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El padecer es lo que importa

“Nacer en un palacio no es un lujo, es una responsabilidad”, dijo Cayetano Martínez de Irujo y Fitz-James Stuar a Risto Mejide en el programa de entrevistas “Al Rincón” (Antena 3). Difícil no emocionarse ante la sinceridad de las palabras del aristócrata, jinete hijo de la Duquesa de Alba al que quizá recuerden por las gilipolleces que dijo en “Salvados”, el programa de Jordi Évole: “En Andalucía la gente jóven no tiene ganas de progresar”. El V Duque de Arjona y XIV Conde de Salvatierra, Grande de España, heredero de 25.000 hectáreas de terreno por las que recibe unas subvenciones de la UE que ascienden a tres millones de euros, lo tiene clarísimo: A nadie le regalan nada”.

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Los programas de televisión con gentes de otras galaxias parecen fascinar  a los telespectadores españoles. Y no lo digo por Iker Jiménez, que igual te habla de un marciano que de la chica de la curva o el hombre lobo. Lo digo por las conversaciones en horario de máxima audiencia televisiva que tienen lugar en un país en crisis, con trece millones de personas en riesgo de miseria o exclusión social, alrededor de dos millones de niños viviendo por debajo del umbral de la pobreza y decenas de desahucios diarios. Las  circunstancias sociales parecen exigir a Noam Chomsky para el prime time (o al menos a Jorge Vestrynge), pero me temo que quienes triunfan son personajes con otros perfiles. Un día Bertín Osborne con sus entrevistas a la nieta de Franco o a Carlos Herrera, y al siguiente Mejide conversando con el señorito Cayetano.

Los españoles ¿somos unos pervertidos? No hablo de votar de nuevo a Rajoy, sadismo, ni siquiera de hacerlo por primera vez con Albert Rivera, masoquismo. Me refiero al extraño placer, sin duda enfermo, que podemos sentir viendo en televisión a personajes como Osborne, Cayetano, Herrera o Martínez-Bordiú. Quizá sea nuestro carácter, una anomalía claramente freudiana: “el padecer es lo que importa, no interesa que lo inflija la persona amada o una indiferente”.

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P.D.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Adiós en azul.

Autor: John D. MacDonald.

Editorial: Libros del Asteroide.

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Los tesoros escondidos existen. Literariamente hablando. Y ahí están las buenas editoriales para descubrirlos, desenterrarlos y llevarlos a las mejores librerías. “Adiós en azul”, editado en 1964, es una de esa gemas que permanecían ocultas en el fondo del baúl de la novela negra. Estamos ante una gran historia de corte clásico, protagonizada por un detective original que vive al margen de las necesidades sociales y tiene imán para las mujeres bellas y problemáticas. Añádale un malo de manual, altivo y sonriente, ambicioso, sin escrúpulos y muy violento. Y un puñado de piedras preciosas robadas. Ya tiene los ingredientes de este libro incombustible, una trama sólida con personajes entrañables, capaz de situarse junto a los mejores títulos del género policiaco.

“Adiós en azul” supuso el nacimiento de Travis McGee, un investigador insólito que vive en un barco amarrado en Florida, el Busted Flush. McGee se rige por códigos primitivos: nada de bancos, televisión o política. Y nada de tarifas convencionales: si recupera lo que le han robado, se queda con la mitad. “Recelo de las motivaciones emocionales. Igual que recelo de otras muchas cosas, como las tarjetas de crédito, las deducciones de la nómina, los seguros, las rentas para la jubilación, las cuentas corrientes, los cupones de ahorro, los relojes, los periódicos, las hipotecas, los sermones, los tejidos milagrosos, los desodorantes, las listas de cosas pendientes, los créditos, los partidos políticos, las bibliotecas, la televisión, las actrices, las cámaras de comercio para jóvenes empresarios, los desfiles, el progreso y la predestinación”.

