponzoñosa” suena demasiado miserable y personal, claramente ofensivo, francamente violento y absolutamente innecesario.

La culpa es del autor del blog de El Mundo, evidentemente, pero sólo en parte. Los medios exigen que los blogs tengan visitas, muchas visitas, para sobrevivir (El País acaba de cerrar decenas), y una forma de conseguir esas visitas es escribiendo post agresivos. El problema comienza cuando al opinador se le va la mano, se viene arriba, se cree impune por trabajar en un gran medio y, lo que es peor, ejerce esa agresividad con los más débiles. Cuando es crítico hasta la sangre con el poder, político o económico, o con su propio medio, bien por sus pelotas. Llamar a una tertuliana “microgorda ponzoñosa” es demasiado fácil, muy ruin y tremendamente injusto. 20.000 euros me parece una sanción… digamos que microgorda.

Decía Ryszard Kapuscinski que las malas personas nunca pueden ser buenos periodistas. Si desde un medio llamas a alguien “microgorda ponzoñosa” es muy posible que seas mala persona, y por tanto mal periodista.

Les pido disculpas de nuevo por lo que me pueda tocar. Lo siento. No volverá a pasar.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Autor: Ben Brooks.

Editorial: Blackiebooks.

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Etgar tiene quince años. Bebe Nesquik y ron, fuma poco, come porquería, tiene una novia que le engaña, unos amigos raros, se da baños calientes, y pasea a su perro, Amundsen, menos de lo que debiera. Amundsen se caga en el salón de su casa. La vida de Etgar es una mierda, y el protagonista de nuestra historia se defiende escondiéndose bajo las sábanas, bebiendo, viendo series… y husmeando en chats sexuales. Cuando sus padres se van de viaje conoce a alguien en internet, y se gasta con ella el dinero que le dejó su abuela. Son dos personas inocentes, abofeteadas por la vida, dándose consuelo, ofreciéndose calor. Pero las cosas no son tan fáciles…

“Quiero correr por todo el barrio, rompiendo ventanas y encendiendo fuegos y meando en los buzones hasta que llegue la policía y me eche spray de pimienta en la cara y se me lleve. Quiero hacerles unos arañazos profundos en las piernas a los policías. Quiero darles cabezazos y clavarles los codos en los ojos. Quiero rebotar de una pared a otra en la celda hasta que me desmaye y me despierte treinta horas más tarde con una conmoción cerebral en un día que no sea hoy”.

Lolito es la historia de un pequeño perdedor. En ocasiones tronchante, a veces cruel, siempre naif. Ben Brooks (1992) es un escritor joven que tiene un estilo propio, sencillo pero ingenioso, que le viene al pelo a este libro moderno, chispeante, con más talento del que puede parecer en las primeras páginas. Un libro original y fresco que, presentado por Blakiebooks en una bonita edición con tapa dura, hay que leer.

Cinco años de telebasura

Dice Jorge Javier Vázquez que “con Sálvame se han enseñado las tripas de la televisión”. Y tiene más razón que un santo. Es más, no solo han mostrado el buche y los intestinos gruesos y delgados, repletos de gases y heces, sino también el páncreas, el bazo, los higadillos y hasta la vesícula biliar. Las asaduras al completo. “Sálvame” ha abierto en canal la televisión, y nos ha enseñado toda la casquería que es capaz de contener, esos órganos tumefactos y pestilentes que no servirían ni para dar de comer a los buitres. “Sálvame es el mayor show de entretenimiento de este país, el que más horas de televisión hace en España; también en Europa; tal vez en el mundo -eso no me ha dado tiempo a comprobarlo-“, afirma Óscar Cornejo, uno de los creadores del formato. Y es que esta fábrica de mierda debe tomar los mismos yogures que Coronado: funciona como un reloj.

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“Sálvame” cumple cinco años en pantalla. Me ha parecido oportuno dedicarle el post de hoy porque posiblemente estemos celebrando el aniversario del peor programa en la historia de la televisión en España. Cutre, sórdido, violento, chabacano, macarra, ruin, hortera, tremendamente mezquino… Con presentadores verbeneros y colaboradores de saldo: Lydia Lozano, Kiko Hernández, Belén Esteban, Kiko Matamoros… A lo largo de estos cinco años “Sálvame” se ha convertido en la meca de la telebasura nacional. “Si queréis me insemino en directo, porque ya sólo queda que caguemos delante de las cámaras”, dijo Mila Ximénez en una frase que puede resumir el espíritu del programa.

“Sálvame, no se de qué manera, va a ser recordado. Estamos durante cuatro horas y veinte minutos durante cinco años; no hay vacaciones, ni los días de fiesta nacional. Algo tendrá”, asegura Jorge Javier Vázqueza. Yo se lo que tiene. Y la Asociación de Usuarios de la Comunicación (AUC) también: “Sálvame se caracteriza por los continuos enfrentamientos, a veces incluso físicos, entre los colaboradores del programa y con los invitados, por el empleo continuado de lenguaje soez, insultos graves y descalificaciones; por las referencias continuas y explícitas a diferentes prácticas sexuales, con mostración en pantalla de diferentes objetos empleados al efecto, o por la recreación en la emisión de imágenes violentas y/o procaces”.

