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El fracaso de la política (y alrededores)

Gloria Lomana, directora de informativos de Antena 3, apareció en el programa de Susanna Griso solo doce horas después de entrevistar a Mariano Rajoy. Estaba exultante, convencida de haber realizado un gran trabajo periodístico: “Me dijeron por el pinganillo que estábamos siendo triple trending topic. Y pensé, esto es demasiado…”. Luego resumió sus sensaciones tras la pantomima con el presidente del Gobierno: “Vi a Rajoy enfocadísimo al deporte. Se levanta a las 7 y hace la elíptica. Ya no fuma puros”.

¿La elíptica? Revisé mis manuales guarrindongos de posturas sexuales, y ahí estaban el tornillo, la sumisa, el molde, la cucharita y hasta el helicóptero. Pero de la elíptica no decían nada. Y es que resulta que la elíptica es una bicicleta especial, una máquina total que trabaja el cuerpo humano al completo. No hay más que ver y escuchar a Rajoy para saber que pasa más tiempo sudando en la elíptica que con el logopeda o con el profesor de inglés, por poner un par de ejemplos.

Mariano 1

Lomana dice que Rajoy es “correoso”, y que fue “un trabajo arduo intentar sacarle titulares”. Y cree no contradecir su buen hacer periodístico cuando reconoce que el presidente “salió muy satisfecho de la entrevista”. Susanna Griso insistió en el tsunami de trending topics de la jefa de informativos, estrella periodística de la jornada. Lamentablemente ninguna de las dos dio el dato fundamental para analizar la entrevista con Rajoy. La audiencia. Entrevista a Rajoy en Antena 3: 15,3% y 2.873.000 espectadores; Informativo Telecinco: 16,5% y 3.093.000 espectadores.

Los telespectadores prefirieron ver el informativo de Telecinco, con el triste Piqueras al frente, antes que la entrevista con el triste presidente del Gobierno. Fracaso estrepitoso, por tanto, de la política mezquina y del periodismo mediocre. Cada vez nos interesan menos las declaraciones de un presidente del Gobierno famoso por no hacer declaraciones, por evitar la realidad, por esquivar los problemas, por esconder la cabeza debajo del ala. Y cada vez confiamos menos en unos periodistas cómplices, dóciles, innecesarios.

Un motivo para NO ver la televisión

Treblinka

Autor: Chil Rajchman.

Editorial: Seix Barral.

treblinka

Nada más terminar de leer “Treblinka”, una estremecedora historia sobre el día a día en uno de los campos de exterminio más famosos de la Alemania nazi, me encuentro con que The Guardian publica un informe demoledor “sobre la credibilidad de determinadas pruebas con respecto a la tortura y ejecución de personas encarceladas por el régimen sirio actual”. Habla de 11.000 presos torturados y asesinados en las cárceles de Bachar al Assad. “Cuando mataban a los detenidos en su lugar de detención, llevaban los cuerpos a un hospital militar con un doctor y un miembro de la judicatura. La función de César (seudónimo del desertor y ex policía militar sirio que facilita la información) consistía en fotografiar los cuerpos. Había hasta 50 cadáveres para fotografiar cada día”, dice el informe.

¿No hemos aprendido nada? ¿El mal sigue instalado entre nosotros? ¿Consentiremos que la historia se repita?

En Treblinka fueron asesinadas alrededor de 850.000 personas, la mayoría judíos. Chil Rajchman, polaco de veintidós años, fue deportado a este campo junto a su hermana. Ella murió al poco de llegar. Chil trabajó levantando el campamento, arrastrando cadáveres, cortando el pelo a las mujeres que entraban en las cámaras de gas, arrancando los dientes de oro y plata a los muertos… Milagrosamente logró escapar con vida: fue uno de los 57 supervivientes. Este libro breve, que se lee de un tirón y con la piel de gallina, son sus memorias en Treblinka. Una escritura directa, estremecedora, que describe con detalle hasta dónde puede llegar la maldad humana.

La crueldad de los nazis de Treblinka era tal que llegaban a llenar las cámaras de gas de prisioneros, apretados como sardinas, y los dejaban morir asfixiados. No les gaseaban. Cuando dos días después abrían las cámaras, algunos todavía estaban con vida.

La narración de Chil Rajchman nos recuerda que el Holocausto es infinito, que no podemos olvidar jamás este momento terrible de la historia, que debemos seguir buscando la verdad, aprendiendo, maldiciendo.

