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Marca España

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(Foto: Robert Bonet)

Un motivo para No ver la televisión

ÉtunwAn

Autor: Thierry Murat.

Editorial: Ponent Mon.

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Aquel que mira, ÉtunwAn. El apodo se lo pusieron los Sioux Oglalas, nómadas de las grandes llanuras norteamericanas, cuando confirmaron que no era ni un cazador de búfalos ni un “capturador de sombras”. Se llamaba Joseph Wallace, y era un acomodado fotógrafo de Pittsburgh que decidió abandonar la ciudad, la vida burguesa y lanzarse a la aventura. Tenía una misión: capturar con su cámara de placas el verdadero rostro de los indios norteamericanos. Dejó a su familia por largos periodos y se convirtió en un fotógrafo ambulante, primero como miembro de una expedición y después en solitario, con la única compañía de dos “quarters horses”, los caballo de carga que transportaban su material.

“La placa de vidrio fotosensible expuesta a la luz atestigua, en ocasiones, nuestras propias contorsiones internas para alcanzar el paisaje que se despliega ante nosotros. La mirada no es más que un gesto, agacharse para coger una flor, o aferrarse a una rama para no caer”.

ÉtunwAn es una obra bellísima, en la que predomina el sepia de los viejos retratos en gran formato. Mucho más que un cómic o una novela gráfica, ÉtunwAn es un diario ilustrado, la vida de un explorador de la luz y el color, de un antropólogo viajero, contada por el mismo. También es la historia de una ilusión y de un fracaso, de un proyecto vital (“Natural Beauty”) que se desmorona, de una vida dedicada a aprender un lenguaje: aquel que habla con la mirada.

“Mira lo que hacen los indios a esa escoria de cazadores de búfalos, cuando tienen la suerte de pillar a uno… Lo destripan vivo, le rebanan el cuero cabelludo, le cortan los cojones y se los meten en la boca, bien atados, con los nervios a modo de cordel. Después, le clavan agujas de pino por todo el cuerpo, de los tobillos al mentón, hasta que parezca un puercoespín. Y para rematar, le prenden fuego al conjunto. En vista del estado del fiambre, la combustión tuvo que ser extremadamente lenta. Y su puta muerte, inimaginable”.

Una edición cuidada, excelente encuadernación y magnífica impresión, hacen que recorrer estas páginas, construidas desde un perfecto equilibrio entre dibujo y guión, sea un placer descomunal. Las ilustración tienen la armonía y el contraste de los legendarios daguerrotipos. Y el guión es simplemente perfecto: la narración, en forma de memorias, de las inquietudes, deseos y contradicciones de un hombre muy por delante de su tiempo. De un artista que no deja de explorar, tanto el mundo que le rodea como aquello que desea contar en su obra. Una clase de dibujo, un lección de guión, un master de historia y de fotografía. Imprescindible.

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La gran familia… basura

“El tiempo desapacible que hay hoy en Madrid contrasta con la imagen de alegría que se vive en las filas populares. Esta mañana hemos visto al presidente del Partido Popular rodeado por los más de 3.000 compromisarios afiliados en un ambiente distendido. Ana Rosa Berraquero…

- Sí, hoy se ven por aquí pocas corbatas y se está trasladando al ambiente de un congreso que está resultando distendido, amable, como si se tratase de la reunión de una gran familia”.

Quien dice la primera frase, ese tiempo desapacible que contrasta con la alegría en las filas del PP, no es ni Pablo Casado, ni Maroto, ni Maillo. Ni siquiera un mamporrero externo disfrazado de periodista, como Francisco Marhuenda. No. Es Pedro Carreño, el presentador del informativo estrella, tres de la tarde, del fin de semana de la televisión pública española. Ya sabe, esa televisión que pagamos todos. TVE.

Pedro Carreño da paso al congreso del PP. Y quien desde allí habla, y dice aquello de “un congreso que está resultando distendido, amable, como si se tratase de la reunión de una gran familia”, no es Cospedal o Villalobos. Ni siquiera la simploncia de Andrea Levy. Se trata de Ana Rosa Berraquero, periodista del informativo estrella, tres de la tarde, del fin de semana de la televisión pública española. Ya sabe, esa televisión que pagamos todos. TVE.

Miembros del Gobierno del PP y periodistas de los informativos de TVE forman una gran familia. Una familia que tiene sus gastos, como es normal. Los habituales en congresos y redacciones, usted ya me entiende. Gastos que los ciudadanos pagamos sin rechistar, como hemos pagado la financiación ilegal del PP. El descaro es tan grande, la desfachatez de unos y otros tan descomunal, que los ciudadanos parecemos desbordados. No reaccionamos. Estamos atortolados, y vemos los telediarios, y leemos los periódicos, con los ojos como platos: “Rajoy: todavía puedo dar mucho más”, dice la portada del diario. “Los empresarios procesados confirman que el PP se financió ilegalmente”, cuentan en la página 2. “Trece años de cárcel para los cabecillas de la trama Gürtel, nueve para la ex consejera de turismo del PP”, sentencia la página 3. Una gran familia… basura.

