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El Telediario, una carnicería

Son las tres y veinte minutos de la tarde del pasado martes. Termino de freír las croquetas, me siento a la mesa y sintonizo el Telediario (TVE)

Minuto 22:06: En China, un niño recién nacido abandonado ha sido rescatado dentro de una tubería de aguas residuales.

Minuto 24:06: La autopsia a la pareja de holandeses asesinados en Murcia refleja que ella estaba embarazada y que murieron “de una forma especialmente violenta”.

Minuto 25:17: En Girona, un ex policía ha sido detenido acusado de degollar a su cuñada y de herir gravemente a su mujer, de la que se estaba separando.

Minuto 26:30: En Atarfe, Granada, la Guardia Civil ha detenido a un hombre de 41 años por apuñalar a su mujer, que está grave y le acababa de denunciar por malos tratos y vejaciones.

Minuto 27:23: La policía ha detenido al futbolista del Betis Rubén Castro por agredir a su novia “propinándole puñetazos y bofetones” tras una discusión.

Minuto 32:08: La Audiencia de Sevilla ha vuelto a absolver a Samuel Benítez del delito de encubrimiento en el crimen de Marta del Castillo.

Minuto 32:31: En Girona han comenzado a declarar los testigos en el juicio al celador de Olot, acusado de asesinar a once ancianos.

Minuto 33:07: En Madrid juzgan desde hoy a un hombre acusado de atacar con un hacha a tres trabajadoras de un Centro de Salud de la localidad de Fuenlabrada.

Las croquetas se han quedado frías. Tras esta ráfaga de violencia, crimen y miseria, tan letal como la escupida por un AK-47 “cuerno de chivo”, es difícil dejar de mirar el electrodoméstico. El telespectador, aturdido, espera que suceda algo sorprendente y brutal, a la altura de la edición del informativo. Como por ejemplo que de las juntas de la pantalla, y de las grietas de los altavoces, salgan chorros de sangre. Como en la famosa escena del ascensor de “El Resplandor”…

No sucede nada. La presentadora continúa con su parloteo. Antes de los sucesos ofreció la información nacional, en dosis absolutamente minúsculas, justo lo imprescindible, que las cosas no están como para desmoralizar a la población con historias de ineficacia y corrupción. Después de los sucesos, el tiempo y los deportes. Y chutando: el informativo estrella de la televisión pública ventilado.

Las banalidades más insípidas comparten espacio con los crímenes más atroces. Los proyectos emprendedores y las buenas nuevas son bien recibidas en la televisión pública: cumplen con la tarea de animar al populacho, acogotado por el paro y la falta de perspectivas. Añada religión y fiestas populares. Pura ideología. Para compensar, y mantener la atención de la audiencia, es necesario recurrir a la violencia en todas sus formas: de género, de mafias, de tornados, de accidentes de coche…

Le llaman Telediario, pero quieren decir doctrinilla y sucesos.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Los hermanos Sisters.

Autor: Patrick deWitt.

Editorial: Alianza.

Las andanzas de Charlie y Eli, los hermanos Sisters, son simplemente acojonantes. El primero tiende a la violencia, a los silencios prolongados, a beber en exceso y a disparar con rapidez. Es un tipo de gatillo fácil y certero. El segundo es un gigantón panzudo aficionado a la reflexión, y muy dado a la melancolía y el perdón. Mala cosa cuando te dedicas a matar a los enemigos de tu jefe, el comodoro.

Dos asesinos a sueldo que dejan Oregón rumbo a California para hacer un trabajo. ¿El último? Eso le gustaría a un Eli que narra la aventura desde la sombra que le hace su hermano. El resultado es una novela del Oeste a la vieja usanza. Es decir, violenta, crepuscular, épica y con personajes inolvidables que frecuentan burdeles, beben como esponjas, matan como lobos y mueren como ratas. Lo maravilloso del libro, lo realmente original, es el humor cínico, que serpentea por la mayoría de páginas. Delicioso. Tanto como la humanidad de Eli, un asesino agotado, un hombre que busca atención y cariño.