 

El necrófago galáctico

Este verano he tenido la gran suerte de ver volar quebrantahuesos. El quebrantahuesos es la estrella de las necrófagas ibéricas, nuestra carroñera más escasa, amenazada y, seguramente, hermosa, con permiso de los también guapetones, que nadie se ofenda, buitres leonados y negros, y alimoches. Fue en Santa Cilia de Panzano, Huesca, una soleada mañana de agosto. Ornitólogos de todo el mundo se acercan a la Sierra de Guara para observar este ave de espléndido porte, 2,5 metros de envergadura, considerada por los pajareros como una necrófaga galáctica.

Le cuento esto porque nada más regresar a casa, con el olor a buitre aún impregnado en la ropa, me entero de que Nacho Abad, el criminólogo de cabecera de Ana Rosa Quintana, abandona el ala protectora de Telecinco y ficha por Antena 3 para incorporarse al programa de Susanna Griso. Los eternos rivales. Se habló incluso de una cifra astronómica, que Abad negó: medio millón de euros. El equivalente televisivo a los 100 millones de Bale.

No se producía un hurto de estas proporciones entre dos empresas rivales directas desde que los billetes de Florentino Pérez convirtieron en madridista de toda la vida al hasta entonces fiel blaugrana Luis Figo. Esperemos que Nacho Abad no acabe como el extremo portugués, y en los trayectos del tanatorio al plató no tenga que esquivar las cabezas de cochinillo que le lancen los despechados seguidores de la veterana Ana Rosa.

Nacho Abad es a los magazines matinales lo que el quebrantahuesos a la ornitología ibérica. Pero al revés. Me explico… Estamos ante dos estrellas de la carroña. Dos carroñeros estrella, si usted prefiere. Lo que sucede es que mientras el quebranta es el último eslabón de la cadena trófica, al zamparse los huesos de los cadáveres, Abad está especializado en sembrar el planeta de despojos. Es periodista de sucesos. Pero no de sucesos de medio pelo, no. Especialista en esos sucesos sangrientos, macabros y tenebrosos que fascinan a los consumidores de telebasura. Esa niña violada, degollada y troceada por su padre es la materia con que Abad se gana la vida. Con ella y con sus familiares destrozados y sus amigos desolados, y con las hipótesis que rodean el crimen. A mayor daño, más audiencia.

La gran diferencia entre el hermoso quebrantahuesos y el siniestro Abad es, insisto, el papel que desempeñan en la vida, su labor social. Mientras que el ave carroñera cumple una tarea fundamental, al limpiar el medio ambiente de cadáveres, el periodista carroñero siembra el planeta de detalles macabros y contribuye a hacer de la pantalla, esa prolongación del mundo, un lugar más sucio, apestoso y desapacible.

Así las cosas, el cambio de Abad de Telecinco a  Antena 3, considerado el gran fichaje del verano, resume de maravilla el momento que vive la televisión en España. Cadavérico.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Billy Bathgate

Autor: E.L. Doctorow.

Editorial: Planeta (1990).

Tras leer este perfil del hampa neoyorkina en plena Depresión, conseguido en un puesto callejero del centro de Madrid por cuatro euros, Doctorow se convierte definitivamente en uno de mis grandes escritores norteamericanos. “Billy Bathgate” es una obra maestra, un libro redondo, una gozada desde la primera a la última página. El escritor del Bronx describe con precisión y brillantez la vida de un chaval de su propio barrio, que se inicia en el mundo del hampa de manera casual. Dutch Schultz, capo mafioso en franca decadencia, adopta a Billy primero como mascota, después como aprendiz, y finalmente como elemento fundamental de su banda.

Rodeado de delincuentes y asesinos, Billy Bathgate crece en un mundo de lujos, personajes famosos y grandes tensiones, muy alejado de la casa de su deteriorada madre, una modestísima vivienda en el este del Bronx. Maneja dinero, come jugosos filetes y se acuesta con chicas guapas. Está en el lado correcto, pese a la violencia que se palpa en el ambiente.

E.L. Doctorow roza la perfección con esta novela espléndida, grandiosa, enorme. Y es que a una historia emocionante y conmovedora añade unos personajes inolvidables, desde el protagonista y su madre, al puñado de pistoleros que deambulan por todas las páginas de este homenaje a una de las épocas más duras y excitantes vividas por la ciudad de Nueva York. Simplemente maravilloso.