John D. MacDonald, escritor norteamericano capaz de conseguir en su día tanto excelentes ventas como el reconocimiento de la crítica, utiliza la ironía y la mordacidad habitual entre los grandes autores negros: “Una de las azafatas se tomó un interés especial y personal por mí. Era un poco más corpulenta de lo que suelen ser las azafatas y un poco mayor de lo habitual. Mostraba unas ostentosas cualidades para la lactancia, pero su blusa no estaba convenientemente adaptada”.

Protagonizada por un fascinante investigador alternativo, un galán con tendencia a la hidalguía y la honestidad, “Adiós en azul” es todo un descubrimiento. Afortunadamente quedan otros veinte títulos en los que McGee es la estrella. Ya los estoy esperando.

 

 

 

Al rincón de forrarse

Risto Mejide es lo que llaman “un fenómeno audiovisual”. Con su semblante malencarado, sus gafas negras y sus comentarios jactanciosos, el tipo se ha convertido en un personaje televisivo. Como Belén Esteban, sin ir más lejos. Así es la televisión, un medio en el que importa poco que no tengas absolutamente nada que decir, siempre que resultes original, descarado y deslenguado. Mejide es un publicista serio y altivo que se pone aún más serio y altivo cuando se dirige a cámara. Y poco más. Pues ahí le tienen, convertido en protagonista de una enconada rivalidad entre Atresmedia y Mediaset, el duopolio televisivo de este país. Se lo rifan. Se rifan la insignificancia disfrazada de humo.

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Mejide ha tenido un desencuentro, imagino que económico, con Telecinco, y se ha marchado a Antena 3. “No soy un pesetero”, ha dicho el publicista-presentador a modo de justificación. Le he resumido el conflicto para que ni usted ni yo perdamos el tiempo. Como consecuencia del enfrentamiento, el tal Mejide dejó de presentar “Chester” en la primera cadena de Mediaset, y pasó a formar parte de la primera cadena de Atresmedia, donde anoche estrenó “Al rincón de pensar”. Se trata de un programa de entrevistas, quién lo hubiera imaginado, que arrancó con dos invitados no demasiado excitantes: Borja Sémper y Hombres G. Abrumado por la campaña electoral, el blandengue presidente del PP de Guipúzcoa me importa un pimiento. Y sobre los creadores de “Devuélveme a mi chica” o “Marta tiene un marcapasos” lo único que puedo decir es que seguro que están en el iPod de Sémper.

¿El programa? “Una conversación abierta en canal”, dice un Mejide con un gran concepto de sí mismo. No se lo crea. Solo es un presentador sobrevalorado que hace preguntas con las que pretende resultar ingenioso a gente que tiene pocas cosas interesantes que decir. La “conversación abierta en canal” se convierte en una entrevista minuciosamente editada a favor del entrevistador. “El talento se cultiva en soledad”, reza la cita inicial, nada menos que de Johann Wolfgang von Goethe. Ahí es nada… Pues todo el talento de “El rincón de pensar” acaba en esa frase. Bueno, en la respuesta a la pregunta “¿Si fueras Rajoy dimitirías?”. El popular vasco calló, vaciló y finalmente soltó un lacónico “no lo sé”. ¿El resto? Engolamiento, arrogancia, gestos ensayados, afectación… y toneladas de soberbia. Todo aquello que da forma a un entrevistador que tiene una misión: quedar por encima de los entrevistados.

Para colmo de males el programa comienza a medianoche, un horario criminal capaz de convertir una hora de televisión minúscula en sesenta minutos de televisión insoportable. Una auténtica tortura. Una triste pérdida de tiempo. Pero cuidado, que incluye un bombazo: ¡Mejide se ha quitado las gafas de sol! Acojonante momento mediático, televisión en estado puro.

P.D.2

Una portada para la historia de la infamia periodística…

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Un director que no se ha estrenado y se desmarca del tema…

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Y los lectores, siempre por delante…

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César Strawberry, cantante del grupo Def Con Dos, detenido por enaltecer el terrorismo. Un abrazo fuerte, amigo.