El canadiense Patrick deWitt editó hace un par de años “Abluciones” (editorial Libros del Silencio), la dramática historia de un borrachuzo. Con “Los hermanos Sisters” supera ese magnífico debut. Absoluta y totalmente recomendable, por divertido, emocionante y original.

los rescatadores

Las ventajas de vivir en una sociedad tan avanzada como la nuestra es que nunca estás solo y desvalido: los rescatadores siempre están listos para echarte una mano. Rescataron a los bancos, a los mineros de Chile, a los pescadores del Alakrana… Ahora que la deuda económica está asfixiando a Irlanda, ahí está la Unión Europea esperando que pida ayuda para iniciar las labores de rescate. Y después, a rescatar a Portugal…Nuestro glorioso ejército pacifista acaba de dar por finalizadas las labores de rescate en Bosnia, y Estados Unidos anuncia que, tras el éxito del rescate a Irak, en 2014 dejará de rescatar Afganistán. Mourino ha venido para rescatar al Real Madrid, y en Telecinco quieren salir al rescate de Alonso: “sólo gana cuando está con Vasile”. ¿Quién dijo que éste es un mundo insolidario?

Todo, absolutamente todo, merece ser rescatado, excepto una cosa. Algo tan maltratado y complejo que parece negarse a ser salvado y se autodenomina “ente”: la televisión pública. Nadie quiere asumir la labor de recuperar el prestigio y la economía de unas cadenas que pierden dinero, son utilizadas políticamente, carecen de credibilidad informativa (autonómicas) y reciben críticas despiadadas. Según una encuesta del diario El Mundo entre sus lectores, “deben recortarse las subvenciones a las televisiones públicas”.

Para la mayoría de medios de comunicación el IV Informe económico sobre la televisión pública en España, presentado estos días y elaborado por Deloitte para Uteca, se resume en una frase: el elevadísmo precio que tienen que pagar los ciudadanos por esas bazofias de cadenas. Según El Mundo, “Las TV públicas tienen un coste por hogar de 187 euros en plena crisis. Según El País, “Las autonómicas cuestan 110 euros por hogar y año”. Según Público, “El coste neto de la televisión pública por hogar y año creció en 2009 un 11% hasta alcanzar los 144 euros”.

En cualquier caso, carísimas. Aunque quizá influya en el análisis que todos estos medios de comunicación tienen sus propias cadenas de televisión, y están deseando la muerte y desaparición de los canales públicos. Menos competencia se traduce en más publicidad, es decir, en más beneficios.

¿Dónde están los rescatadores? Las televisiones públicas son necesarias. ¿Dónde si no podríamos ver un clásico de Berlanga, el programa “Redes”, un documental sobre las migraciones (gratis) o una película sin publicidad (gratis)? El problema, el despilfarro, está en quienes y cómo gestionan esas televisiones.

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Un motivo para NO ver la televisión

Abluciones: apuntes para una novela.

Autor: Patrick deWitt.

Editorial: Libros del silencio.

La vida vista desde detrás de la barra de un bar. Eso es “Abluciones”, una sucesión de reflexiones, de perfiles, de bebidas, de derrotas… La gente pasa por delante de los ojos del protagonista, un camarero que habla, discute, sueña y bebe con ellos. Un libro intenso, melancólico, a veces cruel, que, empapado en alcohol de diferentes graduaciones, entronca con el comienzo del realismo sucio. Y recuerda algunos de los momentos etílicos más inspirados de Bukowski.

Es decir, un libro maravilloso que pide música de Tom Waits y algún líquido áspero para espabilar el gaznate. El responsable de esta joya es un canadiense de 35 años que, tras pasar seis años poniendo copas, se convierte en la gran esperanza de la literatura construida alrededor de una botella.

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