Cinco velas sobre un enorme excremento de elefante. Esta podía ser la tarta de cumpleaños de “Sálvame”, el programa de Telecinco que intenta que los telespectadores sean peores personas.

Revoltijo de telebasura

Así no hay forma de ver la luz al final del túnel. Ni los primeros brotes verdes. Ni se puede sentir que la alegría haya vuelto a las calles. Porque una cosa es que el PP le pague a Carromero cinco veces más que lo que gana un investigador del Severo Ochoa, normal, y otra muy distinta que le pretendan sisar parte del sueldo a un periodista del corazón. Los tertulianos basura del programa carroña “Sálvame” Rosa Benito, Mila Ximénez, Lydia Lozano, Kiko Matamoros, María Patiño, Chelo García-Cortés y Kiko Hernández están que trinan porque les quieren rebajar un 10% el salario, esos entre 600 y 1.000 euros que ganan por programa. Están tan cabreados que incluso amenazan con hacer una huelga. Tienen toda la razón: desprestigiada la política, son la alegría de la fiesta, el sostén emocional y moral del país, el espejo en que se mira el ciudadano. Cuando esta subespecie humana se queja de los recortes, de sus recortes, en realidad están luchando por los derechos de los trabajadores y sentando las bases de la recuperación.

Son unos luchadores, su compromiso social resulta escalofriante. Piense que la competencia en el mundo de la telebasura es feroz. Los expertos en cotilleos y maledicencias no están al margen de esta crisis que nos devora, de la usurpación de papeles, de atroces injerencias laborales. Si no me cree, ahí tiene a todo un periodista de raza, Eduardo Inda, nada más y nada menos que un director adjunto del prestigioso diario El Mundo, desvelando en el programa de Telecinco “Hable con ellas” que en realidad el rey abdicó por amor. ¿Amor a sus súbditos? ¿A la bebida? ¿A matar elefantes? No, por amor “a otra persona”. El avezado periodista de investigación continuó diciendo que no descartaba “la teoría del amor, que es una teoría que está circulando por Madrid, y que puede ser”. El nombre de “la otra persona” quedó en el aire. ¿Falete? ¿Dumbo? ¿Corina? Quizá otro día, por otros entre 600 y 1.000 euros (menos un 10%).

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Desde el sofá soñado por el consumidor de telebasura, en forma de tertulia política o rosa, es fácil comprender que Mila Ximénez, Lydia Lozano, Kiko Matamoros, María Patiño y compañía estén muy cabreados. Por un lado les rebajan el sueldo, por otro, sienten en el cogote el aliento de Inda y compañía, la competencia desleal, el asalto del periodismo pintón al reino del periodismo putón, el revoltijo informativo, el acabose.

Victoria Prego, subdirectora del diario El Mundo, se apunta al barullo con la pieza que  abría el diario del domingo: “No quiero que mi hijo se marchite como Carlos de Inglaterra”. Una crónica desgarradora sobre los últimos días de un rey. Algunos pensarán que es el texto de una flipada, y que sin duda ha sido escrito bajo los efectos de algún cóctel de psicotrópicos. Otros, que la desfachatez de los grandes talentos de El Mundo no tiene límites. Yo me he emocionado hasta el llanto con frases como ésta: “El rey está muy solo, él se ha quejado de hecho de su soledad. Es un hombre que en estos momentos despide a la audiencia de los viernes y tiene todo el fin de semana en que está en la soledad más absoluta. Los puentes se le hacen larguísimos. Son muchísimos los días en que come solo en La Zarzuela”.

La competencia por sobrevivir es brutal. Los periodistas se mezclan como zorras de burdel, corazón y política, y escarban como escarabajos en las mismas boñigas. Pordioseros de la información, se alimentan con despojos y pueden transmitir enfermedades tan letales como el aburrimiento, la ignoracia o la desinformación. El periodismo está hecho un asco.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Dave Alvin & Phil Alvin.

Cd: Common Ground: Dave & Phil Alvin Play and Sing the Songs of Big Bill Broonzy.

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Los hermanos Alvin, Dave y Phil, son dos leyendas de la música norteamericana. En la California de 1979 formaron The Blasters, uno de los mejores grupos de rock and roll de la historia, con el que grabaron discos tan memorables como “American Music”. Ya en solitario han seguido carreras sólidas, sin grande éxitos pero sin tropiezos. Músicos recios, obsesionados con los sonidos tradiciones, que siempre miran hacia atrás con respeto. Raíces, blues, country…

“Common Ground” es un homenaje a Big Bill Broonzy, el viejo bluesman del Mississippi. En la primera mitad del siglo XX Big Bill grabó algunas canciones brutales, y Dave y Phil recuperan doce de ellas para este disco. Su versión de esos temas es mucho más rica y… digamos que moderna, que la visceral y primitiva del gran Big Bill. Pero siempre respetando el espíritu del espectacular guitarrista, muerto en 1958 a los 65 años.