El PP viaja con Chester

El publicista Risto Mejide, ex presentador del programa de entrevistas “Viajando con Chester” (Cuatro), es el cerebro de la campaña electoral de Cristina Cifuentes, candidata a la Presidencia de la Comunidad de Madrid por el Partido Popular. Por su parte Esperanza Aguirre, candidata al ayuntamiento de Madrid por el mismo partido, ha comprado un sofá hinchable, un Chester de goma, con el recorrerá la capital y atenderá a los ciudadanos al finalizar los mítines.

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Decir Chester es decir estilo tradicional inglés. Un sofá diseñado para que los caballeros británicos de alta cuna puedan sentarse en sus exclusivos clubes de manera cómoda, leer el periódico con la espalda recta y fumar de manera placentera. Sofás con clase, fabricados por los mejores ebanistas, en cuero y buenas maderas. Nada de IKEA, nada de skay o polipiel, nada de mediocridad ni populacho.

El PP viaja con Chester. Esperanza Aguirre, la mujer que abraza inmigrantes negros mientras dice que “el populismo no ha traído más que miseria y opresión”, llevará por Madrid un diván de plástico para sicoanalizar a su público tras los mítines. Imagine la escena en la portada de ABC: Aguirre sentada abrazando a un vagabundo, con el que comparte el café con leche repartido por una ONG y al que explica que ella descubrió la trama Gürtel. Las cámaras de Telemadrid dejarán de grabar inmediatamente después, justo cuando esta “pija pata negra”, ya en bambalinas, se desparasita con salfumán y se baña en agua de rosas.

Por su parte, Cifuentes debió quedar tan contenta de la entrevista que le hizo el avinagrado Mejide el pasado año, justo lo contrario de lo que debe pasarle a un periodista, que decidió contratarle. Es evidente que Mejide es un genio de la publicidad, de la misma forma que Cifuentes es una gran política, de centro y de Alianza Popular al mismo tiempo. Si no me cree vea este vídeo promocional…

¿Dispuesto a votar al PP, a Cifuentes y Risto? Como dice la escena final del vídeo, responder es fácil cuando las ideas están claras: se creen que somos gilipollas. Se lo creen los dos, el publicista y la política. Los tres, porque Aguirre se lo cree aún más. Los ciudadanos somos idiotas, y ellos con un sillón, un publicista y cuatro actores nos van a convencer de que son de centro, de que luchan contra la corrupción, de que los que pagaron su sede con dinero negro son otros, de que aman a los inmigrantes, sobre todo si son pobres y negros, de que han cambiado, de que ahora les preocupan los ciudadanos, de que…

P.D.

Pepa Bueno se estrenó el sábado presentado “Viajando con Chester”. Pepa Bueno no es, como Mejide, un producto prefabricado diseñado para el prime time. Afortunadamente. Pepa Bueno es una gran periodista, que hace un trabajo enorme en la radio: su labor en el espacio matinal de la Cadena SER es simplemente impecable. En pantalla resulta más agradable que el amargado Risto, un tipo que representa un papel. Y más incisiva en los temas interesantes. Risto es fuegos artificiales, Bueno es fundamento. Una periodistas capaz de hacer grandes entrevistas sin necesidad de presumir de independiente, de agresiva, de repreguntadora.

La nueva etapa de “Viajando con Chester” arrancó con Felipe González, el ego con piernas. Y no decepcionó en absoluto: “mi cabeza recicla la información en forma de respuesta”, dijo el ex presidente con su habitual seguridad. Sobrado, González dijo “estar orgulloso de ser protagonista del régimen del 78″, se citó a sí mismo en varias ocasiones, y sentó cátedra siempre. Cuando Bueno le pregunto si le parecía mal que dijesen que Pablo Iglesias se parecía a él… la cadena, Cuatro, dio un corte infame, rastrero e intolerable a la entrevista, a capón, para meter publicidad. Un corte de esos que hablan del desprecio de una cadena por los programas, por la televisión, y confirman que su aventura es simplemente económica. “No… yo… a mí… en su lenguaje corporal, incluso en su tipología, se me parece más a Aznar”, respondió minutos después González. Y comenzó a hablar de Venezuela, de las propuestas bolivarianas, y de que Maduro dice cosas de Felipe Gonzalez.

