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5G

Volvemos a casa a las nueve y medía de la noche. Diluvia en una carretera comarcal sin arcenes. De pronto, aparecen tres vacas en medio de la carretera. Las sorteamos de milagro y llamamos a la Guardia Civil. “Si quiere hablar con el cuartel pulse 1”. Comunica. Pasan cinco minutos y sigue comunicando. Llamamos al 112 (Emergencias). Se corta: no hay cobertura en la zona donde vivo.

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(Misma carretera, días antes)

Esa misma mañana el rey Felipe había inaugurado un congreso en Cataluña que, dijeron, era sinónimo de progreso. Explicaron a su majestad que el futuro es el 5G. Su majestad escuchó muy atento, habló de investigación, de inversiones, de modernidad. Sí, el rey habló de modernidad. Y se marchó a su casa. Y la gente se quedó allí, hablando de su hoy y de su mañana.

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¿5G?

Las dos Españas no son las protagonistas de una vieja historia de postguerra en blanco y negro. Las dos Españas son una realidad actual. Dos mundos antagónicos, con distintas formas de vida, con servicios diferentes, con un futuro desigual. Y ambos dentro de, dicen, un gran país.

 

Un motivo para NO ver la televisión

La ley de Carter

Autor: Ted Lewis.

Editorial: Sajalín.

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Ted Carter, el sicario más cabrón de Londres, recorre la ciudad en busca de un soplón. Acaba la década de los sesenta, es Navidad, Carter se acuesta con la mujer del jefe… Y sin embargo está de muy malas pulgas. El lumpen londinense le da asco y sed. Sobre todo sed. Nuestro hombre bebe constantemente, en cada lugar y en cada circunstancia, antes de un tiroteo y después de un funeral, en la cama y en el bar, por el día y por la noche, solo y acompañado. Pero la bebida no le resta ni un ápice de carisma: Carter es inteligente e irónico, y puede ser brutal y despiadado. Es más, en ocasiones parece que incluso pudiera haber sido sensible en algún momento de su vida.

“En la barra está la clientela habitual de después de las once de la mañana: la oleada de bebedores bien vestidos y oliendo a aftershaves, y si no fuera por los ojos llorosos jamás adivinaríais que tienen que servirse un jerez antes de salir de la cama, ni que casi todos ellos se han pasado una hora temblando en el retrete (o inclinados sobre él) antes de devolver algo de humanidad a sus cuerpos”.

“La ley de Carter” es una novela negra impecable que, sin embargo, no alcanza el calibre de “Carter”, el estreno de la serie con las hazañas del matón. Publicada cuatro años después, “La ley de Carter” está construida sobre una trama quizá enrevesada en exceso, y sin necesidad, protagonizada por decenas de personajes, muchos de ellos insignificantes. Insignificantes, podría ser, si no fuera Ted Lewis quien les sitúa en escena, quien les hace hablar, quien les desnuda y maltrata. Y es que la peor novela negra del mundo reescrita por Lewis, talento en estado puro, se podría leer con enorme placer.

“El ascensor huele igual que el tanga de una estríper, lo que no es de extrañar teniendo en cuenta la cantidad de fulanas que ha transportado desde que mis jefes, los hermanos Fletcher, lo instalaron hace dieciocho meses”.

Lewis sigue ofreciendo un curso de literatura policiaca europea, pero con regusto claramente norteamericano, en cada nueva traducción de las correrías de Ted Carter. Diálogos impecables, personajes perfectos, situaciones complejas que se resuelven de manera brillante… Un maestro.