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Entrevista a la corta

¿La televisión pública tiene que entrevistar a Ana Obregón en prime time? Quizá, pero que conste que es una pérdida de tiempo. La señora, o señorita, Obregón no está como para dar entrevistas. Está para un caldito, un lexatín y a las diez en el sobre. Quizá la culpa no la tenga su edad, ni el esfuerzo que hace por aparentar tres décadas menos, sino las apreturas del vestuario (“dos tallas menos” reconoce Julia Otero), que no permiten el correcto riego sanguíneo e impiden la llegada al cerebro de las cantidades necesarias de plasma. El caso es que Julia Otero ha pasado en una semana de entrevistar a Sabina y Serrat a entrevistar a Obregón, y el espectador solo puede estremecerse. “Entrevista a la carta” (La 1, TVE) se convirtió, maldita sea, en “Entrevista a la corta”.

Nunca el cambio de una sola letra ayudó tanto a entender un concepto, un estado de ánimo, una capacidad neuronal. “¡Qué guay! A tomar por culo el zapato”. Con estas palabras puso fin Obregón a su participación en el programa. Las reproduzco con toda su crudeza por considerarlas imprescindibles para entender a la protagonista del mismo.

Obregón es objeto de deseo de revistas del corazón, de programas de Telecinco y de casquerías. No de televisión pública. Incapaz de pronunciar una sola frase interesante, de dotar a su discurso de coherencia, rebaja el concepto entrevista a límites insospechados. “¿Tienes pareja?” Le preguntó Otero en uno de los momentos menos avergonzantes de la noche. “No”, respondió la invitada, “En estos momentos tengo ese equilibrio y esa paz… y no quiero que dependan de la persona que está mi lado”. Imagine usted los momentos más inspirados.

Con esto no quiero decir que Obregón sea un cacho de carne con ojos, dios me libre. Ella misma se defendió de estas acusaciones como chuletón panza arriba: “Al hombre le es más cómoda la mujer florero, como digo yo. Esa es la que más gusta a los hombres. Yo no lo soy. ¿Feminista? No, no me gusta esa palabra”.

No es florero, no es feminista, no es actriz, no es cantante, no es guionista, yo no sé si es bióloga (“la biología me interesaba mucho, porque se trata de una labor humana muy bonita”)… ¿Qué coño es entonces esta buena mujer? Filósofa. “La felicidad es un instante entre una putadita y la siguiente”, dijo sin que se la saltase un solo punto de sutura.

¿Me puedo quitar los zapatos? Mira que mujer florero soy…”, sentenció, muy chulita e irónica, y con mucha retranca, esta dama famosa por su habitual e inevitable posado playero de verano. Y se quedó descalza, en un arrebato de inconformismo y rabia. No era necesario, para entonces el programa ya apestaba por sí mismo.

Entrevista a la corta

“Comenzamos con la visita de un hombre misterioso, guapo a rabiar, hermético y casi virgen como entrevistado: Cayetano Rivera”, dijo Julia Otero en su retorno al prime time televisivo. Y es que la legendaria comunicadora ha vuelto con un programa de entrevistas, “Entrevista a la carta” (La 1, TVE), en el que ni siquiera hace las preguntas: son telespectadores anónimos y doce personas “muy conocidas” quienes interrogan al famosete en cuestión. Así las cosas, a Cayetano le hacen preguntas la duquesa de Alba, José Bono, Falete, Esperanza Aguirre, el torero Padilla o el doctor Sánchez Ocaña. La cosa tiene buena pinta ¿verdad?

El programa arranca con un perfil del invitado. “Me hace ilusión empezar contigo… aún no sé como lo hemos conseguido”, confiesa Otero. Y comienza la sucesión de peloteo y tópicazos: “es un hombre que podría haber obtenido el reconocimiento del público sin necesidad de arriesgar la vida… sabe conciliar la tradición con la modernidad”. Entra el invitado, y queda sorprendido por el plató: “Es… como el ruedo… porque es circular”, dice, en una frase que le equipara intelectualmente con aquel Jesulín de Ubrique filósofo que nos estremeció a todos afirmando que “la vida es… como un toro”.

