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El reflejo oscuro de la vida

Óscar Cornejo, productor ejecutivo de La Fábrica de la Tele, ha dicho que el programa Sálvame “refleja la vida como nadie lo había hecho antes”. Y se lo han publicado en El País. Con dos cojones. ¿La crisis de la prensa? No, solo un relleno en forma de columna de opinión para el reportaje sobre los programas del corazón y la telebasura con el que cada cierto tiempo nos deleitan los periódicos.

“Sálvame”, como ustedes ya habrán imaginado, es un producto de La Fábrica de la Tele, la empresa de Cornejo. Por eso cuando el ejecutivo dice que ese programa “refleja la vida como nadie lo había hecho antes” no hay que tomárselo al pie de la letra. No por quitarle mérito a cómo han reflejado la vida Dostoyevsky, Dickens o más recientemente Roth, por poner algunos ejemplos, sino porque se trata de parte interesada en el negocio: nunca una tertulia tan chusca protagonizada por individuos tan mediocres fue tan rentable.

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“En Sálvame hemos juntado a personas cuyo talento es su tremenda capacidad de comunicación”, asegura un Cornejo que no se atreve a dar los nombres de esas personas, pero que no duda en incluir en su texto a David Letterman, Jordi Évole o Pepa Bueno. Yo lo haré: quienes reflejan la vida como nadie lo había hecho antes en el exitoso programa de La Fábrica de la Tele que emite Telecinco son Belén Esteban, Lydia Lozano, Paz Padilla, Jorge Javier Vázquez, María Patiño… Nuevos líderes de opinión, según Cornejo: “La nueva política hace ahora lo mismo que hacemos en Sálvame desde hace siete años: bajar a la calle y mostrar a sus líderes como seres humanos”.

¿Seres humanos? Creo recordar que Kiko Matamoros es habitual de Sálvame. No importa, concedamos un margen de credibilidad a Cornejo, un profesional de éxito capaz de, como un Tony Soprano del negocio audiovisual, rentabilizar de forma magistral la basura. Es decir, ¿Y si Cornejo tuviera razón? No en eso de que la nueva política hace ahora lo que lleva años haciendo Sálvame, porque eso es evidente, sino en que refleja la vida como nunca antes se había hecho. De manera oscura, tenebrosa, perversa, aterradora. Me niego a creerlo: La vida no es tan malvada y calamitosa. La mala televisión, sí. Aunque esté avalada por cuatro millones de espectadores.

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P.D.

Según un estudio basado en una encuesta con 20.000 españoles, realizado por Personality Media, empresa dedicada al análisis de imagen y consultoría de personajes públicos para las empresas publicitarias, “Sálvame” ocupa el número uno… en la lista de programas de mala calidad.

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Un motivo para NO ver la televisión

La araña del olvido.

Autor: Enrique Bonet.

Editorial: Astiberri.

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Estamos ante una historieta gráfica de peso. Uno de esos trabajos densos e intensos, minuciosamente documentados, dibujados en un blanco y negro austero e implacable, construidos sobre un guión sólido que parece no tener fisuras. Una obra grande que debe descansar junto a los clásicos de Ian Gibson. Porque de Federico García Lorca, de su asesinato y de la oscuridad que sucedió a ese día, habla este libro triste, emocionante y comprometido a partes iguales.

El escritor norteamericano Agustín Peñón llega a España en 1955 con una idea en la cabeza: investigar la muerte de su poeta favorito. Para conseguirlo se sumerge en los círculos más casposos del Madrid franquista, y vive dos años en una Granada donde impera el miedo y la ley del silencio. Peñón investiga. Pregunta a unos y a otros, amigos y enemigos del poeta, pisa los lugares en que vivió y sufrió, y se enfrenta a los fantasmas que rodean un crimen sin resolver. A medio camino entre la memoria histórica, la novela negra y el periodismo de investigación, este sobrecogedor cómic denuncia la brutalidad de una guerra civil, la española, y la crueldad de los vencedores. Una crueldad que sigue machacando a los perdedores décadas después, como demuestra cada una de las fosas comunes con más de 114.000 desaparecidos forzosos que aún quedan en este país. Una crueldad que alimentan unos gobiernos que se niegan a recuperar los cuerpos de aquellos que dieron su vida por la libertad y la democracia. Verdad, justicia, reparación. Para Lorca y para el resto de víctimas del franquismo.

