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Esto no se olvida

Las cámaras de Cuatro han grabado a Jordi Puyol en su refugio de Queralbs. El ex president de la Generalitat pasea plácidamente junto a su parienta, Marta Ferrusola. En un momento dado ella le confía, por lo bajini, la estrategia con que la familia tiene previsto defenderse de la querella del sindicato Manos Limpias: “Tranquilo, esto se olvida”, susurra la matriarca de los Pujol. Y continúan paseando sin perder la sonrisa. Poco más que decir. Paciencia, aguantar el tirón, esperar que pillen a otro, que se enfríe el asunto, que el Barcelona gane la Champions, que esto se olvide.

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No es una estrategia original. Es la estrategia habitual entre los chorizos famosos de nuestro país. Alguien, creo que fue Iñaki Gabilondo, dijo hace tiempo que los políticos corruptos solo tienen que aguantar los primeros días, que son los realmente duros, cuando surge la noticia. Si soportan esos primeros golpes, la presión se afloja, el caso pierde interés, los medios buscan nuevos protagonistas. Los ciudadanos se despistan con el vuelo de una mosca. “Esto se olvida”, que diría Jordi Pujol.

¿Seguro? Las hemerotecas son para siempre: “La vergüenza de Cataluña, una mancha sobre España”, titula el Financial Times su editorial de ayer miércoles, dedicado a un Jordi Pujol que “sorprendió a muchos hace algunas semanas tras revelar que fue partícipe de un fraude fiscal durante 34 años. Una noticia que sin duda contamina la imagen de rectitud y trabajo que ha estado defendiendo durante tanto tiempo, y echa por tierra su argumento de que Cataluña aporta al Estado más de lo que recibe. Al menos moral, ya que él es el primero que se ha llevado dinero de las arcas”.

Olvidar es un desastre. Una de las enfermedades más dramáticas y dolorosas de nuestro tiempo consiste precisamente en eso, en olvidar sin remedio. Olvidar es aceptar. Consentir. Olvidar nos aísla, nos empobrece, nos debilita. Esto, ex honorable, no se olvida.

Vivir entre vencedores

La noticia de la que voy a hablarle no ha ocupado la portada de ningún diario. Imagino que informaciones tan importantes como la llegada a España de la rana Gustavo y la cerdita Peggy, en plena campaña de promoción de su nueva película, han relegado el tema en cuestión a una pequeña nota a pie de página. Juzgue usted mismo… En enero del 2012, siete décadas después del Holocausto, un 20% de los alemanes siente “un odio latente contra los judíos”. Entre la población joven, esta radiografía ofrece picos “alarmantes”. Los datos forman parte de un informe de expertos independientes que presentó el pasado lunes en Berlín el presidente del Parlamento, Wolfgang Thierse.


Las viejas heridas no están cerradas. En España dos grupos ultraderechistas, el sindicato de funcionarios Manos Limpias y la asociación Libertad e Identidad, han sentado al juez Garzón en el banquillo por investigar los crímenes del franquismo. El juicio comienza el día que se cumple el 35 aniversario de la matanza de Atocha, apenas unas horas después de enterrar con honores de demócrata a un fascista, Manuel Fraga.
Los problemas de Garzón comienzan, tal y como reconoce el propio juez, cuando se decide a investigar la trama Gürtel. Es decir, cuando intenta desmontar un caso de corrupción en las entrañas del Partido Popular. La verdadera naturaleza del mal, esa que siembran los totalitarismos, es tan duradera, tan difícil de eliminar, como los residuos nucleares. Quizá por eso la historia exige no venganza, sino memoria. Pensábamos que nos habíamos deshecho del franquismo, pero puede que hayan sobrevivido vestigios, fragmentos, referencias. Más allá incluso de la muerte de Fraga.
El filósofo alemán Theodore W. Adorn dijo, pensando en Auschwitz, que “la barbarie persiste mientras perduren en lo esencial las condiciones que hicieron madurar esa recaída”. En Alemania el 20% de la población siente “un odio latente contra los judíos”, y en España tratan de hundir la carrera de un  juez que investiga violaciones de los derechos humanos.
¿Acaso vivimos aún entre vencedores?

Un motivo para NO ver la televisión
HHhH
Autor: Laurent Binet.
Editorial: Seix Barral.


“HHhH”, título de este sorprendente libro, es la abreviatura de la frase Himmlers Hirn heisst Heydrich (el cerebro de Himmler se llama Heydrich). Es decir, que Reinhard Heydrich, jefe de la Gestapo, apodado La bestia rubia y El carnicero de Praga, era uno de los tipos menos conocidos, pero más despiadados e importantes, del nazismo. Binet, de 39 años y profesor de universidad en París, describe al personaje en su primera novela, fascinado por un hecho puntual: el atentado que sufrió Heydrich en 1942, cuando dos miembros de la resistencia se dejaron caer en paracaídas en Praga con intención de asesinarle.
No espere la biografía al uso de un nazi. Binet es bueno, muy bueno, y juega con el pasado, se atreve con la ficción e incluso es capaz de ironizar con el  trabajo que realizó para documentarse. Muestra toda la vileza del Tercer Reich, y la grandeza de la Resistencia, sin olvidar las miserias y tibiezas de su propio país, pero lo verdaderamente reseñable es que se trata de un formidable intento por contar la historia de una nueva manera. Un libro sorprendente, por intenso y original, con el que ganó el premio Goncourt a la primera novela.
- Vargas Llosa dedicó una Tribuna de El País a este “HHhH”. Pinchar para leer.