“Los golpes de estado me repugnan”, afirmó un González contundente. Un González que se mostró menos contundente cuando Bueno le preguntó qué son las puertas giratorias:  “Pues… las que hay en las entradas de los hoteles”. Bueno: “¿Si no hubieses sido presidente estarías en Gas Natural?” González: “Sin duda alguna”.

La segunda entrevista del programa sobra. No porque sea a Coronado, por cuestión de tiempo, de cansancio del espectador…

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 Un motivo para NO ver la televisión

Cien sillones y pico.

Autor: Max.

Editorial: Nórdica libros.

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Hace ya algunos años tuve la suerte de trabajar con Max en el diseño de un suplemento para jóvenes que quiso lanzar El País. El proyecto se aplazó. Luego salió Tentaciones… Guardo como oro en paño los diseños de Max para aquella historia, seguramente demasiado moderna y atrevida para un diario entonces progresista. Pero como dijo Kipling, esta es otra historia que deberá ser contada en otra ocasión.

Hoy hablamos de Chester, y de cómo se puede utilizar un objeto, un mueble, con fines promocionales. Una pena, porque con un sillón también se pueden hacer grandes cosas. A mí se me ocurren unas cuantas, que van desde la siesta a eso en lo que está usted pensando. ¿Y qué me dice del diván del sicoanalista? Bueno, pues Max, Manuel Rodríguez Rivero, convierte el sillón con orejas en el protagonista de un libro maravilloso, recopilación de sus ilustraciones para Babelia, el suplemento cultural de El País.

Durante seis años, entre enero de 2008 y septiembre de 2014, Max realizó 349 dibujos de sillones con orejas. Que se dice pronto. Dibujos que llevan la firma de este dibujante e ilustrador irrepetible, todo un clásico del cómic español. Un espléndido catálogo de sillones, de humor e ironía, de amor por los libros y de clase y estilo. Porque el catalán es uno de los grandes.

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Dos colosos de la manipulación

Una de las máximas periodísticas más repetidas asegura que la credibilidad es muy difícil de conseguir y muy fácil de perder. Yo añadiría más: cuando se pierde, es para siempre. Alguien que ya te ha engañado, ¿Por qué no puede volver a hacerlo? Las cunetas, y los platós de las tertulias televisivas, están llenas de periodistas rotos, sentenciados por su credibilidad perdida.

Quizá por eso resultó enternecedor ver anoche en La Sexta al Pedro J de siempre frente al Évole posterior a “Operación Palace”.

Antes de comenzar, deberíamos hacernos una pregunta obvia: ¿Fue auténtica la entrevista de Jordi Évole a Pedro J Ramírez o se trató de otra… digamos que falsificación de la realidad, por parte del presentador de “Salvados”? Al final del programa no advirtieron del pufo, así que debemos entender que fue verdadera, real, una entrevista de las de toda la vida.

Una hora con Pedro J. ¿Desvelaría sus fechorías? ¿Descubriría sus falsas fuentes, sus entrevistas pagadas? ¿Contaría sus trapicheos empresariales? Antes morir que perder la vida. Así las cosas, lo realmente interesante de la propuesta de Évole fue que pocas veces los telespectadores tendríamos ocasión de disfrutar de un cara a cara entre dos manipuladores de semejante nivel. La élite de la adulteración. Si un hombre ha sabido mezclar periodismo y ficción, ese es Pedro J Ramírez, el ex director de El Mundo. Y si alguien nos ha sorprendido recientemente con su capacidad para mangonear la realidad ese es el bueno del ex Follonero. Los telespectadores que se divirtieron con la versión evoleniana del 23-F deberían husmear en las hemerotecas: alucinarán con la adaptación pedrojotesca del 11-M.

Y es que la sombra de la manipulación está presente en todo momento. “Los jóvenes compran El Mundo”, dice Pedro J al comienzo del programa, orgulloso, cuando una chica le pide al quiosquero su periódico. “Es para mi abuela”, dice la joven desmontando la teoría del periodista.