Gran trabajo de los hermanos Alvin, que encantará a los amantes del género Roots y servirá a otros muchos para descubrir a una de las grandes figuras del blues y el folk norteamericano.

Canas en el coño

El título de este post no es el de un capítulo perdido de un libro de ese angelote de Murillo llamado Juan Manuel de Prada. Este post cuenta una historia en verdad cochina que coincide con el comienzo de las vacaciones, allá por el día ocho de agosto. Estaba entonces el autor de este blog en un bar, comiéndose un bocadillo de lomo con pimientos, cuando, a sus  espaldas, escuchó una frase en el programa de Telecinco “Sálvame” que le acompañaría como una pesadilla el resto del verano. Apenas ocho palabras que le hicieron replantearse la profesión, el tiempo de ocio y hasta el sentido de la vida. “Yo ya tengo muchas canas en el coño”, soltó una señora que asistía al espacio en calidad de invitada.

Pese a que casi me ahogo con el bocadillo, y a que los trocitos de pimiento salían disparados por los agujeros de la nariz como verdes perdigones, nadie giró la cabeza hacia la tele, nadie se sorprendió lo más mínimo con tan contundente expresión. Y no porque sea habitual que con el paso de los años se decolore el vello púbico, sino porque hemos asumido que la televisión es un estercolero. Nadie se sorprende ya por nada de lo que escupe la pantalla, ¡puag!, ni aunque se trate de un canoso pelo de coño.

“La información espectáculo no forma parte de nuestra oferta ni de nuestro ADN”, dijo hace solo un par de semanas en El País Ignacio Corrales, director de TVE. Un mensaje tranquilizador para el ciudadano que paga con sus impuestos la televisión pública. Lástima que poco después la información espectáculo campee a sus anchas por esa misma TVE.

“Catorce de septiembre de 2013, el esperadísimo día de la boda de Francisco Rivera ha llegado…”, asegura la presentadora del programa “Corazón”, en la primera cadena de la televisión pública española. “Son las dos y media en punto y nos vamos en directo hasta Ronda, donde nuestro compañero Rufino Sánchez está viviendo en primera persona todo lo que allí está ocurriendo. Rufino, qué tal, cuéntanos la última hora de todo lo que está ocurriendo”. Y el bueno de Rufino agacha las orejas y nos cuenta: “pues ahora mismo Francisco y Lourdes están almorzando con sus invitados. Una ceremonia de boda que va con un poquito de retraso con respecto al horario previsto, porque a las doce y media es cuando debía arrancar pero hasta la una no hemos oído esa música flamenca que marcaba el comienzo de la boda…”.

¿Seguro que la información espectáculo no forma parte de nuestra oferta ni de nuestro ADN? En TVE no hay dinero para producir grandes documentales, ni siquiera para comprar la final del US Master que ganó Nadal, pero sí para enviar una unidad móvil que retransmita la llegada de Kiko “Paquirrín” Rivera al bodorrio de su hermano en Ronda.

Es bien sabido que Telecinco es un sumidero. Lo que no está tan claro es que TVE, la televisión pública, deba ser la cantera de esa forma chusca de entender el entretenimiento televisivo. Los pelos inguinales canosos son un asco, por supuesto. Pero también las bodas de famosetes. Basura light, pero basura.

P.D.

¿A la cola de Europa? Quizá en éxito escolar, número de becas o calidad en la nutrición infantil. No en adicción a la televisión. Los niños españoles ven la televisión más que los ingleses, franceses o los alemanes. ¡Qué se jodan! Solo nos superan los malditos italianos. Y es que los chavales de 4 a 12 años de nuestro país han dedicado en lo que va de año alrededor de 2 horas y 30 minutos de media al día a ver la tele. “Los niños nunca antes habían visto tanta televisión”, señala Johanna Karsenty, responsable del estudio “Kids TV Report”, de la consultora Eurodata TV Worldwide.

¿Consecuencias? Pues entre otras, que el 27,8% de nuestros menores de entre 2 y 17 años tiene sobrepeso…

 

Un motivo para NO ver la televisión

Reckless Kelly

Cd: Long Night Moon.

La banda favorita de Steve Earle regresa con un octavo disco formidable. Después de 17 años dando guerra con directos espectaculares, que les confirman como uno de los grandes grupos de Austin, ha grabado un “Long Night Moon” que comienza con una balada, y sigue con un medio tiempo cadencioso que se desboca a medida que crece. El resto, más de lo mismo: música Americana de raíces con base rocanrolera. Y con un sonido exquisito, resultado de la unión de unos músicos en plena madurez y las mezclas del gran Ray Kennedy. Una delicia.