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Televisión de bajos instintos

Si usted pasea estos días por los pasillos de las grandes cadenas de televisión verá a los directivos sonrientes, exultantes, eufóricos… Los responsables del prime time de Antena 3 o Telecinco andan muy cachondos, tanto que no se la araña un gato. Están más excitados que Nacho Vidal en su primer día de rodaje, y babean como el perro de Pávlov ante un chuletón del Asador Julián de Tolosa. Es el olor de la putrefacción, el sabor de la sangre, el regusto a muerte, la pasión por el dolor ajeno. ¡Comienza el juicio del caso Marta del Castillo! Tiempo de grandes audiencias conseguidas a bajo coste. Horas y horas de televisión macabra, con cientos de periodistas mediocres haciendo periodismo de baja estofa. “El fiscal explica la violación y el estrangulamiento con la alargadera”, se puede leer en la pantalla del televisor, junto al logotipo de Antena 3.

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Encubridores

Sintonizo 13TV, una televisión con accionariado de la Conferencia Episcopal (51%) entregada estos días a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), y me encuentro con una poblada mesa redonda en la que hablan de perros con amputaciones. “Se me hace difícil imaginarme a un schnauzer con las orejas caídas”, asegura un Ramoncín que ha dado un enorme bajón en los últimos tiempos. Recuerden que este hombre, que se sienta ahora entre monjas y monaguillos, formó parte de la plantilla de crápulas de “Crónicas marcianas”. “¿Y qué me dices de los doberman con el rabo largo? No puedo ni pensar en algo así”, le responde la presentadora antes de despedir el programa y dar paso a un western crepuscular.

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La concha de Campoy

Tras el anuncio de la marcha de Gabilondo, Cuatro dio anoche un nuevo paso hacia el barranco. Es decir, hacia Telecinco. Y lo hizo de la mano de otro nombre histórico, Concha García Campoy, que presentó un programa de esos que nunca se deberían emitir: “Marta del Castillo. Red de Mentiras”. Y no se deberían emitir por morbosos, oportunistas, obscenos e innecesarios. Jamás creí que Campoy cayese tan bajo como para protagonizar una nueva versión del abominable episodio de Nieves Herrero y las niñas de Alcásser.

Utilizar los sentimientos de las víctimas de un crimen con fines comerciales es ruin. En el reportaje, Campoy hace de macabra guía por uno de los momentos más negros de nuestra historia reciente: la desaparición y el presunto asesinato hace un año de una joven sevillana de 17 años. Nunca ha aparecido el cadáver.

Dicen que es periodismo de investigación. Con la que está cayendo en España, en el mundo, también es mala suerte que el periodismo de investigación se dedique a buscar álbumes de fotos de niñas desparecidas. O a entrevistar a sus padres y amigos. Y eso es lo que ofreció “Marta del Castillo. Red de Mentiras”. La colección de detalles siniestros que anunciaba El País: “La presentadora de ´Las mañanas de Cuatro` descubrirá a los espectadores cómo era Marta a través de sus padres y sus mejores amigos. El programa ofrecerá imágenes inéditas de la joven de su álbum familiar, fotografías en exclusiva que muestran lo niña que era y cómo se divertía con sus amigos”.

Como telespectador, me niego a ver “el álbum familiar” de una chica desaparecida, con “fotografías en exclusiva que muestran lo niña que era y cómo se divertía con sus amigos”. Me resulta nauseabundo. Y a partir de ahí, poco importa el resto, es decir, si el programa está bien realizado, documentado o presentado. Me interesa tan poco, me repugna tanto, me siento tan incómodo, como cuando la madre de la niña desaparecida se desnuda ante Campoy: “Me dijo: ‘Mamá, rízame el pelo un poquito’. Lo hice y le dije: ‘Estás muy guapa’. Llamaron al portero automático y fue la última vez que la vi”.

Las técnicas melodramáticas de Campoy me recordaron a las de Nieves Herrero en “De tú a tú” (Antena 3, 1993), cuando nada más aparecer el cadáver de Miriam, una de las niñas asesinadas en Alcásser, le preguntó a su padre aquello de “¿Qué es lo que hay en estos momentos en tu corazón?”. Campoy alcanza grados similares de cinismo cuando pone una grabación “inédita” de la víctima: “estás viendo imágenes de tu hija en movimiento. Nos da un poco de apuro todo esto, debe ser doloroso”, le dice a la madre. Después continúa la entrevista en la habitación de la víctima: “Vamos a entrar juntas en la habitación de Marta…No tenéis intención de cambiar nada, ni la cama, ni la decoración… ¿Qué recuerdas de ella?”.

Lo de Nieves Herrero fue el comienzo del fin. Esa ausencia de pudor, esa búsqueda desesperada del éxito, esa hipocresía, pueden considerarse el arranque de la telebasura. “Marta del Castillo. Red de Mentiras” es la continuidad, camuflada como periodismo de investigación, de aquel programa inolvidable, de aquella ausencia de moral, de ese momento terrible en la historia de nuestra televisión.

Quiero pensar que, para hacer un programa de esta calaña, García Campoy ha tenido que tirar de concha. Cómo los galápagos. Un protector externo, una cobertura rocosa con que aislarse de toda la tristeza y mezquindad que exige un programa como éste. Pero no estoy seguro. Nieves Herrero no levantó cabeza, profesionalmente hablando, después de aquel programa dedicado a las niñas de Alcásser. No sucederá lo mismo con Campoy: me temo que está en sintonía con su cadena en la búsqueda desesperada de la audiencia, de la supervivencia.