Pedro J hace una visita guiada a Évole por la vieja redacción de El Mundo en la calle Pradillo. Pedro J presume de periódico, de exclusivas, de Orbyt… Considera la vanidad como un mal menor para los periodistas. Asegura que Rajoy es un mal lector, que es aburrido, que le ha decepcionado, pero ya no le considera autor material directo de su cese al frente de El Mundo.

“¡La hostia!”, dice asombrado Évole cuando descubre la “salida secreta” de Pedro J a las pistas de padel. Una salida de emergencia. Hablan en ese descansillo de Aznar, de que jugaron un partido solo unos días después del atentado y el ex presidente le dijo: “¿QuÉ, ahora tengo carisma?”. Interesante anécdota. Ya en su antiguo despacho, Pedro J recuerda que el suelo azul es de Ágata. “Tiene mucha luz… cristales blindados”, dice, justo antes de hacer la primera declaración sorprendente: “Nunca he participado en una trama delictiva”.

Dos grandes profesionales de la comunicación  audiovisual se habían citado en ese cruce de caminos donde coinciden el rigor y la fábula. Y hablaron y hablaron. “¿A mí me estas utilizando tú?”, preguntó Évole a Pedro J. “O a la viceversa”, respondió el ex director. Y se rieron de lo que sabían y callaban, de lo que sospechaban y silenciaban, de lo que pensaban y se guardaban. De la fortaleza del poder y la debilidad de la prensa. De que Pedro J no dudaría en publicar una noticia que perjudicase a su propio padre.  De sus editoriales contra ETA (hay que matarlos) en Diario 16. De los tirantes y de la teoría de la conspiración: “No descarto la participación de ETA en los atentados, pero la veo improbable”, insistió Pedro J. Y los telespectadores, en un show televisivo tremendamente interactivo, tenían que decidir cuánto había de verdad en sus palabras y cuánto de fraude. ¿Estábamos escuchando al Pedro J del 11-M o al periodista serio y creíble que asegura ser? ¿Quien metía el dedo en el ojo al ex director de El Mundo era el Évole cuentacuentos del 23-F o el que se propone como alternativa al periodismo aburrido y dócil?

Terminamos este post tal y como lo empezamos, hablando de credibilidad. Para recuperar la suya, Pedro J tendría que devolver a sus lectores el dinero de cada ejemplar del periódico vendido con patrañas. Évole lo tiene mucho más fácil.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Élisa

Autor: Jacques Chauviré.

Editorial: Errata Naturae.

Élisa

Deje lo que esté haciendo en este momento. Relájese, prepárese un té (o un buen whisky) y dispóngase a pasar un par de horas en la gloria. Antes debe haber bajado a la librería y comprado “Élisa”. Ya con el libro en las manos, siéntese en su sillón favorito, junto al fuego de la chimenea, si la tiene, y deje que su gato, si lo tiene, se acomode a su vera.

“Élisa” es una historia que le proporcionará paz. En una de sus páginas el autor describe el momento que viven los protagonistas, Jacques y Élisa, como “unos instantes de sencilla felicidad”. Y es que este pequeño gran libro, primorosamente editado por Errata Naturae, es una sublime apología de la sencillez, de la felicidad y de la melancólica belleza. La vida simple, las relaciones apasionadas y una sed inagotable, la de Jacques, por una Élisa que endulza cada uno de sus días.

Cuando acaba “Élisa” el lector siente que tiene entre las manos un libro trampa que va mucho más allá de sus 61 páginas. Las ganas de regresar al comienzo, y empezar a leer de nuevo, son enormes: quizá hayamos perdido tonos de colores arrebatados, tal vez algunos matices hayan quedado en las esquinas, es posible disfrutar de nuevos detalles del proceso de iniciación, de esa piel tan cercana a los pechos, de esa manera de descubrir “los vínculos secretos que unen el amor y la muerte”.

“Élisa” representa el descomunal placer de la literatura breve. Y el descubrimiento del francés Jaques Chauviré (1915-2005). Un escritor humilde, de reconocimiento tardío y obra desconocida en España,  que a partir de ahora ocupa un lugar entre los inolvidables.