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Caridad

“Los españoles somos, sobre todas las cosas, solidarios”, dice una señora anónima en un programa matinal de Antena 3. Están recogiendo limosna para una familia que tiene un niño autista y no puede pagar el tratamiento. Un telespectador ofrece 500 euros, otro podría darles 50 euros al mes. La madre llora. Los tertulianos fingen emocionarse, los presentadores interpretan papeles que muy bien podría haber escrito Dickens, la presentadora estrella pone ojitos de corza herida. ¡Son todos tan buenos, tan solidarios, tan generosos!

Lástima que solo sea un programa de televisión de una cadena privada en busca de audiencia, de publicidad, de unos beneficios lo más cuantiosos posibles. ¿Sería diferente si se tratase de un espacio igual de morboso y amarillo, también construido sobre las desgracias de familias que están pasando graves apuros, pero en una televisión pública? Pues no. “Entre todos”, esa bazofia buenista de las tardes de La 1, se ha convertido en el programa de TVE por el que más quejas recibe la Defensora del telespectador. “Promueve la sustitución de los derechos sociales por la caridad, sin respetar la dignidad de las personas”, ha resumido la presidenta del Consejo General de Trabajo Social.

La dignidad de las personas. ¿Qué es eso? A los españoles, fuera de la televisión, la dignidad, la solidaridad y sus parientes cercanos se nos quedan en nada: ahí tienen a Siria, muriéndose de frío, de hambre y de olvido, abandonada a su suerte, sin un mínimo porcentaje de nuestra enorme solidaridad-caridad ibérica. Un informe de Amnistía Internacional señala que España sólo acogerá a 30 refugiados sirios. Poca cosa, si tenemos en cuenta que hasta el momento 2,3 millones de personas han huido de este país en guerra. Líbano acoge a 842.482 refugiados, Jordania a 567.111, Turquía a 539.761, Irak a 207.000, Egipto a 130.720… La Unión Europea, ejemplo de organización y progreso, de cultura e historia, apenas ha accedido a acoger a 12.000 refugiados sirios. El 0,5% de esos 2,3 millones de desheredados. España, insisto, apenas 30.

Llega la navidad, la celebración del nacimiento de Cristo en Belén. Tiempo de paz y amor a cascoporro en que los españoles, solidarios entre los solidarios, no solo compartimos langostinos, sino que ofrecemos lo máximo de nuestra intrínseca generosidad. ¿Y si se lo damos todo a la iglesia, como en los buenos tiempos, para que sea ella quien administre esas toneladas de bondad? Siempre ha sabido gestionar la caridad con criterio, ayudando a los más humildes, a los más pobres, a los necesitados de entre los necesitados. Incluso llegan a crear líneas de crédito a la carta o a inyectar grandes sumas de dinero. ¿Para mejorar las condiciones de vida de los refugiados sirios? ¿Para combatir la miseria de las familias más humildes de nuestro país? ¿Para…? No, por favor. Para evitar el hundimiento de 13TV, esa cadena ultra que, rebozada en sus propios excrementos, agoniza. Pese a presentar unas pérdidas de 25 millones de euros, la Conferencia Episcopal ha acordado ampliar el capital de 13TV mediante aportaciones dinerarias, casi cuatro millones de euros y una línea de crédito participativa de ocho millones de euros. Como requieren los tiempos, como dios manda…

 

Un motivo para NO ver la televisión

Por mal camino.

Autor: Chris Womersley.

Editorial: Es Pop Ediciones.

“Por mal camino” es una novela australiana en la que no aparece un solo koala, no está implicado ningún aborigen y no se describen los recovecos del Outback, las profundas regiones interiores. “Por mal camino” es una novela negra que podría tener lugar  en el corazón de Texas, en los pantanos de Lousiana o en las praderas de Montana: habla de hombres que huyen de sí mismos. Y de otros hombres que les quieren dar caza.

La historia tiene fuerza. Lee, un maleante de medio pelo, escapa casi sin querer con un maletín repleto de dinero y un agujero de bala en el cuerpo. En un motel miserable conoce a Wild, un médico adicto a los opiáceos que se convierte en su única esperanza. La extraña pareja que se lanza a la carretera, trata de sobrevivir y acaba cogiéndose cariño. Es la Australia profunda, donde todo es posible.