 

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Telecinco

El Tribunal Supremo ha ratificado la condena de la Audiencia provincial de Madrid que obliga a Belén Esteban, Mila Ximénez y Kiko Matamoros a abonar una suma total de 120.000 euros a Carmen Lomana. ¿El motivo? Nada, minucias: Las tres estrellas televisivas han llamado a Lomana, entre otras cosas, “sinvergüenza”, “analfabeta”, “payasa”, “imbécil”, “estafadora”, “cateta”, “idiota”, “auténtico perro”, “buscavidas”, “tonta del culo”, “busca camas altas” o “cerda”. Y le han dedicado expresiones como “chupas el culo para que te inviten a fiestas”, “de padres cerdos, hijos marranos” y “me lo paso por el potorro”Belén Esteban, Mila Ximénez y Kiko Matamoros no salen de su asombro: consideran que sus palabras sobre Lomana deberían estar amparadas por el derecho a la libertad de expresión e información. Son periodistas. Del corazón, pero periodistas.

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El Tribunal Supremo no opina lo mismo, y cree que Belén Esteban, Mila Ximénez y Kiko Matamoros se entrometen de manera ilegítima en el honor de Lomana. La Sala de lo Civil habla de insultos y de expresiones dirigidas a ofender. Poco me parece a mí 120.000 euros por llamar a alguien “cerda” o “auténtico perro”, o por decir que “de padres cerdos, hijos marranos”. Pero esa es otra cuestión, y debería ser tratada en otro post…

En el post de hoy me gustaría recordar que todos esos insultos, todas esas barbaridades, se pudieron escuchar en un medio de comunicación nacional. Es decir, que Belén Esteban, Mila Ximénez y Kiko Matamoros no lanzaron esa colección de exabruptos a Carmen Lomana durante una pelea callejera, en la puerta de un burdel de carretera o mientras descargaban ladrillos de un camión de siete ejes. No. Belén Esteban, Mila Ximénez y Kiko Matamoros insultaron de manera tan cruel y prolongada a Lomana en dos programas de televisión, “Sálvame” y “Sálvame Deluxe”, emitidos por Telecinco, la cadena de Mediaset que lidera las audiencias en España: es la tele más vista en agosto, por duodécimo mes consecutivo, con un 13,2% de cuota de pantalla.

Algunos medios de comunicación ofrecen esta noticia, la condena a Belén Esteban, Mila Ximénez y Kiko Matamoros por insultar a Carmen Lomana, sin decir en qué cadena de televisión han tenido lugar los hechos. Me parece terrible. Belén Esteban, Mila Ximénez y Kiko Matamoros no son nadie, sus insultos se perderían en el basurero de sus vidas, si no tuvieran un altavoz, una plataforma cómplice desde la que lanzar sus fechorías, una siniestra organización que se beneficiase de su forma rastrera de entender el entretenimiento, la información y la libertad de expresión.

Han condenado a Belén Esteban, Mila Ximénez y Kiko Matamoros, auténtica escoria. Pero aquellos que se llevan la tajada del león con esos insultos, los cómplices necesarios para llevar a cabo el delito, no solo se van de rositas, sino que se enriquecen con unas audiencia que van viento en popa. Como sucede con los grandes delincuentes de guante blanco. El insulto, la maledicencia y la intromisión ilegítima en el honor siguen siendo muy rentables en la televisión actual.

