“Me han dado un codazo en la boca… es el afán persecutorio del partido socialista… la persona que se ha querellado contra mí quiere hacer caja”, dijo entre risas el ex secretario de Estado para la comunicación Miguel Ángel Rodríguez en el programa “Espejo Público” (Antena 3). Se refería a que el fiscal ha pedido para él dos años de cárcel y 20.000 euros de multa al considerar injuriosas las declaraciones que hizo, poco después de que la Audiencia de Madrid archivase el caso de las supuestas sedaciones ilegales masivas en el hospital Severo Ochoa de Leganés, en el programa “59 segundos” (TVE). Rodríguez dijo del doctor Luis Montes: “El que decide matar a alguien es un nazi…Si alguna vez caigo en manos del doctor Montes o de sus secuaces, por favor llamen a la policía”.
“Durante algún tiempo nos hemos dicho en televisión auténtica barbaridades, a mi me han llamado fascista, lo que pasa es que la cosa quedaba ahí”, aseguró un Rodríguez que considera que llamarle fascista es una barbaridad, pero llamar nazi al doctor Montes no. Rodríguez basa su defensa en un inquietante código televisivo: lo que se dice en la tele, queda en la tele. Alguien debería explicarle algunos detalles fundamentales de este medio de comunicación, como la presencia al otro lado de la pantalla de miles de telespectadores que escuchan los rebuznos que tienen lugar en los platós. O que la víctima de sus insultos se encuentra en clara inferioridad de condiciones mediáticas, puesto que no tiene nada que ver con su mundo de tertulias, insultos y ladridos. Montes no es comentarista o mamporrero de Aznar. Es “sólo” médico.
La jauría que le acompaña en el plató de Antena 3 saltó de inmediato en su defensa. En la de Rodríguez, claro. “Quiero dejarle claro mi apoyo. Aquí nos decimos de todo, todos los días, y eso es la libertad de expresión”, dijo un Raúl del Pozo con una visión muy particular de la libertad de expresión. “Estamos contigo a muerte. El doctor Montes me parece un personaje nefasto. Y está ahí porque no había pruebas para condenarle, cuidado”, advierte Francisco Marhuenda, un director de La Razón que parece tener claro que, incluso sin pruebas, debían haber condenado a Montes.
Creo entender que estos simpáticos tertulianos pretenden que la televisión tenga leyes propias, al margen de las que rigen las vidas del resto de los mortales. Las leyes de la tele, una jungla audiovisual desde la que los elegidos, una clase superior, puedan despellejar al resto de la humanidad con absoluta impunidad y en nombre de la libertad de expresión.
Sembrar el odio desde los medios de comunicación es repugnante. Algún día tal vez sea incluso ilegal. En Ruanda ya lo es…
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Por si no les había parecido suficientemente sórdida y marginal la presencia de Rodríguez y sus colegas, en “Espejo público” (Antena 3) tenían una sorpresa: la Chon, una gitana de 28 años y 165 kilos de peso. “Es el nuevo fenómeno en internet, la estrella de la red”, dicen, utilizando términos que podrían recordar a la presentación circense de la mujer barbuda o el hombre elefante.
Chon dice que le molesta el famoso vídeo, que ya tiene más de 100.000 descargas, pero pese a todo lo emiten en el programa una y otra vez. Yo se lo voy a evitar: sólo incluye burlas a una mujer obesa que come de manera compulsiva. Pero para que se den cuenta de la estupidez y la ignorancia de la presentadora les reproduzco parte del diálogo que mantuvieron Susanna Griso y la Chon.
– ¿Qué has desayunado hoy, Chon?
– Dos vasos de agua, un vaso de leche y dos donuts.
– Pero eso es malísimo, un atentado contra la salud.
¿Un vaso de leche, dos de agua y dos donuts un atentado para la salud? “A ver si es verdad que se pone a dieta. La vamos a hacer un seguimiento a la pobrecilla”, dice Griso. “Ella se lo pasa bien comiendo”, sentencia Mariñas.
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Inolvidable momento etílico en Telemadrid…
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Un motivo para NO ver la televisión
Joe Grushecky
Cd: East Carson Street.
Grushecky es un Springsteen de serie B. Es decir, un cantautor eléctrico creíble, que escribe y graba canciones musculosas y honestas, y las defiende sobre el escenario con la energía de un titán. Pero sus temas no son tan redondos, o si lo prefiere tan inspirados o comerciales, y por eso se mantiene en una discreta segunda fila. Lo cual no le resta ningún mérito: he visto conciertos de Grushecky mejores que algunos de Springsteen.
En cualquier caso, la rivalidad no podría existir: el de New Jersey y el de Pittsburgh son buenos amigos, tanto como para que el primero colabore en este disco recio y de sonido guitarrero clásico. Pero aún mejor noticia que la edición del disco es la visita de Grushecky a España para presentarlo: esta noche estará en Madrid (Moby Dick, 21.30), mañana miércoles en Valencia (Wah Wah, 22.00), el día 14 en Manresa (Sant Joan de Vilatorrada, 21.30) y el 15 en Palma de Mallorca (Costa Club, 22.00). Le acompañan Los Madison, una de las mejores bandas madrileñas del momento.
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