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Un motivo para NO ver la televisión

Antonio Hernandez Palacios.

Editorial: Ponent Mon.

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Hay imágenes que te sorprenden siendo un niño y te acompañan toda tu vida. Una de ellas es la portada de un extraño TBO que colgaba en un quiosco de la calle Santa Engracia, muy cerca de la madrileña glorieta de Iglesias. Un hombre a caballo en un paisaje desértico. Un rifle cruzado sobre la montura, un extraño sombrero, una mula cargada detrás. Y el paisaje, un desierto en sofocantes amarillos y rojos. Yo quería esa revista, quería saber quién era ese tipo llamado Manos Kelly, quería saber qué hacía “un español en el oeste”. Me compraron la revista, el primer número de la legendaria Trinca, y después todos las demás. Había dejado de ser un lector de tebeos y me había convertido en un lector de cómics.

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El culpable de ese hechizo, el dibujante responsable de ese western histórico, muy poético pero también muy documentado, era Antonio Hernández Palacios. Un clásico absoluto del cómic, de la ilustración, de la historia gráfica. Pues resulta que ahora, más de cuarenta años después, editorial Ponent Mont dedica al dibujante madrileño el primer volumen de una colección, Graphicomic, destinada “a profundizar en los grandes autores del 9º Arte en el siglo XX”.

No podían empezar con mejor pie, con un autor más importante e influyente, este recorrido por los clásicos del cómic. Primorosamente editado, este volumen de tapa dura y excelente impresión no solo recorre la vida de Hernández Palacios, sino que desvela su técnica artística, repasa sus trabajos más importantes e incluso recupera textos del dibujante explicando su obra: “Esto es lo que quiero contar en Manos Kelly”, dice en el párrafo que cierra las seis páginas dedicadas a “un hombre que ha visto demasiadas cosas que quiere olvidar”, un vaquero de madre española y padre irlandés, un superviviente. “Y hacerlo de forma sencilla, sin eruditismos, fuera de lugar, creo yo, en una historieta. El dato estará detrás, como fondo. En la superficie solo veremos un relato de buenos y malos”.

Tras Manos Kelly llegarían Mc Coy, Ely, La paga del soldado, Simón Bolivar, el Cid y hasta Nuri Eva. Desde el western europeo a la ciencia ficción, pasando por proyectos tan personales como contar la guerra civil española o episodios del descubrimiento y la colonización de América. Antonio Hernández Palacios sentía una curiosidad enorme por la historia, y todos sus proyectos disfrutan de una documentación rigurosa. La historieta maduraba en sus manos, convirtiéndose en una clase magistral de geografía, política, antropología…

Estamos ante una obra absolutamente imprescindible que nos ayuda a comprender la evolución de la historieta, nos muestra de manera sencilla algunos capítulos fundamentales de la historia y, sobre todo, nos invita a disfrutar de uno de los dibujantes más importantes e influyentes del cómic contemporáneo. Una gozada desde la primera a la última página.

CID HERNANDEZ PALACIOS

I Master de Rock and Roll Matutino Sobre Ruedas.

Voodoo Child (Slight Return)

Jimi Hendrix

¿El guitarrista más grande de todos los tiempos? Entre los eléctricos, sin duda alguna. Desconocemos su techo, puesto que murió con solo 27 años, pero sabemos que su técnica fue única, su energía descomunal y su influencia en generaciones posteriores absolutamente brutal. Existe un antes y un después de Jimi Hendrix en el mundo de las seis cuerdas.

Nacido en Seattle (Washington), Johnny Allen Hendrix, más conocido como Jimi Hendrix, fue un músico de directo que curtió su estilo, un cruce de blues y rock and roll, en los escenarios de medio mundo. Y en los grandes festivales, como Woodstock o Monterrey, donde ofreció conciertos inolvidables. Sus mejores discos los grabó a finales de los 60. Del tercero, el doble “Electric Ladyland” cuya portada fue censurada en España, escogemos este clásico absoluto llamado “Voodoo Child”, un tema largo e intenso, un heavy-blues con la guitarra desbocada, lleno de efectos de sonido, de pedales wah wah y riff asesinos, en el que Jimi lo da absolutamente todo. Uno de los solos más grandes de la historia, sin duda alguna.