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Televisión en abierto de pago

Por circunstancias de la vida estoy pasando unos días en el madrileño Hospital Clínico. De acompañante. Disfrutando de la amabilidad y profesionalidad del personal sanitario. Inyectándome unas dosis de realidad. Y confirmando la situación de la Sanidad madrileña, que no parece la misma que la que vende una Esperanza Aguirre empeñada en negar los recortes. Un ejemplo: de las 290 encargadas de la limpieza que había hace solo un par de años se ha pasado a las 230 actuales. Cuando alguien se jubila, no se contrata a nadie para cubrir la plaza.
Pero en el post de hoy, un esbozo urgente, quería hablarle de otra cosa. De la televisión en abierto de pago. De pago en la sanidad pública. Televisión a 1 euro los 56 minutos y 40 segundos. O en oferta, a 4,30 euros las 24 horas. Acepta tarjetas de Telefónica. Unos precios que no todo el mundo puede pagar, una programación que no siempre deberíamos ver. Pero que hay que negociar con los compañeros de habitación.
Los cuatro euros que cuesta ver “Sálvame” (Telecinco), de cuatro a ocho de la tarde, son la peor inversión que puede hacer el enfermo aburrido. Cuatro horas de auténtica telebasura. De entretenimiento de ínfima calidad. De embrutecimiento en estado puro. De la misma manera que en los hospitales no se puede fumar, o que las máquinas de los pasillos no venden cerveza, las televisiones deberían estar capadas: ni telebasura ni telediarios, valga la redundancia. Porque la salud mental de los ciudadanos también es importante.

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Esa cosa libre y gratuita

“Hay una cosa muy libre en este país que se llama mando a distancia, que es absolutamente libre y gratuito”, dice Ana Rosa Quintana. ¿Qué quiere decir con esta frase tan compleja la popular presentadora y escritora? ¿Acaso que el mando está incluido en el precio de la televisión? No, que el ciudadano tiene derecho a ver cualquier cosa que decidan emitir las cadenas de televisión. “Lo más importante en la vida es la libertad de expresión y no se pueden acallar voces”, asegura la reina de la telebasura en una emocionante defensa de “Sálvame”, uno de los programas más infectos en la historia de la televisión.

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“Sálvame” se emite en Telecinco por las tardes, de 16.00 a 20.00 horas, horario de protección reforzada infantil según la Ley de Comunicación Audiovisual. Cansados de ver freaks y escuchar sandeces, en la Comisión Nacional del Mercado de Competencia han dado a Mediaset un plazo de diez días para que adapte los contenidos de su programa al horario en el que se emite. En caso contrario se enfrenta a un procedimiento sancionador por una infracción de carácter grave que le podría acarrear una multa de entre 100.000 y los 500.000 euros.

Parece razonable, ¿verdad? “Sálvame” es el programa que se utilizaría como ejemplo para hablar de telebasura. Hace dos años, trescientos responsables de marketing y publicidad de las empresas y agencias de medios españolas lo eligieron como el peor programa de la televisión, según un estudio sobre la calidad de la televisión realizado por el Grupo Consultores.

Pues para Ana Rosa Quintana la orden de Competencia, modificar sus zafios contenidos de cara al horario infantil, es un ataque a la libertad de expresión. Yo creo que en realidad es un ataque a su libertad para forrarse, aún más, desde una cadena que, no lo olvide usted nunca, es una concesión del Estado. Por eso cuando Jorge Javier Vázquez, presentador del engendro, dice que “Asociaciones ultraconservadoras con intereses ocultos nos acusan de cosas sórdidas”, solo es posible troncharse de risa. Tanto de esa frase como del melodramático monólogo que soltó en pantalla: “Después de cinco años y medio pasando la tarde juntos, cinco años y medio, vosotros desde casa y nosotros aquí, después de cinco años y medio de puro entretenimiento, de risas y grandes emociones con la única vocación de haceros compañía, os vengo a contar que hoy han amenazado seriamente la continuidad de ‘Sálvame’ y que quieren destruir nuestra gran familia”.

¿Gran familia? ¿Risas y grandes emociones? Me descojono. “Sálvame” es lo peor de la televisión, entretenimiento de ínfima calidad, un esperpento diseñado para hacer rentable el cotilleo, el escándalo, la maledicencia y la zafiedad. “Sálvame” es el programa de Telecinco que intenta que los telespectadores sean peores personas. Y pretenden emitirlo en horario de protección infantil aludiendo a la sagrada libertad de expresión. Al mando a distancia, “esa cosa libre y gratuita” que, afortunadamente, tiene un botón rojo.

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