El título de este post no es el de un capítulo perdido de un libro de ese angelote de Murillo llamado Juan Manuel de Prada. Este post cuenta una historia en verdad cochina que coincide con el comienzo de las vacaciones, allá por el día ocho de agosto. Estaba entonces el autor de este blog en un bar, comiéndose un bocadillo de lomo con pimientos, cuando, a sus espaldas, escuchó una frase en el programa de Telecinco “Sálvame” que le acompañaría como una pesadilla el resto del verano. Apenas ocho palabras que le hicieron replantearse la profesión, el tiempo de ocio y hasta el sentido de la vida. “Yo ya tengo muchas canas en el coño”, soltó una señora que asistía al espacio en calidad de invitada.
Pese a que casi me ahogo con el bocadillo, y a que los trocitos de pimiento salían disparados por los agujeros de la nariz como verdes perdigones, nadie giró la cabeza hacia la tele, nadie se sorprendió lo más mínimo con tan contundente expresión. Y no porque sea habitual que con el paso de los años se decolore el vello púbico, sino porque hemos asumido que la televisión es un estercolero. Nadie se sorprende ya por nada de lo que escupe la pantalla, ¡puag!, ni aunque se trate de un canoso pelo de coño.
“La información espectáculo no forma parte de nuestra oferta ni de nuestro ADN”, dijo hace solo un par de semanas en El País Ignacio Corrales, director de TVE. Un mensaje tranquilizador para el ciudadano que paga con sus impuestos la televisión pública. Lástima que poco después la información espectáculo campee a sus anchas por esa misma TVE.
“Catorce de septiembre de 2013, el esperadísimo día de la boda de Francisco Rivera ha llegado…”, asegura la presentadora del programa “Corazón”, en la primera cadena de la televisión pública española. “Son las dos y media en punto y nos vamos en directo hasta Ronda, donde nuestro compañero Rufino Sánchez está viviendo en primera persona todo lo que allí está ocurriendo. Rufino, qué tal, cuéntanos la última hora de todo lo que está ocurriendo”. Y el bueno de Rufino agacha las orejas y nos cuenta: “pues ahora mismo Francisco y Lourdes están almorzando con sus invitados. Una ceremonia de boda que va con un poquito de retraso con respecto al horario previsto, porque a las doce y media es cuando debía arrancar pero hasta la una no hemos oído esa música flamenca que marcaba el comienzo de la boda…”.
¿Seguro que la información espectáculo no forma parte de nuestra oferta ni de nuestro ADN? En TVE no hay dinero para producir grandes documentales, ni siquiera para comprar la final del US Master que ganó Nadal, pero sí para enviar una unidad móvil que retransmita la llegada de Kiko “Paquirrín” Rivera al bodorrio de su hermano en Ronda.
Es bien sabido que Telecinco es un sumidero. Lo que no está tan claro es que TVE, la televisión pública, deba ser la cantera de esa forma chusca de entender el entretenimiento televisivo. Los pelos inguinales canosos son un asco, por supuesto. Pero también las bodas de famosetes. Basura light, pero basura.
P.D.
¿A la cola de Europa? Quizá en éxito escolar, número de becas o calidad en la nutrición infantil. No en adicción a la televisión. Los niños españoles ven la televisión más que los ingleses, franceses o los alemanes. ¡Qué se jodan! Solo nos superan los malditos italianos. Y es que los chavales de 4 a 12 años de nuestro país han dedicado en lo que va de año alrededor de 2 horas y 30 minutos de media al día a ver la tele. “Los niños nunca antes habían visto tanta televisión”, señala Johanna Karsenty, responsable del estudio “Kids TV Report”, de la consultora Eurodata TV Worldwide.
¿Consecuencias? Pues entre otras, que el 27,8% de nuestros menores de entre 2 y 17 años tiene sobrepeso…
Un motivo para NO ver la televisión
Reckless Kelly
Cd: Long Night Moon.
La banda favorita de Steve Earle regresa con un octavo disco formidable. Después de 17 años dando guerra con directos espectaculares, que les confirman como uno de los grandes grupos de Austin, ha grabado un “Long Night Moon” que comienza con una balada, y sigue con un medio tiempo cadencioso que se desboca a medida que crece. El resto, más de lo mismo: música Americana de raíces con base rocanrolera. Y con un sonido exquisito, resultado de la unión de unos músicos en plena madurez y las mezclas del gran Ray Kennedy. Una delicia.