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FP y LFP

El fútbol es cosa de hombres. De machos de verdad, de esos de pelo en pecho y regüeldo siempre a punto, de insulto racista y de frase sexista, de cubata de Larios y puritos Reig, de escupitajo en la acera y tarde de toros, de esos que se han hecho a sí mismos y han pasado de las calles a los andamios. De tíos con dos cojones, para que usted me entienda. El fútbol no es cosa de maricas ni de estudiantes. Por si no nos habíamos dado cuenta Juan Eduardo Esnáider, ex futbolista y entrenador del Real Zaragoza B, nos lo ha recordado prohibiendo a uno de sus jugadores presentarse a las Pruebas de Acceso a la Universidad (Selectividad). “Eres futbolista. Tienes contrato profesional. Los estudios son incompatibles con el fútbol. Lo que hay que hacer cuando terminas de entrenar es descansar, no estudiar”, habría dicho el entrenador con buen criterio. Y es que los chavales tienen que pensar en su futuro: mientras nos consume el paro, amenaza la pobreza, nos roban lo público y el gasto en educación cae por primera vez en 30 años, el Atlético de Madrid se ha gastado 40 millones de euros en el delantero colombiano Falcao, el Madrid 30 en el portugués Coentrao, y el Barcelona 29 en Cesc.

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El fútbol es así

Me gusta el fútbol. A rabiar. Pero reconozco que en su versión más comercial y televisiva está haciendo un daño irreparable a nuestra sociedad. Transmite una imagen agresiva, sucia y empobrecedora del deporte. Es un ejemplo nefasto para los ciudadanos, sobre todo para los más pequeños. El fútbol sugiere que ganar lo justifica todo, y nos invita a ser tramposos, insolidarios, mezquinos, violentos. Nos hace peores personas. ¿No me cree? Entonces es que no vive el fútbol en toda su intensidad…Métase un dedo en el ojo y piense en Mourinho, el tipo que está cubriendo de mierda la supuesta inmaculada imagen del mejor club del mundo. Salga al balcón, grite “¡catalanes hijos de puta!”, y siéntase tan español como un niño frente al televisor de un bar. Péguele una patada en los testículos a su marido y pregúntele: ¿cariño, cómo ha quedado Osasuna? Y no olvide jamás que en España solo hay una imagen más repugnante que la del político corrupto, el constructor desalmado o el nuevo rico ignorante, despilfarrador y soberbio: la del presidente de un club de fútbol. Jesús Gil, el ciudadano que reunía las tres miserias en un solo corpachón, fue ejemplo perfecto.

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