Dicen que en esta vida todo tiene un precio, pero les aseguro que hay gente que hace el amor por la cara. No como Berlusconi. Belén Esteban, musa de Telecinco, da una vuelta de tuerca a este concepto y asegura que hace el amor “con la cara”. Concretamente con su nueva cara. No se trata de una versión abierta e imaginativa del sexo oral, en la que la ex de Jesulín de Ubrique haya explorado orificios cercanos a la boca pero hasta ahora ignotos. No. Se trata de hacer el amor después de pasar por el quirófano para recauchutarse la jeta. El mérito principal es, imagino, del cirujano, responsable final de los acabados y de la solidez del puzzle facial. Es decir, responsable de que con el vaivén y los meneillos coitales el careto no se tense, y las costuras no salgan disparadas como los perdigones de un cartucho del 22. Las lesiones en el rostro del partener, o vaya usted a saber en qué parte de su anatomía, podrían resultar irreversibles.
(Dicen que se trata de la misma persona…)
Belén Esteban estrena fachada, que buena falta le hacía, mañana viernes en “Sálvame de Luxe” (Telecinco). La exclusiva televisiva de la semana. Toda España está pendiente del frontal de una mujer que ha pasado por el quirófano “para quitarse las bolsas de los ojos, reconstruirse la nariz y eliminar las arruguitas que tenía junto a los labios”, informa la web de la cadena de Paolo Vasile. ¿Las “arruguitas” que tenía junto a los labios? Cuentan que algunos forenses barajaron la posibilidad de iniciar la búsqueda de los restos de García Lorca en ese lugar…
Belén Esteban es la reina del telerrealismo mágico. En el mercado de emociones que es la televisión, los cambios que se han producido en su cara, un catálogo de malas prácticas quirúrgicas, alientan ilusiones, impulsan esperanzas, despiertan deseos y provocan una irresistible atracción comercial. Esta mujer, que ayer era deshecho de casquería, hoy es, gracias al bisturí, portada del Lecturas. Usted puede mirarse en ese espejo. Se trata de, asumámoslo, una estrella del siglo XXI.
No hay peor ciego que aquel que no quiere ver. Les digo esto, no por la pobre Belén Esteban, ejemplo perfecto de deterioro intelectual y físico provocado por la televisión. Se lo digo por Samanta Villar, la reportera intrépida de Cuatro, que se ha puesto unos parches en los ojos con la intención de pasar tres semanas a oscuras. Ciega durante 21 días. Una experiencia fascinante, qué duda cabe. Periodismo del bueno, con espectáculo garantizado, que se emitirá la noche del viernes. Como lo de Belén Esteban.
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“A través de sus ojos vamos a conocer una realidad muy distinta a la que nos imaginamos”, asegura la web de Cuatro. Cierto. La realidad siempre es distinta cuando está en manos de Samanta Villar. Tanto como para terminar entre rejas: un juzgado de Sevilla la citó a declarar acusada de un robo del que acaban de eximirla de culpa. Exageración, desmesura, alarmismo… el tono habitual de Samanta. Además, tampoco es la primera vez que la presentadora pasa 21 días ciega: ¡estuvo tres semanas fumando porros!
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Un periodista hace bien su trabajo cuando cuenta lo que está viendo de la manera más sencilla posible. Por ejemplo: los miembros de una familia chabolista, dedicada a la recogida de chatarra, se llevaron en su furgoneta los hierros viejos que encontraron en una obra sin vigilancia. Periodismo. Pero si el reportero vigila la operación, conduce la furgoneta e interviene en las conversaciones, esa historia ya no sería periodismo. Sería telerrealismo mágico. O circo.
No soporto a los periodistas protagonistas. No soporto la manipulación de las noticias. No soporto a Samanta Villar, la periodista que conduce las furgonetas.
Un consejo: ciega, no conduzcas.
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P.D.
TVE dejará de emitir series norteamericanas. Así lo ha dicho Javier Pons, director de la televisión pública española, en la presentación de la nueva etapa (ya sin publicidad). Aunque no sé si creer a Pons: el 24 de noviembre de 2007 aseguró en una entrevista a El Periódico que iban a “sustituir el culebrón latino de las tardes”. Y mientras escribo estas líneas veo en La 1 de TVE el culebrón mexicano “En nombre del amor”.
Dicho así, suprimir las series norteamericanas no parece cuestión de calidad, sino de fobia geográfica o cultural, puesto que seguirán emitiendo culebrones del centro y sur de América. Es decir, que en TVE podremos seguir viendo “En nombre del amor”, pero para disfrutar de “Bones”, “House” o “C.S.I.” tendremos que recurrir a las cadenas privadas. Lógico, ¿verdad?
Por cierto, ¿qué pasará entonces con las telenovelas que produzca Univisión Estudios, la empresa que dirige Luis Fernández y que tiene sede en Miami (Estados Unidos).