Un vasito de Rioja con agua

Enchufo el electrodoméstico a las once de la mañana y me encuentro con Joaquín. Un solitario diente resiste en el lado izquierdo de su boca, quizá para equilibrar el peso del pitillo que le cuelga del lado derecho de los labios. Sombrero negro, gafas de sol y grandes anillos. ¿Cuarenta años? Despechugado, muestra una colección importante de cadenas y crucifijos. En Antena 3 dicen que es esquizofrénico. Un tipo conflictivo. Un vecino evidentemente pasado de vueltas, que canta por la calle, asusta a los niños y molesta a los vecinos. Me recuerda a Silvio Fernández Melgarejo, el genio del rock surero. Sureño de Sevilla, no de Alabama.

Joaquín abre la boca y muestra, en un solo comentario, más lucidez que la que jamás tendrán Susanna Griso y todos sus tertulianos, reporteros y psiquiatras: “De místico a maricón solo hay un escalón”, dice, sin inmutarse, como si tal cosa. El filósofo de barrio esboza una sonrisa pletórica, de esas con mirada de gato viejo y encías en carne viva. Le chisporrotean los ojillos. Entonces da gloria ver a este hombre de vuelta de todo, al que los opinadores consideran derrotado, una piltrafa, pero que parecer haber vivido y disfrutado varias veces las vidas de todos ellos.

“Este hombre tiene un problema: bebe”, asegura un tertuliano. “Mi hermana que es maestra de escuela me dice que puedo tomar un vasito de Rioja con agua comiendo”, reconoce con humildad nuestro hombre. “Joaquín, tienes que ser sincero: si mezclas la medicación con alcohol eso no funciona…”, le dice muy prudentemente Griso. Joaquín hace gestos, pone caras. Risas en plató.

“Es minusválido psíquico, y tiene su paguita. Cortita, pero paguita”, dice por teléfono la hermana de Joaquín, que asegura no poder pagarle el tratamiento. “Por mi hermano poco mas podemos hacer, lleva más de treinta años así, ustedes han visto los informes…Cuando sale abandona el tratamiento, y bebe…”. Joaquín, que lo está escuchando todo, lloriquea como una magdalena mientras mira de reojo a la cámara y se restriega con la reportera.

Una vez recuperado, se despide con maneras educadas y mueca cínica: “Estoy a vuestra disposición, a la disposición de Atresmedia…”. Susanna, que no se puede creer el ofrecimiento al mayor grupo español de media y comunicación, da por terminado el tema dando un sabio consejo al bueno de Joaquín: “No mezcles”.

¿Quién es el enfermo, el asocial, el freak? Por un lado están los tertulianos, los presentadores, los reporteros… que quieren “incapacitar” al bueno de Joaquín porque tiene “una enfermedad mental”. Por otro está Joaquín, un tipo que en todo momento parece burlarse de sus consejeros, desdramatizar sus miedos, descojonarse de sus caras abstemias y sus miradas sabihondas. Es la frescura frente a la impostura, el Rioja “con un poquito de agua” frente al té rooibos. Mucho más que una infusión.

Joaquín tiene problemas, pero es plenamente consciente de que toda esa gente de la televisión solo quiere aprovecharse de su ruina, hacer espectáculo de su desgracia, vivir de sus penurias. Y Joaquín se descojona de todos ellos: ríe, llora, canta y se toma un Rioja con agua con la medicación. Sabe que su vida no es peor que la telebasura, que los que le entrevistan no son mejores que él. Y poco más, que ahí le tienen los de Atresmedia para cuando quieran…

Filantropía

Escuchar a Bill Gates, de visita estos días por Madrid, ha sido realmente emolumento. Perdón, a veces falla el corrector automático de Windows… Quiero decir que Escuchar a Bill Gates, de visita estos días por Madrid, ha sido realmente emocionante. Desde su suite en el hotel Palace el creador de Microsoft ha dado doctrina solidaria, “las ayudas deben destinarse a los más pobres, no a países como Perú”, e incluso le ha proporcionado a Rajoy la receta para salir de la crisis: “con un paro tan alto ¿por qué no bajan los salarios en España?”.

Estamos ante uno de los hombres más inteligentes e influyentes del mundo, qué duda cabe, y por eso cdkks jjerlel zjiod.mxc Ghns muUUnn. Perdone, pero se me acaba de bloquear el Windows Vista. A ver, esc, nada, reinicio, nada, apago a lo bestia y… ¡aaaaaaahora! Seguimos… Le decía que estamos ante uno de los hombres más inteligentes e influyentes del mundo. Por eso me extraña que siga buscando fondos para su altruista organización cuando, en su charla con nuestro presidente del Gobierno, ofreció la solución a todos los males planetarios. “Con un paro tan alto ¿por qué no bajan los salarios en España”, sugirió Gates. Bien, pues con aplicar este ingenioso método al resto de problemas, todo arreglado. Con unas hambrunas tan descomunales, ¿por qué no comemos menos? Con tantas enfermedades mortales ¿por qué no dejamos de ir al médico?

