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Masculinidad

Dice el diario El País en uno de esos reportajes inciertos, puesto que no se sabe si su contenido es información o promoción, que nace Mega, el nuevo canal masculino de Atresmedia. En este canal en abierto se podrán ver “series de éxito internacional, formatos de actualidad e investigación, grandes eventos documentales y acontecimientos deportivos”. Vamos, los contenidos habituales de un canal machote.

Conocía de la existencia de revistas masculinas, con publicidad de corbatas, perfumes y relojes carísimos. Formatos enfocados a cobijar publicidad que incluye moda para hombres: esos modelos o muy viriles o algo afeminados con prendas que nunca verás en el metro. Lo de “canales masculinos” me suena a novedad. Si exceptuamos el Canal Playboy, imagino.

Dice El País que Mega está enfocado a un público masculino mayor de 25 años. José Antonio Antón, director de programación y canales temáticos de Atresmedia, es más concreto: “un hombre actual, con inquietudes y ganas de divertirse”. Y yo me pregunto: ¿cuáles son las diferencias entre este hombre actual y la mujer actual, esa con inquietudes y ganas de divertirse, a la hora de ver series de éxito internacional, formatos de actualidad e investigación, grandes eventos documentales o acontecimientos deportivos?

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Cuentan que uno de los grandes jefazos de Telecinco tenía instalado un circuito cerrado para poder ver los rodajes de programas desde su despacho. Un día llamó al plató donde se grababa un espacio con bailarinas de esos tan característicos de Telecinco. “Esas faldas tienen que ser más cortas”, gritó, “¡tiene que oler a chocho!”.

Ese sí es un enfoque masculino en la programación de un canal. Sin disimulos ni medias tintas. Tsunamis de testosterona para disparar las audiencias. Lo demás son tapujos de hombre blandengue, que diría el Fary.

Un motivo para NO ver la televisión

Hombre. Que viene Valdez.

Autor: Elmore Leonard.

Editorial: Valdemar / Frontera.

Hombre que viene Valdez

Hablando de machotes… Quizá conozca a Elmore Leonard como autor de novela negra. Ha escrito grandes obras dentro el género policial, como “Jackie Browne”, llevada al cine por Tarantino, “Ciudad salvaje”, “Almas paganas”, “El blues del Misisipí” o la serie Rayland. Las dos fantásticas novelas que se reúnen en este volumen son lo mejor que  Leonard ha escrito dentro del genero western.

Ambas tienen como escenario la frontera, y como protagonistas a hombres íntegros, que se manejan de maravilla en terrenos crepusculares, discretos pero letales, acorralados por el lado oscuro. La maldad del viejo Oeste, una tierra mestiza con indios, vaqueros, cuatreros, pistoleros y militares, no permite ni a John Russell ni a Bob Valdez vivir en paz. Dos obras maestras sobre dos tipos gigantescos. Absolutamente imprescindible.

“Hasta aquel día John Russell era solo un nombre que yo había escrito varias veces en las cuentas de la compañía durante el último año. Tantos dólares pagados a John Russell por tantos caballos de posta. Era un domador de mustangs. Cazaba caballos salvajes y los domaba para el tiro; luego el señor Méndez compraba los que necesitaba, y Russell y dos apaches montaña blanca que trabajaban para él entregaban los caballos en la posta de Delgado o en alguna de las otras que jalonaban la ruta del sur hasta Benson. El señor Méndez le había comprado unos veinticinco o treinta durante el último año. Ahora, me imaginé, querría decir a Russell que no trajera ninguno más porque íbamos a cerrar la posta. Pregunté al señor Méndez si ese era el caso. Dijo que no, que ya lo había hecho. Esto era por otra cosa”.

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La Pantoja abre el Telediario

La gente se agolpaba en la salida de la prisión de mujeres de Alcalá de Guadaíra (Sevilla) para recibir a Isabel Pantoja con gritos de “¡Guapa, guapa!” y “¡Te quiero!”. La tonadillera, que comenzó ayer mismo a disfrutar de su primer permiso penitenciario, sonrió a sus seguidores y a la prensa, sin gafas, vestida en un deslumbrante rojo clavel, y lanzó besos a todos los presentes. ¿Abochornada? Yo diría que radiante. La Audiencia de Málaga había condenado a la cantante a dos años de prisión y al pago de una multa de 1.147.148,96 euros. Ha salido a la calle tras devolver 147.000 euros y pasar seis meses a la sombra. ¿Es normal que la gente la espere en la puerta para llamarla “¡Guapa, guapa!” y decirle “¡Te quiero!”?

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También se escuchó algún “¡choriza!”, pero fueron los menos. Normal. Isabel no solo es folklórica. Es la viuda de Paquirri, un matador de toros, y la ex de Cachuli, sinvergüenza de leyenda. Y la madre de Paquirrín, prestigioso DJ. Y de Chabelita, estrella mediática gracias al reality de Telecinco “Supervivientes”. La noticia de su liberación abría las webs de los grandes periódicos, incluidos El País y El Mundo. Acompañaban al texto formal simpáticos perfiles rosas, análisis de blogueros y extensas fotogalerías. Lo que exige la categoría del tema, ni más ni menos.

La salida de Pantoja de prisión abrió el Telediario (La 1) de las tres de la tarde, el informativo estrella de TVE, la televisión pública. La misma televisión que el pasado domingo emitió una corrida de toros en horario de protección infantil. Poco más se puede decir del servicio público de la televisión de todos los españoles. En Antena 3 y Telecinco también se volvieron locos con la liberación: los primeros incluso quitaron el programa de Arguiñano, que bromeó en Twitter con “una propuesta de recetas de chorizo”.

Nos está costando entender de qué va esto de la corrupción. Un día pitamos al himno nacional, otro aplaudimos a la Pantoja…

Un motivo para NO ver la televisión

Cornetas al atardecer.

Autor: Ernest Haycox.

Editorial: Valdemar / Frontera.

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Ernest Haycox, uno de los grandes del western, consigue integrar en esta magnífica novela dos historias bien diferentes. Una de amor, la de un hombre con el corazón destrozado, llamado Kern Shafter, y la joven Josephine Russell. Y otra de guerra, con el Teniente Coronel Custer y el Séptimo de Caballería lanzándose a la derrota final en Little Bighorn. De esta última lo sabíamos todo: la ambición desmedida y suicida de Custer, el valor de los sioux y la astucia de Caballo Loco, su líder, la enorme dimensión del desastre… Amor y guerra en dosis perfectas, que se entrecruzan en las praderas de una Dakota que ve cómo pasan las estaciones, aumentan las tensiones emocionales, y estallan los conflictos. Los hombres se odian, se pelean y se hermanan en el ejército. Las mujeres padecen la dureza de la naturaleza, y la incomprensión de unos militares carcomidos por la vida militar, la presencia de los indios, y conceptos como el valor, el honor o la justicia. “Hombres que han suprimido sus deseos naturales por miedo a lo que la gente pudiera opinar”.

“Cornetas al atardecer” es digno de compartir colección con maravillas como “El trampero” de Fisher o “Centauros del desierto” de Lee May. Publicada por entregas en el Saturday Evening Post en 1943, esta novela contiene todos los ingredientes de los buenos western. Indios y soldados, aventuras crepusculares, tabernas y peleas, hombría y grandeza, violencia y redención… Y algunas de las mejores descripciones que he leído nunca de, por ejemplo, una gran ventisca y la lucha por la supervivencia de un hombre. O perfiles tan magistrales como el de Custer, “un hombre sencillo tan ávido de grandeza que podía pisotear los sentimientos personales de otros hombres sin darse cuenta”. Épica.

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