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Mejor ateo, sin duda

El Papa de Roma ha dicho que “mejor ser ateo que un católico hipócrita”. Y se ha quedado tan ancho. Se trata del titular que resume unos jugosos comentarios improvisados durante la misa privada que celebró el viernes en su residencia: “Lo escandaloso es decir una cosa y hacer otra, es la doble vida. Hay algunos que dicen ‘Yo soy muy católico, siempre voy a misa, pertenezco a esta asociación y a la otra. Pero mi vida no es cristiana, no le pago a mis empleados salarios justos, exploto a la gente, hago negocios sucios, lavo dinero. Eso es una doble vida. Hay muchos católicos que son así y son un escándalo. Cuántas veces hemos escuchado decir a la gente: para ser católico como él, mejor ser ateo”.

No le pago a mis empleados salarios justos, exploto a la gente, hago negocios sucios, lavo dinero… ¿Cuántos meapilas de la derecha española, incluídos políticos y empresarios, podrían firmar estas palabras? Si añadimos la frase “estoy casado por la Iglesia y tengo todas las amantes que puedo” se podrían sumar incluso miembros de la realeza. El catolicismo es un concepto tan anticuado, tan poco evolucionado, tan sobado, que solo se sostiene gracias a la hipocresía. De los fieles, de los propietarios del negocio, y de un Papa de Roma que sabe perfectamente que él es el sumo hipócrita.

Como titular, “mejor ser ateo que un católico hipócrita” es simplemente brillante. Como realidad, es sencillamente una redundancia. Lo de católico hipócrita, digo. La última representación de un hombre que, dijeron, llegó para renovar una institución apergaminada y mohosa. Todo boquilla. Excepto en la primera parte de su última frase para los diccionarios de citas, una verdad como un templo: “Mejor ser ateo…”.

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Un motivo para NO ver la televisión

A través de la noche.

Autor: Stig Sæterbakken.

Editorial: Mármara.

978849439138

Terminé “A través de la noche” completamente derrotado. Acosado por las preguntas del autor, un hombre atormentado por la muerte de su hijo. Un fantasma que quiere saber, desesperado por su suerte, por la culpa que arrastra con amargura. También debo decir que terminé “A través de la noche” asombrado y de algún modo feliz. Asombrado por el descubrimiento, uno no se cruza con escritores como Stig Sæterbakken todos los días, feliz por encontrarme de sopetón con gran literatura.

“¿En qué quedaba la felicidad una vez quebrantada? Todo o nada, tenía que ser así, ¿no? Una vez que sucedía, ¿qué podía impedir que volviera a suceder? ¿Acaso es peor traicionar cinco veces la promesa de fidelidad que hacerlo dos? ¿Es mejor o es peor acostarse con diez personas diferentes que acostarse diez veces con la misma? ¿Se incrementa el pecado al repetirse? ¿Tiene sentido la fidelidad a no ser que sea absoluta? ¿Qué valor tiene si de todos modos algún día se va a romper? Los crímenes menores son los más graves. Con ellos se demuestra que eres capaz de cualquier cosa”.

El protagonista de este libro, Karl Meyer, husmea en los rincones de la condición humana con la pericia y la profundidad con que un forense realizaría una autopsia. Pero sin olvidar jamás que se trata de seres vivos. O casi. Las mujeres de su vida, una Eva a la que no habría traicionado ni en sueños, una Mona con quien se habría quedado el resto de su vida, y una falsa suicida a la que rescata de si mismo. Los personajes mágicos que aparecen y desaparecen, y le señalan el camino de una casa misteriosa “que funciona como una especie de medicamento depresivo”. No antidepresivo, cuidado, sino depresivo, de forma que “todos los que entran salen de allí completamente destrozados”. Y por supuesto, por encima de todo y siempre, la presencia de Ole-Jakob, su hijo, su pesadilla, su pérdida.

El protagonista de “A través de la noche” piensa que “los clavos que asoman hay que meterlos a martillazos. Lo mismo pasa con los recuerdos”. Afortunadamente Stig Sæterbakken, escritor noruego que murió en 2012 y del que se publica ahora su primer libro en España, no sigue su propia teoría: las páginas de este libro están llenas de preguntas y memorias, de sutileza y duda, de dolor y caricias, de esa amargura que te corroe cuando todo se desmorona a tu alrededor y te sabes incapaz de reaccionar.

“A través de la noche” es la tristeza con forma de libro. ¿El lugar donde la esperanza se transforma en mugre? También es un ejemplo maravilloso de literatura total, de desgarradora entrega, de confesión desesperada. El grito de un hombre que se ahoga, que está solo medio vivo, que se consume en su propia culpa. Tremendo.