Bill Gates es uno de esos empresarios filántropos mágicos, especiales, iluminados, que nacen de Pascuas a Ramos. Otro es Ruiz Mateos. Todo el tinglado de Microsoft está muy bien, de acuerdo, vamos a reconocer las cosas de fuera… Pero no me negará usted que, después de la que lió con la primera Rumasa, hay que tenerlos muy bien puestos para “utilizar el dinero de Nueva Rumasa para aportar capital a sus sociedades patrimoniales y mantener así su alto nivel de vida” (según el auto de dictado). El de Ruiz Mateos sí es un sistema operativo de vanguardia, y no el Windows 7. Ayer el empresario gaditano, Marqués de Olivara, ofreció una entrevista en el programa “Espejo Público” (Antena 3) que hizo palidecer de envidia a los mismísimos Faemino y Cansado.

“Soy muy malo… hago cosas sucias, puercas, feeeeeeeas…”, decía el empresario arrastrando la voz y abriendo mucho los ojos, como si fuese Halloween. Evidentemente el hombre no está en sus cabales. Con 80 años, la salud debilitada y mirada de lunático, tiene aspecto de inofensivo abuelo cebolleta. Otra cosa es cuando se trata de diseñar un fraude con pagarés. Ahí el abuelete se viene arriba y se convierte en una fiera.

“Estoy muy bien de salud y de indignación”, aseguró con voz de boxeador sonado, interrumpiendo una y otra vez a una Susanna Griso que intentaba cortar el enloquecido monólogo. “No pierdo mi tiempo en contestar chorradas. ¿Es usted sorda? No me haga preguntas de quinta, pongan ahí a una profesional buena. Si un hijo mío pisa un escalón de la cárcel entonces daré nombres y detalles”. Y así durante un buen rato, ante la fingida indignación de Griso y de su equipo, este último tremendamente ofendido por la falta de coherencia del anciano. No entiendo la sorpresa: Ruiz Mateos lleva así de deteriorado muchos años, y ese punto de locura es lo que atrae a la audiencia, lo que le convierte en carne de televisión. Si buscaban serenidad, análisis o cordura deberían haber invitado a Bill Gates, que sí hubiese estado a la altura intelectual y moral de Albert Castillón y Roberto Leal, periodistas de élite dentro del equipo de primer nivel de “Espejo Público”.

Un motivo para NO ver la televisión

Doctor Glas

Autor: H. Söderberg.

Editorial: Alfabia.

El protagonista de nuestra historia es un médico sueco de 30 años que no ha conocido mujer. Mal empezamos. Añádanle un estado anímico irregular, con momentos de terrible tristeza y otros de simple tristeza. Y dificultades para relacionarse con los demás. Y tendencia a la filosofía introspectiva. Y… Este es el doctor Glas, todo un personaje.

“Queremos tenerlo todo, queremos serlo todo. Queremos gozar de toda felicidad y ahondar en todo sufrimiento. Queremos el patetismo de la acción y la paz del contemplativo. Queremos a la vez la tranquilidad del desierto y el tumulto de la plaza. Queremos ser al mismo tiempo la idea del solitario y el grito de la masa, ser a la vez melodía y acorde. ¡A la vez! ¡Si fuera posible!”, escribe Söderberg.

La eterna insatisfacción, y otros detalles grises de la condición humana, hacen que Glas reflexione desde su consulta, o su casa, e intente hacer el bien. A su manera, no siempre correcta.

Un libro generoso, de pequeño tamaño y descomunal contenido, que debió resultar muy aventurado y valiente en el momento en que se publicó (comienzos siglo XX). Sus comentarios sobre la religión, el sexo o la moral seguirán ofendiendo hoy día a algunos meapilas: “Hacía muchos años que no entraba en una iglesia. Recordaba que a los catorce o quince años me había sentado en aquellos mismos bancos y los dientes me rechinaban de furor contra el gordo sinvergüenza que hacía de espantapájaros en el altar, y yo pensaba que a semejante farsa le quedaban veinte años de supervivencia, treinta a lo sumo”.