Otero acaba con la presentación y da paso a la rueda de preguntas grabadas. El torero debe elegir, y elige a Esperanza Aguirre, “a quien tengo gran admiración y aprecio”. Entrevista a la corta. Una mujer que está haciendo mucho por el mundo taurino, insiste Otero. En realización tocan el botón del play y habla Aguirre: “Hola Cayetano. Me gustaría saber cómo ha influido en tu vida tener una formación académica importante, y si ese paso por la universidad ha sido útil a lo largo de tu vida”. ¿Esperanza Aguirre interesada por la importancia de la educación? ¿La misma Esperanza Aguirre de los recortes y la privatizaciones? ¿La Esperanza Aguirre  que tiene previsto bajar 200 euros el sueldo de los profesores? Cayetano responde encantado: “Es importante para cualquier persona. Yo tuve la oportunidad de formarme antes como hombre que como torero. Valoro mucho la educación, y los idiomas, que me dan la oportunidad de viajar y de conocer a gente interesante”.

La entrevista es interesantísima, las cosas como son. Y alcanza momentos fascinantes cuando aparece una duquesa de Alba que, pobre, no ha entendido muy bien el juego, y en lugar de plantear una pregunta solicita una invitación: “Cayetano… te propongo que como tienes tanta suerte con tu novia que no la pierdas y que te cases con ella, que es una chica que no hay otra igual, te propongo que te cases pronto y no te olvides de convidarme a tu boda”. “No esperaba esta pregunta”, dice un Cayetano que se suma a tan surrealista espectáculo.

Cuentan que Otero es antitaurina, pero lo cierto es que lejos de dar algún signo de sensibilidad o compromiso se sumó a la fiesta: “¿Cuántas cicatrices tienes?”, preguntó. “Alrededor de las diez, pero ya no las cuento”, respondió un Cayetano sobrado. Así las cosas, el único momento que pudo parecerse en algo al periodismo fue cuando un telespectador aseguró no entender que “se maten animales por diversión”. El torero tenía prevista la cuestión: “No me gusta que se llame fiesta. Parece como que es una cosa de lo más normal. Matar animales por diversión… tengo que contradecirle. No hay ninguna persona que pueda amar más al toro que un torero. No he oído solución alternativa al tema de los toros. No es diversión lo que siento, y siento un gran respeto por el toro”.

En la recta final, Otero parece poner a Cayetano contra las cuerdas: “Tu madre era de Fuerza Nueva…”. Pues ni con esas: “Pero luego ella era muy liberal. Y yo también. Creo que todo irá mejorando”.

Ojalá. Que todo vaya mejorando, digo. Porque si empeora, esta televisión antediluviana resultará definitivamente insoportable, con sus personajes ilustres a la par que populares, sus preguntas patéticas (“¿Qué color tiene el miedo?”) y sus respuestas huecas. “Entrevista a la carta” es televisión pública, de acuerdo, pero de los años 80. Una antigualla que, lejos de renovar el género, insiste en los tópicos y desprecia el periodismo. Para colmo de males, está coproducido por Telefónica. ¿Qué pinta Telefónica en una cadena que no tiene publicidad? ¿Qué gana Telefónica, que insólito espíritu altruista lleva a esta empresa a gastar su dinero en una cadena pública?

Un motivo para NO ver la televisión

Dura la lluvia que cae.

Autor: Don Carpenter.

Editorial: Duomo Ediciones.

En “Dura la lluvia que cae” solo el final ofrece un motivo de esperanza. Las cosas no le pueden ir peor a Jack Levitt, un ex presidiario abandonado por su familia. Pero ahí está, con solo el epílogo por delante, tomándose un excelente whisky irlandés, probablemente el mejor whisky que ha bebido nunca, y que ha dejado sobre la mesa el tipo con quién se han marchado su mujer y su hijo. “No se sentía tan mal como debiera”, reconoce el autor, que ha maltratado y endurecido al protagonista hasta límites insospechados en las 342 páginas anteriores.

Este libro no es una novela negra. Es una historia de amor a los viejos billares y de desencanto por una frase nunca pronunciada. También habla de las costuras invisibles de la generación beat, de la soledad del recluso, de la homosexualidad en San Quintín y de un intento de redención. Pero sobre todas las cosas es un escupitajo en el ojo del sistema judicial norteamericano.

Igual de duro y descorazonador que “La fábrica de animales” (Sajalín), de Edward Bunker, pero mucho más brillante y mejor escrito, este “Dura la lluvia que cae” es una epopeya fatalista basada en la fuerza del destino, en la marginalidad más atroz, y en dos personajes auténticos condenados a delinquir. Una obra maestra del lumpen beat.