La trama no es excesivamente original, la habitual en cientos de road movies. Lo importante de “Por mal camino” es cómo Chris Womersley, escritor australiano, cuenta la gran escapada de estas dos almas en pena. Un ritmo narrativo irregular, que engancha al lector con reflexiones sobre lo absurdo de la vida, magníficas descripciones de personas y escenarios, y algunos golpes de efecto francamente brillantes. Sorprendente.

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Caridad

Toñi, la presentadora del programa, está tan emocionada que lanza una patada al aire. Y lo hace con tamaña fuerza, y de manera tan premeditada, que uno de sus zapatos se le escapa del pie y sale disparado hacia el público. La peculiar celebración, carne de programas de zapping, tiene lugar en directo y en TVE, la televisión pública. El entusiasmo impostado de Toñi parece justificado: un telespectador llamado Carlos acaba de llamar por teléfono para decir que pagará “toda la carrera” a una chica a cambio de que la madre de la misma le limpie el apartamento una vez al mes. Toñi se quita el otro zapato e, interpretando el papel de histérica, se pone a dar saltos por el plató. A sus espaldas, en una gran pantalla, la madre de la estudiante, la que tendrá que limpiar el apartamento para que su hija estudie, llora como una magdalena.

Dolores y Francisco no pueden pagar el material escolar ni el comedor de sus hijos. Están en paro. La familia vive con la prestación de desempleo que cobra Francisco. Tienen cuatro hijos con déficit de atención, la nevera vacía y están a punto de perder la vivienda. Los niños, dicen, han llegado a pasar hambre. Cuentan todo ante las cámaras de TVE. “A mí me gustaría que se encendieran los teléfonos, y que se cayeran los teléfonos”, asegura Toñi, la presentadora descalza, con desgarradora emoción. “Estos padres quieren tener la tranquilidad de que sus hijos van a comer bien este año”, dice, “y por eso piden el dinero que les cuesta el comedor escolar, que son, durante todo el año, 4.600 euros. Llámanos, por favor”. Y llama María Dolores, de Llinars del Vallés, que les ofrece cien euros. Aplausos y gritos de “¡Bien! ¡Bien!”.

La descripción de “Entre todos”, el programa que nos ocupa, que se puede leer en la web de TVE no habla en ningún momento de caridad, de limosna o de auxilio social. “Encontrar soluciones a las dificultades por las que pasen los espectadores. Este es el objetivo de este programa, un espacio de servicio público que impulsa la solidaridad y la participación ciudadana y que canaliza las peticiones de ayuda y las propuestas de apoyo”.

Servicio público y solidaridad ciudadana, dicen. Una madre que no puede pagar los estudios a su hija tiene que ponerse delante de las cámaras, contar su triste historia y arrancar a llorar para conseguir algo que el Estado debería proporcionarle: una beca, educación. Un matrimonio tiene que convertirse en relleno de show televisivo, desnudar sus problemas antes millones de espectadores, para que una ciudadana se apiade y le de cien euros para comida. Y no le llaman caridad, le llaman servicio público.

Con los recortes en educación, con los “ahorros” en pensiones, el futuro de mucha gente quizá tenga que  pasar por la televisión. Pública, eso sí. Por una televisión solidaria que procure al ciudadano las oportunidad para alcanzar el estado de bienestar que el Gobierno le niega. Tiene buena pinta ¿verdad? Las becas, los libros de texto, esas medicinas tan caras, la cesta de la compra del jubilado, a partir de ahora “Entre todos”. En TVE, donde la caridad es retransmitida en directo.

 

Un motivo para NO ver la televisión

North Mississippi All-Stars

Cd:  World Boogie Is Coming.

Los hijos del gran Jim Dickinson, maestro de la producción densa y jugosa, regresan con “World Boogie Is Coming”, un décimo disco de estudio que produce división de opiniones. Contiene blues pantanoso, rock sureño y otros sonidos de la América profunda, como era de esperar, pero está grabado y producido de una manera compleja que no agradará a todos sus seguidores.

Temas espesos, introducciones largas, voces distorsionadas, muchos solos y muchos efectos, algún desvarío (un instrumental con 30 segundos de flauta)… y también canciones memorables como “Meet me in the city”.

Un disco irregular, a veces espeso, en ocasiones vibrante, con diecisiete canciones en su versión bonus tracks.